Capítulo 2: Elecciones y cambios
Fueron al parque, por una entrada que Tom no
conocía.
—¿Me vas a secuestrar o qué?
—Desde este punto se puede ver el cielo con las
estrellas —comentó Bill, restándole importancia a su broma. Y sentándose sobre
el pasto, palmeando a su costado para que Tom se sentara—. Tom, no quiero que
te hagas el fuerte junto a mí con tus bromas —farfulló, Tom se sentó y lo miró
con fijeza.
—¿Cómo quieres que esté? —preguntó Tom, mordiéndose
el labio inferior con nerviosismo.
—Discúlpame por todo, de verdad, de corazón.
—Cuatro años, Bill, cuatro años y, ¿piensas que con
una noche se soluciona todo? No voy a ser fácil, Bill. No esta vez. Ya no soy
ni Once ni Catorce.
Bill se sentía abrumado, boqueó en búsqueda de decir
algo que pudiera recompensar a Tom por todo, sin embargo, no tenía nada.
—No te pido que seas Once o Catorce. Solo pido que
seas tú —murmuró Bill, viéndole con ojos brillosos—. Yo te amo, Tom, amo quién
eres y quién soy cuando estoy contigo.
—He cambiado, Bill. He pasado por muchas cosas,
algunas quizá no te gustaría saber…
—No me importa tu pasado, no me importa lo que hayas
atravesado, solo me interesa saber que estás conmigo y que esta vez, aunque me
lo pidas, no me iré de tu lado.
—Me acosté con Andreas —mencionó en un susurro, pero
Bill lo alcanzó a escuchar y lo miró como si tuviera un tercer ojo.
—¿Qué?
—Sí. Yo… no sé, estaba tan mal y buscaba en otros
cuerpos el poder conciliar el sueño sin tener pesadillas, que te incluían,
dejándome —explicó Tom.
—Ya no, Tom. Ya no cometeré la misma idiotez —dijo
Bill con firmeza.
—¿Y quién me lo asegura, Bill? Prometiste muchas
cosas antes, y todas las promesas las rompiste. ¿Cómo quieres que te crea esta
vez? —cuestionó Tom con expresión dolida.
—Déjame recompensarte por todo, y hacerte una
promesa día con día, para que esta no tenga un futuro incierto. —Bill sujetó la
mano a Tom, entrelazando sus dedos, acariciándole con delicadeza. Tom miró su
mano entrelazada y sin querer se fijó en la hora.
—Joder, la posada.
—Te dije que tenía un cuarto, ¿o era en serio lo del
parque? —Tom rió con nerviosismo.
—¿Vamos?
—Vamos —reafirmó Bill, sonriente.
…
Llegaron a casa de Bill, tenía un patio enorme donde
había un gran árbol que tenía un neumático amarrado como columpio, y una casa
del árbol a medio hacer. La casa era de dos pisos, se imaginaba que debía estar
ganando bien porque la residencia era bonita.
—Uhmn, Tom, antes que entremos debo pedirte que por
favor no hagas ruido porque Robbie está durmiendo.
Tom asintió.
…
La casa era espaciosa, aún no tenía todos los
muebles pero se veía acogedora, con un toque femenino que seguro Simone le
había puesto.
Bill caminó hacia el fondo para entrar a un cuarto,
que imaginaba era el cuarto principal, el de Bill, Tom tragó saliva. Dentro
estaba desordenado, típico de Bill, con una computadora y millones de dibujos
regados por doquier, junto con papeles. Ropa de Bill en todos lados, un espejo
de cuerpo completo y maquillaje.
—Lo siento por el desastre —susurró Bill en el oído
de Tom, haciendo que su piel se escarapelara con su aliento rozar contra su
oreja.
—No importa. Siempre has sido así.
Bill hizo espacio en la cama y la tendió a su
manera… es decir mal. Tom soltó una risilla silenciosa pero se echó en el
colchón. Bill se acomodó a su costado y se quedaron viéndose en un silencio que
no era incómodo, hasta que el sueño los cogió con las manos agarradas.
…
Aún de madrugada, se escuchó como tocaban la puerta
del cuarto de Bill, haciendo que el rubio se despertase y fuera a ver.
—Papi, ¿puedo dormir contigo? Es que tuve una
pesadilla —preguntó Robbie, sobándose un ojo. Bill pasó su mano por su cabello,
mirando de reojo a Tom dormir con tranquilidad en su cama, volvió la vista a su
hija—. ¿Y puedo traer a Peluso conmigo?
—Sí, ve por él, mientras yo hago que un amigo que no
tenía dónde dormir vaya al mueble.
—Oki —dijo Robbie, corriendo en dirección a su
habitación.
Bill se echó y acarició a Tom en la mejilla, para
luego besarle la nariz. Tom arrugó su nariz y parpadeó acostumbrando sus ojos
al ambiente.
—Bill —dijo con una sonrisa.
—Sé que estabas durmiendo placenteramente, pero
Robbie ha tenido un mal sueño y quiere dormir conmigo, ¿puedes ir al sillón de
la sala? —pidió mordiéndose el labio.
Tom lo sujetó por la camiseta y le robó
un beso sin profundizar.
—Pero que conste que me prometiste dormir en un
cuarto.
Bill sonrió y le dio una almohada con una colcha.
…
Bill se despertó y notó que su cama estaba sin
Robbie, frunció el ceño extrañado y salió de su habitación, escuchando una
risita que venía de la sala.
Encontró a Robbie sentada junto a Tom en el sillón.
Se puso las manos en la cintura y miró con fingida
desaprobación a su pequeña.
—Robbie Kaulitz, ¿has despertado a mi invitado?
—Es que quería hacerle preguntas, papi —se justificó
Robbie.
Simone salió bostezando de su cuarto. —Y no fue al
único que despertó —dijo la pelirroja.
—Buenos días, Simone —saludó Tom sonriente.
—Buenos… espera, ¿no me crucé contigo en la
panadería?
—Él es Tom, mamá, ¿lo recuerdas?
—Oh, Tom. El pequeño Tom, vaya que sí creciste
—comentó Simone—, entonces, ¿sí me crucé contigo, verdad?
—Sí —admitió Tom, Bill lo miró interrogante pero no
dijo nada.
La puerta se abrió, dando paso a que entrara Raziel
con el pan bajo el brazo, miró la escena y vio extrañada a Tom.
—¿Ves Raziel? Tom no era un desconocido, era amigo
de papá —dijo Robbie.
Bill sonrió mirando a su hija. —Robbie, primero se
saluda —regañó con cariño.
Robbie se acercó a Raziel y le dio un beso en la
mejilla.
—Buenos días, señor y señora —saludó Raziel—, y
buenas, joven Tom.
—Raziel, Tom es un viejo amigo que ha venido a
Francia a estudiar. —Raziel asintió.
Tom no dijo nada porque Robbie estaba presente y se
imaginaba que tenía que hablar con ella antes de llamarlo algo más que amigo.
…
Tom aprovechó cuando Bill se metió a su cuarto, para
acompañarlo y hablar con él.
—Hey, me voy a cambiar —dijo Bill, como si sintiera
vergüenza, Tom rodó los ojos.
—Ay, por favor, como si fuera la primera vez que te
veo en paños menores —restó importancia Tom, Bill sonrió y se desvistió, y
aunque no fuese la primera vez que lo veía desnudo, Tom seguía sintiendo lo
mismo que la primera vez, excitación y calor en el pecho. Un tirón en su
entrepierna también, pero no lo mencionaría. Tosió y miró a otro lado.
Bill se percató del nerviosismo de Tom y bajó la
vista, notando, gracias a los pantalones de su talla de Tom, que estaba muy
feliz de verlo.
—¿Necesitas un baño, quizá? —molestó Bill,
terminando de cambiarse, Tom enrojeció y no dijo nada.
—Venía a decirte que quiero que me acompañes a hacer
unas compras de libros para mis clases —murmuró luego de un momento. Bill
asintió.
—Claro, pero tendré que ir con Robbie porque es
domingo y paso tiempo con ella esos días —explicó Bill.
—No me molesta la idea de estar los tres juntos,
como antes —acotó Tom, el corazón de Bill se enterneció.
…
Entraron a la librería, Tom buscó unos libros de su
carrera, y luego buscó algunos para distraerse ya que no había empacado
ninguno. Mientras que Bill era jalado por Robbie hacia la sección de niños,
pidiendo libros de dinosaurios y de ponis.
—Robbie, no, esos libros los tienes en casa —negó
Bill.
—Pero esta versión no —contratacó Robbie poniendo
puchero.
Tom la cargó y señaló los dos libros.
—¿Cuál de los dos quieres?
Robbie sonrió y señaló ambos.
—Escoge solo uno.
—La estás malcriando —se quejó Bill.
—Los libros nunca son un desperdicio —refutó Tom.
Robbie cogió el de dinosaurios.
Fueron a pagar y la cajera le coqueteó a Tom, el
cual reía frente a sus indirectas. Bill agarró las bolsas y soltó un: —Vamos,
cariño. —Que consiguió que la chica se quedara con los ojos cuadrados. Robbie
simplemente miraba la escena un tanto confundida, porque su papi solo le decía cariño a ella.
…
Ya estaba anocheciendo y Robbie quería comer algodón
de azúcar, pero Bill no quería dárselo porque se iba a poner hiperactiva, y ya
casi era la hora de dormir.
Tom la cargó y comenzó a mecerla mientras le cantaba
como cuando era bebé.
—Duérmete, mi niña, duérmete, mi amor, duerme
pedacito de mi corazón… —cantaba Tom arrullándola, Bill sentía que le
aplastaban el corazón con esa escena.
Pronto Robbie comenzó a cerrar sus ojitos y conciliar
el sueño en brazos de Tom. Bill abrió sus brazos para recibir a su nena, y Tom
se la dio con sumo cuidado.
—Aún recuerdas como arrullar a una bebé —susurró
Bill.
—Tengo dos en casa —comentó Tom sonriente.
—¿Qué?
—Mi mamá y mi padre regresaron y bueno, el resto es
historia. Se llaman Alina y Arabelle.
—Como Bell.
—Bell… falleció —soltó con un nudo en la garganta.
—Lo siento mucho, yo le tenía estima. Hubiese
querido estar contigo cuando pasó.
—No te preocupes —dijo Tom, tomando la mano de Bill
y acariciándole.
Compartieron una mirada y se ofrecieron una dulce sonrisa.
…
—Tengo que irme, Bill. Sino se preocuparán en la
posada donde estoy —explicó Tom, Bill soltó un suspiro y asintió.
—¿Nos veremos mañana?
—Sí, no lo dudes, hazme un espacio en tu día para
vernos —pidió Tom y entrelazó sus manos en la nuca de Bill, acortando la
distancia y girando el rostro, relamiéndose los labios, tentándolo. Bill saltó
los escasos centímetros que los dividían y lo besó, en esta ocasión con pasión,
no un simple roce de labios, sino labios, dientes y lengua.
Acariciando con su
lengua su paladar, jugando con la contraria, mordisqueándole los
labios llenos,
dejándolos rojizos por el beso reciente, y luego succionándolos con fruición.
Cuánto amaba esa boca, esos labios, al dueño de todo.
—Sabes que lo haré.
…
Tom sujetó su móvil y marcó al número de Bill.
—¿Tom? —preguntó
una vocecilla diminuta y chillona, Tom rió.
—Hola, bebé. ¿Está tu papá por ahí?
—Sí, él me
dijo que eras tú y por eso quise contestar —dijo Robbie con una inmensa
sonrisa.
—¿Me pasas con él?
—Hola, Tom
—saludó Bill.
—¿Estás en altavoz?
—No, ya no.
—Ok, es que quería decirte cómo estaba vestido.
—Bill chasqueó la lengua y Tom se rió—. Nah, la verdad es que quería saber si
estabas disponible en la tarde.
—Para ti
siempre.
—Bueno, ¿me acompañas?
—¿A dónde?
—Es una sorpresa —soltó con ligereza Tom.
—¿Sorpresa?
Apenas y conoces Toulouse. —Tom rodó los ojos y bufó.
—¿Me vas a acompañar o no?
—Ok, ok, dime
la hora y el lugar.
…
Tom encontró a Bill solo, y arqueó una ceja.
—¿Y Robbie?
—Se fue con mi mamá a hacer unas compras —respondió
Bill—. Este parque se está volviendo nuestro punto de encuentro —bromeó.
—Sí, y ahora, vámonos —dijo Tom, sujetándolo por la
mano.
Bill vio el gesto con el corazón apretado, le
emocionaba en demasía que Tom lo tomase de la mano, y lo seguiría hasta el fin
del mundo si lo tenía así.
…
—¿Qué hacemos en una peluquería? ¿Te has confundido?
—cuestionó Bill, viéndolo extrañado, Tom negó con una sonrisa pícara.
—He venido a cambiarme de look.
—¿De nuevo las rastas? Di que sí, te veías tan sexi
con ellas…
—No, aún mejor. —Bill arqueó una ceja—. Espérame
aquí y vuelvo, qué sé yo, hazte una manicure.
Bill le enseñó el dedo medio.
—Oh, veo que aún las tienes bonitas.
Ambos rieron y Tom se perdió dentro de la
peluquería.
…
Bill se fue a comprar un frappé, y casi se le cae
cuando vio a Tom de brazos cruzados afuera de la peluquería, moviendo un pie
con insistencia en el piso, y una coleta. Con el cabello suelto en su
totalidad, no más rastas, no más trenzas, solo Tom al natural, exceptuando el
color de su cabello, que naturalmente era castaño claro y ahora estaba negro.
Se le veía jodidamente sexi.
—Wow, ¿y ese
cambio? —cuestionó Bill, comiéndoselo con los ojos, a Tom le gustaba esa
reacción.
Había hecho el cambio debido a que cuando se quitó
las rastas y probó con las trenzas y cabello negro lo había hecho a modo de
rebelión contra Bill, contra Once, y ahora… simplemente quería ser Tom.
—Estoy antojadizo hoy —exclamó Tom, con una sonrisa
imborrable en el rostro.
Bill casi se atora al succionar de la pajilla su
frappé.
—No me digas que… —vio el vientre cubierto de Tom y
le miró a los ojos—, estás embarazado.
Tom le tiró un puñete en el hombro y se rieron.
—¿Qué clase embarazo sería? Si no me acuesto sin
protección desde que estoy contigo.
—Embarazo de elefante —bromeó Bill.
—¿Es en serio?
—Ok, no tienes la contextura de uno, y tú luces
mucho mejor —intentó arreglar lo dicho. Tom bufó y lo llamó con un dedo
seductor—. ¿Qué cosa?
—Eres un idiota —le dijo, sujetándolo por la
camiseta—. Y me encanta que lo seas.
Bill lo agarró por la cintura y lo besó, sintiéndose
el ser más afortunado del planeta, sin importar todas las adversidades que
había pasado, sin importar del todo el pasado, sin importar los errores, las
idioteces… se amaban y eso era difícil de borrar, sino pregúntenselo a Tom que
había intentado de todo para olvidar a Bill y no podía, lo tenía bajo la piel,
en sus huesos, apoderándose de su ser.
Están juntos de nuevos, ni siquiera se si estoy feliz o sorprendida de eso, espero leer más para saber.
ResponderEliminarNos vemos en el siguiente capítulo.