viernes, 23 de noviembre de 2012

Fanfic: Colores. Capítulo 2: Cyan.

Dedicado a Frezah~

Primero fue la pañoleta magenta, ahora es el turno de... cyan. Aclaración, el cyan es un color parecido al turquesa, algo así como un azul más claro. De colores no sé nada. Pero me basé en un hecho real para esto, al Tom Kaulitz real le gusta el color azul, lo dijo en una entrevista.

Gracias a los que comentaron Magenta, y me alimento a base de comentarios así que ya saben.

El hermoso banner también lo hizo Frezah  ^-^.

Otra cosita, a diferencia de cuando lo subí en Slasheaven, esta vez he corregido los errores de ortografía y quitado la palabra "pelinegro". Por eso no se sorprenda si algo se lee diferente. Ya no tengo beta así que la única que corrige mis escritos soy yo, perdón si se me pasó algo.



Capítulo 2: Cyan

Era cyan, no azul. Ninguno de los reporteros corregía eso durante la redacción de las entrevistas. Bufó al cerrar la revista que tenía entre manos.

—Vamos, Tom, que no hay mucha diferencia entre uno y el otro —dijo Georg buscando tranquilizar al de rastas.

Recibió una mirada asesina por su comentario. —No me vengas a tratar de decir que yo no sé diferenciar cuál es mi color preferido, azul es como decir guitarra, y cyan es como una Gibson. ¡Aparte ni se parecen! —explicó mientras miraba a un punto indescifrable en el ambiente y sonreía a nada en especial, luego regresaba a la realidad para mirar al castaño con desprecio—. Eres un corriente, eso es lo que sucede, por eso no sabes diferenciar azul de cyan.

Georg sonrió y negó con la cabeza mientras se removía en su sitio y volvía a acariciar las cuerdas de su bajo.

—Tom, técnicamente ‘corriente’ no es un insulto —mencionó Gustav y se acomodó los lentes, después jugueteaba con sus baquetas sobre el borde de la mesa.

Tom ariscó la nariz y salió de la sala de ensayos dando un fortísimo portazo, hábito copiado de su hermano cuando se enfurruñaba y buscaba hacerlo notar a gritos.

—Crío —soltó Georg cuando el menor se hubo ido.

—Ey, yo tengo su edad y no me comporto así —exclamó Gustav.

Georg suspiró. —Tú eres mayor por un año, y pues… no eres un Kaulitz.



—¿Me llamaban? —preguntó Bill apenas llegando. Se quitó los cascos y sujetó la revista tirada en el suelo—. Vi que ya salió a la venta la entrevista que nos hicieron —miró con desinterés las páginas en búsqueda de lo mencionado.

—No, hablábamos de tu hermano y sí, ya salió. Hechos relacionados entre sí por más absurdo que suene —respondió el mayor.

Bill alzó una ceja sin dejar de hojear la revista. —No entiendo… oh mierda, ya ¿fue por lo de azul, cierto? —interrogó sin esperar realmente una respuesta. Ambos asintieron.

—¿Cómo lo sabías? —cuestionó Gustav genuinamente interesado. Le parecía casi imposible descifrarlo con tal rapidez.

—Son cosas de gemelos, Gus, ya no deberíamos sorprendernos —respondió Georg con un ademán en la mano de restarle importancia. El aludido frunció el ceño por el nombre, era bien sabido que no le gustaba que lo llamasen así.

—Y no cualquier tipo de gemelos, Georg… sino gemelos… 

—Monocigóticos —completaron la frase del moreno con cierto retintín. Tom siempre aclaraba eso después de haber visto un programa sobre gemelos en Discovery.

La estancia se llenó de risotadas.

—Y hablando de eso, ¿dónde está? —interrogó después de un momento.

Georg levantó los hombros aún abstraído en su bajo. —Se fue después de hacer su berrinche y llamarme ordinario, como toda una nena.

Bill rodó los ojos.

—No podemos ensayar sin guitarrista —señaló lo evidente y salió de la habitación.



Desde que habían dejado de ser Devilish para convertirse en Tokio Hotel, muchas cosas habían cambiado. Ahora, por ejemplo, estaban en Hamburgo grabando las canciones en un departamento casi exclusivo para los cuatro. Casi, porque recibían continúas visitas de David, y otros de la disquera, en especial cuando grababan en sí. Ahora les tocaba ensayar.

Tom sabía eso, sin embargo, se encontraba en el baño, sentado sobre la tapa del retrete y con gesto aburrido en su rostro. Se sentía incómodo, los de esa revista eran tontos para no poder captar lo que él había dicho. Y sus compañeros de banda también por restarle importancia a aquello.

Dos golpes en la puerta le habían hecho dar un brinco por lo inesperado. Después frunció la nariz.

—Está ocupado —respondió cortante.

—Soy yo —bastó esa aclaración con esa voz para que Tom se levantase y abriera la puerta con rapidez.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —murmuró Tom mientras le dejaba pasar y tras ello cerraba la puerta de nuevo.

Bill levantó un hombro. —No es que hubieran muchas posibilidades. Aparte la luz del baño está encendida, genio.

Tom volteó el rostro y regresó a su ‘asiento improvisado’. Bill se acercó a él y se agachó para estar a su altura.

—¿Qué te pasa, uh? —preguntó en un murmullo cariñoso, fijando sus ojos sobre los otros con real interés—. Sabes que no muchos conocen la diferencia entre los colores, incluso yo peco de ignorante a veces.

Tom puso los ojos en blanco. No se trataba de diferenciarlos, pensó el de rastas, sino de darle su debida importancia a los que en verdad interesaban.

—Vamos, Tomi —incitó Bill entre tanto le dejaba un beso fugaz sobre los labios—. ¿Me dirás lo que te pasa, eh?

El mayor negó con la cabeza renuente, negándose a hablar siquiera. Bill volvió a besarlo, esta vez con mayor intensidad mientras le mordisqueaba el labio inferior en la zona donde estaba el piercing, Tom quiso gritar pero terco como era, solo gimió lastimeramente. Bill no se rindió. Posó su mano sobre la ingle de Tom, y este se puso la suya sobre la boca para acallar el gritito que intentó salir.

Bill siguió pasando su mano por esa parte, sintiendo cómo la excitación de Tom crecía frente a cada roce. El de rastas no se contuvo más y empujó a su hermano.

—Te he dicho que no me gusta que me toques —advirtió con la voz grave.

Bill sonrió. Había logrado su cometido, hacer hablar a Tom. Este se golpeó la frente al notarlo.

—Soy idiota.

—Sí, y mucho —mencionó Bill mientras acortaba la distancia de nuevo y lo besaba con avidez.

El mayor sabía que era peligroso estar así con los demás afuera. Y aún más con Bill dentro. Pero no podía resistirse a besarlo, ahora que ya no le daba asco la saliva de Bill. Ya no necesitaba esa pañoleta magenta que tenía guardada —porque si bien dejó de servirle para su primer uso, le siguió sirviendo para el segundo—. Sin embargo, todavía no podía tocarse y dejarse tocar, le daba repelús la idea, sí, de nuevo una idea, que por el momento se negaba a desistir por más que Bill se tornarse muy cariñoso en sus momentos de intimidad. Lo máximo que habían compartido era una paja mutua, donde ambos se observaban atentos pero no podían tocarse ni ensuciar al otro. Por obvias razones no podían llevar a cabo esas actividades allí. La presencia de Gustav y Georg les hacía infructuoso aquello. Así que tenían que mantener dormidas sus hormonas por lo menos en esos días. Claro que Tom no contaba con lo fastidioso, irritante y seductor que podía ser su hermano a veces.

Bill volvió a pasar su mano sobre la ingle despierta de Tom, y este seguía dándole manotazos durante el beso sin romper el contacto. Hasta que el menor lo deshizo y no movió su mano de la zona.

—Bill, no seas terco, no te dejaré hacerlo —amenazó el de rastas notoriamente nervioso.

—¿Y si te traigo la pañoleta? —ofreció Bill.

Tom negó con la cabeza. —No puedes salir de aquí. —Claro que no podía, correría el riesgo de que alguien lo viese.

Bill se mordió el labio y miró alrededor. Agudizó la vista por un instante enfocándola en el pasamano. Había una toalla, la de Tom, era de su color preferido, cyan. La tomó de inmediato ante los ojos atónitos de su hermano.

—¿Qué piensas hacer con eso?

—Masajeártela —soltó Bill mientras le desabrochaba los pantalones y los dejaba caer.

Tom cerró las piernas haciendo chocar sus rodillas. Bill frunció el ceño.

—No te tocaré, lo hará tu toalla, es suave y no te lastimará —el rostro de pavor de su hermano seguía, así como su erección—. Usaré tu crema de baño, también…

—¿La lavarás luego?

—Sí, la lavaré luego —aseveró Bill demasiado caliente como para negarse.

—Y tendrá que ser a mano… ¡Y con suavizante! —demandó Tom. Bill asintió a todo—. Ok.

Bill sonrió satisfecho al ver las piernas de Tom abrirse y le bajó los bóxers con su ayuda, viendo airosa a la erección de su hermano. Sintió la suya vibrar dolorosamente. Se levantó y con manos trémulas cogió la crema para luego aplastarla y poner el líquido viscoso sobre la toalla. Volvió a su posición y envolvió con la toalla el miembro de Tom. Este chilló por el frío, Bill le chistó, no debían ser oídos.

Sacó media lengua afuera mientras se concentraba en el bamboleo de la erección de hermano que se derretía bajo sus movimientos erráticos. Arqueó la espalda cuando una sensación de placer se arremolinó en su vientre y luego se encogió para buscar los labios de su hermano, manteniéndolos unidos por un simple roce.

Bill lamió la boca del contrario mientras aumentaba los movimientos. Tom gimoteaba y se mordía el labio para evitar ser ruidoso.

Bill necesitaba tocarse. El solo hecho de ver a Tom con esas expresiones en el rostro, y sentirlo tan de cerca podía con él. Hacía falta un mero roce.

—Tócame —suplicó Bill sin detener sus movimientos de muñeca. Su hermano lo miró aún sumido en su propio placer.

—Yo me vengo Bill ugh, sabes que no te tocaré.

Bill lo sabía, pero también sabía que necesitaba tocarse, podía hacerlo con una mano pero el ritmo sobre la erección de Tom se perdería y no quería que su hermano dejase de disfrutar.

—Solo por encima de mis pantalones —tentó una vez más, con los ojos oscurecidos y el semblante descompuesto por el deseo. 

Tom no podía pensar con claridad. Sentía ya las piernas como gelatina. Miró de reojo el gran bulto en los pantalones de su hermano y el pecho se le encogió. Si Bill hacía eso por él, ¿por qué él no? Tragó saliva, acercó temeroso, y con temblores del placer recorriéndole el cuerpo, su mano hacia la erección cubierta.

Cuando hubo rozado esta por encima, se estremeció más porque Bill fue algo brusco con el movimiento. Tom apoyó su frente en la unión del cuello y hombro de su hermano y comenzó a pasar con cierta rapidez los dedos sobre la abultada ingle de su hermano. Sintiendo en su oído cómo Bill gemía a cada roce y también cómo aumentaba su propio ritmo. Iba a venirse cuando tocaba más a Bill; de repente sintió una lengua recorrerle el lóbulo de la oreja, se corrió fuertemente en su toalla. Un gemido sofocado hizo que mordiera con fuerza ese pedazo de piel donde se apoyaba, haciendo que Bill también se viniera.

Terminó cayendo sobre Bill, cuando este dejó de tener fuerzas para sostenerlo.

Podían sentir sus pechos calientes por sobre la ropa y también el ritmo frenético de sus latidos. La sensación era incomparable, muchísimo mejor que sus sesiones de pajas donde cada uno se masturbaba viendo con deleite al otro. Ahora había sido un contacto directo, y era entre ellos, eso bastaba para ser especial.

—Me asfixias, Tom —susurró Bill después de recuperar el aliento.

El de rastas, sonrojado, se dejó caer a un lado. —Perdón.

Bill cerró los ojos, le había entrado algo de sueño, pero los abrió de inmediato al percibir el tono de voz de Tom. —¿Estás llorando? —se apoyó sobre sus codos y levantó lo suficiente como para tener acceso a una visión completa del otro de su mitad.

—No —negó lo evidente, ya que lágrimas caían laxas sobre sus mejillas.

—¡¿Por qué demonios lloras?! —exclamó un Bill acezado y preocupado por lo bizarro de la situación.

—Arruinaste mis recuerdos de infancia —se sentó con dificultad mientras se subía los bóxers y pantalones juntos. Luego sujetaba la toalla de forma superficial, para no tocar su esencia.

—Pero de qué de carajos…

—Eres idiota, así como yo. No, tú eres peor, eres como Georg y Gustav, y hasta lo de ellos tiene justificación, porque son ajenos a nosotros. Lo tuyo no tiene nombre, Bill —le señaló con un dedo acusador. Bill alzó una ceja no enterándose de ni una palabra—. Cuando éramos pequeños, es decir, apenas nacimos nos pusieron una ropa color cyan a ambos, fue nuestra primera ropa de ese color.

Bill trataba de hacer memoria. Pero no era adepto a las fotos, y menos a recordar detalles de ese tipo.

—No digo. Por eso es mi color favorito, gracias por darte cuenta antes —anunció sarcástico mientras le daba un ligero golpe en el hombro.

—Sigo sin entender por qué llorabas.

—¡Joder! ¿Qué no te llega oxigenación al cerebro? ¡Acabo de venirme sobre una toalla del mismo color de nuestra primera ropa por tu culpa, duh! —casi gritó el mayor.

Bill asintió y se tiró sobre él para besarlo otra vez, de paso mantenerlo callado.

—Pues planeo hacer que tengas demasiada nueva información relacionada al color cyan para que te olvides de eso —mordió su labio inferior.

—Eres un insensible.

—Aun así me quieres… —volvió a besarle. Tom le empujó y se alzó del suelo.

—Debemos ensayar, adolescente caliente —chanceó Tom mientras veía los vaqueros evidentemente sucios de Bill.

Bill rodó los ojos. —Así me tienes, ricitos de oro —contratacó Bill.

2 comentarios:

  1. Eso del cyan y la primera ropa... A mí me pusieron algo azul cuando acababa de nacer, pensaron que iba a ser niño y por eso le regalaron ese color a mis padres xD.

    Entonces eso de querer aclarar siempre que es cyan y no azul no es un mero carpicho, vaya que tiene un trasfondo. Bueno tu interrogatorio, Bill, cantó como pajarito xD

    Casi podría ser un fetichismo con las telas, no? xD. Al menos Tom va progresando, ya se deja tocar.
    Quiero ver lo que sigue! =D

    En serio, me gusta muchísimo que a pesar de ser Tom uke, no es una completa mariquita. Te lo agradezco, Nadir, le das dignidad xD.

    Besos y abrazos! <3

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  2. Tom (Berrinchitos) Kaulitz reclamando por el color cyan XDD so...¡que bueno que Tom se deja tocar más! obviamente no podía resistirse mucho a los encantos provocativos de Bill , amé la escena en el baño fue tan sdjsdiosdasdcxzcxfcc~
    Me gustó :3

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