viernes, 19 de octubre de 2012

Fanfic: Catorce. Capítulo 3.

Y tadám, el capítulo que provocó que mi pobre mamá fuera recordaba de diferentes formas que no debería recordársele a una madre xD. Pero claro, comprendo, si uno lee y se queda en ascuas y luego lee esto y dice ¿PERO QUÉ CARAJOS? E intenta que se besen ambos como aquel monito que tiene un meme pues jode en serio xD. Aparte, debería escribir pero me entretengo jugando D: esto de no tener vida social ehem... pronto saldrá mi primer oneshot drarry, con travestismo y es pwp :D no es el primero, pero sí el que terminaré primero xD, porque el otro aún ni sé en qué me quedé. Claro, que si quieren el link ya saben, mensajito privado en mi página en facebook y listo, se los enviaré aunque aviso, todavía no está terminado. Así que más tarde lo estará, debo despejarme e.e'.
Sobre Catorce y este capítulo creo que quedarán más interrogantes, y no sé, no recuerdo mucho lo que pasa aquí solo el final tan abrupto xD. Así que lean~


Capítulo 3: Confusión

Tom se levantó desorientado, se talló los ojos y pestañeó varias veces para asimilar que ya era fin de semana y se encontraba en el departamento de su padre, a veces era así, a pesar de haber pasado ya dos años después del divorcio, todavía se sentía extrañado al despertarse en otro lugar. Controló su respiración al percatarse de ello y se sentó en su cama. Él tenía un cuarto en el departamento de su padre, que tenía algunas mudas de ropa suya, unos libros que le había regalado y uno de sus videojuegos, lo demás Tom lo llevaba en su mochila, tanto cuadernos con tareas de la escuela u otras cosas para que se sintiera cómodo.

A pesar de que Jörg intentaba no ver a Anémona, al mudarse, no lo hizo muy lejos, así que Tom se iba a pie al conjunto de departamentos donde vivía su padre. El dueño era un anciano viudo muy afable que Tom había tenido el gusto de conocer, y que cada vez que podía le invitaba un par de galletas caseras.

Miró al reloj que estaba colgado en la pared que tenía enfrente, eran las seis de la mañana, quiso volver a echarse en su cama e intentar dormir, pero sabía que no podría hacerlo. A regañadientes se levantó de su cama y dirigió a su baño para mojarse el rostro, iría a preparar el desayuno, lo más probable es que a esa hora su padre estuviese durmiendo, y él no pensaba molestarlo.


Se dirigió a la cocina entre bostezos, que eran más por manía que por verdadera señal de sueño, y abrió la nevera en búsqueda de huevos, no habían, desertando de la idea de prepararse un omelette miró en los gabinetes, pero no habían cereales, revisó de nuevo la nevera para ver qué podría hacerse de desayuno y suspiró. Su padre era tan descuidado en ese tipo de cosas que se maravillaba que se encontrase vivo sin la supervisión de alguien que estuviese ahí para cocinarle, lavarle la ropa, ordenarle sus cosas, etcétera. Vio en el cajón donde guardaba el dinero para las compras, le había dicho que lo utilizase si es que quería cocinarse algo y no había nada, tomó algunos billetes y regresó a su cuarto.

Al salir del departamento ya vestido y en dirección a las escaleras, el dueño se encontraba barriendo la entrada de su propio departamento.

—Hola señor Zimmerman —saludó Tom sonriente, el anciano le devolvió el gesto.
—¿No quieres pasar, Tomi? Tengo algunos brownies que me trajeron mis nietas, pero no puedo comerlos por la diabetes —ofreció el hombre. Tom titubeó, tenía hambre, podría comer eso y de paso no despreciarlo, ya que sabía que ese señor pasaba la mayor parte del tiempo solo, y que sus hijas o sus nietas lo visitaban pasando cada dos meses o a veces incluso menos seguido.
—Claro —respondió Tom con una sonrisa adornando sus facciones.


Tom masticaba los brownies y luego tomaba un sorbo de leche mientras le oía hablar sobre los inquilinos, que uno que se encontraba enfermo ya no lo estaba más, que otros habían tenido una linda bebé, entre asuntos que no eran muy resaltantes para Tom, pero que de todas formas los oía para complacer al hombre.

—Tomi, ¿podrías ayudarme más tarde? Necesito colgar un aviso en la puerta principal porque Carriette, la jovencita de la habitación 345, ya se ha ido y por ende ese cuarto está disponible —masculló.

Tom asintió de forma autómata hasta que procesó la información.

—Señor, yo tengo un amigo y creo que a él le interesaría el cuarto —musitó sin poder evitar sonreír.


Bill apoyaba sus antebrazos sobre el carrito de compras. Le aburría hacer ese tipo de actividades, pero tenía que responsabilizarse al menos de lo que consumía en casa de Gustav, y de paso comprarse otras para él, así que tenía que hacerlo. Veía con desánimo cada producto, pensando en si sobreviviría a base de pizza calentada en microondas o solo chuches, sonrió ante su absurda idea e incluso se regañó internamente, haciéndose ver que ya estaba mayorcito como para actuar así y luego riéndose por pelear consigo mismo.

Se encontraba en la zona de lácteos cuando recordó que se había acabado una caja de leche entera a base de cereales, y otros experimentos culinarios, así que puso cajas de leche en su carrito para compensar las otras cuando un rostro conocido apareció frente a él.

Era la mujer del colegio, la que le hablaba antes de recoger a Once siempre, Dunja, y ahora la veía distinta, con ropas informales y un par de niños rodeándola a grititos de “¡Cómprame esto y aquello!”, se imaginaba que ellos eran sus hijos, de los que tanto hablaba. Le observó el rostro, limpio de maquillaje en esta ocasión y con una sonrisa cansada.

—Hola Dunja —dijo Bill haciendo que le observase y saludase con un gesto en la mano.
—¡Bill! —exclamó—, qué casualidad encontrarte aquí. Lilith, Timothy, él es Bill, un amigo. —Los presentó Dunja, la pequeña le sonrió y el niño se acercó para darle la mano, Bill correspondió al gesto y luego le guiñó un ojo.
—Yo soy Lilith. —La niña tendría unos cinco o seis años, tenía los cabellos negros como la noche, a diferencia de su madre que era rubia, y unos ojos verdes que resaltaban en su pálida tez.
—Y yo soy Tim. —El chico era más parecido a su madre, tanto en sus facciones como en el color de su cabello y piel, lo único distinto eran las pecas que estaban distribuidas por su nariz y mejillas.
—Hola chicos.
—Son mellizos, aunque no lo parezcan —masculló Dunja—, y son mi vida. —Los ojos de la mujer brillaron como si se pusiera a llorar de un instante a otro, Bill acercó su carrito al de ella.
—¿Sucede algo? —preguntó en voz baja para que los niños no se percataran y siguieran viendo curiosos todo lo que había en el súper.
—Es que… tendré que dejar mi empleo, mi hermana, que era quien los cuidaba en las tardes, se casó y ya no hay quien pueda hacerlo. No creo que pueda encontrar una niñera para el lunes —contó Dunja, se secó las lágrimas que habían caído sin notarlo y luego le sonrió a Bill—. Discúlpame, no quiero que pienses que ando diciendo mis cosas por ahí como si nada, qué vergüenza contigo.
—No, no te preocupes, uhmn. —Bill frunció el ceño, pensando—. Yo he estado buscando trabajo estos días, y no he podido conseguir uno. Podría ser un niñero, si estás de acuerdo. No me llevo mal con los niños y soy muy paciente con ellos —masculló Bill, imaginándose a sí mismo como un cuidador de niños, y en realidad se veía capaz. Eran inocentes, puros, no tenían malicia.

Los ojos de Dunja brillaron y asintió efusivamente. —¡Dios, gracias! ¡Por supuesto que sí! Gracias, Bill, en serio, no sabes de qué apuro me sacas. Ven conmigo, te invitaré el desayuno, del cual no aceptaré un “no” por respuesta y hablaremos de los términos; solo te puedo adelantar que te daré una buena paga, eh. —Dunja le guiñó un ojo y él asintió.

Sin querer había conseguido un empleo.


Tom estaba viendo televisión con su padre, algunos programas que no atraían por completo su atención, sin embargo, mantuvo la mirada sobre el aparato al hablar con Jörg, por evitar el contacto visual.

—Papá, ¿tú tienes una novia ya? —preguntó Tom intentando sonar casual, fallando en el intento; Jörg se giró en su dirección y lo miró, instándolo a que hiciera lo mismo, no obstante, Tom siguió fingiendo que veía la televisión.
—No, ¿a qué viene tu pregunta? ¿Tu madre ya tiene a alguien? —cuestionó con un tono que Tom supo distinguir, ese que usaba su madre cuando él mencionaba a su padre aunque fuese de casualidad.
—¡No, no! —mintió Tom, el deseo infantil de que sus padres estuviesen juntos siendo hablando por él al ser estimulado por ese dolor en las palabras de Jörg—. Es solo que… —Ahora no tenía idea de cómo salirse del embrollo.
—¿Qué? Ya sabes que puedes decirme cualquier cosa, soy tu padre —farfulló Jörg. Tom asintió por costumbre, a sabiendas de que a pesar de serlo, el pesar que le brindaría al contárselo no sería un pesar de padre, sino de hombre.
—Es que hay una chica…
—Ahh —vociferó y Tom sabía que su perorata sobre las mujeres comenzaría. Suspiró aliviado cuando su padre se giró de nuevo y empezó a hablar, al menos se había librado.


Simone tomó una copa de vino con la mano derecha, para después con la izquierda acercar el cigarrillo que tenía en ella hacia su boca. Cerró los ojos y lágrimas silenciosas cayeron raudas por sus mejillas sonrosadas, antes del vino se había tomado una botella de vodka entera, y ahora todas sus cosas se encontraban en el suelo, algunas rotas y otras simplemente tiradas.

Tenía las manos ensangrentadas pero no sentía dolor, había roto un portarretrato para colocar en su pecho la foto de su hijo. Un año, un año desde la última vez que lo había visto y se sentía miserable.

Gordon tenía razón, ella era un fracaso como madre, Bill huyó y ni siquiera la llamó o mandó alguna carta desde entonces. Ahora Bill podría estar pasando hambre, frío o incluso podría… no, Simone no quería ni pensar en ello, aunque en otras ocasiones ya lo había hecho en su desesperación.

Fumó con dedos trémulos el cigarro y dejó la copa vacía sobre el suelo, sujetó la foto de su hijo de nuevo y sollozó.


Después de ayudarle a Dunja a acomodar las cosas de las compras, Bill se había puesto a ver televisión junto con los niños, por órdenes de Dunja, que no quería ver a nadie en su cocina. Luego se pusieron a desayunar tranquilamente, mientras que Bill conocía más a Lilith y Tim, Dunja se convencía más de que era la decisión más acertada que podría tomar.

—Necesito que estés aquí antes de que salga a trabajar, te dejaré dinero para la comida, números de emergencia, incluyendo el mío —dijo Dunja para después masticar su tostada con mermelada.
—¿No podrías llevarlos a la escuela? ¿Recuerdas a mi amigo? —Bill sabía que no tenía que mezclar una cosa con otra, en especial si Dunja le estaba ofreciendo empleo, pero tampoco quería decepcionar a Once, tantas veces que lo había dejado ya habían hecho mella en él.

La mujer frunció el ceño. —Uhmn, sí. Mira, Bill, yo te conozco y por eso te estoy confiando a mis hijos. Sé que eres responsable, pero no sé nada de tu amigo, solo que es un escolar y eso no me dice mucho —mencionó.

—Yo… lo entiendo —musitó Bill desanimado.
—Bueno…te los llevaré ahí con la condición de que regreses a casa y veremos esto por unos días. —Bill sonrió y Dunja le correspondió al gesto.

 …

Bill se puso una almohada sobre la cabeza por el ruido y luego buscó apagar su despertador al extender su brazo hacia la mesilla, recordando, al solo sentir la llana madera, que él ya no usaba despertador porque no tenía que ir a trabajar. Se quitó la almohada de encima y se talló los ojos.

—¿Qué demonios es eso? —Bill se levantó de su cama y decidió seguir el sonido.
Cuando bajó las escaleras se encontró con que el origen del estruendoso ruido provenía de un cuarto con la puerta cuasi abierta al cual entró sin avisar descubriendo a Gustav tocando la batería.
—Mierda, ¿es necesario que practiques a estas horas de la madrugada? —preguntó Bill mientras bostezaba. Gustav se detuvo.
—Primero, es mi casa, segundo, son las diez de la mañana y eso no es considerado madrugada en ningún país, por si no lo sabías —respondió el rubio.
Bill rodó los ojos y se apoyó contra una pared de brazos cruzados.
—Para mí no es mañana hasta que deje de tener sueño y, ¿desde cuándo tocas la batería?
—Desde siempre —musitó Gustav.
Bill lo miró confuso. —¿Hablas en serio? Nunca te he visto hacerlo.
—Practicaba con una batería que no era mía, con la de mi primo, y apenas pude trabajar me costeé una —explicó.
—Y como nunca dices nada, el resto ni nos enterábamos —masculló Bill.
—Supongo que sí, pero ahora todos están enterados porque pertenezco a una banda, junto con Georg —mencionó Gustav mientras jugaba con sus baquetas.
—¿Una banda? Genial, cuando era un enano pensaba en tener un banda, yo iba a ser el vocalista porque soy un inútil con los instrumentos, qué tiempos, pensaba huir de mi casa de esa forma, siendo un rock star —dijo Bill con una sonrisa nostálgica.
—Ya, soñador, ¿qué planes para hoy? —interrogó Gustav tomando una toalla y secándose el sudor.
—Comer e ir a trabajar, debo cuidar niños, son unos preciosos enanos, ojalá se comporten bien —respondió Bill—; luego iré a recoger a mi amigo de su escuela y a pasar tiempo con él y los niños.
—¿Qué amigo tuyo sigue estudiando en el colegio? Es decir, les caías mal a todos, no me mires así, y, ¿repitió grados o qué?
—Uhmn, resumiéndolo, ¿recuerdas que me expulsaron por ser mala influencia de un chico de grados menores? Ahí lo dejo. —Gustav lo miró fijo.
—No te estés metiendo en problemas, Kaulitz y si lo haces, al menos trata de no estar en mi casa —advirtió.

Bill bufó.

—No seas exagerado, Gusti, todo fue un malentendido, pensé que a estas alturas deberías saberlo, además, ¿no crees que si hubiera sido cierto él no se comunicaría conmigo?
—Si es que lo estuvieras acosando… —insinuó el de gafas, Bill frunció el ceño.
—No seas paranoico. A veces pienso que dices en serio esas cosas. Pero luego recuerdo que estoy en tu casa y que debes quererme para soportarme —molestó Bill con una sonrisa burlesca. Ahora fue Gustav el que rodó los ojos.
—¿Vamos a desayunar? Es tu turno de hacer el desayuno —anunció Gustav y Bill asintió, saliendo ambos de la habitación.


Andreas no le había hablado y Tom optó por no hacerlo, quería dejar que las cosas se enfriasen ya que estaba casi seguro de que su mejor amigo no le ofrecería una disculpa; así que cuando estuvieron en las clases fue como si no se conociesen. Para la salida fue lo mismo, Tom se sintió algo triste pero se mantuvo en su posición.

Buscó con la mirada a Bill, tenía buenas noticias que darle, al menos para él lo era, el hecho de que ya encontrase un lugar para que viviese y que aparte fuera cerca suyo. Lo miró sorprendido al encontrarlo con dos niños, uno sujeto de cada mano.

—Wow —se limitó a decir.
—Nunca te lo dije, Once, pero tengo hijos —dijo Bill y los pequeños se rieron.
—Pues los tuviste muy joven entonces —siguió la broma Tom—. Ya, hablando en serio, ¿quiénes son?
—Yo soy Lilith.
—Y yo Tim.
—Yo soy Tom —les saludó sonriente.
—Son los niños que tengo que cuidar, debo ir a casa de su mamá, ¿me acompañas? Te puedo preparar el almuerzo ahí si quieres —ofreció Bill.
—Claro —asintió—. Me parece raro que seas un “niñero” —dijo cuando avanzaron un tramo.
—Trabajo es trabajo y debo admitir que estos niños me conquistaron —mencionó Bill.
—Se les ve que son buenos niños, uhmn. Quería decirte algo.
—Dispara.
—Mi padre vive en un conjunto de departamentos, queda cerca a mi casa, y pues, ha quedado libre uno de ellos, el precio es cómodo, y pensé en ti al enterarme —contó Tom.
—Me interesa, ¿más tarde me llevas? —preguntó Bill.
—Claro.


Tom estaba concentrado haciendo la mezcla para galletas, mordiéndose ligeramente la lengua. Bill sonreía por la imagen que representaba a Once en mandil con una mancha de harina en el rostro y la lengua afuera. 
Los pequeños esperaban ansiosos a que el de rastas terminase de mezclar para recibir el cucharón y el envase para poder saborear los residuos de la masa.

La lasagna ya estaba calentándose en el microondas y el horno iba preparándose para las galletas. Era una tarde cotidiana.

—Date prisa o te lo arrebatarán —chanceó Bill. Tom dejó el ensimismamiento y lo observó.
—¿Ah? No me demoraré mucho más —masculló Tom. Luego miró a los pequeños con ojos suplicantes—. Vaya, qué forma de no ejercer presión.
—Sí, los niños con ojos de borreguito son la debilidad de cualquiera —secundó Bill.

Tom vació la masa sobre la tabla y le echó más harina, cediéndoles el cucharón y envase a los niños, consiguiendo que estos se fuesen de la cocina después de pelearse por quien se iba a quedar con cual de los instrumentos de cocina.

—¿Te ayudo con eso? —cuestionó Bill. Tom negó.
—Nah, puedo con esto, solo es darle más consistencia a la masa y luego darle forma para meterlas al horno. Espero me salgan bien.
—Pero, ¿en serio que no la necesitas? Como te veía antes concentrado.
—Es que no me gusta que tenga grumos así que debo mezclarlo bien. —Bill ya se hallaba a su costado tomando un poco de harina para ponerla sobre la masa—. ¡No le eches más, ya tiene suficiente! —negó mientras alejaba su brazo, Bill puso resistencia y terminaron forcejeando a modo de juego consiguiendo que la harina cayese entre los dos y ambos se manchasen la ropa—, wow, qué maduro, Bill.
—Sí, lo soy —dijo y tomó otro poco más para echárselo en la cara. Tom intentó escaparse pero eso hizo que cayera en sus rastas, ahora fue él el que tomó harina a modo de venganza y se la echó a Bill.

Así estuvieron por otro rato más hasta que Bill lo arrinconó contra el lavabo y le dejó caer la harina en la cara. Ambos para ese entonces ya manchados por todos lados.

—Siempre tenemos que terminar en una situación extraña en la cocina, ¿uh? —musitó Bill cerca a su rostro. 
La risa de Tom se congeló al sentir la respiración de Bill contra su boca.
—Yo… —sus mejillas se tiñeron de rojo—. Yo pienso que eres tú el que las busca.
—¿Qué yo busco estas situaciones? ¿Insinúas algo, Once? —Bill se lamió los labios.
—Ehmn. —Lo hacía, insinuaba que era correspondido, ¿correspondido a qué? Si supuestamente no había nada entre ellos. Tom sabía que por mucho que se lo negase había algo, desde hace años, los besos, las mordidas y la incipiente atracción eran prueba de ello.
—Podríamos… disipar dudas —aconsejó Bill ahora apretando más contra Tom.
—¿Qué-é haces? —Tom estaba aterrorizado, de sus sentimientos, de sus líos mentales, de ese martilleo en su pecho.
—Nada. —Bill posó sus ojos sobre los labios de Tom—. Solo planeaba besarte.
—¡No! —gritó Tom alejando a Bill de él con un empujón.

3 comentarios:

  1. Waaaaaaaaaaaaa!!! Tenías razón con lo del meme jajaja. ''Now kiss!'' xDDD Aish, yo quiero que se besen jaja. Se me antojaron las galletas =3
    Muy bueno el capi, ojalá que Bill se vaya a vivir a ese depa para quedar cerca de Tomi *w*
    A mí no me gustan los niños, ese Bill es un amor y tan paciente! xD
    Me alegraste el día, no tuve uno muy bueno que digamos. Muchas gracias por eso, leer tus historias es un escape <3
    Estaré esperando el que sigue, y también el segundo de ''En lo profundo'', me gustó la idea de que sean chicas, es interesante xD Ah claro, y también espero tus one shots ^^
    Muchos abrazos y besos. Cuídate mucho nena ^^

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  2. AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH ''—Nada. —Bill posó sus ojos sobre los labios de Tom—. Solo planeaba besarte.
    —¡No! —gritó Tom alejando a Bill de él con un empujón.'' Como que no? COMO QUE NO!? jaja enserio yo si estaba como ese meme esperando que se besaran XD ojalá llegue pronto ese momento, creo que me quedé por aquí en thficcion, o subiste mas despues de este? :/ No lo sé.
    Subre pronto Kasomicu! <3 y nos harás felices :3

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  3. Kasomicuuu, sube otro mas porfaa, estoy de examenes y lo necesitooo .-. <3
    atte:Helena

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