Dato:
El ser que aparece al principio es un íncubo.
—Puedo ser más que eso —afirmó.
Título: Alea iacta est.
Autor: kasomicu
Rated: +18.
Categoría: Slash.
Género: Terror, Romance, Sobrenatural.
Resumen: Para Tom la suerte estaba echada.
Resumen: Para Tom la suerte estaba echada.
Advertencia: AU, Twincest not related, Violencia explícita, Contenido hetero, Violación, Muerte de personaje, Mpreg.
Disclaimer: Las personas públicamente reconocibles no me pertenecen, sus acciones y personalidades sí. No se busca ofender a nadie con esto.
Capítulo 1
El viento soplaba sobre su nuca. Un pequeño
estremecimiento la invadía, sin embargo, no permitía que la amedrantase y
seguía caminando erguida y a pasos firmes en el bosque.
Recuerdos de su infancia se arremolinaban en su
cabeza, su padre cogiéndola en brazos, dándole una vista panorámica al tenerla
sobre sus hombros, haciéndola sentir en la cima del mundo. El olor del césped
húmedo, la tierra mojada, los insectos haciendo acto de presencia acompañaban
cada sensación que había sentido antes, cuando iba a pescar con su padre en las
oscuras y frías aguas. Nunca pescaban de día, él le decía que eso ahuyentaba a
los peces, que estos eran más fáciles de
atrapar al esconderse el sol y cuando alumbraba
la luna en lo alto. Lo que desconocía era que en aquellas circunstancias no
solo eran presas fáciles los peces.
Su progenitor falleció en una de esas salidas
nocturnas, cuando no había querido acompañarle por razones pueriles. Ahora ella
le brindaba culto llevándole flores a la orilla del lago. Sorbió por la nariz
frente a la nostalgia que se le formaba al rememorarle, se sentía en parte
culpable, aunque había afrontado que nada hubiera podido hacer.
Se sentó en la orilla y dejó las flores sobre la
cruz que estaba en un montículo de tierra. Se arrodilló y persignó. Oraría por
su padre y por su madre que descansaba junto a él, porque su abuela tuviera más
tiempo de vida para cuidarla y no estar sola en este mundo. Aunque nunca lo
estaría, tendría a Dios consigo siempre, eso le había enseñado su madre antes
de morir, que creyera bajo cualquier circunstancia por más oscura que se viese.
—Veni Creator
Spiritus, mentes tuorum visita, imple superna gratia, quae tu creasti, pectora…
—farfulló con el corazón henchido de fe y, bajo ella y a los pies de la cruz,
cayó rendida por el sueño que la llenaba de repente.
°o°
Sentía en su pecho una presión, su cuello apretado,
y su cabeza inmovilizada contra el suelo. Unas zarpas recorriéndole sobre sus
ropas interiores y su espalda casi partiéndosele por la posición cuasi
imposible en la que se encontraba, con las piernas alzadas y presionadas contra
sus muslos que se hallaban casi a sus costados; sus caderas presionadas contra
la tierra y percibía cómo sus músculos parecían desgarrarse así, como hecha un
ovillo pero con las piernas abiertas y casi contra su pecho. Sin embargo, eso
no era lo que sentía en su pecho desnudo, sino frío y congoja, como si
estuviese aguantando ganas de llorar que la invadían desde hace años, un
repentino terror albergado en su mente, miedos infantiles que desconocía pero
salían a flor de piel en ese instante. Quiso gritar pero esas zarpas invisibles
se lo impedían.
La tela de sus interiores se rompió al ser arrancada
y sintió cómo un trozo de hielo inclinado la penetraba. Pero no era hielo,
porque no se derretía con el calor que emanaba sus entrañas. Fuera lo fuera con
lo que la embestía ese ente conseguía que llorase, y sintiese que algo se le
rompiese adentro.
El sonido de su piel al ser rasgada por las zarpas,
seguido de los bramidos animales que esbozaba aquel ser, sus débil sollozos y
por último el de los movimientos bruscos fueron los únicos que se escucharon en
lo que para la mujer fue una eternidad, un suplicio, el mismísimo averno. Un
líquido la llenó por dentro, casi estando insensibilizada debido a la
brutalidad. El ente se alejó de ella dejando su cuerpo temblando con la ropa
deshecha y heridas con sangre por doquier.
Con sus trémulas manos se apoyó en la cruz de la
tumba de su padre y trastabilló, poniéndose a llorar junto a las flores donde
cayó.
°o°
La joven observaba la pared como si fuese lo más
interesante de todo el mundo. La ventana estaba cerrada, las cortinas también,
la única luz que admitía era la artificial y siempre estaba en una estancia
iluminada.
También siempre bajo vigilancia, cuando no lo estaba, tenían que
mantenerla atada. Había intentado acabar con su vida más de trece veces después
del incidente en el bosque. Su abuela creía que era porque se encontraba
embarazada, y se sentía avergonzada de ello, a pesar de decirle que recibiría
su apoyo su nieta seguía insistiendo en que quería acabar con la existencia de
esos monstruos, como ella los llamaba, que habitaban su vientre.
Gemelos había dicho la doctora, iba a tener gemelos.
Y lo único que pensaba era en morir.
—Simone, hija, tienes que comer, sabes que si no lo
haces me tendrás que obligar a darte de comer por ese tubo en la boca y también
sabes que no es para nada agradable. Por favor, colabora —pidió la mujer mayor
con la arruga de su entrecejo acentuada. Simone la miró con ojos llorosos.
—Son criaturas del infierno las que me carcomen las
entrañas, abuela —soltó con voz apagada, con el rictus como si fuera un
fundamento irrefutable.
—¡Son tonterías! No existen tales monstruos en el
bosque, y si no te quieres responsabilizar de tus actos no involucres a tus
pequeños, que nada tienen que ver en que su madre se dejase abrir de piernas para
luego fingir demencia —musitó con la expresión cansina y se retiró de la
habitación. Más tarde irían a ponerle la sonda, esos bebés nacerían le gustase
o no a su madre.
°o°
Anne vio orgullosa a sus bisnietos, ambos rosados y
arrugados, sanos a pesar de ser prematuros. Hermosos a su parecer, poseedores
de una belleza especial, irían a ser jóvenes atractivos, podía aseverarlo.
Simone se negó a verlos, Anne accedió por temor a que los lastimase y los
alimentó con leche en fórmula. Tom y Adrian, así se llamaron sus pequeños
bisnietos.
Simone los rehuía. Aseguraba que ambos tenían un
brillo extraño en los ojos, que eran abominaciones, y no se cansaba de
repetirlo cada vez que los veía. Anne intentaba que se alejase de ellos, no
tenía corazón para llevar a Simone a un sanatorio al ver que su comportamiento
no cambiaba a pesar de ya haber dado a luz. Los pequeños gemelos ya tenían dos
años y jugaban libres en el patio.
La pelirroja observó cuando uno de ellos sostenía a
un pájaro que había caído al suelo y se lo enseñaba a su hermano, y también
cómo el niño al verlo lo tomó con los dedos y se lo metió en la boca. Oyó el
crujido de los huesos del animal en la boca del pequeño y se fijó en que el
otro no demostraba extrañeza, tan solo se sentaba junto a él, acompañándole
mientras botaba la sangre del ave por los labios llenos.
Se cubrió la boca con la palma de su mano y se
dirigió hacia a ellos, Anne salió justo a tiempo para ver cómo Adrian botaba
sangre y Simone se encontraba parada a un lado.
—¡Simone! ¿Qué has hecho? —bramó Anne, creyendo que
presenciaba cómo Simone agredía a uno de sus pequeños bisnietos.
—Abuela, ellos son hijos de Satán. ¡Lo son! ¡Satán
los metió en mi vientre! —chilló Simone con los orbes a punto de salírseles de
las cuencas. Anne la abofeteó y luego sujetó en brazos a sus bisnietos,
entrando a la casa. Los dejó en su cuarto y llamó por teléfono al sanatorio.
Esto había llegado demasiado lejos.
°o°
Los gemelos tenían cinco años cuando Adrian había
mostrado un comportamiento retraído, o al menos eso decía la psicóloga, Anne
dejó de llevarlo cuando quisieron darle pastillas para corregirlo. Su niño no
iría a tomar esas porquerías que terminarían por crearle verdaderos problemas.
Intentó enseñarle, aunque la mayor parte de las veces al único que escuchase
era a Tom, su hermano. Tenía miedo de que se ensimismen entre ellos demasiado,
al punto de no admitir a nadie más.
Pero Tom era amable, educado y obediente, nunca daba
problemas, comía cuando se lo pedían y no se desaparecía en el bosque. A
diferencia de Adrian, que llegaba muy sucio y con manchas de sangre.
Anne creyó que una mascota crearía algún tipo de
distracción y responsabilidad en Adrian, pero Kazimir, el gato que le compró,
desapareció a los días, encontrando al animal destazado brutalmente cerca a los
botes de basura. Se preguntaba quién habría sido capaz de hacer aquel acto tan
violento y temió por sus bisnietos.
Adrian y Tom fueron creciendo, y Adrian haciéndose
cada vez más problemático y cambiando, no solo en su temperamento de mal en
peor, sino también en su físico, perdiendo de a pocos esas características que
lo hacían un niño buenmozo y luciendo grotesco, por decir menos, en sus
facciones. En la escuela molestaban a Adrian por cómo era, y él los golpeaba,
la situación se les salió tanto de las manos que Anne optó por darles educación
en casa.
—Tengo hambre —masculló Adrian con las pupilas
dilatabas y los ojos algo caídos, dándole una apariencia horrenda, avejentada.
—La abuela actuó extraño cuando murió Kazimir, y
dudo que quiera darnos más pajaritos después de que te comieras a todos aunque
no sabe que tú los desapareciste —explicó Tom. Pero Adrian no entendía razones,
solo sabía que quería comer—. ¿Qué puedo hacer?
—Aliméntame —pidió una vez más, con cierto fuego en
la mirada. Tom asintió y se dirigió a la cocina, encontraría carne cruda o algo
por el estilo para que su hermano comiera, ya que solo comía ese tipo de
alimento.
Adrian vio a su gemelo alejarse y fue al patio,
donde se hallaba su bisabuela tejiendo. La observó y ella le sonrió, después de
todo, era su bisnieto.
—¿Estás de buen humor, Adri? Ven con la bisa y dale un beso —pidió la mujer
mayor mientras dejaba a un lado sus cosas.
El pequeño obedeció y se acercó a Anne, recibiendo
su abrazo y sintiendo el aroma en sus fosas, sus ojos se nublaron en cuanto lo
percibió a conciencia y su mandíbula sonó al abrirla demasiado para posar sus
dientes sobre el cuello de su abuela para morderlo y arrancar un pedazo, dejándola
con la sangre salir como de una fuente de su herida con la piel y músculos a la
vista, su expresión espantada y sus brazos moviéndose en dirección a su cuello
que se torcía a los ojos curiosos y deformes del menor.
Balbuceaba palabras que no salían de su boca. Adrian
supo que tenía que callarla antes de continuar comiéndosela, y le volteó el
cuello con sus cortos brazos haciendo que la cabeza cayera al suelo. Siguió
comiendo por la arrugada nuca de su bisabuela, incluso cuando vio a su hermano llegar
con un plato con carne cruda que se le resbaló por la impresión.
—Adrian —llamó sin esperar respuesta.
Tom miró la cabeza de su bisabuela en el piso y la
acarició levemente antes de retirarse de ahí.
°o°
Tom limpiaba la mesa, era el final de su turno.
Tendría que irse al bar y después a casa, se hallaba demasiado cansado para ir
al bar, sin embargo, no es que tuviese más opciones. Se dirigió al baño e
intentó lucir lo más presentable que podía, se echó un perfume que tenía en su
bolsillo y se acomodó la capucha. Se despidió de su jefe y se fue.
Hurgó en sus bolsillos hasta que encontró su
cajetilla de cigarrillos, sacó uno y se lo posó entre los labios, lo encendió y
dio una calada. No tenía prisa, intentaba convencerse de ello. Podía tomarse
las cosas con calma, aparentar ser una persona normal, una que iría por
decisión propia a un bar a tomarse un par de tragos después de un día agotador,
disfrutar de aquello, intentarlo al
menos, pero mientras más lo intentaba más se le revolvía el estómago.
Caminó a pasos lentos hasta que llegó al bar, al
cual ingresó después de apagar su cigarrillo. A algunas personas no les gustaba
el olor a tabaco, y él estaba sujeto a lo que le gustase a la gente.
Lo primero que hizo fue sentarse en la barra y
mirarse las manos, no era una pose atrayente pero de pronto una sensación de
sobrecogimiento le invadía, como si fuese un niño pequeño y necesitase un
abrazo.
La voz del bartender le despertó de su
ensimismamiento y Tom pidió un trago suave, con la intención de que le durase
en su estadía, no estaba para perder dinero de una forma tan banal como en
licor por el simple deseo de beber, y menos en las condiciones para
emborracharse, él no podía, simplemente no, solo lo hacía para aparentar
normalidad.
“No
ser normal, solo parecerlo”, pensó mientras daba un
sorbo.
Tom no podía ser normal y lo sabía, por más que
físicamente no estuviese deformado como lo estaba su hermano, o que él no era
el que de pequeño se comía insectos, aves hasta animales más grandes conforme
iba creciendo y terminando con su bisabuela; a pesar de ello, Tom no era
normal.
No podía serlo al vivir con Adrian, al haber crecido
junto a él.
Tom sabía cómo era la gente normal que tenía una
vida con preocupaciones corrientes en sus situaciones cotidianas, las veía a
diario en su trabajo, así como también las había visto en la escuela, y
envidiaba a esas personas, envidiaba sus problemas, sus tristezas, sus
angustias y sus alegrías.
Las detestaba, porque esa gente no tendría que pasar
por su situación jamás y aun así se quejaban de lo que tenían.
Tom, tras la muerte de su bisabuela, tuvo que
encargarse de las cosas en casa, aprender a manejar una. Con solo diez años
tuvo que quemar los restos de su bisabuela para después tirarlos al lago.
Y Tom sabía, a su corta edad, que esa no sería la
última vez que Adrian comería carne humana.
Tom también sabía que para que no sospecharan de la
muerte de su bisabuela deberían actuar como si nada, como si aún viviera, así
que siguió estudiando en su escuela y ahora él haciéndose cargo de las compras
con el dinero que había encontrado en la habitación de Anne.
Para sus vecinos, la mujer estaba enferma, nadie
increpó sobre ello. Se consiguió un empleo al tener dieciséis años porque la
“herencia” que tenían se había acabado. Adrian no había salido de casa desde
que mató a su bisabuela.
Repasó el bar con los ojos, en búsqueda de nadie en
especial mientras se preguntaba si alguno de esos borrachos siquiera
sospechaban que podrían caer en las manos del mismísimo diablo al acercarse a
él, una persona que parece normal,
por necesidad y por haber aprendido de su entorno, pero que por dentro no
distaba mucho de su hermano al ayudarle desde siempre. Ambos eran monstruos en
el fondo.
Se tensó un poco al advertir una presencia al lado
suyo, sonrió levemente y giró el rostro, encontrándose con unos ojos brillantes
por el efecto del alcohol y unos labios llenos artificialmente, de color rojo
sangre.
—¿Qué hace un bombón como tú en un lugar así, uh?
—preguntó la mujer, que rondaba los cuarenta, con voz melosa. Tom alzó un
hombro y movió las cejas, insinuante.
—Podría preguntarte lo mismo —respondió escuchando
la estruendosa risa de la mayor y viendo cómo sus mejillas se enrojecían más.
—¡Pero si eres una dulzura! —exclamó. Tom sintió que
debía ser más directo si quería que ella lo siguiera.
—Puedo ser más que eso —afirmó.
—Uhmn, tentador —cedió la mayor, inclinándose hacia
Tom para que sintiera sus pechos—, ¿un chiquillo como tú no debería estar con
alguien de su edad?
—Prefiero que sean maduras —mencionó acercando su
boca a la de la mujer, la cual lo sujetó por el cuello y acortó la distancia
para que besasen.
Tom podía fingir hasta en eso, aunque le resultase a
veces hasta nauseabundo hacerlo. Unos silbidos se oyeron a sus espaldas haciendo
que él virase en aquella dirección.
—¡Hey, Sylvia! ¡No te salgas del grupo! —gritó un
hombre que estaba en una mesa un poco alejada donde habían varias personas al
parecer celebrando algo del trabajo.
La mujer suspiró de mala gana y se alejó de Tom. —Para
la próxima será, guapo —dijo Sylvia al acercarse a su grupo. Tom maldijo por lo
bajo, había tenido que meter la lengua en una boca que parecía de silicona, y
aparte estaría ahora manchado de rojo, resopló y se dirigió al baño.
Al entrar al sanitario se dio cuenta que no estaba
solo, y mientras se limpiaba la cara y la boca podía sentir esos ojos nerviosos
recorriéndole, seguramente con una expresión de deseo. Se apoyó en el lavabo y
miró el borde como si fuese lo más llamativo allí.
—¿Solo mirarás o te acercarás? —preguntó mientras
alzaba la miraba hacia el espejo para ver al hombre, que tendría cuarenta y
muchos años, que le observaba aparentando limpiarse las manos.
—¿Disculpe? —Se hizo el desentendido ahora
agarrándose las manos entre sí, sus regordetes dedos estando ya secos.
—Que si te acercarás o… esperas que lo haga yo —dijo
Tom con una sonrisa ladina. El hombre en cuestión era poco agraciado, con la
piel agrietada, una nariz aguileña, unos labios delgados, de contextura gruesa
y con unos lentes que no le ayudaban.
—Creo que se ha equivocado, yo… —intentó explicar
pero era en vano, sus nervios le jugaban en contra. Tom rodó los ojos.
—Oh vamos, no es como si alguien de tu oficina
estuviese aquí. Tampoco algún familiar tuyo. No me conoces ni yo a ti —se alzó
de hombros—. Solo será ir a mi casa y pasarla bien, sin culpas. —El varón le
observó absorto, Tom sabía que ese hombre no era abiertamente homosexual, podía
distinguir a ese tipo de gente.
Tras un asentimiento ambos salieron del baño y del bar
arrumbando a casa de Tom.
°o°
Al llegar a casa de Tom, Alfonse, como se había
presentado el hombre, preguntó por la oscuridad de la estancia.
—Pues en realidad solo es la carencia de luz, si a
eso vamos, y me gusta así, ¿te molesta? —interrogó Tom para después besarle el
cuello, escuchó una negación y se sintió satisfecho—. Pero deberemos conseguir
lubricante y… condones, tengo eso en mi cuarto, ¿me esperas aquí?
—Sí, ve por ellos —cedió Alfonse. Tom desapareció
del ambiente, entrando a otro cuarto donde reposaba Adrian.
—Hermano, ya está —susurró contra el oído deformado
de Adrian. Su gemelo gruñó y se levantó olisqueando el aire, salivando desde
ya.
Alfonse se quedó sentado en el mueble mientras
mordía sus uñas nerviosamente. Se sentía ansioso, hacia mucho que no follaba y
que un joven tan apuesto como Tom lo escogiese le parecía sacado de un sueño
húmedo.
Volteó cuando sintió unos pasos y un tufo
sanguinolento le llegó a sus fosas, se cubrió la boca por el hedor cuando se
hizo más potente, y una masa pesada se tiró sobre él, arrinconándolo contra el
piso.
Intentó deshacer el agarre de, al parecer, esas
zarpas que lo tenían cogido, cuando sintió una humedad caliente recorrerle el
pecho por sobre la ropa, percatándose de que se trataba de su sangre, la que
salía de la mordedura que le habían propinado en el cuello.
Chilló y pidió ayuda pero nadie lo auxilió, hasta
que se quedó sin habla al su cabeza separársele del cuello.
Tom fumó otra bocanada al escuchar el crujir de los
huesos y el desprendimiento de la piel del ahora cadáver.
La luna se veía hermosa desde su patio, fue lo que
pensó al soltar el humo.
Lo bueno de las víctimas de contextura gruesa, era
que saciaban el hambre de Adrian por más tiempo que las otras. Así que esperaba
que al menos no le molestase en dos o tres meses más con sus peticiones de
comida.
Pero pronto de nuevo su hermano le pidió comida,
como si necesitase comer más y más mientras crecía. Así que en un mes Tom se
encontraba en la misma situación.
Tom entró al bar y se sentó en la barra, tenía que
encontrar a su objetivo. Algún viejo obeso con tendencias homosexuales o gay de
clóset como Alfonse, o alguna señorona con demasiado lápiz labial color carmín
en la boca, esperando lucir sexy aunque fallase en el intento. Pidió una soda
esta vez y se mantuvo expectante, habían muchas parejas ese día y él no podía
intervenir si iban de a dos. Se preguntaba por qué.
Sintió que impactaban contra su espalda, y estuvo a
nada de golpear al autor de aquello hasta que se giró y vio a un joven moreno
alzar las manos delante de él con la mirada perdida.
—Perdón, no me fijé —dijo el muchacho antes de
hipar—. Supongo que estoy muy ebrio pero, ¿quién no se pone así después de ver
a toda esa gente besándose y metiéndose mano? Odio San Valentín, a partir de
ahora lo odio, ¿sabes? Me la iba a pasar con mi novia pero ella me dejó, ¡en
San Valentín! ¿Quién en su sano juicio deja a alguien más en San Valentín? —Tom
comprendió el por qué estaban de a dos. Era San Valentín, gruñó, sería más
difícil buscar a alguien pero no imposible.
Se fijó en el chico que estaba frente suyo, traía
maquillaje, levemente corrido, la nariz rojiza y los labios con brillo, o bien
era metrosexual, al haber mencionado a su novia que lo dejó, o era bisexual y
podría atraerlo con facilidad.
“No,
tendrá mi edad o quizá unos años más”, pensó, descartando la
idea. No quería enviar al matadero a alguien tan joven. Se había propuesto ese
tipo de cosas desde que murió su bisabuela decapitada a manos de Adrian, que él
elegiría las víctimas.
—Oye, lo siento en serio. Te demostraré mi gratitud
invitándote un trago, que se ve que eres buena gente —dijo el moreno entre
hipidos. Tom negó con la cabeza, quería alejarse de él para que no luciera como
si no estuviese dispuesto a tener compañía—. ¿Hoy es el día de todos jodan a
Bill? ¡Quién más me rechazará o terminará conmigo, eh! —bramó, consiguiendo que
el bartender le diese una mirada de advertencia—. ¿Usted también, uh?
Tom pagó su bebida y jaló al joven por la cintura
fuera del establecimiento. Resistiéndose en un principio pero rindiéndose después
el muchacho, al parecer llamado Bill, se dejó hacer entre los brazos de Tom e
incluso se apoyó sobre su pecho cuando iba a caerse de bruces.
—Perdón, estoy hecho un desastre e interrumpí tu
velada. Soy estúpido, lo siento mucho —intentó disculparse Bill contra su
pecho. Tom le ayudó a pararse sobre sus propios pies y le sonrió, quitándole
hierro al asunto.
—Bueno, al parecer sí eres estúpido como para
emborracharte de esa manera solo por una chica pero no soy quien para juzgarte,
uhm…
—Bill, me llamo Bill Kaulitz —mencionó con una ceja
alzada y una sonrisa.
—Ok, Bill Kaulitz, yo soy Tom Trümper y ahora te
ayudaré a que tomes un taxi para que te vayas a tu casa, eh. Tengo que irme a
otro lado, un placer —musitó Tom, cogiéndole por el brazo y llamando a un auto
con un gesto.
Bill le observó el perfil contra la luz de la luna y
se le antojó bello, poseedor de una belleza exótica con los ojos color miel y
la piel levemente bronceada, facciones demasiado delicadas como para ser un
varón y aun así siendo tan atractivo de forma masculina.
—Tom Trümper, ¿tú quisieras salir conmigo…? Cuando
esté sobrio, quiero decir —preguntó azorado Bill. Tom le vio perplejo y el taxi
llegó a ellos.
—No, no podría —respondió mientras le abría la
puerta y dejaba entrar al taxi. Los ojos del moreno perdieron brillo frente a
su contestación y el auto arrancó.
Iría a buscar a otro lado la víctima, al menos por
esa noche.
°o°
Tom se rehusaba a servirle comida a ese cliente, y
eso iba en contra de sus obligaciones como mesero, pero simplemente no podía.
—Tom, por favor, ¿sabes qué tan infantil te ves
desde esa posición? Estás negándote a atender a un cliente, ¿cuándo se ha visto
eso? —cuestionó Georg, su jefe y amigo.
—Pero sabes que él solo viene para verme, no porque
le guste la comida —se defendió Tom.
—No me interesa así venga solo para olerte, debes ir
porque debes y punto, y esto no es una petición, es una orden —demandó el
castaño de ojos verdes, a lo que Tom respondió con un “está bien” y fue a
servirle al de ojos maquillados y sonrisa brillante de la mesa.
—Hoy te ves deslumbrante, Tom —halagó Bill. Tom bufó
y le sirvió el café—. ¿Seguirás negándote a tomar algo conmigo después de tu
turno, uh?
—Sí —respondió Tom mientras volvía a su puesto, Bill
le sujetó el antebrazo antes—. Suéltame.
—¿Por qué lo haces? —interrogó Bill con un rostro
fastidiado.
—¿Hacer qué?
—Negarte siempre que te lo pido, ¿te parezco feo?
¿No te gusto? ¿No te gustan los chicos? Te he visto hablar con hombres mayores
en el bar y de una forma que distaba de ser entre amigos, ¿es porque no tengo
una panza de cerveza y olor a fracasado? Lo soy en parte, lo de fracasado, si
eso me vuelve más agradable hacia a ti —masculló Bill con una sonrisa algo
cansada.
Tom sintió algo en su estómago revolverse, le
gustaba Bill, claro que sí, pero no podía tener una relación con alguien, no
podía querer a alguien, Adrian se encargaría de matarlo en cuanto lo llevase a
su casa.
—No me gustas y ya, no insistas, es molesto y
patético —soltó Tom, consiguiendo que Bill deshiciera el agarre con una
expresión lastimera en el rostro. Tom se sintió pésimo y se retiró de ahí.
En la tarde Tom tenía que cazar otra víctima para su
hermano, así que hizo lo mismo de siempre, arreglarse en el baño antes de salir
de su trabajo, echarse perfume e ir al bar.
Se sentó en la barra como siempre y dio una vista en
general. Se le acercó a un hombre y le hizo plática, al notar cómo se ponía
nervioso al hablarle se le insinuó.
—Eh… bueno, ¿podríamos usar el baño? —ofreció el
mayor, estando lo suficientemente alcoholizado como para aceptar cualquier cosa
que le dijeran, Tom negó.
—Tengo casa propia, podríamos usar una cama o en su
defecto el mueble —masculló Tom mientras movía seductoramente el piercing que
tenía en el labio. El hombre asintió y Tom señaló con su cabeza la salida para
luego arribar a su casa.
°o°
Si por algo era conocido Bill, era por su terquedad,
esa tozudez que muchas veces le había dado problemas pero también le servía
como perseverancia de vez en cuando.
Por ello es que había seguido a Tom después de su
turno al bar, notaba que siempre iba allí pero periódicamente, a ver cómo iría
a buscar a algún borracho desconocido para llevárselo a su casa, pero en esta
ocasión lo seguiría hasta allí para constatar que Tom fuese algún prostituto.
El orgullo de Bill estaba lo suficientemente herido
como para barajar cualquier otra posibilidad que no incluyera que simplemente
alguien no gustase de él.
Al llegar a la casa, notó que era muy oscura, como
si nadie viviese dentro, o como si no quisiesen que nadie de afuera observase
el interior. Ingresó por una ventana
abierta y escuchó un grito que lo alarmó, después un sonoro “crack”. Se
preguntaba si acaso el borracho había lastimado a Tom, se apresuró a buscarlo.
Conforme iba avanzando a tientas en aquella casa
sintió un olor en el ambiente, a alcohol, a carne pútrida y sangre; aparte ese
constante sonido como de carne siendo triturada. ¿Qué diablos sucedía allí?
Siguió inspeccionando hasta que se encontró con una
masa amorfa de proporciones desequilibradas y con erupciones en todos lados, la
piel colgándole, los dedos de los pies callosos y cubiertos por garras llenas
de mugre; las manos, o lo que se podía colegir como unas, sujetando trozos de
carne, la cual mordisqueaba de forma animal.
“Esa
cosa no es humana”, pensó Bill y se percató que lo que
yacía en el piso eran los restos del hombre que había entrado. Esa cosa se estaba comiendo al hombre del
bar.
Se cubrió la boca y retrocedió instintivamente,
chocando contra alguien, giró el rostro espantado, creyendo que sería otro
monstruo y se encontró con Tom, observándole asustado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó. Bill tartamudeó y el de
trenzas lo hizo salir de su casa—. ¡Tú eres un demente! ¿Quieres morir? ¿No
entiendes que si te dije que no quería nada contigo era por alguna razón de
fuerza mayor, ah? No quiero volver a verte por aquí, bajo ninguna
circunstancia. Lárgate, huye, no lo sé, y no le cuentes a nadie esto, Bill. Yo
sabré si lo hiciste y créeme que no querrás saber qué es lo que te pasaría.
Bill asintió y se fue corriendo, demasiado espantado
como para rechistar.
°o°
Tom no quería hacerlo. Sabía lo que sucedería si es
que no lo hacía pero simplemente sentía que ya no podía más. Quizá podría
racionalizar con su hermano, cazarle animales de gran tamaño que satisficieran
su hambre.
Se lo atribuía a la culpa que debía carcomerle
después de más de diez años consiguiéndole víctimas, sin embargo, Tom sabía que
no era por eso; el rostro espantado de Bill ante la imagen de Adrian le había
hecho recapacitar de algún modo, hacer ver mediante ojos que no están dentro de
su perspectiva lo que pasaba con su vida, y principalmente, que alguien que le
gustase le tuviese miedo.
—¡NO! —bramó Adrian mientras se levantaba de su
posición fetal y se dirigía de forma amenazante hacia Tom, haciéndole
retroceder.
—Adrian, soy Tom, tu hermano —intentó hacerle
reaccionar en vano. Una de las garras la alzó como para destazarlo, igual que a
sus víctimas y Tom corrió hacia el otro extremo del cuarto.
—¡TOM! —gritó Adrian enceguecido mientras se
abalanzaba sobre él e intentaba sujetarle el cuello para torcerlo.
Tom posó sus manos en las zarpas e intentó liberarse
del agarre, sintiendo cómo su piel cedía de a pocos y su respiración se tornaba
dificultosa.
Las garras le estaban raspando, Tom lo sabía y debía
actuar si es que no quería morir.
Tom pateó el vientre abultado de su hermano y le
golpeó la cabeza varias veces, al punto de conseguir que gimiera por el dolor
pero sin dejar de intentar asfixiarle. Con los ojos rojos, observó el atizador
a un costado de la chimenea, a escasos centímetros. Solo necesitaba estar más
cerca. Empujó contra Adrian con todas sus fuerzas, volvió a patearle y se
movieron lo suficiente como para que Tom pudiese coger el atizador y se lo
incrustara en un costado, sacándole un grito desgarrador.
El peso del cuerpo de su hermano le aplastó, Tom
enterró más profundo el arma hasta que la sangre espesa y oscura salió
profusamente. Sintió las lágrimas de Adrian mojarle el rostro y casi pudo oírle
llamarlo con una voz distorsionada por el dolor.
Tom se quitó el cuerpo de su hermano de encima con
dificultad y comenzó a descuartizarlo
entre sollozos.
Era Adrian, su gemelo, todavía lo era y todavía lo fue al meter
sus restos en la chimenea para que se volviera humo con una pestilencia
característica.
Se curó las heridas de su cuello y vio al espejo
después. En su reflejo podía observarle. Un brillo destelló en sus ojos y pensó
en Bill.
Todo había terminado.
Wao! Eso fue macabramente asombroso, te quedó genial... :D
ResponderEliminarNo mams, Adrian terminó, así. Y yo que pensé que lo veríamos en la otra mitad de la historia, lol. ¡Bill, es tu oportunidad! Aunque pensándolo bien, no sé bajo qué circunstancias aceptaría regresar a esa casa y permanecer con Tom, sabiendo las cosas y las personas que pasaron en ese lugar e_e
ResponderEliminarNadir, ¡muy bien hecho!
Haces que me sienta Hanibal -w-
ResponderEliminarWow, qué decir. ¡Increible! Me gusto demasiado, mucho. Oscuramente genial. Pobre Bill, se llevó un susto de muerte X_X Yo me cago ahí mismo xD Tan bizarro, sin duda muy bueno.
Tom mató a su gemelo, pero era eso o él moría. Pufff, estuve todo el rato comiendome las uñas :S
Te quedó super bien :D Felicidades :* Nos leemos ;)
Desde hace horas lo leí, pero llegaron visitas y no podía comentar, más ahora, aquí me tienes.
ResponderEliminar"Adrian", "Adri", lo siento, pero leer estos nombres, me causaron una sensación extraña, jejeje.
Antes de empezar mi rollo, gracias por el link para lo del Incubo, me ayudó bastante para recrearme por lo que atravesó Simone, junto a ese ser en el bosque.
Perturbador, esa es la palabra, con la que puedo definir esta historia, para empezar, creaste un ambiente magnifico, las escenas, los personajes, todo en conjunto es asombroso.
El "encanto" del incubo, creo se manifestó en los dos "gemelos"(jajaja), Tom recibió el Don del magnetismo sexual de ese ser, mientras Adrian ( voy a soñar con él) recibió la "apariencia" y la "maldad" de su padre. De solo imaginarme el como Adrian se comía a las aves, a su gato y ya después a la bisabuela, ufffff me dan escalofríos...
Tom es complice de su gemelo, triste realidad, y aunque aparentemente parecía que l quiere redimirse tratando de convencer a su hermano que se alimente de animales, luego alejar a Bill para que no sea comida de su hermano y para terminar, matar a Adrian, para poder tener una vida más, hmmm ¿normal?, no estoy tan segura, que persona tan "buena" vaya a resultar Tom, digo, al fin y al cabo es un hijo de un Incubo.
¿Cómo será la reacción de Bill, cuando se entere de lo qué es Tom? ni idea, quiero pensar que por las advertencias de mpreg, se dará el romance, bueno se ha gestado con un Bill testarudo y necio en bus car a Tom y en Tom pues, se nota que Bill le mueve el tapete. No sé, lo que me imagino es raro, pero no me haré bolas la cabeza, esperaré mejor la culminación de el fic.
Por cierto, gracias por la extensión del capitulo y porfa, porfa, no tardes mucho en publicar la segunda parte.
¡Impresionante Nadir, impresionante!
Adriana ¡uuuuy qué miedo!
¡SANGREEE! >:D xDDD
ResponderEliminarCriminal Minds LOOOOOOOOOOL
Me gustó mucho. Bien cruel y todo (pobre Kazimir y la bisabuela u.u), pero la trama es buenísima.
El uso del latín siempre le da el tono macabro xD. Recordé Carmina Burana...
Bill quedó traumado de por vida, ¿o no? Digo, por lo de mpreg...
Me sentí mal por esos tíos del bar, ellos solamente querían satisfacer sus necesidades sexuales y terminaron satisfaciendo las necesidades alimentarias de un ser del Averno u.u... xD Cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad, ¡peligro!
Mierda, olvidé qué más iba a decir u.u.
Bueno, pues reitero, me encantó.
Te quiero, besos gays *3*
Ah, sí. Simone tuvo una vida bastante triste .-. Me hiciste llorar desde el principio con eso de que fue a llevar las flores al lago ;n;
ResponderEliminarSupongo que estará recluida por el resto de su vida en ese sanatorio, ¿cierto? Y todo por un malentendido, qué horrible u.u
Wow que historia tan mas buena, me encanto la idea y la forma en la que desarrollaste la historia, esta genial, simplemente genial.
ResponderEliminaraww pobre Bill coincido con l@s demás va a quedar traumado por lo que vio y pobre Tom, tener que matar a su hermano para poder vivir u.u
Esperare el próximo capitulo con ansias XD
Noooooooo pobre Simone!! :( qué horrible lo que le pasó u.u Y la abuela por más que los protegió Adrian igual la mató, malo, es un chico malo! Hasta que murió... menos maaaaaaaaal! Me daba miedo u.u
ResponderEliminarAy, ya quiero que se encuentre con Bill que debe haber quedado traumado de por vida xDD
Espero al siguiente, abrazos! :)
no! Adrian a muerto :c
ResponderEliminarpor qué atacó a Tom? no entendí eso