Tenemos un ganador de esta contienda. Y pronto vendrá el fuera de tiempo y la continuación que se llama L'amour vrai attend.
Capítulo 9: Ganó Once
Tom entró a su casa
y las luces estaban apagadas, las prendió y todos gritaron “Sorpresa”. Era una
fiesta sorpresa de todos sus amigos y compañeros de la universidad, incluyendo
a la banda Alea.
Andreas lo había
organizado todo.
—No puedo creer Anémona
te diera el permiso de estar en su casa haciendo una fiesta. ¿Y dónde se fueron
entonces? ¿Mis hermanas dónde están?
—Se fueron a un
hotel junto con las enanas —respondió Andreas—. Y sobre lo otro, pues tengo
poder de convencimiento —dijo con retintín y le guiñó un ojo.
Tom rodó los ojos,
y tomó una soda helada que estaba en la mesa.
La música estaba a
todo volumen y se olía el alcohol en el ambiente, él se mantenía tranquilo en
una esquina con un cigarrillo y hablando con Brianne, que era una chica que
llenaba los espacios en las conversaciones para que estas no se volvieran
incómodas.
Le encantaba la
personalidad de esa chica, en verdad, entendía por qué Gustav la eligió, era
llamativa pero no demasiado, y era una persona tranquila, no le gustaba tomar
tampoco pero no le molestaba ni el olor ni nada porque no fumaba. Era bastante
tolerante.
Los veía llegando
lejos a ese par.
Esa noche conoció
al sugar daddy de Andreas, se llamaba
Joshua y era muy educado, completamente diferente a Andreas. Tom le dijo que
cuidara a su amigo, que era como un hermano para él.
También vio a la
nueva pareja de Luca, un chico que se llamaba Marco y tenía un acento español
notorio, fingió que no le dolió aunque sí le afectó.
Se preguntaba si
era normal que esté en un lugar con tanta gente que lo quería y él se sienta
más solo que nunca.
…
Estaban en el
aeropuerto, Tom ya había ingresado sus maletas y esperaba que fuera el momento
para entrar al embarque. Sus hermanas estaban jalando su pantalón con sus
manitas gritando “Dom, Dom”, y Anémona no paraba de llorar, tratando de
acomodarle sus trenzas y diciéndole que no olvidase comer a sus horas y que
aproveche los domingos para lavar su ropa, que usara suavizante porque le gusta
el olor y quedaba más suave, valga la redundancia, y que le había apuntado en
un cuaderno cómo se lavaba la ropa para que no se confundiera con los colores.
Jörg rodaba los
ojos, le parecía un tanto exagerado el comportamiento de su mujer, pero no
opinó. Le dio un abrazo y le metió un sobre en el bolsillo, susurrándole “es
para una emergencia”.
Tom sonrió.
Perifonearon a los
pasajeros del vuelo de Tom, y se despidió de sus hermanitas, cargándoles y
llenándolas de besos. Abrazó con fuerza a su mamá, diciéndole que todo estaría
bien, estrechó la mano de su padre y le besó la mejilla.
—Los llamaré cuando
llegué —terminó por decir y vio cómo Jörg sujetaba a Anémona que era un mar de
lágrimas.
Tom subió las
escaleras eléctricas que se dirigían a la sala de embarque, y esperó hasta que
su avión estuviera listo.
…
Llegó a Toulouse,
llamó a sus padres por vídeollamada y luego se fue a dormir, tenía jetlag, y simplemente quería descansar
por más que el sol estuviera despuntando en lo alto.
Al día siguiente
fue en búsqueda de sitios turísticos para aprovechar sus vacaciones, ya que
recién en marzo empezarían las clases pero tenían que comenzar sus papeleos
desde mañana.
A Tom le gustaban
los lugares con árboles, así que se iba a recorrerse todos los parques de
Toulouse, estaba solo porque sus compañeros preferían ir a otros sitios.
Así que Tom estaba
en uno de los columpios de un parque, viendo cómo una flor era movida por el
viento.
De pronto sintió
una luz cegarle, Tom parpadeó y frunció el ceño. Miró bien y vio a una niña con
una cámara polaroid frente a él.
—Bonjour, petite fille —saludó Tom, la
niñita le ofreció una sonrisilla infantil, formándosele hoyuelos—. ¿Dónde están
tus padres? —preguntó en alemán sin percatarse.
—Mi papi está
trabajando y mi niñera me cuida, está allá —señaló un lugar donde una muchacha
de veinte y tantos años estaba sentada con expresión cansada mientras leía un
libro. Todo lo respondió en un alemán no muy pulido, típico de una niña de tres
o cuatro años.
—Oh. —Se dio cuenta
que había hablado en alemán—. ¿Eres de Alemania?
—Sí.
—Yo también, un
gusto, pequeña. Mi nombre es Tom.
La pequeña se le
quedó mirando con fijeza, como si le conociera de algún lugar.
—El mío Robbie.
Tom se paralizó.
Quizá era un coincidencia, no podía ser que fuera la misma Robbie de Bill, no
tenía sentido, Bill estaría en otra ciudad con su hija y ella era solo una bebé
cuando se fueron.
Y fácilmente podría
tener la misma edad de la niña que estaba delante suyo.
—Eh, ¿cómo se llama
tu papá?
—Mi papi se llama…
—¡Robbie! ¿Qué te
he dicho de hablar con desconocidos? —dijo la muchacha con
expresión
preocupada, mirando con desaprobación a Tom.
—Pero, Raziel, él
es Tom.
—¿Y?
—Le diré a mi abu
que me hablaste feo —dijo poniendo un puchero. Raziel negó con la cabeza y la
tomó por la mano.
Tom quiso decirle
que se detuviera pero seguía impactado, y mejor se calló.
…
Al día siguiente
Tom quiso ir al parque, pero recordó que tenía que hacer los papeleos, por lo
que se centró en ello, yendo de aquí para allá para dejar sus documentos.
No se había
percatado de la hora, y recordó que no había tomado desayuno. Recordó las
palabras de su madre y buscó una cafetería.
Más tarde fue al
parque, con intención de ver a la niña, sin embargo, no la encontró, por un
instante, creyó que todo había sido obra de su imaginación, luego rememoró el
flash de la foto que ella le tomó, algo difícil de reproducirse en su mente,
por lo que se convenció que era real, aunque quizá era solo una niña cualquiera
con nombre Robbie que había nacido en Alemania, y no la pequeña que era hija de
Bill.
Internamente
deseaba haberla visto para preguntarle sobre su papá y tal vez encontrárselo.
Al parecer, Once no había muerto, sino que estaba más vivo que nunca.
Llegó a la casa y
vio cómo sus compañeros leían y otros se alistaban para salir en la noche,
decidió que él también iba a salir, para conocer algo de Francia de noche.
…
En lugar de ir a
una discoteca, fue a la panadería a probar profiteroles, todo el mundo hablaba
de aquella panadería y sus profiteroles, así que suponía que debían ser ricos.
Comenzó a ponerlos
en la bolsa de papel y de pronto se chocó con una mujer pelirroja, dándose
cuenta al observarla que era Simone, la madre de Bill, ella lo vio al principio
como reconociéndole, pero después…
—Disculpe, joven,
¿va a seguir comprando? —le preguntó en un inglés un poco forzado.
—No, siga —respondió
Tom también en inglés, sintiéndose extrañadísimo por lo sucedido. Buscó con la
mirada a Bill pero no lo halló.
Buscó a alguna
pequeña niña que fuera la hija de Bill, tampoco la encontró, y se acercó a
pesar y pagar los profiteroles.
Salió de la
panadería, mordiendo un bocadillo y tampoco los encontró fuera del sitio.
Se
rindió y soltó un suspiro para luego dirigirse a tomar un taxi en dirección a
la posada.
…
Era quincena de
enero y recordó el cumpleaños de Bill, en cómo años atrás le había hecho su
pastel, y cómo Bill se sintió feliz por el detalle.
Se sintió
nostálgico, por lo que decidió ir nuevamente al parque, después de días sin
hacerlo, para ver si encontraba a la niña, o por último a Simone. Grata fue su
sorpresa cuando vio a la niña en los juegos para infantes, y a la muchacha que
la cuidaba, la cual hablaba por un móvil.
—Robbie, vámonos —exclamó
la niñera, se vio tentado a acercarse, pero tampoco quería que lo confundieran
de loco o pedófilo. Así que esperó a la distancia a ver a dónde se dirigían.
Robbie bajó de los
juegos y tomó de la mano a la niñera para ir a la entrada del parque.
La niñera
veía a los lados, buscando a alguien con la mirada.
De pronto vio una
cabellera rubia que se acercaba por detrás de ellas, y sujetaba a la pequeña en
brazos. Al instante reconoció esa manera de caminar y de pararse. Era Bill.
Tenía otro look,
pero era Bill… su Bill. La niñera volteó y le ofreció una sonrisa a Bill.
—Feliz cumpleaños,
señor —farfulló.
—Gracias, Raziel.
Vámonos que tenemos que recoger a mi madre. Hoy tenemos un día muy atareado. —Robbie
no paraba de darle besos a Bill, muy feliz de verlo y felicitándolo por su
cumpleaños.
Vio cómo se
alejaban y tomaban un taxi. Aún estaba paralizado por todo lo visto y trataba
de procesar la información.
Bill estaba en
Toulouse.
La niña de la
cámara, era su hija.
Raziel era la
niñera de la hija de Bill.
Simone vivía con
ellos.
Bill había estado a
pocos metros de él, y maldecía el momento en que su cuerpo se tuvo que
paralizar.
Aún le dolía el
hecho de que Bill lo había dejado, sin embargo, la esperanza de volverlo a ver
era más fuerte.
Su corazón latía
con fuerza, su piel estaba escarapelada, sus pensamientos se reproducían a mil
por minuto, poniendo como si se tratase de un montaje con una canción de Cyndi
Lauper mientras todos los momentos que pasó con Bill pasaban por su mente.
Desde que tenía once años… cuando le compró el helado, cuando le mordió, cuando
le llevó al lago, cuando escucharon las canciones, cuando lo besó confundiéndolo
con alguien más, y cuando le dio su beso de despedida. Cuando tenía catorce y
le escribió la nota, sus casi besos, cuando lo agarró la mano, sus besos de
novio, su manera de quitarle el miedo al sexo y todo lo que implicara, su
primera corrida, su primera mamada, su primera vez… cuando conoció a Simone, su
primer cumpleaños junto a él, cuidar a Robbie, encariñarse con ella, cuando se
tatuaron Once y Catorce, y la maldita despedida que tuvo que separarlos.
Todo con Bill.
…
Tom se alistaba
presuroso, viendo la hora para poder ir al parque y cruzarse con Robbie. No
podía dejar de pensar en todo lo sucedido. Esta vez estaba decidido a hablar
con la niñera, y poderse acercar más a Robbie.
…
Se quedó parado en
el portón del parque y escuchó las risillas de Robbie, se giró en su dirección,
no vio a la niñera pero no se acercó, solo fue a una banca y se sentó.
Estaba algo
ansioso, su corazón no paraba de latir, latía tan rápido que sentía que iba a
salírsele del pecho. Veía cómo Robbie jugaba hasta que ella conectó su mirada
con la suya y le sonrió.
Bajó de los juegos
presurosa y se le acercó.
—Hola, Tom.
—Hola, Robbie,
¿cómo has estado? —preguntó Tom, su garganta estaba seca pero no podía borrar
la sonrisa de su rostro, era la misma bebé hermosa que había conocido años
atrás.
—Estoy bien.
—¿Y has venido con
tu niñera? —cuestionó Tom, no viéndola y pensando que estaba con Simone.
—Mi papi hoy quiso
traerme, creo que le gustó la foto que te tomé, porque me preguntó por ti.
—¿Cómo?
—Sí, la foto que te
tomé el otro día.
Tom estaba
buscándolo con la mirada. De pronto vio una sombra a su costado y se paralizó.
Escuchó un “hola, Tom”, de una voz que era muy conocida para él.
Nooooo mr muero era Bill! Y lo has dejado ahí justo en el que va a pasar ahora! Tengo que saber más o moriré de ansiedad y agonía!
ResponderEliminar😰😰😰😰 😱😱😱😱
Sí, era Bill xD He dejado colgados también los oneshots fuera de tiempo.
EliminarYa los leí 🙈 jajaja y me encantaron, pero sigo en el "y que va a pasar ahora" XD
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