Capítulo 3: Nuevo
Tom revisó su nube en la computadora, donde tenía
todos sus archivos guardados por si su laptop o computadora se malograba. Ahí
tenía documentos, archivos de la universidad, y sus historias, historias que no
se las había mostrado a nadie. Se lo había mencionado a Bill, este le había
dicho que existían plataformas para colgar historias en internet, que él
entraba seguido a buscar cuentos para niños novedosos, porque Robbie se aburría
con facilidad de los que ya tenía.
Plataformas para colgar historias, es decir,
dejarlas en línea, pudiendo cualquiera copiarlas y simplemente leerlas sin
darte nada a cambio, le parecía una relación tóxica, pero Bill decía que era
una buena manera de hacerte conocido y hasta atraer a una editorial, así que
aceptó.
Ahora se planteaba mejor el asunto, si bien le
interesaba el estar detrás de las cámaras o ser un comunicador, también le
gustaba la idea de estar detrás de una computadora escribiendo historias que
llegasen al resto.
Tenía de varios temas, sobre suspenso, terror,
comedia, las de romance aún le faltaba pulir, ¿sería porque estaba
emocionalmente inestable en aquel instante?
—Escribe sobre nosotros —le había dicho Bill—. Sobre
nuestra historia…
—No me gusta escribir en primera persona.
—Nadie dijo que lo hicieras.
Tom arqueó las cejas. —¿Entonces?
—En tercera persona pues.
—Me parece un tanto impersonal.
—¿Qué puede ser más personal que alguien que ve todo
y lo narra desde atrás? Es pertubadoramente personal, como un voyeur —mencionó Bill, Tom se
estremeció.
—¿Alguien que cuente nuestra historia como si fuera
ajeno a nosotros?
—Sí.
Tom se mordisqueó el labio y lo besó, acariciando su
barba de días de Bill. Sintiéndose tan en casa.
Y esa noche comenzó a narrar una historia con tintes
cómicos de Tim y Will, y la tituló: El chico raro y Once.
Cuando colgó en internet el primer capítulo pues
recibió varios comentarios. Algunos negativos, cabía decir, pero mayormente de
homofóbicos. Bill le explicó que para eso se ponían las advertencias y no
volvió a pasar.
…
—Así que… compusiste canciones sufridas por mí, ¿o
me equivoco?
—Jodido Andreas y su bocota. —Bill rió.
—¿Y cuándo podré oírlas?
—Andi me mandó un avance que tenía y bueno, no le
tomé importancia, pero si quieres un día lo escuchamos juntos.
—Suena tentador —coqueteó Bill. Tom le sonrió.
—Tenemos una gran tensión sexual entre nosotros,
¿verdad? Al punto que siempre nos mandamos indirectas y nunca terminamos en la
cama.
Bill se carcajeó.
—Te lo concedo, me tienes en ascuas, espero eso se
acabe pronto —mencionó Bill apoyándose en sus palmas y mirándolo.
Tom se acomodó el cabello detrás de la oreja y miró
hacia la mesa.
—No sé, eso dependerá mucho de cómo te comportes… ya
sabes, si te portas mal no tendrás tu recompensa.
—Uhmn, ¿sabes que es mejor cuando alguien se
comporta mal, verdad? Si se comporta mal en las actividades cotidianas en la
cama pues… será un mal chico, y esos, déjame decirte, son los mejores —soltó
resuelto Bill.
Tom se relamió los labios y lo miró. —Prefiero que
sean obedientes.
—Eso puede resultar aburrido, déjame decirte.
—¿Crees que puedas llegar a aburrirte de mí?
—preguntó Tom con fingida inocencia.
Bill chasqueó la lengua y lo barrió con la mirada,
para fastidiarlo. —No creo, eh.
—Dudaste —molestó Tom.
El teléfono de Tom sonó y él miró extrañado a quien
lo llamaba, era Luca.
—¿Bueno? —saludó Tom, frunciendo el ceño, Bill lo
miró interrogante.
—Tom, hola.
Disculpa, es que teníamos un proyecto pendiente, y sé que tú tienes ya tus
notas, pero la profesora me dijo que me comunicara contigo y que lo terminemos
para poder pasar el semestre —explicó Luca con rapidez.
—¿Eh? Pero, Luca, yo ya tengo mis notas. ¿O solo ese
trabajo va para ti y quieres que lo haga por ti?
—Esto…
—Ok, luego hablamos, Luca —cortó la llamada.
—Con que… ¿Luca te llama con regularidad? —Tom rió.
—¿Estás celoso?
—Sí, ¿está mal?
—Oye, oye, yo no soy quien te presentó como amigo
dos veces —soltó con más veneno del necesario.
—Es que Robbie aún no sabe y tengo que explicárselo.
—¿Y tu amiguito del bar? —Bill rió con amargura.
—Aún no habíamos regresado en aquel momento.
—Pero… igual, yo no te negaré frente a nadie. ¿Ok? Y
Luca es algo del pasado, no regresaré con él —le tranquilizó Tom.
—Demuéstramelo. —Tom lo miró con fijeza y luego se
lanzó sobre él por sobre la mesa, sin importarle botar al suelo sus móviles y
el centro de mesa.
Lo besó apasionadamente, sentado sobre su regazo,
temblando por la excitación y premura. El manto de cabello negro cubría sus
rostros. Robbie no estaba en casa, había salido con Simone y no volvería hasta
la noche, así que la casa era para ellos dos hasta que anocheciera. Y sintieron
que se les caía el cielo, cuando sus bocas se rozaron lo suficientemente como
para intercambiar su aliento, saliva y caricias.
Bill acarició con saña el trasero de Tom por sobre
la ropa, imaginándose la sensación que sentiría al estar dentro suyo,
recordando sus sueños húmedos. Pero Tom tenía otro plan.
Se levantó de encima suyo, jalándolo por la
camiseta, en dirección a la habitación de Bill. Cuando estuvieron en ella, aún
estando de pie, Tom le siguió besando a Bill, tocándole por sobre la ropa,
metiendo sus manos debajo de ella, acariciándole su vientre plano, quitándole
su camiseta viendo sus numerosos tatuajes: uno en forma de un corazón humano en
su lado izquierdo del pecho, uno muy extraño en su pecho, unas palmas pequeñas
en el otro costado de su pecho (suponía que eran las de Robbie), y una sirena
besando a una mujer en su hombro, sin contar el de boxeador y fantasma que
tenía en su brazo, y claro, el Catorce en su antebrazo.
Luego mientras le besaba el cuello, le fue quitando
la correa y bajándole el pantalón y bóxers, al mismo tiempo que le mordía la
piel disponible bajo sus dientes.
Y se bajó a la altura de la entrepierna de Bill, el
rubio quiso detenerlo, sin embargo, Tom comenzó a masturbarle mientras ponía su
mejilla al costado de su miembro, viéndolo con mirada felina.
—Voy a comerte y tú vas a dejarte…
—Por ti dejo que me conviertas en huesos.
Tom rió y comenzó a engullirse la hombría de Bill, chupándola
y succionándole con ahínco. Sintiendo el almizcle de Bill a cada lamida,
jugando con la punta para enloquecerlo. Bill quería llevar el ritmo de las
estocadas a la boca de Tom, pero este se lo impedía, así que simplemente lo
penetraba mientras sentía cómo lo derretían con sus caricias. Bill quería
verlo, y estaba haciéndolo, grabándose su expresión a cada minuto mientras
chupaba su miembro como un helado, y pronto Tom acarició sus nalgas,
permitiendo que un dedo travieso se perdiera entre ellas. Bill se espigó por la
intromisión pero no hubo queja alguna, no es que Bill fuera virgen, solo que
hacia mucho que no desempeñaba ese papel, y en general, hacia mucho que no
tenía sexo.
Pero era Tom, y con él, lo que fuera, total la idea no le
disgustaba.
—Hay lubricante en el cajón —soltó con voz sofocada
Bill. Se imaginaba Tom que lo usaba para sus pajas, porque si bien Bill no
había tenido relaciones desde Tom, siempre se masturbaba.
Tom detuvo sus actividades, incluyendo la mamada,
para ir en pos del lubricante, luego siguió embadurnando con su saliva el sexo
de Bill y jugando con su agujero, ahora con dos dedos y una copiosa cantidad de
lubricante.
Las piernas de Bill querían flaquear, Tom se percató
de ello y lo lanzó a la cama, con medio cuerpo dentro y la otra mitad afuera,
aferrándose con las piernas a la espalda de Tom, posando sus pies sobre sus
nalgas.
Bill empezó a gimotear cuando Tom jugaba con la
punta de su miembro por fuera de su hendidura, tentándole con el grosor, debido
a que la parte más grande del pene era la punta y Bill quería sentirlo todo ya,
incluso estaba botando preseminal de su miembro.
Pronto la hombría de Tom ingresó en el interior de
Bill y Tom sintió que se iba a venir de solo sentir el calor que lo abrasaba.
Estaba disfrutando del camino a venirse, no solo esperando correrse como había
pasado con sus ligues y sus anteriores relaciones.
Disfrutaba de ver a Bill
estremeciéndose por las sensaciones, de masturbarlo, y sentir sus entrañas
calientes albergando su pene.
El rictus de Bill estaba descompuesto y soltaba
soberanos gritos, no de dolor, sino de placer, de un placer enloquecedor, que
remecía su vientre y serpenteaba por su pecho implosionando allí. Dejaba que
sus piernas se movieran solas mientras era penetrado, lo sentía tan adentro
suyo, al parecer ya tenía experiencia en ese papel, porque lo estaba desempeñando
de puta madre. Le dolió el que no hubiera tenido esa experiencia con él, sin
embargo, disfrutaba a plenitud el sentirlo así y le animaba la idea que si bien
no era el primero con quién había jugado ese rol, sería el último.
Se vinieron en un tiempo discorde pero seguido, el
miembro de Bill explotó y eso hizo que su interior se contrajera y Tom se
viniera con fuerza en su interior. Bill se mordisqueó el labio y lo vio como
quien aprecia una joya.
—Joder, como amo tu cara de follador. Aunque me encanta
más ver tu cara de recién follado —admiró Bill. Tom sonrió y se echó sobre
Bill, dejándole besos en el cuello y un beso corto en los labios.
—¿No quieres verla ahora?
—¿Es broma, verdad? No siento mis piernas.
Tom se carcajeó y le dejó un beso sonoro en la
mejilla.
—Te doy diez minutos —mencionó Tom. Bill lo miró con
fijeza.
—Lo tendré en cuenta, no te eches para atrás.
Tom le guiñó un ojo.
…
Estaba hablando con su mamá por vídeollamada, cuando
de pronto su móvil empezó a sonar, era Bill. Se mordisqueó el labio y miró a su
madre por Skype.
—¿Algo de la universidad?
—Sí, y debo contestar ahora —se justificó, Anémona
asintió y dio por terminada la llamada—. ¿Hola, amor? ¿Pasó algo?
—Sí, tengo un percance. Mi madre ha salido, Raziel
está enferma y tengo una junta en la universidad. ¿Puedes cuidar a Robbie
mientras tanto?
—Claro. Deja me visto y voy para allá.
—Te espero.
…
Bill le abrió la puerta a Tom y sonrió. Robbie
apareció detrás de Bill con orejitas de Minnie Mouse.
—Hola, princesa —saludó Tom. Robbie le sonrió y
negó.
—Yo soy un rey.
—¿No será una reina?
—Noup.
Bill sonrió a ambos y le dejó un beso a Robbie en su
coronilla.
…
Con Tom fueron al zoológico. Robbie se emocionó con
todos los animales que vio allí, y le contó un secreto a Tom, que ella quería
tener un elefante.
—¿No querrás mejor un perro? —Robbie lo miró
curiosa.
—¿Y puedo verlo desde bebé?
—Eh, no sé, supongo que sí, digo, en las tiendas o
perreras hay cachorritos y ahí puedes ir a buscar uno y adoptarlo.
—¿Cómo a un bebé? ¿Tendría mi apellido? —Tom rió.
—No, los perritos no llevan apellido, pero sí, se
adoptan como a un bebé porque son un ser viviente, que también siente y todo
eso.
—Le diré a mi papi y a abu que quiero un perrito.
—Yo también quisiera uno, yo tengo hermanitas a las
que les gustaría. Nunca he tenido una mascota —mencionó Tom, sorprendiéndose
por el hecho.
—Entonces podemos ir por tu perrito y verlos —dijo
Robbie.
Tom pensó en las repercusiones que eso tendría,
adoptar una mascota y todos los gastos que tendría que hacer en alimento,
vacunas, desparasitación, papeleo, su pasaje porque se lo llevaría a Alemania. Tendría
que llamar a su madre… pero, ¿qué demonios? Si él estaba manejando su propio
dinero al componer canciones, ya era mayor de edad, y si bien no se
independizaba aún, de todas formas podía tener un perro.
—Sí, Robbie, vamos. Tendré un perro —lo dijo con
determinación y Robbie sonrió.
…
Fue a la perrera y después de conversar con la
asistenta, ella estuvo de acuerdo en que podía ver a los perros. Claro, le
hicieron preguntas sobre si tenía dinero para mantenerlo, si tenía espacio, si
así viajara se lo llevaría, si es que tenía una embarazada en casa igual se
quedaría con el cachorro y todo salió bien.
A Robbie le llamaron la atención unas pelotitas
peludas que eran unos bulldogs inglés que hacia poco habían rescatado de morir
de frío abandonados en una caja de cartón.
Actualmente eran alimentados con
biberón y dentro de un mes ya podrían estar en su nuevo hogar.
Tom vio entre los cachorros a ver si le llamaban la
atención, pero sus ojos se iluminaron cuando vio un perro cachorrón, es decir
adulto con poca edad, que parecía un braco alemán de pelo corto. Solo que Tom
no sabía de razas, y poco le importaba en realidad, él solo quería saber si
aquel perro grande, porque no era del tamaño de un chihuahua ni mucho menos un
yorkshire terrier, sino era tamaño de un samoyedo, grande, con ojos marrones
inmensos, color negro en su mayoría y puntos negros por sus patas, que se
notaban porque tenía blanco en esa zona.
Robbie miró curiosa al perro, el cual se escondía
detrás de su comedero como si con eso pudiera desaparecer.
—Creo que tiene miedo —farfulló Robbie. La asistenta
se acercó a ellos y lo miró con ternura.
—Él es Bambi —lo presentó la muchacha—. Quisieron
enviarlo a dormir porque sus dueños lo abandonaron y es muy grande, en tamaño
porque tiene tan solo un año. Es muy temeroso, no es agresivo pero por ser de
raza grande da esa impresión. Se lleva bien con otros perros y gatos, pero aún
no confía lo suficiente en un humano, parece que tiene antecedentes de maltrato
por cómo actúa. ¿Estás interesado en adoptarlo?
—Sí, solo necesita mucho amor, supongo —explicó Tom.
—Sí, de hecho lo necesita. Es un caso especial,
porque como siempre se aleja de los humanos, pensamos que no iría a ser
adoptado, pero si estás tan dispuesto pues… está bien, hagamos el papeleo y nada,
compras una pechera para llevártelo —comentó la chica, Tom asintió sonriente.
…
Parecían unos niños pequeños jugando en casa de
Bill. Bambi resultó ser mucho más amigable una vez que estaba fuera de un
kennel o jaula. Y botó sin querer a Robbie un par de veces, pero era para darle
abrazos y lamidas de agradecimiento, y con Tom, bueno, se comportaba como un
bebé engreído, llenándolo de lamidas en agradecimiento y apoyando sus patas
delanteras sobre él, parándose en dos patitas.
—¿Tú crees que a mi papi le guste tu perrito?
—No lo sé, nunca lo he visto interactuar con
animales.
—Bambi no es un animal, es un bebé grande —soltó
Robbie resuelta.
Tom asintió sonriente.
Bill entró a la casa y fue recibido por el abrazo
efusivo de Bambi.
—¿Qué demonios…?
Robbie y Tom se carcajearon al ver a Bill en el
suelo porque había caído cuán largo era al piso.
—Bill, él es Bambi, Bambi, ya conoces a Bill. —El
perro dio un ladrido mientras movía la cola.
—No entiendo, ¿de dónde lo sacaron? —preguntó Bill
confundido, acariciando con cuidado a la cabeza del can.
—De la perrera, Robbie y yo hablábamos sobre
mascotas y su deseo por tener un elefante como una, pero pensé que yo nunca
había tenido un perro y bueno, quise adoptarlo —explicó Tom, ayudando a Bill a
levantarse.
—¿Papi, nosotros podemos tener un perrito así?
—Es muy grande, amor, tenemos patio, pero no sé si
pueda.
—Hay unos chiquititos en ese sitio, y son gorditos
con rollitos, color blanco con marrón. ¿Puede ser uno bebé?
—Eh, luego hablaremos, amor.
—Anda, di que síiii. ¿Sí?
—Luego, Robbie.
Robbie puso un puchero y se concentró en cariñar a
Bambi.
—Es una preciosura cuando hace berrinche —acotó Tom,
Bill rió.
—Espero no te haya provocado muchos problemas.
—Para nada, comimos en el zoológico y luego nos
compré unos helados mientras terminábamos de ver todo. —Bill se mordió el labio
inferior y miró a Robbie.
—Eres tan lindo —comentó Bill en un susurro.
—No lo soy. Pero bueh, ya tengo que irme junto con
Bambi, para explicarle a la dueña de la casa que tendré un amigo más en la
casona donde vivo, ya le compré junto con Robbie una casita para armarla en el
patio para que duerma ahí, junto con su cama, claro.
—Estás emocionado, como un niño pequeño. —Tom rodó
los ojos.
—Ya, tengo que irme. Adiós Robbie —se despidió con
un beso en la mejilla la pequeña, y también le besó al perro en la cabeza.
—Adiós, Tom, adiós Bambi.
Bill acompañó a Tom afuera y cerró la puerta tras de
sí.
—¿Un beso de despedida tal vez estaría bien?
—cuestionó Bill, Tom sonrió y lo besó castamente.
—Y no te doy otro porque tienes que hablar con
Robbie y explicarle quién soy para ti.
—Lo haré, mi amor, te lo prometo.
Bill acarició su mejilla y Tom deshizo el contacto
porque Bambi lo estaba jalando.
—Hasta luego.
…
Tom tuvo una reprimenda por parte de la dueña de la
casa, la señora Lemoine, pero el perrito era tan cariñoso que simplemente se
rindió ante ello y le permitió que durmiera en su casita en el patio.
El moreno le contó a su madre emocionado y ella puso
el grito en el cielo, pero finalmente aceptó cuando las pequeñas dijeron “guau
guau”.
…
Bill estaba bañando a Robbie y esta jugaba con las
burbujas en la tina, sonriéndole a su papá.
—Estás muy feliz porque saliste con Tom, bebé. Me
alegro que se lleven bien.
—¡Sí! ¿Él es mi nuevo papá? Yo quiero que tú sigas
siendo mi papi, pero también quiero que él sea mi papá. —Bill dejó de tallarle
la espalda y la miró, con espuma en su nariz respingona.
—¿Qué?
—Tom te quiere, ¿verda’? Es como cuando los padres
se quieren, como cuando una mamá quiere a un papá. Pero él no puede ser una
mamá, así que es un papá, y tú eres mi papi —explicó Robbie con su lógica
aplastante.
—Si tú quieres que él sea tu papá, pregúntaselo
—tentó Bill, sonriéndole a su pequeña hija. Robbie le tiró espuma a Bill.
—¿Tú crees que él quiera?
—¿Quién no querría ser papá de una pequeña como tú?
—preguntó Bill, haciéndole cosquillas a Robbie, la cual reía sonoramente.
Que bonito! Robbie es mas inteligente que todos jajaja que lindo, ella tendrá un papá y un papi :3
ResponderEliminarEspero en el próximo capítulo ver la respuesta de Tom.
Saludos.
Que bonito! Robbie es mas inteligente que todos jajaja que lindo, ella tendrá un papá y un papi :3
ResponderEliminarEspero en el próximo capítulo ver la respuesta de Tom.
Saludos.