Capítulo
1: ¿A mí no me gustan los chicos?
Andreas no terminaba de leer la carta cuando de
pronto sintió que era empujado nuevamente de la cama, el dolor por la caída no
se hizo esperar.
—¡Ouch! —se quejó mientras miraba enojado a Tom, el
cual se encontraba con las mejillas rojizas y los labios fuertemente
apretados—. ¡¿Qué demonios te pasa?!
—¡Qué demonios te pasa a ti! ¿Crees que no sé que tú
hiciste esta carta para molestarme? —exclamó Tom, avergonzado al haber creído
que era verdad y también furibundo porque la broma de mal gusto la haya hecho
su mejor amigo.
Andreas arqueó una ceja y abrió la boca mientras
soltaba un ‘¿Ah?’ con expresión extrañada.
—¿De qué hablas? ¿Eres estúpido o el gameboy está
acabando con tus neuronas? Para estos momentos deberías saber cómo es mi letra
y cómo no es, eso un punto, segundo, ¿tomarme la molestia de hacerte una broma
así? No Tom, ya estuve muy cerca de perder tu amistad por el mismo asunto hace
tiempo y no estoy dispuesto a arriesgarme de nuevo. Si dudas de mí a pesar de
todo… me siento ofendido —masculló Andreas. Tom se sintió culpable.
—Perdón por empujarte y por dudar de ti, Andy. Esto
es un tema delicado, ya lo sabes —se dispensó y se rascó la nuca. Si no había
sido Andreas quería decir que Bill…
Volvió a sujetar la carta y pensó en algo que quizá
no ayudaría, pero que tenía que
intentar. Se levantó de su cama y se dirigió a su escritorio; abrió su cajón y
sacó una hoja arrugada que llevaba un dibujo encima.
Freddy, el dibujo que Bill
había hecho, el que había trazado sobre el de Tom, dándole vida. Acarició el
trozo de papel mientras alternaba la mirada de esa hoja hacia la misiva.
No eran letras, Tom lo sabía, pero los trazos, las
líneas. No estaba seguro de si era obra de su imaginación, de la necesidad de
saber de él, o si en verdad existía una relación entre ambas hojas. El autor
podría ser el mismo, como también no serlo. ¿Quién más sabría de su amistad con
Bill? Nadie. Georg sabía, sin embargo,
Tom podía aseverar que no era esa clase
de persona. Tenía… debía ser Bill. Se mordisqueó el labio inferior y recordó
las noches en las que esperaba su llamado.
Casi un año sin sus llamadas. No le decía nada, Bill
se limitaba a oírle, pero Tom sabía que era él. Incluso lo corroboró en una
ocasión cuando algunos compañeros de la escuela militar se quejaban porque
usaba el teléfono sin hablar nada, la respuesta grosera era de Bill. Y después
simplemente dejó de llamar, fue entonces cuando Tom se hizo su primera
perforación, por Bill, por todas esas mordidas que quizá no volvería a sentir.
—Tom —llamó Andreas. El aludido salió de su ensimismamiento
y giró el rostro—, ¿todavía te gusta, no?
—Él nunca me… —se apresuró a contestar hasta que
Andreas le chistó.
—No te atrevas a negarlo, es evidente que sí, mírate
y qué decir de la expresión que pusiste cuando leíste la carta. Es como si…
hubieras retrocedido en el tiempo y fueras el mismo crío de hace tres años, es
decir, realmente te gusta —afirmó el
rubio. Tom miró a un costado y se cruzó de brazos.
—No pongas palabras en mi boca, nunca dije que me
gustara. Solo es mi amigo, siempre fue solo eso —negó Tom sin mirarle. Andreas
bufó y se levantó del suelo.
—Que alguien sea tu amigo no quiere decir que no te
guste —contratacó, con cierta expresión de nostalgia en el rostro.
—Soy hetero, ¿ok, Andreas? Los chicos no me gustan,
nunca me gustó Bill, solo… ugh, tú no sabes, no lo entiendes —se tocó por
inercia la boca, donde se hallaba el piercing, recordando, anhelando.
Quizá Bill no vendría. ¿Qué le hacía pensar que lo
tendría cerca suyo de nuevo? La confianza, esa promesa que le dejaba en la carta.
Todavía podía recordar cuando le dijo que no sería tan fácil deshacerse de él,
claro que no lo sería, no después de ese beso, de todo lo que habían pasado en
tan poco tiempo. Cerró los ojos fuertemente y corrió en dirección a su baño.
Andreas suspiró.
Tom se vio en el espejo y se mojó el rostro.
…
Bill aplastó el cigarro contra la pared y lo dejó
caer. De un momento a otro iría a salir su jefe a cuestionarle el porque se
hallaba fumando en la puerta de atrás del restorán en vez de estar atendiendo a
los clientes. Le importaba realmente una mierda, él quería darle una patada en
las bolas al gordo ese y decirle que ya no necesitaba más de su miseria de
sueldo o las propinas tacañas de sus jodidos clientes. No más. Ya había
ahorrado lo suficiente como para alquilar su propio departamento —acabando así
con sus encuentros furtivos con cualquiera para poder dormir bajo techo— y
sobrevivir un par de meses sin trabajar, aunque evidentemente buscaría otro
empleo.
No la había tenido fácil al escaparse de la escuela.
Los documentos los tendría su madre, y él no pensaba ir a pedírselos para poder
buscar un mejor empleo. ¿Y estudiar? ¿Con qué dinero? Sus anteriores parejas se
lo habían planteado, Bill entre broma y broma insinuaba que si se la pagaban
ellos pues bien. Aunque verdaderamente no sintiera deseos de tener una
profesión. Quizá más adelante, cuando tuviese más dinero.
Si algo había hecho Bill en la escuela militar, era
estudiar, como un maldito cerebrito. No quería levantar sospechas. No quería
buscarse problemas, aunque ellos al parecer lo buscasen a él. Ese lugar era una
marabunta de abusadores, en donde si no eras uno, te
convertías inmediatamente en víctima. Si bien era cierto que Bill en la escuela
no era precisamente un chico tranquilo que nunca peleaba, tampoco era un
abusador; sin embargo, prefería serlo, al menos para que lo respetasen y para
que no intentasen hacer nada extraño con él. Sabía las vejaciones que recibían
algunos muchachos allí. Por eso se ejercitó, lo más que pudo, y trató mal a algunos,
sin llegar a los extremos, solo esperaba que Once no fuera tratado así.
Once. Se pasó la mano por sus cabellos,
ahora largos, y se imaginó cómo estaría. ¿Le habría llegado su carta? ¿Cómo
habría reaccionado? ¿Pensaría en él? ¿Lo odiaría por no poder llamarle? Podía
hacerlo, pero a la vez no. Había ciertas noches cuando se despertaba en la cama
de alguno de sus amantes y se sentía asqueado por la persona en que se había
convertido, alguien distinto al Bill que Once conocía. Pensaba mucho en Once,
en lo que era cuando estaba junto a él, deseaba volver a sentir esa necesidad
de ser alguien mejor.
—¡Kaulitz! —gritaron dentro del
establecimiento.
—¡Ya voy! Coño —respondió mientras se
acomodaba la redecilla de nuevo en el cabello e ingresaba al restorán.
Hoy renunciaría, después de recibir la
paga del día.
…
Observó con nostalgia la pared que los
separaba de los grados menores. Extrañaba a la verja, no porque la fuese a
usar, sino porque a través de ella podía recordar muchas cosas que le hacían
sonreír. El timbre interrumpió sus cavilaciones, tenía más clases y simplemente
no concebía ideas ajenas a Bill, Bill y la verja,
Bill y sus mordidas, Bill y
su beso, Bill, Bill, Bill. Se preguntaba cómo terminaría su día de escuela si
tenía atravesado en su cabeza un par de ojos marrones poseedores de una mirada
fiera. Dio un último vistazo a la pared y se encaminó a su salón.
…
—¿Sabes que esa maestra te comerá vivo
durante lo que quede del año si a la próxima no le respondes correctamente, no?
—cuestionó Andreas, en forma de regaño por lo sucedido durante la clase.
—Sí, lo sé. Para la próxima estaré más
atento —dijo Tom mientras sujetaba la correa de su mochila. Era hora salida
pero se tardaban más de lo usual por el retraso que habían tenido al Tom estar
castigado y Andreas esperarle para irse juntos.
—Joder, Tom. No te pongas así solo por
recibir una carta, te lo digo en serio —soltó Andreas con cierto tono cansado.
Tom le fulminó con la mirada y apretó la correa de nuevo.
—No-hables-de-eso —pidió Tom entre
dientes. Andreas rodó los ojos.
Siguieron caminando entre tumulto hasta
que por fin pudieron salir.
…
Había tomado el autobús para llegar a
Leipzig.
Lo primero que hizo fue ir a casa de
Georg para casi suplicarle que guardase sus cosas en lo que arreglaba unos asuntos.
Justo como lo imaginó, Georg accedió. Se prometió a sí mismo contarle por todo
lo que había pasado, ya que él y Gustav habían sido una de las pocas personas
que lo apoyaron de un modo u otro durante los años de escuela, más allá de su
comportamiento infantil e impulsivo.
Lo segundo que hizo fue pedirle el baño,
el trayecto había sido relativamente corto, un par de horas, pero él no había
salido precisamente arreglado y necesitaba ocultar las ojeras que traía encima.
Después de maquillarse, y ver la hora en el reloj, salió apurado de casa de
Georg.
Llegó a trompicones a su vieja escuela y
no pudo detenerse a rememorar todo lo que pasó allí, sino que tuvo que buscar
con la mirada entre el grupo de alumnos a Once. Era algo tarde, quizá ya estaba
de camino a su hogar. Se pateó mentalmente por tardar demasiado. Vería un rato
más, y si no lo encontraba, lo buscaría en su casa. Niños con cabello largo y
rubio, con ropas anchas, una sonrisa inocente y una nariz respingona. Una mata
de pelo rubio atrajo su atención, ese color de pelo le sonaba. El hermano de
Georg, el rubito afeminado. ¿Cuál era su nombre?
Sin pensarlo caminó en su dirección, ese
chico era el mejor amigo de Once, debía saber en dónde estaba o si quizá no
había ido a la escuela. Al estar más cerca se percató del chico de rastas que
tenía al costado.
Recordó a James, parpadeó y se detuvo.
—Once —masculló como si le hubiesen
quitado el aliento. El de rastas giró el rostro y empalideció.
—¿Bill? —preguntó un Once con la voz
diferente, menos chillona que antes. El moreno intentó formular palabra alguna
pero ninguna se formaba. Sonrió nervioso y asintió.
—No creo que este sea precisamente el
mejor lugar para que se pongan a hablar —mencionó el rubio.
—Andreas, ¿verdad? —cuestionó Bill.
Aunque estaba seguro que se llamaba así, este respondió afirmativamente—. ¿Te
importaría que yo lleve a Once a su casa?
—Eso creo que deberías preguntárselo a
él, no a mí.
—Es que como te veo con ganas de querer
meterte en donde no te llaman, yo solo te preguntaba —soltó Bill con cierto
veneno en la voz. Once frunció el ceño confundido y sujetó por la mano a Bill.
El moreno miró el agarre con cierta ternura y jaló hacia sí a Once para
fundirse en un abrazo—. No sabes cuánto te extrañé —susurró en su oído—. ¿Vamos
a hablar a tu casa, uh? ¿O prefieres ir a otro lado? Hoy tú mandas, te lo debo,
por todas las veces que no estuve contigo para molestarte.
—Vamos… vamos a mi casa para dejar mis
cosas allí, ¿sí? —ofreció Once con las mejillas encendidas mientras sentía la
respiración de Bill contra su oreja.
—Ok —sonrió Bill y deshizo el abrazo,
sin aún soltar su mano, para ir en dirección a la casa de Once.
—Nos vemos más tarde, Andy —se despidió
Once. Andreas sonrió fingidamente. Bill lo notó.
…
—¿Tú y el rubito son novios? —preguntó
Bill cuando se alejaron de la multitud. Tom negó de inmediato—. Hey, no está
mal si es que lo son, es… normal, si te gusta y todo eso.
—No, Andreas es mi amigo y yo no… —Se
detuvo en medio de la frase. Una cosa era mentirle a Andreas, mentirse a sí
mismo y otra era mentirle a Bill.
—¿Tú no qué? —interrogó y le apretó un
poco la mano.
—A mí no… —Podía hacerlo, ¿por qué era
verdad, no?—. ¿A mí no me gustan los chicos?
—¿Me lo estás preguntando o afirmando?
Je, porque si me lo preguntas, te diría que lo pongo en duda —respondió Bill
mientras acariciaba la mano de Tom. Lo observó de reojo, estaba sonrojado y se
mordía el labio inferior—. Me gusta tu piercing. Los míos me los quitaron en la
escuela y no pude hacérmelos de nuevo al salir, y tu peinado… también me gusta,
aunque no negaré que extrañaré tu melena rubia.
Tom se sonrojó aún más si podía. Bill
gustaba de él. Bill dudaba de la heterosexualidad que había buscado reafirmar.
Bill ponía de cabeza su mundo.
—¿Ibas en serio con lo de ser hetero? —cuestionó
Bill malinterpretando su silencio—. Porque si te molesta que te coja de la
mano, solo dímelo. —Algo en el tono de voz de Bill evidenciaba que no estaba
muy de acuerdo con lo que insinuaba. Bill no quería dejar de tomarle la mano.
—No, no, así está bien. —Tom tampoco
quería soltársela. Volvió a sentir el dorso de su mano siendo acariciado por
dedos. El leve roce le provocaba cosquilleos. Las remembranzas del beso
aparecieron frente a sus ojos como sacados de una película.
Bill ahora estaba distinto, tenía los
músculos marcados, la cabellera más larga, el rostro más alargado, más
atractivo ante Tom aunque intentase negárselo pero le parecía atractivo un
hombre, y los ojos maquillados, como la primera vez que lo vio, con el maquillaje
corrido y leves heridas, la diferencia es que estas heridas que tenía Bill
ahora no se apreciaban a simple vista.
—¿Cómo te va en la escuela, uh? ¿Nadie
te molesta? —preguntó Bill con genuina curiosidad y un leve fruncimiento en su
ceño.
—¿Molestarme? No, he tomado en cuenta
todo lo que dijiste hace años. Y noté que era cierto, que mis compañeros no
habían sido precisamente buenos conmigo, incluso habían sido crueles a veces,
así que —levantó un hombro y bajó la mirada— los enfrenté. Ya no se burlan por
cómo visto, o buscan molestarme por cosas tontas.
Tom no era agresivo, a diferencia de
Bill, y el hecho de que le viesen con ‘novias’ había creado cierta imagen de
respeto en frente de sus compañeros. Solo mentía cuando ellos le preguntaban
por sus ‘ligues’,
Tom exageraba y salía bien librado. Pero quería quedar bien
frente a Bill, así que se valía mentir.
—¿En serio? —Bill sonrió y le dio un
apretón en su mano, Tom correspondió a su sonrisa y asintió—. Pues qué bien,
crío, qué bien.
—Bill, dime una cosa, pero prométeme que
no me mentirás —pidió Tom y tomó la otra mano de Bill, deteniendo así sus pasos
y viéndole de frente. Tom tenía que saberlo, habían pasado ya muchas cosas antes,
tanto dolorosas como bellas y él lo único que quería era sentirse seguro.
—Dispara, Once —acarició sus manos
nuevamente para darle confianza y Once tragó saliva, le gustaba el tacto pero
también lo ponía nervioso.
—¿Te quedarás para siempre aquí? O sea,
no para siempre, eh… hablo de que si no te irás, porque tú saliste de la escuela
el año pasado y recién vienes. ¿Dónde estuviste? ¿Por qué vuelves ahora? ¡No
quiero que me malinterpretes! Me gusta que hayas vuelto pero… pero no sé si me
estoy dando a entender —se enrojeció después de decirlo y Bill rió—. ¡Hey, no
te burles! —intentó deshacerse del agarre no verdaderamente molesto por la
reacción de Bill, sino más bien avergonzado. Bill puso las manos de Once, aún
unidas a las suyas, en su espalda y lo atrajo hacia sí—. ¿Qué-qué haces?
Bill acercó su rostro al de Once y se
detuvo a escasos centímetros. Once se buscó remover entre risas nerviosas que
no hacían más que provocar contacto entre ellos.
—Para ya, que no muerdo —soltó Bill.
Once estaba completamente rojo al recordar qué tanto ‘no mordía’ Bill. Era
adrede, Bill lo hacía adrede—. Quiero probar qué tan hetero eres, solo por
curiosidad, ¿tienes novia?
—No —dijo Once sin pensarlo, se mordió
el labio—. Digo, sí, tengo novia, se llama Heissel.
—Oh, ya veo, primero te olvidas de tu
novia y luego la recuerdas como por arte de magia, ¿cuánto tiempo llevan?
—cuestionó con un tonito que evidenciaba que no se creía lo que le estaba
diciendo.
—Un mes —respondió Once, mirando a un
costado.
—¿Y te gusta cómo besa? —Once abrió la
boca y la cerró después. Bill sonrió—. Oh, vamos, a ver otra, ¿le has agarrado
las bubies?
—¡Ya deja de preguntarme tonterías y
vámonos a mi casa! —demandó Once, buscando romper el agarre de nuevo.
—¿Por qué no me respondes? ¿No será
porque no son novios, en realidad? ¡Once! ¿Qué podría decirte yo si eres gay,
uh? Nada, porque a mí también me gustan los chicos —susurró en su oído. Once
contuvo la respiración sin notarlo—, y las chicas, claro.
—¡Suéltame ya, Bill! —Bill lo soltó
entre risas—. No es gracioso y, y ¡ni siquiera respondiste a mi pregunta!
—¿De que si me quedaré por siempre
contigo? —Tom se sonrojó y bajó la cabeza—. Hey, no te pongas así. No planeo
irme, a menos que quieras que me vaya.
—No, no quiero que te vayas —barbotó Tom
de inmediato.
—Entonces tendrás que presentarme a tu
novia —fastidió Bill mientras le picaba un costado. Once sonrió y siguieron
caminando.
Tom vería cómo solucionaría lo de
‘novia’, por ahora quería disfrutar de la compañía de Bill, que tanta falta le
hacía.
Muchas gracias nena hermosa!! Ya quiero ver qué sigue jaja. Estaba nerviosa porque mañana tengo examen, pero esto me tranquilizó. Cuando Once duda de si le gustan los hombres o no, también me hizo recordar cuando yo decía que no me gustaban las chicas, aún cuando mi primer beso fue con una xD Y aún ''espero'' mi primer beso hetero. Pues ya ves, así es la vida LOL.
ResponderEliminarMuchos besos y abrazos desde México, buena vibra. Te leo pronto! ^^ <3
Me encantó el principio :3 Se nota mucho el cambio que ha hecho sobre todo once, cuantos años tiene ahora bill? igualmente se nota que los sentimientos entre los dos no han cambiado en nada :D y eso es genial porque no siempre ocurre cuando dos personas se separan :L Sube pronto!! (L)
ResponderEliminar@Anónimo, Bill se lleva cinco años con Tom, así que si Tom tiene 14 años, Bill 19.
EliminarY ahora es cuando empieza lo desconocido para mi porque fue lo ultimo que leí en thf. Que puedo decir, primero tú introducción en lo personal me gustó mucho xD Me caes bien, osea por como te expresas y como escribes me pareces una persona cool :-)
ResponderEliminarCon respecto al capitulo, ufff me causó tantas emociones que no puedo describirlas e.e me dejaste sin palabras, por algo eres una de mis escritoras favoritas. Espero con muchas ansias el siguiente.
Ya quiero que llegue el beso entre Once y Billo >.< Nomás nos dejas con ganas lol
Saludos neko~
Sube prontoooo >.< porfa :c
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