domingo, 20 de marzo de 2016

Fanfic: L'amour vrai attend. Capítulo 1: ¿Amigos o algo más?

YA LLEGUÉEEEEEEE.
Las actualizaciones serán los domingos.


Título: L'amour vrai attend
Autora: kasomicu
Rated: +18.
Categoría: Slash.
Advertencia: Twc no relacionado, Lemon, Lime.
Resumen: (De la serie De Once y demás números) Se vuelven a encontrar, ¿el amor seguirá ahí? De ser así, ¿estarán destinados a estar juntos para siempre?
Disclaimer: Las personas reales no me pertenecen, lo demás sí.

Capítulo 1: ¿Amigos o algo más?


Tom empalideció y sintió que el ambiente perdía su sonido, no podía coordinar sus movimientos, quería voltear y verlo, quería mirarlo, quería tocarlo, pero algo dentro suyo lo detenía. Hasta que una pequeña voz lo sacó de sus pensamientos.

—Tom, él es mi papi —dijo Robbie pestañeando y sonriendo—. Bueno, me voy a jugar con Winni.

Se retiró dejando a los dos adultos solos, Bill se situó al lado de Tom, sentándose y posando su mano en su rodilla un tanto inseguro, Tom miró el gesto y sollozó, no pudiendo creerse que lo tenía ahí luego de tanto tiempo, cara a cara, tocando su rodilla por sobre la ropa.

—Tom, ¿estás bien? ¿Estás… llorando? —Bill apretó la rodilla de Tom, sintiéndose terrible por provocar su llanto. ¿Cuánto tiempo su niño habría llorado así por él?

—Bill… ¿en verdad eres tú? —Se sentía frágil, y Bill percibió esa fragilidad, al punto de desesperarse y casi morirse por abrazarlo y consolarlo, a él nunca le gustaba ver a su Once llorar, muchísimo menos cuando él era quien lo provocaba.

Bill sujetó el rostro de Tom con sus manos,  acariciándole, buscándole transmitir tranquilidad, Tom parpadeó consecutivas veces hasta que las lágrimas dejaron de ser un impedimento para su visión, y abrazó a Bill con fuerza, casi quitándole el aire de golpe.

Tom se aferró a Bill como un niño, Bill correspondió al abrazo, acariciándole la espalda, sintiéndolo demasiado afectado en ese instante. Como si estuviera roto.

De pronto Tom lo soltó y se vio tentado a golpearlo, por idiota, pero solo lo empujó, haciéndolo tambalear en su asiento.

—¿Qué te sucede, Tom?

—¿En serio lo preguntas?

—Primero, me abrazas y luego me empujas, me tienes confundido. —Chasqueó la lengua y Tom frunció el ceño.

—Te fuiste, me dejaste, y crees que puedes venir y decirme hola, ¿y ya? No, no soy tan tonto como crees.

—Tom, si te dejé fue por una buena razón. No podía responsabilizarte por un hijo que tuve, no podías cargar todos mis problemas. Tenías derecho a vivir, a ser feliz…

—Claro, según tú fui feliz, ¿verdad? —Su expresión era odio puro, pero el odio apasionado que se siente cuando se amó demasiado.

—Lo fuiste con Luca.

—¿C-cómo sabes de Luca? ¿Y tú qué sabes de felicidad? Si crees que abandonar a quien te ama va a ser feliz a la otra persona. —Bill sintió que Tom le dio un golpe con sus palabras.

—Lo siento, si es lo que quieres escuchar. Pero yo te amo y por eso lo hice, no quería que tuvieras una carga familiar a tan corta edad —explicó Bill.

—¿Crees que cuando te fuiste no tuve problemas?, claro que los tuve, y lo peor es que no tenía quien me apoyara, porque la única persona que lo había hecho, me había dejado —soltó Tom con expresión dolida.

Bill no sabía qué responder, cada palabra de Tom era una daga en su piel. Tom había sufrido en su ausencia, lo suficiente como para perder esa inocencia en sus ojos y la felicidad también…

—Solo traté de no ser egoísta. No quería que pasaras por dificultades —se dio a entender Bill, entrecerrando los ojos por la presión en su pecho.

—Pues lo fuiste, porque solo pensaste en ti y no como me sentiría o lo que pasaría. —Tom se levantó de la banca dispuesto a irse, pero Bill lo detuvo agarrándolo de la muñeca.

—Sabes que tenemos que hablar —dijo Bill, con voz firme. Tom lo miró con fijeza.

—Hoy no es el día.

—¿Cuándo lo será?

—Cuando no tenga ganas de golpearte —se soltó del agarre y se fue.

Tom se alejó, tomó un taxi y se dirigió a la posada.

Cuando al fin se sintió seguro en las cuatro paredes, lloró, lloró como un niño siendo hombre. Lloraba desconsoladamente. No podía creer todas las cosas que le dijo a Bill, su verdadera intención había sido abrazarlo y besarlo con toda la pasión y amor que guardaba en su corazón, sentir esos labios que era los que había buscado en tantas bocas y en tanto tiempo. Pero una parte de Tom había sido la que había actuado, y esa parte era Once.

Se duchó, permitiendo que el agua se llevara sus penas y lágrimas momentáneamente, se durmió sin necesidad de haberse acostado con alguien.


Tom se levantó algo asustado, creyendo que todo había sido un sueño, producto de su imaginación. Se vistió y salió a buscar aire fresco.

Estaba haciendo algo de viento, por lo que, se puso la cazadora que se había puesto el día anterior. Metiendo sus manos a los bolsillos se percató que tenía una tarjeta de presentación, de un maestro de arte, era la tarjeta de Bill.

Se vio tentado a arrugarla y botarla, sin embargo, necesitaba verlo de nuevo. Así que lo llamó, pero fue directo a la casilla de voz.

Hola, soy Bill Kaulitz. Si es urgente, llámame dentro de cinco minutos, si no llego a contestarte, deja el mensaje —escuchó Tom, y colgó.

Esperó y lo volvió a llamar, escuchando la misma casilla y volviendo a colgar.

Caminó hasta la cafetería donde vendían los profiteroles, se sentó y pidió para desayunar.

Mientras se demoraban en atenderlo, sonó su celular, vio el mismo número de la tarjeta y contestó.

Hola, ¿hay alguien ahí? —dijo Bill.

—Hola —saludó Tom con la garganta apretada.

Tom.

—Creo… creo que ya podemos hablar.

¿Dónde estás?

—En una panadería donde hacen profiteroles.

Hay muchas panaderías donde hacen profiteroles, Tom. — Tom se vio tentado a golpearse la frente, pero se aguantó y siguió la charla.

—Se llama Le Paradis Gourmand —mencionó Tom.

Oh, sí conozco. En quince minutos estoy allí —aseguró Bill.

—¿Quieres algo de desayunar? —farfulló Tom algo nervioso.

Pídeme un croissant, y una taza de café —exclamó Bill.

—Ok.


Bill llegó algo apurado al encuentro, teniendo miedo que Tom se echase para atrás y se fuera. Pero grata fue su sorpresa cuando entró a la panadería y lo vio sentado en una mesa con su orden, y tomando un chocolate caliente.

—Tom —dijo a modo de saludo, Bill, sentándose frente al moreno.

—Ahí está tu orden —soltó Tom con sequedad, Bill chasqueó la lengua y se relamió los labios, viendo en sus ojos esa expresión que ponía cuando hacía berrinche años atrás.

—¿Vamos a hablar o vas a seguir haciendo tus berrinches? —cuestionó Bill mientras se miraba las uñas.

Tom lo miró ofendido. —Soy un adulto, no hago berrinches.

—Lo dice quien tiene un bigote de chocolate y no responde al saludo —mencionó Bill, Tom se lamió sobre el labio quitándose el bigote y se rió, ya rindiéndose.

—¿Cómo has estado?

—Bien, terminé de estudiar y como mis calificaciones eran altas la universidad me consiguió un trabajo. Este año será mi primera clase —explicó Bill.

—Pero ya tienes tarjeta.

—Fue para mis prácticas.

—Ahora entiendo. Vi que Robbie está grande, ¿qué edad tiene?

—Va para los cinco años. Está creciendo muy rápido, pensar que hace poco le cambiaba los pañales, y ahora tengo que correr tras de ella ya que es mi pequeño tesoro —comentó Bill, con orgullo y sonriendo.

—Sí, la vi muy feliz contigo. Se ve que eres buen padre —halagó Tom.

—¿Y tú, cómo has estado?

—Estoy actualmente en un intercambio por seis meses aquí debido a mis altas notas, depende de esto si me quedo acá a terminar mi carrera o regreso a Alemania —contó Tom.

—¿Y Luca?

Tom rió, percibiendo los celos en su voz. —¿Cómo es que sabes de Luca? —Se cruzó de brazos y arqueó una ceja—. ¿Andreas?

Bill negó. —Los vi.

—Eso no me dice cómo sabes su nombre.

Bill se rascó la nuca, nervioso. —Georg me llamó cuando te pusiste mal. Ya que Andreas soltó un secreto que no supo guardar. Me explicó todo lo que había sucedido.

—¿Celoso?

—No tengo por qué estarlo, si es que terminaron esa noche, ¿verdad o me equivoco?

—No terminamos esa noche.

Bill lo miró con fijeza, tratando de dilucidar alguna mentira.

—¿Está acá contigo? —Y miró a los costados como si fuera a aparecer de la nada.

—No alcanzó las notas que yo tuve, así que se quedó en Alemania. Aún hablamos —narró Tom.

—Ah, siguen juntos a distancia —completó con tristeza y celos notorios.

—Tenemos una relación moderna.

—¿Relación?

—Sí, de amigos. —Tom sonrió de medio lado.

Bill se vio tentado a bufar, pero se resistió.

—¿Entonces puedes salir en la noche?

—No creo, tengo una hora límite de llegada.

—¿Cuál?, ¿a qué hora tiene que llegar el nene a tomar su leche?

Tom rodó los ojos.

—A la una de la madrugada.

—Pff, a esa hora recién comienza la diversión —fastidió Bill.

—Supongo que puedo dormir en el parque.

—Bueno, yo tengo un cuarto, no es tan cómodo como el parque, pero suple su función —bromeó Bill.

—¿Dónde iremos?

—Conocerás Toulouse de verdad.

—Sorpréndeme —coqueteó Tom.

Bill le guiñó un ojo.


Tom se estaba alistando, poniéndose colonia en las zonas correctas, y echándose crema corporal. Algo dentro de sí le decía que esa noche recuperaría a Bill.

Su celular sonó, y él contestó.

—Te espero en el parque, no llegues tarde.

—Sabes que siempre soy puntual.

—No sé si eso también has cambiado.

—Está bien, ahí te veo.


Tom llegó y vio a Bill, sentado en una banca. En su mente Tom cuestionaba: “¿Cómo es que llegó tan temprano, si vine quince minutos antes?”.

—Señor, ¿me indica la hora? —alardeó su francés. Bill se giró y le sonrió.

—¿Ves que no eres el único que puede llegar temprano? —Tom rió.

—La primera vez que llegas temprano en tu vida y lo presumes —bromeó.

—Hey, cuando salíamos en Alemania siempre era puntual.

—Relájate, era una broma. Por cierto, tengo hambre.

—¿Quieres comer caracoles o pastas? —preguntó Bill, Tom puso expresión de espanto y asco.

—Pastas, mil veces pastas.

Caminaron, pero esta vez no hubieron manos entrelazadas, solo dos amigos andando muy juntos, y con un pasado que los unía.


Terminaron de comer, Tom estaba con una de sus necesidades suplidas, las demás estaban por verse.

—¿Y ahora?

—¿Discoteca o bar? —preguntó Bill.

—Bar, sabes que no soy bueno bailando.

—Pero puede haber…

—Nah, hay cosas que nunca cambian. —Ambos sonrieron.


Entraron al bar y Bill saludó a un amigo que se encontró, presentando a Tom como otro amigo, hecho que hincó a Tom en su orgullo y miró a Bill con desaprobación cuando el tercero se hubo ido.

—¿Amigo?

—Es un compañero de universidad. ¿Celoso?

—Olvídalo —sentenció Tom.

Pidieron unos tragos.

—¿Ya tienes la edad suficiente para tomar?

—Ja-já, qué gracioso, como si no supieras que edad tengo.

—¿Diecisiete? ¿Dieciocho?

—¿Y tú treinta?

—Ouch —rió Bill.


—¿En qué universidad vas a trabajar?

—Paul Sabatier —informó Bill.

Tom se sorprendió. —¿Hasta en la universidad tengo que verte?

Bill lo miró y arqueó una ceja. —¿Carrera?

—Ciencias de la comunicación.

—Ni tanto, yo enseño Arte.

—En algún momento tendremos que encontrarnos.

—¿Esta vez seré yo quien cruce la verja?

—¿Cómo amigo?

Bill lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Cómo?

—Se está haciendo de noche, ¿dónde más iremos? —masculló Tom, dando el tema por terminado.

2 comentarios:

  1. Noooo que felicidad! Por fin hablan, la verdad envidio su madurez, de tratar de verse, de detener el primer contacto antes de golpearse entre ellos, ya quiero saber más! Será una larga semana 😣

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    1. El domingo vendrá el otro capi >w< gracias por tu comentario :3

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