miércoles, 2 de marzo de 2016

Fanfic: Once versus Tom. Capítulo 4: Dolor por kasomicu


Capítulo 4: Dolor


Tom estaba sentado junto a Luca, prestando atención a lo que decía el profesor. De pronto se oyeron las palabras claves que hicieron que Luca se girara en dirección a Tom: trabajo grupal.

—¿Quieres que hagamos el trabajo juntos?

—Sí, ¿te parece si vamos a tu casa? —Tom iba a preguntar por qué no a la suya, pero prefirió callarse. No le competía.

—Está bien, podría ser hoy, si es que no tienes cosas que hacer —mencionó Tom, y Luca negó.

—No, normal. Hoy está genial.


En todo el camino estuvieron hablando de temas banales. Tom en realidad no quería hablar, pero respondía a todo lo que le decía sin implicar cosas íntimas.

Cuando estaban en casa de Tom; Andreas estaba en el vecindario, hablando con uno de sus vecinos. Tom intentó evadirlo, pero Andreas estaba a mitad de la pista dirigiéndose hacia él. Suspiró y cerró los ojos, preparando su mejor sonrisa fingida, desde que se habían acostado, Andreas se había tornado posesivo, como si fueran pareja.

Veía venir una escena de celos o comentarios malintencionados por traer a Luca consigo.

—Hey, Tom. Te veo bien acompañado. ¿Me lo presentas? —Tom rodó los ojos y bufó.

—Luca, él es Andreas, Andreas, él es Luca. —Luca confundiendo la situación, y un tanto desilusionado, miró a Andreas y extendió la mano.

—Hola, Andreas, soy compañero de clases de Tom. Un gusto. —Tom puso una expresión seria y agarró a Luca por los hombros antes de que Andreas rechazara el gesto.

—Bueno, tenemos que hacer un trabajo. Luego hablamos, Andreas. —El rubio asintió con una sonrisa socarrona. Tom le mostró el dedo medio cuando Luca se giró.

Andreas le hizo alusión a una mamada con un movimiento de su lengua en su mejilla interna y Tom entró a su casa, negando con la cabeza.


Anémona se cruzó de brazos frente a la presencia del moreno con infinidad de tatuajes. Parecía un pandillero, por más cara de mosca muerta que tuviera, no le convenía a su hijo.

—Mamá, ahora bajo, no pienses mal. Tengo que hacer un trabajo con él, es un compañero de la universidad —dijo Tom para apaciguarla.

—Uhmn —refunfuñó Anémona.

—Hola, señora —saludó Luca.

—Ve subiendo. Yo ahora te doy alcance.

—¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Andreas sabe de esto? —Tom boqueó confundido y frunció el ceño.

—¿Andreas qué tiene que ver? Se llama Luca.

—Andreas, tu mejor amigo que ahora es tu novio. Pues eso —comentó Anémona muy segura de sí misma.

A Tom se le escapó la carcajada.

—No somos nada, má. —La dejó elucubrando lo peor.


Tom estaba digitando el trabajo, lo que habían avanzado en la universidad mientras que Luca jugaba con sus pulgares.

—Andreas es tu novio, ¿verdad? —Tom rió.

—Es parte de mi privacidad, prefiero no hablar del tema —soltó sin quitar su vista de la computadora.

Luca asintió.


Luca estaba camino a su casa, cuando Tom fue a casa de Andreas. Tom frunció el ceño, Andreas se rió frente a eso.

—¿Qué?

—Eso mismo, Andi. ¿Qué? El hecho de que me haya acostado contigo, no te da derecho a comportarte como si fuera tu propiedad, o como si fuéramos pareja. No lo somos. Así que para con esto.

—Entonces deja de ver como objetos a las personas, que somos eso, personas, que también sentimos y atravesamos por dificultades. ¿O quieres ser el Bill de Dresden? ¿En serio eso quieres? —cuestionó Andreas, Tom apretó más su entrecejo, formó un puño y se lo lanzó a Andreas.

Le cayó en la mejilla, y Andreas se limpió la sangre que salió de su boca, escupió al piso y respondió al golpe. Luego Tom quiso seguir golpeándolo en el pecho ahora, pero Andreas lo sujetó contra sí deteniendo sus movimientos.

Tom se puso a llorar, porque sabía que era verdad todo lo que le decía Andreas.

—Joder, joder, joder —masculló Tom entre sollozos.

—Seamos solo amigos, ¿ok? Te apoyaré en lo que quieras, pero trata de cambiar eso. —La presa en la que lo tenía se convirtió en un abrazo fuerte que Tom recibió entre quejas.


—Lo extraño tanto —susurró Tom contra el hombro de Andreas, el cual asintió y acarició su espalda.

 

—Lo sé, Tomi. Pero verás que el tiempo te ayudará.
Tom quería que ese abrazo fuese de Bill, y que fuese uno del cual no se soltaría nunca. Quiso de verdad que esos brazos fueran los de Bill, el Bill que tanto amaba.


Al día siguiente, Tom estaba de nuevo junto a Luca en el almuerzo y este, por primera vez, no hablaba. Al parecer le había afectado el conocer a Andreas. Recordó lo que le había dicho su rubio amigo y se decidió a conversarle.

—Hey, Luca. Sobre lo de ayer, quisiera pedirte una disculpa en nombre de mi amigo Andreas.

—Oh, no te preocupes.

—No, sí me preocupo porque no te trató bien y yo fui algo cortante —explicó Tom. Luca ofreció una sonrisa.

—Gracias, eso es lindo de tu parte.

—Bueno, Andreas no es mi novio, nunca lo ha sido. Solo que es estúpido a veces —contó Tom, con una media sonrisa amable que buscaba dispensarse por el comportamiento de Andreas.

—Ok, pero fuera de eso, se le veía una buena persona —acotó Luca.

—Lo es. Solo que se pone insoportable a veces. Aunque ha estado junto a mí en mis peores momentos. Cambiando de tema, ¿por qué no quisiste que fuéramos a tu casa? ¿Tienes un cadáver en tu clóset? —rió Tom, Luca rodó los ojos.

—No. Lo que pasa es que mis padres han vuelto de su viaje de negocios y la casa está patas arriba, así que no quería que vieras el desastre —confesó Luca, un tanto sonrojado.

—¿A dónde viajaron? —preguntó Tom para seguir charlando.

—Australia, tienen unas empresas allá —narró Luca.

—¿De qué?

—Es una constructora de represas. No sé mucho de ello, ya que no me interesa seguir los pasos de mis padres. Casi nunca han tenido tiempo para mí y no quisiera eso para mis hijos —comentó Luca, y Tom casi se atora con sus patatas fritas.

—¿Tienes hijos? —cuestionó exaltado.

Luca rió. —No… me refería a un futuro —aclaró, Tom sonrió.

—Entonces no eres muy apegado a tus padres.

—No. Me criaron las nanas. —Tom asintió, Luca se metió un trozo de apio a la boca y le sonrió achinando los ojos.

Tom correspondió al gesto.

—¿Tu madre tiene un mal concepto de mí, verdad? —cuestionó Luca.

—Eh, no, sino que le recuerdas a mi ex, y bueno, ella no se llevaba tan bien con él —narró Tom. Luca arqueó una ceja.

—Oh. ¿Cómo era tu ex?

—Prefiero no hablar de ello —cortó Tom, mirando a otro lado.


Evitaba a Ronald. No quería acostarse con él, al menos no ahora. Estaba tratando de regenerarse, aunque eso le costara terrores nocturnos y pesadillas vívidas, dolores de cabeza y llanto con su nombre grabado en él.

Bill. Bill. Bill. Tenía miedo de un día dormir y no despertarse más, quedarse en ese universo donde Bill ya no lo amaba más.

Tenía pavor y seguía en negación, donde Bill lo amaba y nunca lo dejaría.

En su mundo perfecto, Bill venía hacia él, lo abrazaba y besaba con fuerza, se perdían en los confines del contrario y no había forma de separarlos.

Serían una familia con Robbie. Tendrían quizá un par más de hijos. Vivirían en Leipzig. Habrían problemas, sí, pero en todas las familias los hay.
Bill nunca lo dejaría, por qué no tendría por qué hacerlo, por qué tendría todo con él. Por qué nadie más le haría sentir así.

Escuchaba la canción de The Cure, esa que Robert Smith le dedicó a su prometida… la que Bill había mencionado, y la que tiempo después Tom buscó la letra y lloró en silencio porque solo hacía que recordase a Bill.

Quería tener a Bill, estrecharlo entre sus brazos, tomarlo de la mano, pasear los tres en el bosque, en el lago, que lo dibujara, que lamiera cada trazo de su vientre que tenía escrito “Once”, y él hacer lo mismo con el “Catorce” de su brazo.

Al lado de Bill, él podría conseguir todo. Sin él…

Sin él estaba perdido.


Era fin de semana, Tom nadaba en la piscina y por suerte no había gente. El frío era terrible, pero Tom encontraba placentero el estar en el agua, sin importarle el clima.

Actualmente Tom estaba leyendo libros de Stephen King, y releyendo a Thomas Harris. Sin poderlo evitar, pensaba en Bill cuando Thomas Harris narraba la historia de Hannibal Lecter, no porque Bill fuese un sociópata, ni nada parecido, sino que a Bill le encantaba ese personaje.

“El mundo es más interesante contigo en él, Once”, y Tom sabía que esa frase no era suya. Se enjugó los ojos, una vez que estuvo en el cambiador. Quería olvidarlo. 

Necesitaba hacerlo.

A la semana siguiente, Tom no pudo evitar más a Ronald, este lo arrinconó básicamente contra el lavabo en el baño, luego de trabar la puerta. Tom miró al suelo no dispuesto a sostenerle la mirada.

—Lo siento, en verdad —masculló Tom, Ronald frunció el ceño y lo sujetó por la quijada, obligándolo a verlo, no con fuerza, pero sí con firmeza.

—¿A qué te refieres? ¿No estaba bien como estábamos? Te llené el whatsapp de mensajes, también tu buzón de voz. No respondiste. ¿Qué sucede? ¿Por qué me evitas?—preguntó Ronald con decepción en los ojos.

—Estoy tratando de no volver a lo mismo —dijo Tom mientras se liberaba del agarre y se ponía a un costado.

—¿A qué? ¿A acostarte conmigo?

—Yo… —miró a Ronald con esa expresión herida. Se sintió culpable—. ¿Quieres ser mi novio?

—¿Qué? —Ronald no pudo aguantarse la sonrisa—. Pero, ¿por qué tan repentino? Bueno, no sé, o sea sí sé, me encantas, solo que bueno, lo nuestro no sería muy público debido a que pueden reconocerme. Sin embargo, si aceptas las condiciones, todo marchará bien.

—Sí.

—No me llama la atención, la verdad —musitó Tom, mientras con un gesto negaba a que le dieran un cigarrillo para fumar.

—Vamos, solo un poco. Ya vas a cumplir dieciocho años, no debes comportarte como niño —dijo Ronald mientras sorbía un poco del cigarro.

Tom frunció el ceño. No era ningún niño y odiaba que se refieran a él de esa manera.

—Dame ese cigarrillo —ordenó Tom. Ronald le guiñó un ojo.

—Me gusta tu actitud de mandón —comentó Ronald. Tom rodó los ojos, con un punzón en el pecho porque le recordaba a Bill lo que había dicho.

—¿Me lo darás o tendré que quitártelo? —Ronald sorbió otro poco y torció el rostro para besarlo, Tom pensó en morderle los labios con saña, por lo que lo besó y sintió cómo el humo le invadía la boca y luego se iba por el hueco equivocado, haciendo que se atorase.

—¿En serio es la primera vez que fumas? —cuestionó Ronald entre risillas que se le hacían molestas a Tom.

—Sí, ¿te jode?

—No. Luego te enseñaré. ¿Vemos la película o al menos fingimos hacerlo mientras tenemos sexo? —Tom asintió con una media sonrisa.


—¿Qué pasa?

—Nada, que Oskar se comunicó conmigo para que escribiera unas letras para el próximo álbum, el problema es que él sabe que a mí no se me da el componer. Es un tarado —contó Andreas.

Ya había pasado un mes con Ronald, y si bien era meloso, podía tolerarlo, aunque no sintiese nada fuerte por él, trataba de estar en una relación seria.

—Ya, dale, pídemelo —bramó Tom, rodando los ojos.

—¿Qué?

—Es que hace poco te comenté que tenía poemas escritos. ¿Quieres que componga las 
canciones, verdad? —Andreas soltó una carcajada de haber sido descubierto.

—Sí, es la verdad.

—Ya, lo intentaré. Aunque nunca he compuesto una canción.

—Solo dame la letra, me encargaré de la música. Te pagaré, eh. Nada de a gratis, sin contar los créditos —mencionó Andreas. Tom asintió.

—Está bien. Dame unas semanas.


“…Amo cómo me lastimas…”, Tom estaba escribiendo en la computadora lo que era su bosquejo de la canción que le iba a dar a Andreas.

“…Devuélveme mi corazón que tu cuerpo rechazó…”, no era su historia, en partes quizá sí, pero en lo demás no. Pero ciertas frases le dolían conforme las escribía.

“…Enfermo y cansado de necesitar tu afecto…”.

“Todo el dolor que compartimos. Toda la gloria que tuvimos…”

Eran frases sueltas, frases tan jodidamente acertadas. Se preguntaría qué estaría haciendo Bill ahora, seguro estando con otras personas como si nunca lo hubiera amado.

Quizá nunca lo hizo.

“Estoy invadido por ti…”

Y un grito de fondo… “regresa a casa”. Regresa a lo que solíamos llamar hogar, regresa a casa, regresa conmigo, nunca me dejes.

Le dolía, Bill le dolía con intensidad.

“Aleja tus ojos, no hay nada más que curar”.

“Y corro, corro, corro”, y Tom recordaba cuando corría para huir de sus pensamientos, sus confusiones, las peleas de sus padres, los besos de Bill…

“Este amor está hecho para sangrar”.


2 comentarios:

  1. Es muy triste, tanto que ya las galletas de animalitos se acabaron tratando de cortarme las venas jajajaja bueno la verdad es que si duele cualquier cosa que hace que pienses en quien ya no esta...

    Saludos.

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    1. @Lily, jajajajaja sí, es verdad, duele mucho :( Saludos :)

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