Capítulo
4: Tom (Catorce)
Se había despedido con la excusa de que tenía
deberes que hacer y el ruido que hacían los pequeños le molestaba, lo hizo a
sabiendas de que Bill no se tragaría el cuento pero accedería al verle su
rictus de incomodidad. Apenas salió de esa casa comenzó a correr como hacia
mucho no hacía, como cuando necesitaba esa sensación de que el viento se estuviese
llevando todas sus dudas e inquietudes a cada tramo, como cuando se iba al
claro en el bosque al divorciarse sus padres. Pero en ese entonces huía de
cosas… negativas, de los gritos que ya no eran más como esas discusiones
subidas de tono, sino esta vez tenían la intención de herir. Ahora huía de sus
sentimientos, aunque Tom sabía que era imposible conseguirlo; sin embargo,
deseaba escapar de esos deseos que se negaba a afrontar por más que no fuesen
recientes.
“Quizá en ello radica el problema”, pensó, “las
cosas no son más como antes por más que me intente convencer de lo contrario”.
Al tener once años era diferente, no había
compromisos de por medio, era básicamente un juego. Ahora… implicaba muchas
cosas, ¿dónde quedaba el chico heterosexual que era hasta antes que Bill
llegase? Y se volvía a preguntar por qué era Bill capaz de trastocar tanto su
mundo. Se tocó las sienes, no le gustaban otros chicos, suponía que sí le
gustaban las chicas, porque había estado con algunas y le gustaban lo suficiente
como para besarlas, aunque no lo suficiente como para tomarles importancia.