sábado, 16 de febrero de 2013

Twoshot: Incondicional. Parte II (TERMINADO)

Se supone que ayer tenía que colgar esto, pero me distraje e.e Tengo la concentración de un mosquito a veces. Bueh, aquí les traigo el capítulo final beteado a lo que se pudo.

Dato: Mencionan al no nato como "alien", no por las tokitas lol. Sino porque en Alien, el octavo pasajero, los extraterrestres (aliens) salían del interior de las personas, de sus pechos. Así que bueno... en eso me basé.




Absoluto

El olor a desinfectante y antiséptico le escocía la garganta, sus ojos les lagrimeaban y absorbía por la nariz cada cierto tiempo. Se sentía destrozado, como si le hubiesen arrancado algo del pecho y dejado una herida abierta purulenta.

Esnifó una vez más. No podía irse de allí, tendría que estar en observación un día más y, pese a la petición encarecida de que no se moviese de su posición boca arriba, se encontraba sentado al borde de la cama. Le hastiaba estar echado, solo provocaba que se sintiese más inútil. Era como un recordatorio de su deplorable estado. Se sentía vacío. En parte muerto.

Bill no quería reprocharle el que estuviese sentado, no tendría el valor para pedirle o recriminarle algo. También se sentía destrozado, y ver a Tom así sumido en un estado catatónico le angustiaba más. Se supone que debería mantenerse fuerte para ayudarlo a sostenerse pero ¿cómo hacerlo frente a esa situación que ni él mismo sabía cómo lidiar?

Se acomodó a su costado, le tomó la mano, como era su costumbre, y entrelazó sus dedos. Tom se dejó hacer, no pudiendo ninguna resistencia ni tampoco correspondiéndole.

—Tom, sabías que esto podría pasar. Nos lo advirtieron, no somos tan jóvenes, y el riesgo era mayor porque no eres mujer y...

No pudo continuar al tener la mirada de Tom sobre él, sus ojos vacíos, tan turbios, apesadumbrados. 

Transmitiéndole esa sensación que le remecía las entrañas. Su dolor irreproducible se reflejaba en sus ojos castaños.

—¿Crees que eso me hará sentir mejor? —La honda pena que le calaba los huesos se hacía evidente en su voz, haciéndola sonar ronca y profunda.

Bill no respondió. Tenía razón, no podría aminorar el dolor con aquellas palabras. Era un riesgo, claro, pero nadie los preparaba para afrontarlo. Acarició con el pulgar la palma de Tom, sintiendo cómo la mano le temblaba, al igual que todo su cuerpo.

Lo miró con preocupación, sin embargo, se percató que se trataba de las lágrimas que contenía, o que simplemente ya no podían salir de sus cuencas como si se hubiese secado por dentro por tanto llorar. Sufrir su pérdida.

Tom suspiró y apretujó la tela que estaba sobre la piel de su vientre. Esa ropa de clínica que sentía que lo marcaba como un fracasado. No poder retener a su propio hijo en sus entrañas. Maldecía a su cuerpo, se sentía asqueroso, quería irse de aquel saco de carne y huesos. Quería morir, deseaba morir, como hace mucho no. Sentía el anhelo de destrozarse hasta perder el aliento, de desvanecerse junto con su niño. Intentó deshacer el agarre que mantenía Bill con él.

—Suéltame —pidió en un débil susurro.

Bill apretó más. —Sabes que nunca lo haré, no te dejaré —eso no era lo que había pedido Tom, pero Bill había percibido más allá de los confines de sus cuerpos, en ese espacio etéreo que los mantenía conectados, ese deseo insoldable de su hermano suplicando a gritos que lo dejase, que lo soltase, que le permitiese caer. No obstante, él no lo permitiría, nunca.

—No puedo seguir, Bill —dijo mientras pasaba su palma posesivamente por sobre su vientre, como si todavía estuviese bajo su piel, brindándole pequeños movimientos, indicándole que estaba ahí, viviendo dentro de él.

Su pequeño alien, como le había llamado Bill, ya no estaría más con él. Se mordió el labio de nuevo con ansiedad. Bill lo observaba perplejo. Entendía perfectamente lo que esa frase significaba.

—No —masculló con voz firme.

Tom alzó la vista, mirando a Bill fruncir el ceño y ponerse a llorar como hace tanto no lo hacía. Mayor fue su sorpresa cuando lo vio arrodillarse y posar su cabeza en su regazo.

—Bill, ¿pero qué…?

—¡No digas nada!  —gritó con la voz irregular—. Solo siente mi pecho latir, por ti…  —tomó más aire entre hipidos—. Me perteneces, Tomi... ¡Y yo a ti! ¡No puedes dejarme, eh! No permitiré que te rindas… Sé que todo se ve mal, lo sé, pero te prometo… ¡te juro! Que todo cambiará, te daré otro hijo, ¡miles! Te cuidaré tanto, para que nazcan y te amen tanto como tú los amarás a ellos… puedo embarazarme también, ¿sabes? Yo-o… —Se trabó con sus propias palabras y calló, viendo a Tom fijamente y su hermano observándole como si fuese un niño pequeño que llora sobre la leche derramada.

—Siempre estarás para mí, lo sé —algo vibró dentro de Tom, que prácticamente lo obligó a acariciar la corta cabellera de su hermano. Le observó las ojeras, el semblante descompuesto, la angustia plagada en sus palabras, la desesperación que se refugiaba en su pecho al punto de transmitírselo.

No podía dejarlo.  Había prometido un ‘para siempre’ hacia ya mucho tiempo atrás. Enredó los dedos que tenía sobre su vientre en el matojo de cabellos azabaches de Bill. Nacieron juntos y morirían juntos. Se sentía destrozado, en parte muerto, como se repetía a sí mismo, pero la realidad es que estaba vivo, y que podría tener otra oportunidad de embarazarse. No llenarían el espacio que su pequeño alien había dejado en su pecho, porque se mantendría siempre consigo, bajo su piel, en su corazón; recordaría las pataditas con añoranza, como el pequeño ángel que se había esfumado antes de si quiera existir en concreto, pero sería omnipresente, Tom jamás se olvidaría de él.

La muerte, ya no tenía más aquel matiz atractivo que había logrado engatusarlo. No estaba bien. Aún no, todavía se sentía roto, y quizá siempre se sentiría así; pero ahora no se sumiría en la completa miseria. 

Tendría que estar allí, por Bill, por su promesa y por sí mismo. Siempre el uno para el otro.

Se sobrepondrían a esto. Lo superarían. Tendrían hijos, las posibilidades aumentaban después de un aborto. 

Se mantendrían juntos como la familia que eran, y serían felices, así lo demás pareciera derrumbarse. 

Seguirían con Tokio Hotel y con los teatros que les permitían tener tiempo para ellos al menos por unos meses, lo que tardaría el volver a tener una oportunidad de quedar en estado. Sí, intentaría pensar de esa forma, por Bill, por él.

Bill se aferró a la cintura de Tom. Tom besó la coronilla de su cabeza y buscó reconfortarle al pasarle la mano por la espalda en un movimiento pausado y tranquilizador.

Protegerían su burbuja. Estarían el uno para el otro, desde y para siempre. Aquello no cambiaría bajo ninguna circunstancia porque era absoluto, era incondicional.

3 comentarios:

  1. aww llore maldita lloreee, eres bien pinche mala,pobre Tom y Bill perdierona su bebe que triste

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  2. "Porque era absoluto, era incondicional". Te juro que casi me sacas las lagrimas, la perdida de su alien, me imaginé a Tom, a Bill... Sé que las perdidas no son nada fácil, yo recientemente pasé por algo similar (mi tía se fue) y aún no logro superarlo del todo, y sé que jamás lo haré, mas sin embargo por ella y por mi familia tengo que salir adelante, usar ese mismo dolor para convertirlo en fuerza. Pero ya, me salí del fic, la esperanza es lo último que muere, para ellos su fuerza es el estar siempre juntos, así siempre ha sido y así siempre será. Ellos mismos (mutuamente) son sus pilares, si uno se derrumbara el otro lo soportaría por ambos.
    Playa, haces que me salga el lado filosófico y esas mierdas e.é Pero bueh, de nuevo te agradezco que nos compartas tus creaciones y nos permitas deleitarnos con las emociones que nos producen. Se aprecia mucho (demasiado). Un placer como siempre.

    Saludos y besos~
    Nos leemos. ¡Cuídate! ;D

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  3. Este capítulo me recordó a esa escena de Marie Antoinette donde la pintan en un cuadro con sus hijos, incluyendo al recién nacido, pero muere y lo borran...

    Me haces llorar, me haces reír, eres genial. Te quiero, GAY <3

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