Gracias por leer y sus comentarios. ¡Saludos y abrazos para México! Revisé el tráfico de mi blog noto que están encabezando la lista :D Gracias a todos los que están allá y me leen. Son geniales.
Capítulo 3: Amarillo
Se veía un impermeable de color amarillo chillón resaltar
entre el paisaje de matices grisáceos, y la lluvia tempestiva sirviendo como
fondo. Tom maldecía una y otra vez a su hermano. Por idiota, por estúpido, por
descuidado, por caliente, por todo lo que se le venía a la mente en ese
momento. A pesar de ello, estaba junto a él, ambos envueltos en el impermeable
que Tom —con su frase modificada de ‘hombre prevenido vale por dos’ — había
traído a las ‘tan soñadas vacaciones’.
Tokio Hotel había logrado tener mucho más éxito de lo que ellos creyeron en un principio, después de sacar su primer álbum en inglés y tentar en los mercados americanos, saliendo con muy buenos resultados, se sentían realizados y con hambre de más. No obstante, todo poseía un precio, y ahora ellos no tenían tiempo para absolutamente nada, provocándoles un estrés por demás dañino, por lo que habían exigido vacaciones. Bill prometió llevar a Tom a las Maldivas, donde anteriormente habían ido, le dijo que ya tenía todo arreglado, un lugar donde estar con hermosa visión de la playa, privado, acogedor, con piscina, spa y todas las gollerías que Tom pudiese desear, pero… Sí, siempre hay un pero. Bill había olvidado las llaves, que se le habían sido enviadas por correo.
Tom le mordió el hombro a Bill, y este gruñó aún temblando
por el frío. —¿Por qué hiciste eso? —preguntó quejumbroso.
—Porque se me dio la gana, maldito caliente —respondió
enfurruñado y con la nariz ariscada. Bill rodó los ojos.
La razón por la cual Tom se quejaba es porque Bill había
estado ‘muy cariñoso’ antes y durante el viaje —secretamente deseando en esas
vacaciones convencer a Tom para pasar de una base a otra—. Y podría decirse que
por estar atento a morderle la oreja con saña al de rastas en el umbral, había
dejado olvidadas las llaves en la mesilla de la sala. Craso error, Tom se lo
recordaría durante toda su existencia, o quizá no tanto, pero sí en el lapso de
sus vacaciones. En especial en ese instante en donde ambos estaban en la puerta
del apartamento, y no podían entrar a él. Habían llamado a la agencia, estos le
decían que hasta que no amaizara la lluvia, no irían. Tom seguía maldiciéndolo
entre murmullos furibundos.
Bill se pegó más contra Tom, con la excusa de buscar más
calor, aunque en sí lo que quería era sentir esa cercanía. Le gustaba cómo olía
su hermano, la humedad lograba que su almizcle se entremezclase con esta
haciendo que expeliese un aroma tan conocido para él, pero no por ello menos
atrayente. Tom se limitaba a resoplar por lo enojado que se sentía.
Estaba empapándose allí, no tanto él, porque solo le caía el
agua de lluvia en el rostro, sino sus maletas, y sus recién adquiridas
zapatillas. Se mordió el labio con fiereza.
—Ey… ¿por qué haces eso? —se quejó Bill, no le gustaba que
Tom se lastimase, por más ínfimo que fuese el daño.
Este le miró con llamas flameantes en los ojos. —Esto es por tu culpa.
—Hay un… ¡Hay un garaje! —gritó el moreno sacándose el
impermeable y dejándoselo a Tom para correr en dirección a lo visto.
Efectivamente, se trataba de un garaje a unos metros de
distancia, no se habían reparado en él por el árbol que había caído en la
entrada debido a la fuerza de la lluvia.
Tom dejó las maletas allí y se acercó a Bill. —No sé de qué
nos sirve haber encontrado un estúpido garaje si tampoco tenemos la llave, me
pregunto si es que pensarás en algo coherente o si ya se te fundieron las
neuronas por andar caliente todo el… —un estrepitoso ruido al quebrarse una
ventana detuvo la perorata de Tom.
El rubio miró anonadado cómo Bill aún sujetaba la piedra con
la cual había roto la ventana.
—Oh mierda, yo no pagaré eso —advirtió después de un instante.
Bill alzó un hombro y terminó de romper la ventana. —¿Me
ayudarás o seguirás quejándote? —preguntó mientras pateaba los restos.
Tom lo miró fijo.
—Muévete marica y observa a un hombre trabajar —empujó a un
lado a Bill y se metió como pudo por la ventana—. ¡ARAÑAS!
Bill contuvo las ganas de reírse y siguió los pasos de su
hermano, no sin antes meter las maletas.
…
—No, mátala Bill, desde que vi Aracnofobia el mundo es
distinto para mí —suplicó Tom, alternando su mirada de su hermano a la araña.
Él no iría a manchar sus zapatillas con las entrañas de esa cosa, y a riesgo de
ensuciarse, tenía a Bill.
Bill negó con la cabeza.
—Te haré ver la película La telaraña de Charlotte, y con eso
corregirás esa mala percepción tuya que tienes de las arañas, y… el tocino
—caviló un momento fijando los ojos en un extremo de la pared—. ¿Y si nos
volvemos vegetarianos?
—¡Deja de hablar estupideces y mata a esa cosa!
El menor ahuyentó a la araña. —Listo —canturreó.
—No la mataste, cobarde —acusó.
—Lo que sea… ¿por qué no te quitas el impermeable? —preguntó
al notar que su hermano seguía con la prenda sobre sí.
—Me protege de toda la suciedad de este lugar —respondió con
simpleza mientras se subía de hombros.
—Tú y tus jodidas fobias… —se acercó más a él para apoderarse
de sus labios—. Me gustan —le mordió el labio inferior que recientemente se
había lastimado, gimió por la herida abierta.
Tom empujó a Bill, deshaciendo con ello el contacto. Una
sonrisa traviesa refulgía en sus labios.
—Pues a mí no me gusta esa calentura que tienes, sino fuera
por ella no estaríamos aquí —soltó sin verdadera queja. A Tom le encantaba
tener ese poder sobre Bill, más allá de que también necesitase contacto físico
y se lo negase por sus ‘fobias’ le excitaba más el hecho de verlo tan
necesitado de él.
—Ya no estamos bajo la lluvia es algo… —volvió a acercarse y
a ser rechazado—. Tomi —insistió con voz pequeña y ojos brillosos.
Tom le pasó la lengua por el labio inferior. —No.
Alzó una ceja. Se estaba enervando. —¿Volvemos con la
prohibición de besos? Porque no me importará y te comeré la boca reclamándola
como mía.
—¿Me consigues la pañoleta magenta?
Bill lo abrazó y hundió su rostro en su cuello, mordiendo la
carne de allí. Escuchando en respuesta un gemido sofocado de satisfacción.
—No creo que realmente a tu cuerpo le interese si usamos o no
esa pañoleta —mencionó, recordando con cierta gracia aquel inocente juego que
terminó en fines que distaban de la intención original—. Oh joder, Tom. Siento
que estoy a punto de abusar de un pollo gigante.
El de rastas rió por aquello. Le gustaba el color amarillo,
no podía negarlo. Era tan… amarillo, lleno de vida, y quedaba bien en una piel
bronceada como la suya.
—Acepta al impermeable u olvídate —chanceó al abrazarlo por
la cintura correspondiendo al gesto.
—Sería capaz de hacértelo con esa cosa puesta… —susurró
contra su oído. Tom se tensó.
No podía ni pensar en tener sexo con Bill. Era demasiado
contacto, tan poco higiénico y con demasiados fluidos de por medio. Tembló
ligeramente.
—Es muy pronto —se justificó.
Bill bufó contra su cuello y cerró los ojos. ‘Tenemos
dieciocho, por todos los cielos, ¿es posible que Tom piense de esa forma aún?’
fue lo que pasó por la mente de Bill. Sintió el estremecimiento de su hermano
contra sí, suspiró.
—Tengo… condones, y guantes de látex, por si lo del contacto
te preocupa… y traje lubricante, para que… ya sabes… —barbotó Bill mirando a un
costado.
Tom abrió los ojos en toda su extensión. ¿Condones, guantes
de látex, lubricante?
—¿No trajiste un vibrador también?
—Ehm si así lo prefieres, también… —respondió sin vergüenza.
Tom soltó una risilla nerviosa que sofocó con una aclaración
de garganta.
—Hagámoslo, pero con el impermeable puesto.
Bill se separó de Tom para verle el rostro.
—¿En serio? —Bill quería tocar, besar, lamer, explorar a Tom;
pero si le permitía aquello, buscaría alguna forma para complacerlo también.
Los ojos le brillaron de repente.
Tom asintió. No creía estar seguro sin el impermeable, en
especial en ese lugar tan… se negó a pensar más en ello sino desistiría y no
quería herir a Bill. Él le había esperado mucho tiempo, le había soportado con
todo y sus fobias al contacto, a pesar de todo, era Bill, su Bill, su hermano
gemelo al cual amaba y del cual nunca se separaría. Si debía superar algo,
sería con él. Aunque todavía creía que el contacto con las personas era
asqueroso, la saliva de estas, su sudor, todos sus fluidos. Cerró los ojos con
fuerza, era Bill.
…
Tom se había echado sobre la toalla que extendió Bill en el
suelo, era incómodo estar sobre una superficie plana, no obstante, trataba de
no pensar en ello. No mientras sentía a Bill sobre él, friccionándose aun con
la ropa puesta, acariciándole sobre esta y besándole con fruición. Se sentía tan
deseado, y aquella sensación hacía que placenteros retorcijones se le
implantasen en el vientre.
Bill iba acariciándole los muslos, haciéndose espacio entre
sus piernas y rasgándole con esas uñas suyas sobre los pedazos de piel que
alcanzase. Tom se aferraba a la cintura de este, limitándose a sentir más que
actuar, no sabía cómo acariciarlo y temía hacerlo mal. Giró el rostro algo
avergonzado. Su gemelo le besó el cuello buscando tranquilizarlo.
—Ey Tom, uhm si no te gusta me detengo —ofreció y detuvo
abruptamente sus movimientos.
El rubio negó con la cabeza fuertemente.
—No, sigue, me… gusta —confesó temeroso de su sentir. Bill le
sonrió y bajó con confianza sus grandes pantalones, luego posó su mano sobre su
ingle—. ¿Qué sucede?
—Traeré lo demás y comenzaré a probarte —la forma en la cual
dijo eso provocó que una corriente eléctrica le azotara la espina dorsal de un
solo movimiento.
Tom vio a un Bill desesperado abrir la maleta y sacar con
descuido un neceser que al parecer contenía todo lo requerido, pronto un pote
de lubricante estaba a su costado, al igual que una caja de condones. El
pelinegro se calzó con rapidez los guantes. Tom tragó saliva.
Bill lo observó dubitativo y pequeño en ese impermeable
amarillo. Notó que su excitación no era tanto como él quisiera, y pensó que lo
que iría a hacerle estaría mal. Le bajó los bóxers y le puso un condón a la
erección de su hermano, mientras comenzaba a masajeársela.
—¿Para qué el condón? —preguntó Tom entre jadeos. No recibió
respuesta. Se mordió el labio y buscó el rostro de Bill, grande fue su sorpresa
al percatarse que este estaba cerca de su miembro—. ¿Qué estás ha… HACIENDO?
No podía ser consciente de otra cosa ajena a Bill brindándole
placer con su boca. Se tapó el rostro, se mordió los dedos buscando no dejar
salir aquellos gimoteos que evidenciaban ese placer nunca antes sentido.
De forma casi automática comenzó a mecer sus caderas buscando
obtener más de la calidez que le ofrecía la boca de Bill, este lo miraba fijo
al hacer aquello, fascinándose con el deleite de Tom. No importándole si era
inexperto, o si era molesta esa presión, rodeaba al miembro con la lengua y
buscaba darle con esta el mayor placer posible. Su hermano no parecía quejarse.
Al verlo lo suficiente abstraído comenzó a acariciarle los
testículos, para luego posar sus dedos enguantados y embadurnados en lubricante
entre sus nalgas, encontrando su entrada y sintiendo contra estos el calor que
emanaba de esta. Tom dio un respingo al sentir cómo jugueteaban allí sin
introducir nada aún, sin embargo, se concentró en el masaje que ahora le era
dado con la otra mano de Bill.
Tom comenzó a acariciarlo, en los brazos, en el cuello, en
rostro, la boca, quería ser besado, quería besarlo. Abrió más las piernas y
acercó a Bill hacia él. Lo besó durante la penetración con los dedos y en aquel
masaje rozaron su próstata casi sin querer haciéndole correrse en el condón. La
lengua de Bill dejó de dibujar formas en el paladar de Tom y lo abrazó.
Brindándole ahora pequeños besos en todo el rostro, para
terminar dándole uno esquimal que el otro correspondió aun sumido en su
orgasmo.
Bill no había terminado, el ruido de un claxon le hizo
rechazar cualquier idea. Tom se encogió en sí mismo, quejándose por el sonido
entre gruñidos.
—Vístete, son los de la agencia, ya trajeron nuestras llaves
—avisó Bill al colocar todo en su sitio. Tom se apresuró a ponerse los bóxers y
los pantalones—. Te queda bien el amarillo —mencionó sonriente, Tom le sacó la
lengua.
—Cualquier color va bien en mí, aunque este ha cobrado un
valor especial —admitió algo azorado.
—Puedo adivinar el por qué…
—Pues ¡no lo digas! Y ya déjame salir, que encima lo dejas
atrás a uno… —se quejó mientras empujaba de nuevo a Bill y salía por la ventana
rota.
Su hermano rió, le encantaba Tom, con sus fobias, con sus
actitudes altaneras, con su tozudez, con su cordura en los momentos críticos,
su perfeccionismo, sus detalles. Le encantaba Tom en todas sus facetas y de
todos los colores. Y, ¿por qué no ahora de amarillo? Creía que incluso así le
gustaba más.
Tendría que esperar un poco más. Lo haría, porque era por
Tom, y por él lo que fuera.
Uh, joder, me gustó tanto que quiero otro! >.< y sé que me harás esperar, ¡Tom fobioso -noexistelapalabra- es una ternurita!
ResponderEliminarK.
Es un gusto leer a Tom tan nena. De nada, al contrario, gracias a ti por compartir. Saludos~
ResponderEliminarJoder me encantó >w< tanto el anterior como este(aunque el anterior no lo comente...Puto internet lento)
ResponderEliminar"Oh joder, Tom. Siento que estoy a punto de abusar de un pollo gigante."
hahaha XDD me mató esa parte,me lo imaginé todo,y hasta se me hacia chistoso XD
me mató,lo ame,lo ame *w*
Tom es toda ¡una ternura fobica! y Bill...Es todo un loquillo *w* y todo por el querido sensei Uke,TOM :D
me gustó mucho ñ_ñ
Saludos~
Eso del pollo gigante me hizo soltar la carcajada, en serio XDDD.
ResponderEliminarMe encanta este fic, es genial.
Comentaría más, pero el frío del carajo que hace aquí no me deja pensar mucho, aparte apenas siento mis manos )= LOL
Lo amé!!
Y saludos desde México!! =D
sospecho que Bill tenía planeado ese accidente con las llaves, ¡¡tenía todo lo necesario para follarse a Tom!! con la parte del pollo gigante me tuve que aguantar la carcajada porque eran como las 2 de la madrugada y no podía empezar a reírme porque despertaría a mis papás XDDD
ResponderEliminarMe gustó mucho este minific, bastante original :D