domingo, 14 de octubre de 2012

Fanfic: En lo profundo. (Femslash)

Bueno ya deberían saber que al parecer Tokio Hotel Ficción no volverá a funcionar, por lo que todos mis fics se irán a la mierda, sí, porque cometí la burrada de no guardar todos. Hasta ahora siento la pérdida de Stereosexual, que si bien era uno de los fics más extraños y mal escritos que he tenido, después de Ich Liebe dich y ¡Siempre roncas! pero igual, le tenía cariño porque era mi primer gender bender pero en fin, debido a eso, ahora comenzaré a publicar de nuevo todos mis fics. Así como Once, Catorce y bueno, en este caso porque una chica lo pidió sin querer (?) En lo profundo, este fic es femslash, es decir, los chicos acá no son chicos, son chicas y habrá una relación entre ellas. Así que si no eres partidari@ de esto, pues no leas xD.

Gracias a Aliss-R-Alemán por el banner. Este fic se hizo porque una imagen me inspiró y la pondría aquí pero bueh, es mucha cosa así que me limito a decir que era un dibujo donde Bill y Tom (con rastas) eran princesas sirenas. Y bueno. Yo vi La sirenita de peque, pero esto no es igual XD. Cualquier parecido con la vida de la autora de esta historia es PURA COINCIDENCIA, ojo, inicialmente este fic iba a ser original solo adapté las cosas para que fueran los gemelos y le aumenté a la sirena, que tampoco iba a existir.


Título: En lo profundo
Resumen: Billie era una chica que prácticamente no tenía vida, sino más bien una existencia vacía. Todo cambiará radicalmente cuando la obliguen a ir de vacaciones a la casa de playa de su tío.
"En lo profundo de sí sabía que ella era lo que necesitaba"
Categorias: Slash
Personajes: Bill, Original, Tom
Advertencias: Cambio de sexo, Contenido Lésbico, Incesto - No relacionado, Lemon, Lenguaje Explícito
Género: Universo Alterno
Pareja Principal: Bill - Tom



Capítulo 1: Resistencia

Se dejó caer sobre el césped, eludiendo la mirada que sentía sobre sí. Anabelle siempre tomaba la iniciativa para todo, sin embargo, ahora no tenía ganas de hacerlo; esperaba, en vano, que Colette dijese algo primero o la besase, cualquier cosa cortaría la tensión entre ambas.

—¿Y entonces qué?, ¿nos quedamos así hasta que sea la hora en que tengas que irte? —cuestionó furibunda, los ojos de Colette se mostraban inexpresivos y soñolientos, como siempre.
—No quería molestar…
—No lo digas, sabes que no me molestas. Es más, sabes que eso me enfurece más que tu silencio, la razón. —Anabelle se volvió a sentar y acercó su rostro hacia el de Colette—. Me haces sentir estúpida —masculló entre dientes. La expresión circunspecta de su pareja le provocaba una sensación de congoja y enojo al mismo tiempo—. Yo… —Le observó la boca y respiró sobre ella. Colette ni eso podía hacer, acortar la escasa distancia y compactar sus labios.


Dirigió sus orbes marrones hacia los negros y luego a sus labios rellenos. Rompió el espacio entre sus cuerpos al sujetarla por la nuca y besarla, de forma superficial, jugando suave y lentamente con sus labios pero sin abrirlos demasiado ya que Colette detestaba eso. Y era como besar a un maniquí, uno con temperatura corporal pero maniquí al fin y al cabo. Se alejó, no se sentía especialmente deseosa de tolerar aquello ese día.

—Me voy, sé que tienes cosas que hacer, y no quiero que tu padre nos limite las salidas, así que… —No hacía falta decir más para que Colette comenzase a levantarse con torpeza del suelo. Anabelle la miró desde abajo e hizo lo propio.

Colette era bella, no poseía una hermosura espectacular como otras muchachas, no obstante, existía ese ‘algo’ que la diferenciaba de cualquier otra chica. Trina, la madre de Anabelle, lo negaba pero, ¿qué podría saber ella? A Trina solo le gustaban los hombres, y no que tuviera un gusto especialmente distinguido como para que opinase.

Al observar a Colette de cuerpo entero es cuando se preguntaba qué diablos hacía con ella. Anabelle se figuraba a sí misma como un esperpento, un monigote sin gracia el cual había sufrido diversos cambios en su anatomía por culpa de sus trastornos alimenticios. ¿Qué hacía Colette con ella? Anabelle tenía una cabeza rota, un cuerpo deshecho y solo con un maldito órgano palpitante en el pecho para ofrecer. No entendía aún cómo es que Colette había aceptado.

Eran distintas. A veces demasiado, Anabelle era como un fuego llameante y Colette era la representación del invierno en su máximo esplendor. Demasiado práctica, demasiado parametrada, demasiado… pasiva. Colette era así, le brindaba orden, la hacía tocar el piso, y la obligaba a ver sus errores sin señalárselos. Cedía mucho, y eso no le gustaba.

—Adiós, Billie —dijo antes de girarse para tomar su rumbo, la aludida la detuvo y susurró un ‘espera’ antes de plantarle un beso de despedida. Colette sonrió, eso era nuevo, y después se retiró.

~

Anabelle se hundió en el asiento del autobús con la cabeza llena de polillas que amenazaban con salírsele de los labios y recorrerle el vientre, dejando su canal abierto  por culpa de sus alas afiladas. Una lágrima salió de su cuenca y su ensimismamiento empeoró.

El amor está sobrevalorado. Los besos también. Las parejas de igual forma. No existe en el mundo algo que valga lo suficiente para unir a dos personas en un mismo camino.

El timbre de su móvil la despertó de aquel estado y, a paso autómata, lo contestó. Era su madre, Anabelle le avisó que pronto llegaría, que ya iba en dirección a casa, luego colgó.

Tenía que escribir.

~

Helena danzaba sobre el espacio que se abría ante sus pies, la música rítmica serpenteándole por el cuerpo, sus terminaciones nerviosas aturdidas por el alcohol, sin embargo, con esa excitación que aumentaba conforme su humanidad chocaba contra otra sin querer y esos ojos fieros le observaban. Sus manos se rozaron y aferraron al instante; la muchedumbre se interponía entre ellas, no obstante, eso no impedía que las caricias se diesen en un simple agarre como el suyo.

—Placer, placer entremezclado con amor. Hacer el amor, un simple eufemismo del sexo, pero existe, en mis historias lo hace —habló consigo misma para después morderse el labio formándose la imagen mental, aquella escena que relataba en las hojas del archivo que mantenía abierto. La raya vertical tintineante la juzgaba a su parecer así que posó los dedos sobre el teclado de nuevo.

En un visto, y no visto, las personas que se hallaban a su alrededor la lanzaron a sus brazos, sintió su corazón contra el suyo y aspiró su aroma, ese almizcle escondido bajo las capas de perfume y alcohol. Sonrió y danzó al compás que ella le marcaba con una pierna entra las suyas. Un susurro fue a llegar a su oído, una voz que le provocó un estremecimiento y un nombre… ‘Cassandra’.

Se tronó los dedos y se acomodó en el respaldar de la silla. Parecía amor, a los lectores les gustaba eso, que pareciera amor, ya que les era un término desconocido que no manejaban. ¿Quién sí podría saberlo con exactitud si nadie ya era lo suficientemente poco egoísta como para amar y dejarse amar? Suspiró y se sujetó el puente de su nariz. No era amor, era un encuentro casual en un carnaval cualquiera de Europa. Pero…. sí, pero.

Bailaban en su propio deleite, con sus propios pasos y su propia música. Un manto de deseo se posó sobre sus cuerpos perlados de sudor y Helena hizo amago de besarla, de besar a Cassandra, esta la detuvo.

—¿Nombre? —formuló la pregunta mientras la miraba con fijeza y acariciaba sus labios con el pulgar.
—Helena —respondió en un hilo y fue besada bajo un sol que las abrasaba.

Helena y Cassandra, rió ante lo obvio que resultaba. Mitología griega, podría ponerlo como gracia oculta en su historia.

Se sentía agotada, sus impulsos por escribir se habían desvanecido tan rápido conforme habían llegado, pensó en llamar a Colette y recordó una frase que le dijeron alguna vez. «Tú no buscas el amor, sino una musa».

¿Cuál era la diferencia?, caviló mientras buscaba en su cajón la cajetilla de cigarros que le había robado a su madre. Le prohibía fumar, por su salud, y al hacer limpieza encontró esa cajetilla. Anabelle se había sentido decepcionada, a modo de castigo se la quedó, si bien en un principio pensó en botarla, luego creyó que sería mejor así, usarla. No se trataba de contradicciones, ella quería lo mejor para su progenitora y lo peor para su organismo, marcar una muerte de a pocos.

Daría su existencia vacía a cambio de una musa, podría ser caprichosa, podría exasperarle pero seguiría allí, junto a Anabelle. No tendría vida propia, no tendría individualidad, no necesitaría alejarse de ella al cansarse. Quizá jugase con sus sentimientos pero, ¿qué sentimientos reales podría albergar una relación de conveniencia? Ella recibiría inspiración y la musa ser halagada de diferentes formas, suplir su misión, aquella satisfacción personal.

Sí, Anabelle preferiría una musa antes que el amor. ¿Quién le había dicho eso? 
Una amiga tal vez, una amante, o… alguien que entendiese parte de su pasión por las letras. Aspiró el humo y dejó que le escociera la garganta un momento, otro rato más y parecía llegarle la calma. No se le venía ningún nombre a la cabeza. Quien haya dicho eso la conocía y se interesaba en ella lo suficiente como para saberlo y decirlo con certeza.

Puso la canción una vez más y tamborileó con los dedos de una mano el ritmo mientras que con la otra sujetaba el cigarrillo. Botó el humo y luego tarareó un poco. Esa canción la había inspirado para escribir su relato, estaba en francés y era un clásico.

Poco original, sí que me hace falta una musa, pensó con una sonrisa torcida mientras daba una calada.

Debía encontrar un nuevo pasatiempo. No, escribir no era un pasatiempo para ella, implicaba algo más, un pasatiempo era eso, una búsqueda de pasar el tiempo, pero al escribir ella no solo pasaba el tiempo sino que se entregaba a cada letra, a cada oración, buscaba con precisión qué palabras usar, cuáles cambiar, qué sentido darle. Aspiró otra bocanada.

Escribir era su forma de escaparse de todo.

Aporrearon su puerta, apretó el cigarro contra el fondo de su cajón, tosió mientras se metía una menta a la boca y echaba el aromatizador en el ambiente.

—¡Billie, abre la puerta! —insistió su madre—, ¡sabes que no me gusta que eches seguro!
—Ya, un segundo —pidió y escondió el aromatizador para luego abrir.
—¿Por qué te demorabas tanto? Y, ¿qué es ese aroma? ¿Es un nuevo perfume? ¿Te lo regaló Colette? —cuestionó su progenitora.
—¿Podrías preguntarme una cosa a la vez? ¿Para qué viniste? Dudo que haya sido a averiguar si mi novia me regaló o no un perfume —respondió.
—Ya te he dicho que no le digas novia, suena a como si estuvieras comprometida con ella y eso no va a pasar, al menos no entre dos mujeres —masculló su madre con señal de desdén. Anabelle bufó.
—Ese no es el punto, ¿a qué viniste?
—A hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Sobre lo que dijo el doctor —entró a la habitación y se sentó en la cama de su hija. Sabía a qué doctor se refería—. Hablo de tu psiquiatra, Billie. Él dijo que necesitabas aire limpio, un lugar donde pudieras relajarte, estar en paz contigo. Pensé que… podríamos ir de vacaciones a la casa de playa de tus tíos, nos la prestarían por unas semanas o quizá hasta meses y eso te haría bien.
—No —se negó Anabelle con el rostro circunspecto.
—Es que no lo entiendes, Billie. No es una petición, te estoy informando lo que va a pasar y ahora no me vas a hacer ninguna escena ni podrás evitarlo —sentenció Trina.
—¿Sabes qué? Haz lo que te plazca, al final de cuentas la que saldrá con su gusto serás tú, porque bien sabes que conmigo no van esas cosas y en nada me “ayudarán” a curarme, como si no estuviera lo suficientemente jodida ya —soltó ácidamente Anabelle, podía percibir el temblor en el cuerpo de su madre, las ganas contenidas de darle una bofetada que tendría en parte bien merecida por su forma de responder, y más si se tiene en cuenta que se hace todo eso en su beneficio, sin embargo…
—Vete empacando tus cosas —avisó antes de levantarse y retirarse del cuarto.

Anabelle era egoísta, en ello residía el pero. Sus padres habían puesto mucho de sí en los tratamientos, querían verla sonreír, que ella estuviese bien, que tuviese una vida parcialmente normal, a pesar de lo que padecía, no obstante, ella se resistía a colaborar, había permitido que su ensimismamiento fuera más fuerte y la superase con creces.

Se echó sobre su cama y cerró los ojos permitiendo que el dolor que ella misma se provocaba la adormeciera. 


5 comentarios:

  1. Algo bastante distinto. Me agrada (=
    Quiero saber qué sigue! Estaré al pendiente, igual que con Catorce ^^
    Curioso, tengo una amiga que se llama Anabelle y otra que se llama Cassandra xD
    En fin, besos y abrazos ^^ <3

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  2. @L, ¡gracias por leer! Le puse Anabelle por el diminutivo Belle, Billie, de Bill ya sabes xD. Y no fue algo original, si mal no recuerdo Aelilim, que es amiga mía, lo usó en su fic, también femslash, llamado Hacia el horizonte^^. También tengo una amiga que se llama así, solo que ya casi perdimos contacto e.e'. En fin, gracias.

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  3. Creo que me siento halagada, yo me llamo Kassandra (si, con K y doble S jojo), y para ser sincera me imaginé con Helena xD
    Es muy interesante, y también lei el de aelilim. Espero con ansias el next cap y estaré muy pendiente, así como de Catorce igual =)

    Gracias, amo tus fics~

    Saludos.

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  4. Hey, Nadir! Estaba vagando en twckaulitz.com leyendo One Shots y demás y encontré Stereosexual http://www.twckaulitz.com/2012/03/stereosexual-modern-love-por-nadir-y-maggot/
    Por cierto, está muy bueno =D
    Saludos ^^

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  5. AHHHHHHHHHHH *corre en ropa interior*

    OMGGGGGGGGGG *-* ¡GRACIAS! <3

    AMO este fic e.e espero lo continues pronto! quiero leerlo Dx *-*

    Lo amo lo amo lo amo *fangirl mode on*

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