Fic: Catorce. Capítulo 21: Recién nacido.

Perdonen la tardanza ;n; en serio. Al menos les traigo el capítulo. El siguiente ya será regular... no me tiren odio. Prometo, de verdad, que el próximo lo tendré en menos tiempo. Mi vida personal está cagada x'D así que bueno, necesito distraerme.

Hay ciertas partes que son de Once... o sea recuerdos y blablablá. ¡Ah! Y nuestra querida banda hace una dulce aparición :'D. Y y y y ciertos detalles del pasado de Bill, que si bien parecen una mierda es solo para que conozcan más del por qué de su proceder.

Gracias a Kath, ella sabe por qué.

Capítulo 21: Recién nacido.

Apretaba sus párpados mientras sentía el chorro de agua fría impactarle, lo relajaba, lo despertaba, pero al mismo tiempo, le traía recuerdos de la escuela militar. Era algo absurdo, sin embargo, ciertos detalles le creaban sentimientos encontrados.

A modo de castigo, los mojaban con agua helada que salía de una manguera. Ahora era diferente, simplemente quería despabilarse para poder empezar su día.

“Debo cortarme el pelo”, pensó cuando notó que sus cabellos mojados le estaban llegando hasta por debajo de los hombros.

Ya no podía importar, debía relacionarlo con algo más, solo sentir y dejar de estresarse. Cogió el jabón y comenzó a hacer espuma. Cuando pasó sus manos enjabonadas por su rostro se percató de lo áspero que estaba, soltó un suspiro no queriendo afeitarse, pero iría a ver a Once. La idea malévola que atravesó por su mente que cuando le creciera el vello facial a su novio, él dejaría de rasurarse, para estar iguales, y de paso evitarse las molestias.

Cuando huyó, decidió dejarse crecer el cabello de nuevo, y también la barba, solo porque había estado demasiado presionado en el colegio, donde lo obligaban a raparse, y a afeitarse con navaja. Recordaba la cantidad de heridas que se había hecho, y cómo se robaba máquinas desechables de afeitar para evitarlo. A base de ensayo y error tuvo que aprender.

Por ello, y con ganas se sentirse algo liberado, dejó que su cara se llenara de vello facial. Lo negativo es que para algunas chicas no era llamativo, y él tenía que acoplarse a lo que la maldita gente quisiera, así que se rasuraba. Su cabello no se lo volvió a cortar, aunque le dio bastantes problemas porque crecía lento, y él simplemente quería teñírselo en aquel entonces.

Decidió finalmente que sí, que tendría que rasurarse y siguió jabonándose.

…

No se había demorado, lo sabía porque se bañó en menos de diez minutos, y no tenía tampoco bastante qué rasurar así que ni veinte minutos le tomó todo, sin embargo, su madre le estaba gritando. Así que con toalla en la cintura y en la cabeza, él bajó las escaleras, con cuidado para no irse de bruces.

—Yaaaa, deja de gritar como desesperada —pidió Bill. Simone estaba con su delantal de flores y pegada al teléfono.

—¡Se van a quemar los gofres, así que coge el teléfono! —exclamó la pelirroja, tendiéndoselo y yendo hacia la cocina, para luego volver apresurada y darle una palmada algo fuerte en su brazo—. Debes recordar bajar la tapa del baño, vives con una dama. Y feliz cumpleaños, cariño —terminó de decir para dejarle un beso en la mejilla, con algo de esfuerzo debido a su altura. Bill sonrió negando con la cabeza al ver a su madre irse.

Vio el aparato algo confuso pero igual contestó. —¿Aló?

—¡Qué hubo, bastardo! —chillaron desde el otro lado. Bill reconoció en seguida el par de voces, y también una voz que se quejaba.

—¿Lo tienen en altavoz? —preguntó, rodando los ojos.

—Sí, es que queríamos saludarte en grupo, para que te sientas más acompañado —molestó Gustav.

—Sabemos que como eres un hijo de puta, con el respeto de tu señora madre, que no tiene muchos amigos, pensamos que era un lindo detalle —secundó Georg.

—Son todos unos amores, lo que me hace preguntar. ¿Qué hacen despiertos tan temprano? Y escucho a la plañidera de fondo, digo, al de pelo azul. ¿Armaron un trío? —chanceó Bill, el vocalista seguía quejándose y Gustav gruñó.

—Ese es un sándwich al cual no quisiera pertenecer, solo chicas, nada personal. Si Gustav fuera mujer incluso me lo plantearía… —comentó Georg, y las risas aumentaron.

—En realidad estábamos ensayando, incluso Andreas participará. Al parecer si tenemos un buen sonido, podremos hablar con unos productores sobre un contrato —contó Gustav.

—Sin ánimo de decir obviedades, y la verdad es que no me importa, pero no están saludándolo por su cumpleaños —se escuchó decir a Andreas, el cual no había hablado hasta ahora. Bill seguía enojado, y podía aseverar que ganas de mandarlo a la mierda no le faltarían si es que lo tuviera en frente, aunque no podía negar que el hecho de que decidiese alejarse lo ponía de mejor humor.

—Lo siento, es que estamos algo emocionados. Feliz cumpleaños, Bill, ya eres más grande —saludó Gustav.

—¿Que tú? Eso se sabe, Juschtel —fastidió Bill, imaginándose la expresión enojada del rubio.

—De hecho, mentalmente eres menor que nosotros, Kaulitz, pero igual. Feliz cumpleaños, un año más cercano a la muerte. Genial —masculló Georg.

—Gracias, al colgar iré a cortarme las venas con los gofres que hace mi madre —rió Bill, de todas formas alegrándose a comparación de la llamada que lo despertó.

—¿Y qué harás, saldrás con el novio? —cuestionó Gustav, casi podía oler la tensión que se puso en el ambiente al soltar la pregunta.

—¿No era novia? ¿Sabes, Kaulitz que de pequeño de tu novio jugaba a la cocinita con mi hermano?

—Nunca jugamos a eso, Georg —replicó Andreas.

—Pues para mí hacer comidas con Play Doh cuenta, no sé tú, Andi —respondió Georg.

—De hecho, Tom juega con Lilith, una nena a la que cuido, a las muñecas, no sé qué puede ser más niña que eso —siguió la broma Bill.

—Tu cara, eso es más nena.

—Jódete, Hagen. —Más risas, incluyendo la de Oskar, se oían de fondo.

—Bueno, bueno, tenemos que seguir practicando —avisó Gustav.

—Sí, te cuidas, Kaulitz, bebe en nuestro nombre.

—La pasaré con mi madre, dudo que pueda tomar —comentó con cierta acidez.

—Nos dejas pastel, eh. Que te daremos regalos. ¡Adiós!

 Bill se quedó mirando algo extrañado el teléfono y colgó. Se fijó que había bastante comida servida en la cocina, y el hambre hizo acto de presencia al sonar su estómago.

—¿Vas a comer sin ponerte ropas, hijo? Bueno, no te diré nada. Ya estás grande —musitó Simone, señalándole el plato para que se sirviera.

—Mientras no se me caiga la toalla, todo normal, no quiero crearte traumas, madre —mencionó Bill, sin esperar más indicaciones y poniendo todo en su plato. Simone rió y sorbió un poco de su café.

—¿Cómo amaneciste, Bibi? Me sorprendió que por tus propios medios te metieras a la ducha tan temprano. —Bill arrugó la nariz frente al sobrenombre.

—Llamó Gordon, ya sabes, él siempre es un padre amoroso y quiere recordármelo siempre que puede —soltó de mala gana, mordiendo su gofre con miel. Simone se sintió culpable.

—Lo lamento, verás que se te olvida en el transcurso del día —animó Simone.

—Lo que sea. —Bill después de todo no se sentía tan mal, estaba comiendo y le habían saludado de buena forma los tarados de sus amigos—. Por cierto, pasaremos por casa de mi novio así que si quieres conocerlo…

—¿Cómo así?

—Es que quiero verlo, solo será de pasada, iré a su casa, y luego saldré. ¿No te molestas, no? Podrías conocerlo de pasada —mencionó Bill, peleándose con el cuchillo.

—Bill, para conocer a tu novio debe ser en un día preparado para hacerlo, no así como así, es algo serio… ¿lo es, no? —preguntó Simone.

—Sep —afirmó Bill, metiéndose más gofres y sin establecer contacto ocular.

—Solo me quedaré afuera de su casa y esperaré —aclaró Simone, preguntándose qué tanto dinero tendría el novio si ya tenía casa también, y se lo había mencionado Bill antes, sin embargo ahora recién lo analizaba. ¿Tendrías autos? ¿Hijos? ¿Nietos? Tampoco quería atormentarse.

Bill bufó y habló con la boca llena. —Mi novio no muerde, eh. —Recibió un golpe en la cabeza, que le fue dado con el periódico—. ¿Qué hice?

—Come, mastica y traga. No hables.

…

Tom terminaba de secarse, percatándose que sus rastas estaban algo sueltas, se mordisqueó el labio y se fijó en la hora. Bill aún no venía, y se empezaba a tensar por ello; no era posible que se hubiese olvidado de él, le había dicho que vendría y por eso no había dormido, debido a estar preparándole su regalo. Pero se estaba tardando.

No pensaría más, a veces se armaba dramas en su cabeza cuando en realidad no sucedía nada. Decidió que ya que tenía algo de tiempo, buscaría la letra de la canción que le había dedicado Andreas.

Así que después de acicalarse, prendió su computadora. Sujetó el disco y tecleó el nombre en su buscador.

—Something about us, Something about us —repetía en voz baja, encontrando la traducción en alemán.

Conforme iba leyendo los escasos párrafos, se rascaba la mejilla, comprendiendo el porqué Andreas la había elegido. Seguía gustándole la melodía, sin embargo, su significado era lo más valioso.

Tenía sentimientos encontrados, por un lado le incomodaba bastante, y también le dolía. Andreas era como un hermano para él, y de haber podido ayudarlo, evitarle que sufriera tanto tiempo en silencio por un amor no correspondido, lo habría hecho, pero era algo que no estaba en su mano. Suspiró y comprendió las palabras de Bill. Andreas se estaba ‘rindiendo’, diciéndole que lo quería, no obstante, también entendía que lo suyo no era posible.

No era algo fácil, y si bien sería más difícil para Andreas, eso no le quitaba peso a que Tom también tendría que poner de su parte, para no lastimarlo y hacerle ver cuándo podría algo ser ‘malo’ para ellos y su relación. Porque Tom amaba a Andreas, y nada haría que dejase de hacerlo, sin embargo, lo suyo era muy especial. Especial como cuando Tom tenía pesadillas de pequeño, y Andreas le cantaba para que pudiera dormirse, para que no soñara con todos esos monstruos, los reales y los imaginarios. Como cuando se enojaba porque Tom lloraba debido a que la gente se burlaba de él, y Andreas no le hablaría hasta que Tom dejase de llorar.

“Las niñas lloran mucho, tú no eres una por más que tengas cara de niña”.

Era algo mutuo, y Tom estuvo junto a Andreas cuando se divorciaron sus padres, y no podía evitar que llorase, así que lloraba junto a él. Era amor, cariño, y nunca lo vio como algo más, ambos se necesitaban y estarían siempre ahí para cuando el otro quisiera, pero no así.

Reprodujo la canción de nuevo, y sonrió nostálgico. Todo iría a estar bien, Tom no dejaría que todo se arruinase.

…

—No te lo andes tocando, Bill. Pareces un niño con juguete nuevo, y se te puede…

—Ya sé, mamáaaa. No me trates como si fuera la primera ocasión que me hago un piercing —respondió Bill, fastidiado, para luego chasquear la lengua.

—Bueno ya. ¿En serio vive en esta calle tu… novio? —cuestionó Simone, fijándose en que la zona era residencial, y donde usualmente vivía gente pudiente. ¿En qué trabajaba el novio de su hijo?

—Sep —respondió Bill, acomodando las bolsas por sus brazos para que no se le cayeran.

—¿Te ayudo con los paquetes?

Bill se detuvo frente a una casa y negó con la cabeza, fijándose a un lado que no había ningún carro y tocando el timbre. Simone se tensó y miró a ambos lados.

—Joder, má, deja de ponerte nerviosa —musitó Bill, con una sonrisa ladeada.

—Bill, por favor, ¡no son las circunstancias como para conocerlo! Espera que me pongo a un la…

—¡Hola, Bill! —saludó Bell, abriendo la puerta sonriente.

Simone no se esperaba encontrar con una mujer que podría ser su difunta madre por la edad, pero que vestía como su hijo, sin hablar del cabello. Se sintió más relajada, aunque algo desubicada… ¿sería acaso la madre del novio de Bill? Vio cómo Bill dejó las bolsas con cuidado al suelo para luego abrazarla, con tanta naturalidad y cariño que se sorprendió. Porque Bill no era cariñoso.

—¿Cómo estás hoy, eh?

—Bien, bien, maravillosamente. Qué guapo estás, arregladito y con una perforación, ¡seguro que a Tom le encantará! —halagó Bell, palmeándole el hombro. Bill sonrió y se rascó el cuello.

—Seh, seguro.

—Y hoy cumples años, lo sé porque cuando me desperté, encontré a Tom en la cocina todo apurado. ¡Feliz cumpleaños, pues! 

—Gracias, Bell. Te presento a mi madre, Simone, Bell, Bell, Simone —comentó Bill, de forma rápida—. Ahora un permiso, que tengo que ver a mi novio —mencionó, sacando un pantalón de su mochila, uno que recordaba le había dicho que era de su pareja, y era bastante ancho, no podía ser de la talla de Bill.

—Propio —respondió Bell, y Simone observó cómo su hijo se metía a la casa grande, repitiéndose mentalmente que mientras esa persona quisiera a su unigénito y no lo lastimara, todo iría bien, por más que le doblara la edad.

…

Tom sintió unas manos sobre sus ojos, y reconoció el tacto de inmediato, sorprendiéndose en parte porque no había escuchado sus pasos. Sonrió y decidió molestar un rato a su novio.

—Uhmn, ¿quién eres? ¿Bryan? ¿Kristoffer? ¿Charl…?

—¿Qué? —interrumpió Bill, arqueando su ceja y con el tono de voz que ponía cuando lo celaba—. ¿Quiénes son esos?

—Oh, ¡Bill, eras tú! —chanceó Tom sonriente, acariciando las manos de Bill, el cual las alejó y puso su rostro frente al de Tom, mirándolo con fijeza.

—Todavía te ríes, ¿quiénes son esos? —preguntó furibundo, no era desconfianza, sabía que era una broma, pero si Tom los mencionaba más valía tenerlos en cuenta.

—No seas celoso —rió—. Bryan es un compañero de clase, muy estúpido por cierto, Kristoffer también, algo callado y raro, le gusta mucho leer, Charles es tranquilo pero más allá de tolerarlo no pasa nada —respondió Tom, fijándose en el destello de la ceja de Bill, una sonrisa boba se le marcó en los labios—. ¡Te lo hiciste de nuevo!

—Sí, es que compramos materiales para las pruebas, ropa, y aproveché para hacerme el piercing en la ceja. En unos días me haré el de la lengua, que me estoy pagando yo. Simone igual estuvo jodiendo para que comprara maquillaje decente y blablá, así que tengo polvos, delineadores y esmalte todo de cortesía de mi mamá. Ya sabes, me verás más niña —bromeó Bill. Dunja había dicho que Tom no era muy sociable, pero tampoco era excluido. Se preguntaba si sus amigos de escuela sabrían que Tom era gay, porque él estaba bastante negado al respecto, y no había tenido un novio antes al parecer.

Tom negó y tomó su cara entre sus manos, acercándolo hacia sí. —Que te maquilles o arregles no te hace niña, Bill. Sigues siendo un chico, uno al que le gusta maquillarse y que se ve mucho más bonito que muchas niñas —le ofreció una sonrisa.

—Nah, tampoco quiero compararme con mujeres. Y tú eres mi novio, no que tu opinión sea muy objetiva, uh —movió sus cejas—, sin contar que no te gustan las niñas.

—Me gustas tú —dijo Tom, robándole un beso—. Feliz cumpleaños, Bill.

—Gracias, es lindo que lo recuerdes, teniendo en consideración que no bajaste a abrir la puerta. ¿Qué tanto hacías en la computadora que no pudiste ir a saludar a tu recién nacido novio?

—Sí, lo siento, estaba bajando un programa que automáticamente borra el historial. Y ya borré el mío manualmente —explicó Tom, encogiéndose de hombros.

—Ohh, haberlo dicho antes… ¿planeas evitar que me entere de que veías porno o lo leías, niño travieso?—Pasó sus dedos por los labios de Tom, alternando la mirada de su boca hacia sus ojos.

—No es eso.

—Ajá, seguro. Ojo, no que ver porno esté mal, o leerlo, sino que… puede darte ideas erróneas sobre cómo es el sexo. Como por ejemplo que todos los hombres son musculosos, y que se depilan por completo, o que se blanquean el ano, o que…

—Yaaaaaaa, entendí —le cortó—. Pero no es eso, sino que mi mamá podría entrar y no sé, no hubiera querido que vea las páginas a las cuales he visitado. Yo quiero descubrirlo contigo, ¿ok? Solo tenme paciencia, y prometo poner todo de mi parte.

—Bien, si tú lo dices. Hey, mañana seré todo tuyo,  pero ahora debo irme porque tampoco he comido, y tengo hambre. Todavía debo ver las películas con doña Simone y todo eso —mencionó Bill, para luego dejarle un beso rápido.

—Vamos a la cocina, ahí está tu regalo, y ya apunté la fecha. Para la próxima armar algo de antemano, tontorrón —acarició el rostro del moreno, y seguía sin dejar de sonreírle. Ese calorcillo que se albergaba en su vientre cada que tenía a Bill cerca era algo ya habitual.

Se levantó y por inercia tomó la mano de Bill, el cual parloteaba algo de sus pantalones que había lavado y que para la próxima se iba quitar toda la ropa, de paso la suya, porque el semen era una mancha difícil de sacar. Quiso reírse por los nervios pero solo se mordisqueó el labio.

Cuando bajaron las escaleras, Tom se separó para sacar el envase grande de la nevera.

—Woah, está todo adornado que me daría penar comérmelo. Te estoy jodiendo, de verlo ya me dio más hambre —comentó Bill, sujetando el pastel de mousse de fresa con crema bavaroise—. Gracias, Once, es un gran detalle. No sé, me han dado tantas cosas y saludado tanta gente que me siento extraño. No me pasaba desde que era un crío y bueno… me he emocionado —un ligero sonrojo apareció en las mejillas del mayor, uno que se veía lindo y Tom se sintió alegre, aunque al mismo tiempo algo acongojado por el hecho que Bill no estuviese acostumbrado a tantas demostraciones de afecto.

—Mañana lo celebraremos a solas, ¿ok?

—Sobre eso… iremos al lago, ¿te gusta la idea? Así que ya sabes lo que debes llevar. —Tom empalideció al ser consciente de lo que implicaba.

—¿Ropa de baño? ¿Tengo que usar ropa de baño? —Lo que era más confuso, y Tom lo sabía, es que antes no le interesaba estar en ropa de baño, al menos no frente a Bill. Porque si bien tenía ciertos problemas con los comentarios de sus compañeros cuando usaba ropa de deportes, con Bill en aquel entonces no hubo complejos. Ahora en cambio era distinto.

—No, de hecho, no es necesario que la lleves, porque el lago es una limonada gigante, ¿recuerdas? Entonces iremos ahí a bebérnosla —respondió para luego chasquear la lengua—. ¡Es evidente que debes llevar ropa de baño, duh!

—Pero…

—Si quieres no lleves nada y te metes desnudo, por mí no hay problema —dijo, y lo hizo con tal seriedad que Tom sabía que lo decía de verdad.

Bill no lo presionaba, más bien quería que se sintiera cómodo con su desnudez, en especial frente a él si es que querían hacer algo más.

—Sonaste a Alf.

—Y yo que me rasuré en la mañana pensando en ti, para que me terminaras diciendo que parezco un alienígena peludo de chistes sin gracia, vaya —fastidió.

—Tonto —rodó los ojos—. ¿Puedo saludar a tu mami?

—Nah, anda algo paranoica con la idea de conocerte. Quiere preparar todo y bah. Así que por ahora no, igual se lo haré presente. ¿Otro beso para el recién nacido? —Bill hizo morritos y Tom se acercó para obedecerlo con una sonrisa.

—Deja de decir que eres un recién nacido, suena perturbador.

—Bueno, ¡pero es cierto! Hace bastantes hace años ya había nacido un día como hoy, así que es como si fuera un bebé… —Tom arrugó la nariz y resistió las ganas de bufar.

—Eso ni siquiera tiene sentido —le restó importancia.

—Lo que sea. Mañana vendré y te recogeré. Estate listo —avisó Bill. Tom sacó su móvil del bolsillo y le tomó una fotografía—. ¿Y eso a razón de qué?

—En pocas ocasiones te veo maquillado y bien peinado, sin contar que es tu cumpleaños, de todas formas no puedes pedirme motivos para tomarte fotos que luego guardo en mi archivo —se encogió de hombros—. Eres mi novio, tengo derechos.

—Ok —rió Bill—. Hasta mañana. Otro beso.

—Y eso es uno de los deberes que tengo como novio, besarte —explicó para luego hacerlo, sin profundizar, porque no había tiempo y Bill tenía el pastel en sus manos.

Su novio se retiró, y Tom sintió el peso de no dormir toda la noche. Pero estaba feliz, había valido la pena desvelarse para observar ese brillo en ojos de Bill al aceptar su regalo, y así lo hubiese visto por poco tiempo, de todas formas nadie le quitaría esa sonrisa tonta que le inundaba el rostro.

Y había una promesa, de que se verían mañana. Tom tragó saliva y se mordisqueó el labio, que aún sabía a Bill, debía hacerlo. Él no era una niñita que temía mostrarse en ropa de baño. Incluso si lo ponía así, sabía que sus compañeros de clase, junto con otros salones habían ido en grupo al lago y por las fotos, las chicas se notaban muy confiadas en sus trajes que dejaban poco a la imaginación, había visto a Heissel ahí. Se estremeció, independientemente de eso, él podía hacerlo.

Y lo haría.