Bueno ya deberían saber que al parecer Tokio Hotel Ficción no volverá a funcionar, por lo que todos mis fics se irán a la mierda, sí, porque cometí la burrada de no guardar todos. Hasta ahora siento la pérdida de Stereosexual, que si bien era uno de los fics más extraños y mal escritos que he tenido, después de Ich Liebe dich y ¡Siempre roncas! pero igual, le tenía cariño porque era mi primer gender bender pero en fin, debido a eso, ahora comenzaré a publicar de nuevo todos mis fics. Así como Once, Catorce y bueno, en este caso porque una chica lo pidió sin querer (?) En lo profundo, este fic es femslash, es decir, los chicos acá no son chicos, son chicas y habrá una relación entre ellas. Así que si no eres partidari@ de esto, pues no leas xD.
Gracias a Aliss-R-Alemán por el banner. Este fic se hizo porque una imagen me inspiró y la pondría aquí pero bueh, es mucha cosa así que me limito a decir que era un dibujo donde Bill y Tom (con rastas) eran princesas sirenas. Y bueno. Yo vi La sirenita de peque, pero esto no es igual XD. Cualquier parecido con la vida de la autora de esta historia es PURA COINCIDENCIA, ojo, inicialmente este fic iba a ser original solo adapté las cosas para que fueran los gemelos y le aumenté a la sirena, que tampoco iba a existir.
Título: En lo profundo
Resumen: Billie era una chica que prácticamente no tenía vida,
sino más bien una existencia vacía. Todo cambiará radicalmente cuando la
obliguen a ir de vacaciones a la casa de playa de su tío.
"En lo profundo de sí sabía que ella era lo que necesitaba"
Categorias: Slash
Personajes: Bill, Original, Tom
Advertencias: Cambio de sexo, Contenido Lésbico, Incesto - No relacionado, Lemon, Lenguaje Explícito
Género: Universo Alterno
Pareja Principal: Bill - Tom
Personajes: Bill, Original, Tom
Advertencias: Cambio de sexo, Contenido Lésbico, Incesto - No relacionado, Lemon, Lenguaje Explícito
Género: Universo Alterno
Pareja Principal: Bill - Tom
Capítulo 1:
Resistencia
Se dejó caer sobre el césped, eludiendo la mirada que sentía
sobre sí. Anabelle siempre tomaba la iniciativa para todo, sin embargo, ahora
no tenía ganas de hacerlo; esperaba, en vano, que Colette dijese algo primero o
la besase, cualquier cosa cortaría la tensión entre ambas.
—¿Y entonces qué?, ¿nos quedamos así hasta que sea la hora en
que tengas que irte? —cuestionó furibunda, los ojos de Colette se mostraban
inexpresivos y soñolientos, como siempre.
—No quería molestar…
—No lo digas, sabes que no me molestas. Es más, sabes que eso me
enfurece más que tu silencio, la razón. —Anabelle se volvió a sentar y acercó
su rostro hacia el de Colette—. Me haces sentir estúpida —masculló entre
dientes. La expresión circunspecta de su pareja le provocaba una sensación de
congoja y enojo al mismo tiempo—. Yo… —Le observó la boca y respiró sobre ella.
Colette ni eso podía hacer, acortar la escasa distancia y compactar sus labios.
Dirigió sus orbes marrones hacia los negros y luego a sus labios
rellenos. Rompió el espacio entre sus cuerpos al sujetarla por la nuca y
besarla, de forma superficial, jugando suave y lentamente con sus labios pero
sin abrirlos demasiado ya que Colette detestaba eso. Y era como besar a un
maniquí, uno con temperatura corporal pero maniquí al fin y al cabo. Se alejó,
no se sentía especialmente deseosa de tolerar aquello ese día.
—Me voy, sé que tienes cosas que hacer, y no quiero que tu padre
nos limite las salidas, así que… —No hacía falta decir más para que Colette
comenzase a levantarse con torpeza del suelo. Anabelle la miró desde abajo e
hizo lo propio.
Colette era bella, no poseía una hermosura espectacular como
otras muchachas, no obstante, existía ese ‘algo’ que la diferenciaba de
cualquier otra chica. Trina, la madre de Anabelle, lo negaba pero, ¿qué podría
saber ella? A Trina solo le gustaban los hombres, y no que tuviera un gusto
especialmente distinguido como para que opinase.
Al observar a Colette de cuerpo entero es cuando se preguntaba qué
diablos hacía con ella. Anabelle se figuraba a sí misma como un esperpento, un
monigote sin gracia el cual había sufrido diversos cambios en su anatomía por
culpa de sus trastornos alimenticios. ¿Qué hacía Colette con ella? Anabelle
tenía una cabeza rota, un cuerpo deshecho y solo con un maldito órgano
palpitante en el pecho para ofrecer. No entendía aún cómo es que Colette había
aceptado.
Eran distintas. A veces demasiado, Anabelle era como un fuego
llameante y Colette era la representación del invierno en su máximo esplendor. Demasiado
práctica, demasiado parametrada, demasiado… pasiva. Colette era así, le
brindaba orden, la hacía tocar el piso, y la obligaba a ver sus errores sin
señalárselos. Cedía mucho, y eso no le gustaba.
—Adiós, Billie —dijo antes de girarse para tomar su rumbo, la
aludida la detuvo y susurró un ‘espera’ antes de plantarle un beso de
despedida. Colette sonrió, eso era nuevo, y después se retiró.
~
Anabelle se hundió en el asiento del autobús con la cabeza llena
de polillas que amenazaban con salírsele de los labios y recorrerle el vientre,
dejando su canal abierto por culpa de
sus alas afiladas. Una lágrima salió de su cuenca y su ensimismamiento empeoró.
El amor
está sobrevalorado. Los besos también. Las parejas de igual forma. No existe en
el mundo algo que valga lo suficiente para unir a dos personas en un mismo
camino.
El timbre de su móvil la despertó de aquel estado y, a paso
autómata, lo contestó. Era su madre, Anabelle le avisó que pronto llegaría, que
ya iba en dirección a casa, luego colgó.
Tenía que escribir.
~
Helena
danzaba sobre el espacio que se abría ante sus pies, la música rítmica
serpenteándole por el cuerpo, sus terminaciones nerviosas aturdidas por el
alcohol, sin embargo, con esa excitación que aumentaba conforme su humanidad
chocaba contra otra sin querer y esos ojos fieros le observaban. Sus manos se
rozaron y aferraron al instante; la muchedumbre se interponía entre ellas, no
obstante, eso no impedía que las caricias se diesen en un simple agarre como el
suyo.
—Placer, placer entremezclado con amor. Hacer el amor, un simple
eufemismo del sexo, pero existe, en mis historias lo hace —habló consigo misma
para después morderse el labio formándose la imagen mental, aquella escena que
relataba en las hojas del archivo que mantenía abierto. La raya vertical
tintineante la juzgaba a su parecer así que posó los dedos sobre el teclado de
nuevo.
En un
visto, y no visto, las personas que se hallaban a su alrededor la lanzaron a
sus brazos, sintió su corazón contra el suyo y aspiró su aroma, ese almizcle
escondido bajo las capas de perfume y alcohol. Sonrió y danzó al compás que
ella le marcaba con una pierna entra las suyas. Un susurro fue a llegar a su
oído, una voz que le provocó un estremecimiento y un nombre… ‘Cassandra’.
Se tronó los dedos y se acomodó en el respaldar de la silla. Parecía amor, a los lectores les gustaba
eso, que pareciera amor, ya que les
era un término desconocido que no manejaban. ¿Quién sí podría saberlo con
exactitud si nadie ya era lo suficientemente poco egoísta como para amar y
dejarse amar? Suspiró y se sujetó el puente de su nariz. No era amor, era un
encuentro casual en un carnaval cualquiera de Europa. Pero…. sí, pero.
Bailaban en
su propio deleite, con sus propios pasos y su propia música. Un manto de deseo
se posó sobre sus cuerpos perlados de sudor y Helena hizo amago de besarla, de
besar a Cassandra, esta la detuvo.
—¿Nombre?
—formuló la pregunta mientras la miraba con fijeza y acariciaba sus labios con
el pulgar.
—Helena
—respondió en un hilo y fue besada bajo un sol que las abrasaba.
Helena y Cassandra, rió ante lo obvio que resultaba. Mitología
griega, podría ponerlo como gracia oculta en su historia.
Se sentía agotada, sus impulsos por escribir se habían desvanecido
tan rápido conforme habían llegado, pensó en llamar a Colette y recordó una
frase que le dijeron alguna vez. «Tú no buscas el amor, sino una musa».
¿Cuál era
la diferencia?, caviló mientras buscaba en su cajón la cajetilla de
cigarros que le había robado a su madre. Le prohibía fumar, por su salud, y al
hacer limpieza encontró esa cajetilla. Anabelle se había sentido decepcionada,
a modo de castigo se la quedó, si bien en un principio pensó en botarla, luego
creyó que sería mejor así, usarla. No se trataba de contradicciones, ella
quería lo mejor para su progenitora y lo peor para su organismo, marcar una
muerte de a pocos.
Daría su existencia vacía a cambio de una musa, podría ser
caprichosa, podría exasperarle pero seguiría allí, junto a Anabelle. No tendría
vida propia, no tendría individualidad, no necesitaría alejarse de ella al
cansarse. Quizá jugase con sus sentimientos pero, ¿qué sentimientos reales
podría albergar una relación de conveniencia? Ella recibiría inspiración y la
musa ser halagada de diferentes formas, suplir su misión, aquella satisfacción
personal.
Sí, Anabelle preferiría una musa antes que el amor. ¿Quién le
había dicho eso?
Una amiga tal vez, una amante, o… alguien que entendiese parte
de su pasión por las letras. Aspiró el humo y dejó que le escociera la garganta
un momento, otro rato más y parecía llegarle la calma. No se le venía ningún
nombre a la cabeza. Quien haya dicho eso la conocía y se interesaba en ella lo
suficiente como para saberlo y decirlo con certeza.
Puso la canción una vez más y tamborileó con los dedos de una
mano el ritmo mientras que con la otra sujetaba el cigarrillo. Botó el humo y
luego tarareó un poco. Esa canción la había inspirado para escribir su relato,
estaba en francés y era un clásico.
Poco original,
sí que me hace falta una musa, pensó con una sonrisa torcida
mientras daba una calada.
Debía encontrar un nuevo pasatiempo. No, escribir no era un
pasatiempo para ella, implicaba algo más, un pasatiempo era eso, una búsqueda
de pasar el tiempo, pero al escribir ella no solo pasaba el tiempo sino que se entregaba a cada letra, a cada
oración, buscaba con precisión qué palabras usar, cuáles cambiar, qué sentido
darle. Aspiró otra bocanada.
Escribir era su forma de escaparse de todo.
Aporrearon su puerta, apretó el cigarro contra el fondo de su
cajón, tosió mientras se metía una menta a la boca y echaba el aromatizador en
el ambiente.
—¡Billie, abre la puerta! —insistió su madre—, ¡sabes que no me
gusta que eches seguro!
—Ya, un segundo —pidió y escondió el aromatizador para luego
abrir.
—¿Por qué te demorabas tanto? Y, ¿qué es ese aroma? ¿Es un nuevo
perfume? ¿Te lo regaló Colette? —cuestionó su progenitora.
—¿Podrías preguntarme una cosa a la vez? ¿Para qué viniste? Dudo
que haya sido a averiguar si mi novia me regaló o no un perfume —respondió.
—Ya te he dicho que no le digas novia, suena a como si
estuvieras comprometida con ella y eso no va a pasar, al menos no entre dos
mujeres —masculló su madre con señal de desdén. Anabelle bufó.
—Ese no es el punto, ¿a qué viniste?
—A hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Sobre lo que dijo el doctor —entró a la habitación y se sentó
en la cama de su hija. Sabía a qué doctor se refería—. Hablo de tu psiquiatra,
Billie. Él dijo que necesitabas aire limpio, un lugar donde pudieras relajarte,
estar en paz contigo. Pensé que… podríamos ir de vacaciones a la casa de playa
de tus tíos, nos la prestarían por unas semanas o quizá hasta meses y eso te
haría bien.
—No —se negó Anabelle con el rostro circunspecto.
—Es que no lo entiendes, Billie. No es una petición, te estoy
informando lo que va a pasar y ahora no me vas a hacer ninguna escena ni podrás
evitarlo —sentenció Trina.
—¿Sabes qué? Haz lo que te plazca, al final de cuentas la que
saldrá con su gusto serás tú, porque bien sabes que conmigo no van esas cosas y
en nada me “ayudarán” a curarme, como si no estuviera lo suficientemente jodida
ya —soltó ácidamente Anabelle, podía percibir el temblor en el cuerpo de su
madre, las ganas contenidas de darle una bofetada que tendría en parte bien
merecida por su forma de responder, y más si se tiene en cuenta que se hace
todo eso en su beneficio, sin embargo…
—Vete empacando tus cosas —avisó antes de levantarse y retirarse
del cuarto.
Anabelle era egoísta, en ello residía el pero. Sus padres habían
puesto mucho de sí en los tratamientos, querían verla sonreír, que ella
estuviese bien, que tuviese una vida parcialmente normal, a pesar de lo que
padecía, no obstante, ella se resistía a colaborar, había permitido que su
ensimismamiento fuera más fuerte y la superase con creces.
Se echó sobre su cama y cerró los ojos permitiendo que el dolor
que ella misma se provocaba la adormeciera.
Algo bastante distinto. Me agrada (=
ResponderEliminarQuiero saber qué sigue! Estaré al pendiente, igual que con Catorce ^^
Curioso, tengo una amiga que se llama Anabelle y otra que se llama Cassandra xD
En fin, besos y abrazos ^^ <3
@L, ¡gracias por leer! Le puse Anabelle por el diminutivo Belle, Billie, de Bill ya sabes xD. Y no fue algo original, si mal no recuerdo Aelilim, que es amiga mía, lo usó en su fic, también femslash, llamado Hacia el horizonte^^. También tengo una amiga que se llama así, solo que ya casi perdimos contacto e.e'. En fin, gracias.
ResponderEliminarCreo que me siento halagada, yo me llamo Kassandra (si, con K y doble S jojo), y para ser sincera me imaginé con Helena xD
ResponderEliminarEs muy interesante, y también lei el de aelilim. Espero con ansias el next cap y estaré muy pendiente, así como de Catorce igual =)
Gracias, amo tus fics~
Saludos.
Hey, Nadir! Estaba vagando en twckaulitz.com leyendo One Shots y demás y encontré Stereosexual http://www.twckaulitz.com/2012/03/stereosexual-modern-love-por-nadir-y-maggot/
ResponderEliminarPor cierto, está muy bueno =D
Saludos ^^
AHHHHHHHHHHH *corre en ropa interior*
ResponderEliminarOMGGGGGGGGGG *-* ¡GRACIAS! <3
AMO este fic e.e espero lo continues pronto! quiero leerlo Dx *-*
Lo amo lo amo lo amo *fangirl mode on*