miércoles, 9 de marzo de 2016

Fanfic: Once versus Tom. Capítulo 5: Placebo por kasomicu


Capítulo 5: Placebo



Andreas miró con tristeza las páginas. Le gustaba lo que leía, pero el saber la historia que escondía cada frase, cada letra, de las tres que tenía en manos, lo ponía así. Le sonrió a Tom y este le respondió a la sonrisa, pero era una sin felicidad.

—Tom, gracias por esto —dijo Andreas. Tom asintió y se fue.


Era un día de semana, y todo estaba tranquilo. Luca iba a acompañar a Tom a su casa, y él no se quejaba porque justo quería pasarle unos apuntes.

El problema sucedió cuando Tom reconoció un Audi que estaba estacionado a la salida de su universidad. Era Ronald. Hasta ahí no había problemas, lo que pasó fue que cuando Tom fue a darle el alcance a Ronald, este traía una expresión enojada.

—¿Qué crees que hacías con ese muchacho? ¿Me estás engañando con él? Estaban muy juntos y riéndose —soltó Ronald entre dientes. Tom arqueó una ceja y se acomodó en el asiento. Ronald arrancó.

—¿Eh? Es mi amigo. No somos nada, y no sé por qué me armas una escena de celos, si solo hablábamos —comentó Tom, tranquilo.

—Porque eres mío, Tom, no quiero que nadie te toque ni hable, no quiero que…

Tom lo miró extrañado y lo interrumpió. —Más te vale que cambies esa actitud, porque no soy un objeto, soy tu pareja, y tengo todo el derecho del mundo a hablar con quien se me dé la gana —explicó, con una pasmosa tranquilidad que hizo parpadear a Ronald, el cual se sintió en parte avergonzado.

—Pero por favor no me engañes.

El de cornrows asintió, estaba intentando cambiar, engañarlo no estaba en sus planes.


Ordenó su cuaderno de apuntes en su maleta, sacó un lápiz nuevo de su caja y lo acomodó en su cartuchera, también puso una cajetilla de cigarros bien escondida y un plátano que le serviría para disimular su aliento luego, ya que su madre tenía una nariz superdesarrollada para esas cosas.

Sí, estaba fumando, y junto con el sexo, era su manera de engañar a su mente lo suficiente como para conciliar el sueño y concentrarse en otras actividades. Se estresaba mucho, más por su cabeza que por su universidad, así que lo amargo del tabaco lo relajaba.

Eso sí, no volvería a beber alcohol.


Anémona estaba feliz con la pequeña barriga que tenía. Era un bulto que era sinónimo de todo lo positivo. Su hijo era su adoración, sí, pero los bebés que venían en camino (sí, porque eran dos) eran una gran felicidad. No pensó que funcionaría tan rápido, es decir, ella estuvo con Jörg y a las semanas ya estaba embarazada, no se cuidó, porque, vamos, ya estaba mayor y como iba a pasar el resto de su vida junto a Jörg no tenía nada que perder si tenía más hijos, es más le convenía porque Anémona no quería tener solo un bebé.

Trataría de no cometer los mismos errores que tuvo con Tom, porque lo sobreprotegió en extremo, de hecho aún lo hacía, aunque con otra perspectiva debido a que aún recordaba las palabras de los tíos de Tom. Sabía que su hijo tenía un novio, por ejemplo, no se lo había presentado y ella no lo forzaba, porque eran cosas de él, aunque sí le enojase un poco que se lo ocultara. Sin embargo, allí estaba, haciendo trabajo desde casa, incluso conferencias por medio de Skype con sus administradores y miembros de la compañía.

Y estaba feliz, que era lo principal. Aunque le preocupaba que su hijo no sonriera con los ojos como antes.


Tom estaba estudiando idiomas actualmente. Quería aprender inglés, y si bien estaba siendo autodidacta desde su casa, con libros online y demás, no era lo mismo, así que se inscribió en un taller de la universidad. De todas maneras era obligatorio por su carrera que lo aprendiera, así que optó por adelantarlo. El problema era que Ronald seguía celándolo, que porque estudiaba demasiado y no le daba tiempo, que por qué era así, que aún era demasiado joven como para matarse de esa forma (por estudiar).

Llevaba dos meses con Ronald y la situación se ponía cada día más tediosa.


Había recibido un buen dinero por las canciones, así que lo estuvo juntando para sus viajes por los congresos de ciencias de la comunicación que podían dar. Iba a ser algunos en Berlín, y otros en otros países, uno de ellos Francia, y Tom se tensó cuando leyó que se daría en Toulouse. No sabía dónde carajos quedaba pero sentía que al estar en Francia estaría cerca de Bill, quisiera o no.

¿Qué pasaría si se lo encontraba?

—Hola, Bill. Me estoy tirando a un chico que es un obsesivo solo porque me rompiste el corazón, y no puedo dormir si no estoy con la modorra postsexo. ¿Qué tal, cómo te ha ido?

Como que no era una bonita forma de empezar una conversación. Lo más probable sería que le superasen las ganas y lo besara, para luego golpearlo o algo así.

Lo más seguro es que terminarían acostándose, pensó Tom con pesar.

Suspiró. Debía dejar de pensar de esa manera. Bill y él ya no eran nada, y ahora Tom salía con Ronald. Aunque no había punto de comparación entre ambos. Bill era… su todo, Ronald era un maldito celoso de mierda que le tocaba los huevos con sus escenitas de celos.

Un día se iba a cansar y lo iba a mandar al demonio.


Tres meses con Ronald y Tom explotó. Aprovechó un tiempo libre que tenía el fin de semana para irse y acostarse con Max, un chico que le hizo ojitos a Tom en una fiesta cualquiera a la cual entró sin invitación.

No le parecía lo mejor del mundo ir a un hotel de mala muerte porque no lo dejaban entrar a uno normal por ser menor de edad, sin embargo, ahí estaba, abriéndose de piernas para un desconocido en aquel hotel.

Qué clase de seguridad tendrían, que cuando Tom estaba en plena faena, entraron al cuarto, a Tom se le bajó la excitación de una.

Lo peor (o mejor, según se vea) es que quien había abierto la puerta de esa manera tan poco educada, había sido Ronald, con los ojos azules con llamas en ellos, porque sus sospechas no habían sido infundadas. Aunque era la primera vez que Tom lo engañaba, el moreno no le refutó cuando gritó improperios y demás cosas sobre que lo había engañado varias veces y con diferentes personas.

Tom se vistió con parsimonia mientras que Max puso pies en polvorosa apenas pudo, semidesnudo y con expresión de espanto.

Menudos maricas eran sus ligues.


Tuvo que cambiar de centro de natación para no encontrarse con Ronald, aunque un tiempo estuvo sin hacer ejercicios y se compró una bicicleta, para ir así a la universidad.

Tal vez cuando tuviera más edad compraría un carro, por ahora se movilizaba bien así.


Estaba llorando en su cuarto, le faltaba el aire de nuevo y quería gritar hasta perder la voz.

Tomó su celular y con dedos temblorosos quiso llamar a Andreas, pero se equivocó y llamó a Luca.

—Andi, ayúdame, no estoy bien. Estoy pensando en él de nuevo —soltó con la voz estrangulada.

—Hola, Tom. No soy Andi. ¿Puedo ayudarte en algo? —Tom se vio tentado a colgarle, pero la verdad es que necesitaba distraerse, así que siguió la charla con dificultad.

—Me he equivocado, Luca. Solo háblame un momento sobre cualquier cosa —pidió Tom.

—Si quieres puedo ir a tu casa. Solo pídemelo.

—No, por favor, solo háblame.

—Está bien. Eh… soy hijo único, no me crié con niños debido a que mi familia vive en España. Mis primos y abuelos... —Tom temblaba y no era de frío.

—Gracias por hacer esto —susurró. Luca sintió un calorcillo en el pecho.


Tom estaba saliendo del salón de clases, junto a Luca, el cual le hablaba sobre su nueva bicicleta que se había comprado. Luca le estaba acompañando, Tom no sabía que él lo hacía porque se preocupaba por sus ataques.

El de cornrows se congeló en su sitio cuando vio una silueta delgada, de cabello corto y negro. Esa forma de vestir, la manera en la cual estaba parado… se parecía a Bill. No podía ser él, ¿o sí? Tom corrió en dirección a esa persona y la sujetó por el hombro, fue un impulso estúpido, pero ahí estaba, sin sentir vergüenza porque era alguien más cuando el muchacho se giró y lo vio con desinterés.

Empezó a hiperventilar, su cuerpo temblaba. Luca apareció y lo separó del chico, hablándole sin obtener respuesta.

—Tom. ¡¿Tom?! —gritó Luca, zarandeándolo. Tom tenía los ojos en blanco, pero de pronto enfocó la vista y respiró con dificultad—. Ven, acompáñame, tengo una idea.

Tom se apoyó en su bicicleta mientras caminaba como zombi, dejándose llevar.

Pronto su ambiente estaba llenándose de colores verdosos, y el aire que llegaba a sus pulmones era puro… como el del lago, como el del claro, como los paisajes que tenían el nombre de Bill grabado en él.

Quiso correr, huir de ello, pero Luca lo mantuvo ahí sujetándolo con firmeza de la muñeca.

—Calma. Solo estamos los dos. No tienes por qué temer —le tranquilizó Luca, haciendo que se sentaran en un tronco caído.

—Yo… —Luca le chistó y lo abrazó. Las lágrimas de Tom caían con fluidez mientras sentía que trataban de unir sus pedazos aunque no lo consiguiesen.

Tom después de un momento dejó de llorar, y se concentró en cómo el halo de luz le llegaba de lleno al rostro de Luca, haciéndolo ver etéreo, como un ángel, uno que lo protegería y que lo estaba haciendo de hecho.


No lo amaba, pero tampoco le era indiferente. Con Luca no sentía lo mismo que con Ronald, Luca lo ayudaba a superar sus miedos sin necesidad de acostarse con él, Luca era paciente y no lo presionaba, no lo veía solo como alguien atractivo. No era lo mismo que sentía con Bill, pero siendo sinceros, tampoco estaba mal.

Con ayuda de Luca y sus llamadas, o videollamadas en Skype, Tom si bien no erradicó las pesadillas vívidas, por lo menos las disminuyó.


Tom estaba hablando con Andreas sobre el nuevo ligue del pelirrojo, un hombre que tenía más de treinta años. Tom le decía que era su “sugar daddy” y Andreas lo llamaba estúpido por eso.

—Andi, sé que estábamos hablando sobre ti, pero quisiera hacerte una pregunta.

—Dime.

—¿Qué harías si aún estás enamorado de tu ex, y alguien, que sabes que es bueno y casi perfecto, se te cruza en el camino y está interesado en ti? —cuestionó Tom mordiéndose el labio inferior.

—Creo que la respuesta es obvia, Tom. Lo sabes, pero estás buscando que alguien te dé el empujoncito, ¿verdad? —preguntó Andreas. Tom miró a un costado, evitando verle—. Me iría con quien está tras de mí, como dice la canción que compuso Oskar, ama a quien te ame.

Amar a quien te amara. Sonaba algo fácil, sin embargo, no lo era, ¿cierto?

—Es Luca —confesó Tom, mientras se rascaba el cuello algo avergonzado. Andreas alzó las cejas sugestivamente.

—¿No qué no? —molestó Andreas y Tom le dio una patada en la pierna.

Andreas le aconsejó que no se lo tomara a la ligera, que no jugara con el chico como lo hizo con Ronald, que no lo engañara.

Tom dijo que sería más fácil no hacerlo porque Luca era diferente.

—Uy, cuidado y te enamores, Tom —molestó Andreas, aunque le alegraba la idea.

Tom rodó los ojos. —No seas idiota —restó importancia.

—Recuerda, da lo que esperas recibir —aconsejó Andreas, con el rictus serio.

—Está bien, mamáaa —bromeó Tom. Andreas le dio un puñetazo en el hombro, a lo que rio después de soltar un “ouch”.


Luca alcanzó a Tom en la salida, el cual lucía apurado, debido al cumpleaños de su abuela que había fallecido y tenía que dejarle flores en el cementerio.

—¡Tom! Espera —llamó Luca, Tom se giró y lo vio—. Mis padres van a salir el fin de semana. Me preguntaba si tú quisieras venir. Haríamos comida en la parrilla y tengo piscina, así que no olvides llevar traje de baño, sé que te gusta nadar —invitó. Tom le sonrió.

—Claro, solo dime en dónde queda.

—Yo te recogeré el sábado de tu casa e iremos juntos con las bicicletas. ¿Qué dices?

—Genial —respondió Tom sonriente, y se despidió con un gesto. Luca hizo casi un baile de felicidad.


—Mamá. Por favor, solo es un amigo, no somos nada y, ¡tiene piscina! Podré nadar y relajarme, sabes que me hace bien. Y las veces que Luca ha venido aquí ha sido muy respetuoso contigo, má —intentó convencerla a Anémona, la cual fruncía el ceño y se cruzaba de brazos.

—Pero muchas cosas pueden pasar en un fin de semana. Me gustaría hablar con sus padres…

—Han viajado, por negocios. Por eso es que me invita.

—Está bien, hijo, pero por favor, con cuidado, eh. No quiero que te metas en problemas, ¡y tampoco quiero enterarme de cosas desagradables! —advirtió Anémona, Tom arqueó una ceja y se abstuvo de responder, simplemente asintiendo.


Tom parecía un niño en una dulcería apenas entró a casa de Luca, tenía todo lo que un muchacho podría querer, el play station 4, diversos juegos de donde escoger, una cocina inmensa, escaleras para corretear, una mesa de billar, tenía de todo. Sin contar la piscina grandísima que tenía. Apenas la vio quiso quitarse su ropa para quedarse solo en ropa de baño. Y lo hizo.

—Disculpa, que no te haya pedido permiso. Es que no he podido practicar mi nado en unos meses. No me gusta la piscina donde me inscribí —explicó Tom, moviéndose como pez en el agua. Luca le restó importancia con un gesto.

—No te preocupes. Oye, más bien, no sabía que también tenías un tatuaje —mencionó Luca, con los ojos fijos en el vientre de Tom, el cual se alzó de hombros.

—Sí, me lo hice un par de años —comentó Tom, sin querer hablar más de la cuenta.

—Wow, eras menor de edad aún. Claro, si aún lo somos —notó luego de un rato. Se rieron ambos.

—¿Y tú cuándo te hiciste los tuyos?

—Pues lo hice como rebeldía desde los quince —contó Luca.

—Ah, yo no lo hice por eso, yo… —se calló. Luca no lo presionó porque suponía que el número once tenía mucho significado para él y que estaba relacionado con su ex.

—Oh, bueno. Si te dijera los significados de todos mis tatuajes, creo que nos faltaría más días juntos —bromeó Luca.

—Entonces para la próxima será.

—Sí.


Tom durmió en el cuarto de huéspedes, pero tuvo pesadillas, y con vergüenza fue al cuarto de Luca, este le abrió la puerta, con expresión de preocupación. Tom necesitaba un abrazo, de esos que se dan fuertes y sientes que tu cuerpo se recompone, de esos que se dan de corazón, de esos que parecen cicatrizar las heridas en carne viva.

Luca le dio la bienvenida a su pecho y Tom se fundió en su abrazo. Se sentía pequeño en sus brazos, por más que fuesen iguales. Se sentía un niño con su herida de haberse caído, y que el beso de su mamá en la herida era el abrazo de Luca.

—Sé mi novio, sé mi refugio. Quédate conmigo, Luca —pidió Tom en un susurro. 

Luca abrió los ojos en toda su extensión y le acarició la espalda con suaves roces.


—Tienes que pensar bien las cosas, quizá mañana lo hablemos.

2 comentarios:

  1. Yo también quiero un Luca!! Donde lo encuentro?? Jajaja

    En serio, me hace falta uno...

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