jueves, 12 de enero de 2012

Oneshot: Primera Navidad

Resumen: Desde que Emma nació, Bill no había podido pasar una navidad junto a Tom y ella. ¿Las cosas seguirían igual o... Bill pondrá de su parte para pasar la primera navidad en compañía de su hija y su gemelo?
Advertencias: Incesto, mpreg.
Género: Romántico

*N/A: Con lo que participé en el concurso navideño :D, es la segunda parte de: http://kasomicu.blogspot.com/2012/01/oneshot-nueva-vida.html

Capítulo único


Tom miró con fijeza a ese par de orbes iguales a los suyos, no iría a girar el rostro, si lo hacía perdía, y si esto sucedía el plato con macarrones y queso no sería tocado más que para ser llevado al lavadero. Un Kaulitz ganaría y otro perdería aquella contienda, y Tom no estaba dispuesto a perder. Un abrir y cerrar de ojos y Tom vitoreó mientras su hija refunfuñaba por haber perdido el ‘juego de parpadear’.

—Ahora sí, Emma. Abre la boca grande porque como buena perdedora tienes que cumplir tu palabra, anda, abre la boquita —exigió Tom al tomar la cuchara de nuevo dirigiéndola a los labios de la pequeña.
—No —negó Emma, haciendo un leve puchero y cruzándose de brazos al instante.
—Señorita, no me comience a hacer berrinche, eh, vas a comerte eso porque tienes que hacerlo. Soy tu padre y esto es por tu bien, si quieres crecer y ser grande como nosotros…
—Tendrías problemas al buscar novio, así que crece pero no demasiado como en nuestro caso —mencionó 
Bill al irrumpir en la habitación, haciendo que Tom le mirase inquisitivamente—. ¿Qué? ¡Es cierto! —acortó la distancia entre ellos y le dio un beso en la frente a su hija.
—Se supone que debes ayudarme con esto, genio. No quiere terminarse el almuerzo, a ver si tú consigues algo en vez de ir arruinándome los sermones —dijo Tom para después dejarle la cuchara en la mano.


Bill lo observó aturdido y luego dirigió la mirada hacia su hija. Tom se apoyó contra el lavadero, expectante.

—Cariño, debes comer, esto está riquísimo, mira como lo come papi —se metió la cuchara en la boca y degustó la comida, escupiéndola al instante—. ¡Qué carajos! No, tienes razón, Emma, no debemos comer esto. Llamaré para que traigan unas pizzas —avisó Bill con el teléfono contra su oreja. Tom le empujó y luego quitó el aparato.
—Nada de pizzas, ya cociné esos macarrones y ahora se los comen, ¡ambos! Nada de ojitos de cordero degollado, ni pataletas, conmigo esas cosas no funcionarán —advirtió Tom oyendo los quejidos de ‘sus hijos’ ya que ahora no solo tenía que soportar a su pequeña hija, sino también a Bill con sus comportamientos infantiles.
—Tom, no seas cruel, buscas matarnos con ese veneno, sabe horrible. Déjame pedir un par de pizzas y asunto arreglado —ofreció Bill intentando recuperar su móvil.
—No, Emma necesita comer algo nutritivo —contraatacó Tom.
—Me vas a venir a decir que los macarrones son nutritivos, bleh, ponle ensalada a la pizza y ahí están sus verduras del día —respondió Bill, haciéndole cosquillas a Tom para lograr que soltase su celular.
—Lo voy a tirar al piso y se va a arruinar, deja ya las cosquillas —pidió Tom entre risas—; y no, la salsa de los macarrones tiene leche y están hechos especialmente para ella, es por eso que su sabor es diferente.

Emma sonreía para el espectáculo que suponía la imagen de sus padres ‘jugando’ y nadie mirándole al voltear el plato con los macarrones. Su plan maléfico hubiera resultado perfecto de no ser por el ruido que implicaba aquel movimiento, consiguiendo que Bill y Tom se giraran en su dirección y recibiese una sonrisa de complicidad por parte de uno y una mirada incriminatoria del otro.

—Te toca limpiar, Kaulitz, y que sea comida china, estoy hastiado de comer pizzas —anunció Tom para después tomar en brazos a Emma y salir de la habitación. Bill suspiró, al menos no comerían esos macarrones.


—No jodas.
—No lo hago, solo vine a comer un rato, pero debo salir de nuevo. Tengo que grabar, Tom. Sé que hicimos todo lo posible para que estas fechas no se cruzaran y pudiésemos pasar la navidad juntos pero no se dio, intentaré regresar lo más pronto posible y… —Tom podía ser comprensivo con Bill, tener una paciencia infinita que los años habían cultivado, ser el que cediera la mayoría de las veces pero, exactamente, ahora había un ‘pero’.

Bill no había pasado ninguna navidad junto a Emma, ni una sola. Por a o b motivo siempre estaba trabajando, o de viaje o llegaba tarde. Tom estaba cansado de ver cómo la sonrisa de su pequeñita decaía y de darle negativas a preguntas sobre papá Bill. Él le había prometido que esta navidad sería distinta, y ahora le rompería esa promesa.

—¿Sabes que con esto lastimas a Emma, cierto? —Bill intentó hablar y Tom le chistó—. No hay excusas y no podrás cambiar ese hecho, así que espero que trabajar sea más importante que tu hija, y que mañana más tarde tengas algo bueno qué responder cuando ella te pregunte por qué no estabas en la cena navideña, por qué no le abrías sus regalos, por qué no la acunabas después de beber su chocolate caliente o por qué no veías las luces artificiales con ella. —Tom se volteó a ver dormir a su pequeña, dejándole un beso en la mejilla y retirándose de allí.

Bill se mordió el labio, se sintió culpable y observó de reojo a su hija. Había ocasiones en las cuales él no quería hacerlo, y que en realidad se le escapaba el control de aquellas situaciones. «Maldición», pensó para luego ir donde Emma, acariciarle los tirabuzones rubios, la mejilla y seguir los pasos de Tom.

—Tom —llamó Bill, recibiendo un siseo en respuesta y que Tom le pidiese con señales que se callara.
—No me hables en voz alta o despertarás a Emma, y ya sabes qué tan difícil se pone a la hora de tomar la siesta —demandó Tom con ese deje de tristeza y enojo en su voz que no pasó desapercibido para Bill.
—Lo siento, ya debo irme y no quiero que estés así. No podemos estar así —intentó acercarse para darle un abrazo y Tom se removió del agarre—. Vamos, Tom.

Chasqueó la lengua y Tom frunció más el ceño.

—Qué vamos ni qué nada, ve, si tienes que irte hazlo. —Bill no se movió de su lugar y Tom le dio un beso corto en los labios, fingiendo una sonrisa—. No estoy enojado, uhmn —sabía que no podía mentir, a pesar de que intentó refugiarse de la mirada de Bill, la sentía sobre sí todavía, escrutándole en búsqueda de la verdad—, bueno sí, un poco, pero debes irte, mientras más rápido te vayas más pronto volverás.
—Te amo —vocalizó Bill antes de sujetarle por el rostro y robarle un beso, profundizando un poco, para después alejarse despidiéndose con un ademán en la mano.

Cuando la puerta se cerró, lentamente para evitar provocar ruidos que despertasen a ‘la bella durmiente’, Tom suspiró. Otra navidad sin Bill ya iba haciéndose costumbre, no por ello iba restándole el dolor a la situación.


Tom, Gustav y Georg tenían las vacaciones desde antes. Bill no, y eso anteriormente significaría que ambos tendrían que ir a ver los últimos retoques del disco, pero eso ya no podía darse. Con Emma en sus vidas, si Tom tenía vacaciones era sinónimo de que se quedase en casa, cocinándole, engriéndole, y ‘recuperando’ los días en los que su pequeña estuviese al cuidado de Dunja o de la niñera; lo mismo pasaba con Bill, aunque fuese el que aceptase todo el cargo de responsabilidad sobre sus hombros en ausencia de Tom. 
Caviló sobre ello mientras se situaba al costado de su hija y veía los especiales navideños; la culpa no era de Bill, sino de las circunstancias y ese perfeccionismo que compartían como rasgo predominante.

—Papi Bill no vendrá tampoco hoy, ¿no, papi Tom? —preguntó Emma al jugar con los bobos de su falda, mirándose la ropa para no observar a Tom, el cual sintió que le apretaban el pecho al ver el puchero que se formaba en la boca de su hija.
—Quién sabe, mi amor, puede que venga como puede que no —respondió Tom y la abrazó contra sí—. Ahora veamos The Grinch, ¿sí?
—Papi Bill nos pone tristes y arruina nuestras navidades, si viene será como cuando Grinch se convierte en bueno, quiero que papi Bill se convierta en un buen papi Bill que pasa la navidad con nosotros y me abra los regalos y… —Se detuvo para tomar aire ya que se le dificultaba la respiración al hablar tan rápido y también por los sollozos—. Quiero que esté aquí.

Tom se agachó y se puso a la altura de Emma sentada en el sillón, le limpió las lágrimas y le dio un beso en las mejillas. —Ya no llores, bebé —pidió Tom con el corazón en la garganta.
—Está bien, papi. —La película siguió reproduciéndose y ellos mantuvieron ese agarre hasta que los créditos se visualizaron en la pantalla.


Y así es como recibes la llamada de un amigo —oyó la voz grave de su amigo por el auricular y torció la boca para luego soltar una risotada.
—Lo dices como si no nos hubiésemos visto hace poco, y como si no vivieras cerca y pudieras venir a visitarme como Dios manda, eh —contraatacó Tom, escuchando la risa de Georg tan sonora como si estuviese allí.
Es diferente ahora, será noche buena y no puedo ir a presentarme a tu casa sin antes prepararme psicológicamente para los gritos que dan cuando van a su cuarto y han tomado de más. —Tom se sonrojó y Georg, presintiendo la reacción, se rió.
—Solo pasó una vez, Georg, y no era nuestra intención ser oídos, estábamos tan ebrios… Insisto en mi posición anterior, ¿para qué me llamaste? —cuestionó buscando desviar el tema.
Porque en la noche las líneas estarán ocupadas y yo debo desearles una feliz navidad al ser más bonito de toda la tierra —explicó Georg.
—Ok, gracias por el halago, ¿ahora te comunico con Emma? —chanceó Tom, recibiendo un bufido.
Solo te lo paso porque algo haz de tener dentro para que te salga tremenda belleza de nena, no parecen sus padres y calla ya, pásame con Emma.
—Ok, ahora la llamo —dejó el teléfono a un lado y ubicó a su hija, a su costado, oyendo toda la charla—. ¿Con que oyendo conversaciones ajenas, uh? Es el tío Georg, cariño, anda habla con él. —Le pasó el teléfono a su pequeña y escuchó la voz de Georg a pesar de la distancia, sonrió.


Comían tranquilos, oyendo los ruidos que provocaban los fuegos artificiales y evitando soltar palabra alguna. Emma jugueteaba con lo que había sobrado de su comida y Tom repentinamente había perdido el apetito.

—¿Ya no quieres comer más? —preguntó Tom. Emma asintió y él cogió los platos llevándoselos para lavar—. Iremos a ver las luces afuera, ¿está bien? —oyó un ‘sí’ y le siguió el paso a su hija al dejar lo sucio en los servicios.

El cielo impoluto de estrellas se mostró frente a ellos. Los fuegos artificiales rompiéndose en el firmamento, deslumbrándolos y creando sonrisas en sus rostros. Había de todos los diseños inimaginables. Brillos rosados, azules, verdes, morados, de diversos colores. Ellos sentían que esa lluvia de estrellas los empapaba. No podían oír casi nada, solo el retumbar de las pirotecnias; de pronto, una sombra difusa les dificultó la vista del panorama, debido a la oscuridad solo alcanzaron a ver algo amorfo que tomó color conforme iba avanzando, un rojo llamativo. Rojo como la sangre, rojo como… la ropa de Santa Claus.

—¡Es Santa, papi! ¡Es Santa! —chilló emocionada Emma. Tom sonrió y la alzó en brazos para luego dársela al hombre de barba blanca.
—¡Jojojo! Sí, soy Santa y mejor entramos que hace frío y me haría bien una taza de chocolate caliente —dijo el hombre de rojo traje.

Tom asintió y pasaron, Emma corrió en dirección a sus regalos y se los enseñó a Santa que los abriese.

—Santa, ¿puedes abrirlos tú? Papi Tomi siempre lo hace pero ahora quiero que lo hagas tú —pidió Emma sonriente. Los ojos de Santa brillaron un instante e hizo lo indicado, con una sonrisa que se pudo ver a través de la barba.

Tras una ardua sesión de juegos con los nuevos juguetes adquiridos, Emma quedó dormida por el agotamiento y Tom quedó a solas con Santa.

—¿Santa? ¿En serio? ¿Eres uno en decadencia o qué? —bromeó Tom. Bill bufó mientras se quitaba la barba postiza.
—‘Gracias Bill por haber venido’, eso estaría mejor, o que me agradezcas de otra forma, tampoco estaría mal. —Bill movió las cejas insinuante, Tom le quitó la gorra y se la puso—. Uhmn, ¿ahora lo haremos con temática? Entonces he sido un niño muy malo, Santa —recibió un risotada en respuesta—, ¿eso es un ‘no’?
—Vamos a dormir mejor, y si tienes suerte te daré un regalo antes del amanecer —anunció Tom. Bill asintió y se dirigieron hacia su habitación.

Era la primera navidad que pasaban los tres juntos como familia. Bill guardó el disfraz después de quitárselo, que mucha falta le haría en los años siguientes.

4 comentarios:

  1. No me imagino a Bill con traje rojo y haciendole un privado a Tom xD

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  2. awww me hizo llorar un monton, mi hija cada navidad sufre por que su papa no esta con ella, me llego mucho este oneshot te pasas de verga wee.

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  3. Que lindo..que lindo.. me encantó..... pobre de Emma... :-)..pero que bueno que al final Bill llegara a tiempo.

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  4. ay cuando leei la parte en la que bill comio de la cuchara y luego dijo mierda y iba a ordenar unas pizzas y la parte en la que dejo emma que no creser tanto por que asi no consigeria novio esas esenas me encantaron me moria de la risa

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