Dato: Mencionan al no nato como "alien", no por las tokitas lol. Sino porque en Alien, el octavo pasajero, los extraterrestres (aliens) salían del interior de las personas, de sus pechos. Así que bueno... en eso me basé.
Absoluto
El olor a desinfectante y antiséptico le escocía la
garganta, sus ojos les lagrimeaban y absorbía por la nariz cada cierto tiempo.
Se sentía destrozado, como si le hubiesen arrancado algo del pecho y dejado una
herida abierta purulenta.
Esnifó una vez más. No podía irse de allí, tendría
que estar en observación un día más y, pese a la petición encarecida de que no
se moviese de su posición boca arriba, se encontraba sentado al borde de la cama.
Le hastiaba estar echado, solo provocaba que se sintiese más inútil. Era como
un recordatorio de su deplorable estado. Se sentía vacío. En parte muerto.
Bill no quería reprocharle el que estuviese sentado,
no tendría el valor para pedirle o recriminarle algo. También se sentía
destrozado, y ver a Tom así sumido en un estado catatónico le angustiaba más.
Se supone que debería mantenerse fuerte para ayudarlo a sostenerse pero ¿cómo
hacerlo frente a esa situación que ni él mismo sabía cómo lidiar?
Se acomodó a su costado, le tomó la mano, como era
su costumbre, y entrelazó sus dedos. Tom se dejó hacer, no pudiendo ninguna
resistencia ni tampoco correspondiéndole.
—Tom, sabías que esto podría pasar. Nos lo
advirtieron, no somos tan jóvenes, y el riesgo era mayor porque no eres mujer
y...
No pudo continuar al tener la mirada de Tom sobre
él, sus ojos vacíos, tan turbios, apesadumbrados.
Transmitiéndole esa sensación
que le remecía las entrañas. Su dolor irreproducible se reflejaba en sus ojos
castaños.
—¿Crees que eso me hará sentir mejor? —La honda pena
que le calaba los huesos se hacía evidente en su voz, haciéndola sonar ronca y
profunda.
Bill no respondió. Tenía razón, no podría aminorar
el dolor con aquellas palabras. Era un riesgo, claro, pero nadie los preparaba
para afrontarlo. Acarició con el pulgar la palma de Tom, sintiendo cómo la mano
le temblaba, al igual que todo su cuerpo.
Lo miró con preocupación, sin embargo, se percató
que se trataba de las lágrimas que contenía, o que simplemente ya no podían
salir de sus cuencas como si se hubiese secado por dentro por tanto llorar.
Sufrir su pérdida.
Tom suspiró y apretujó la tela que estaba sobre la
piel de su vientre. Esa ropa de clínica que sentía que lo marcaba como un
fracasado. No poder retener a su propio hijo en sus entrañas. Maldecía a su
cuerpo, se sentía asqueroso, quería irse de aquel saco de carne y huesos.
Quería morir, deseaba morir, como hace mucho no. Sentía el anhelo de
destrozarse hasta perder el aliento, de desvanecerse junto con su niño. Intentó
deshacer el agarre que mantenía Bill con él.
—Suéltame —pidió en un débil susurro.
Bill apretó más. —Sabes que nunca lo haré, no te
dejaré —eso no era lo que había pedido Tom, pero Bill había percibido más allá
de los confines de sus cuerpos, en ese espacio etéreo que los mantenía
conectados, ese deseo insoldable de su hermano suplicando a gritos que lo
dejase, que lo soltase, que le permitiese caer. No obstante, él no lo
permitiría, nunca.
—No puedo seguir, Bill —dijo mientras pasaba su
palma posesivamente por sobre su vientre, como si todavía estuviese bajo su
piel, brindándole pequeños movimientos, indicándole que estaba ahí, viviendo
dentro de él.
Su pequeño alien, como
le había llamado Bill, ya no estaría más con él. Se mordió el labio de nuevo
con ansiedad. Bill lo observaba perplejo. Entendía perfectamente lo que esa
frase significaba.
—No —masculló con voz
firme.
Tom alzó la vista,
mirando a Bill fruncir el ceño y ponerse a llorar como hace tanto no lo hacía.
Mayor fue su sorpresa cuando lo vio arrodillarse y posar su cabeza en su
regazo.
—Bill, ¿pero qué…?
—¡No digas nada! —gritó con la voz irregular—. Solo siente mi
pecho latir, por ti… —tomó más aire
entre hipidos—. Me perteneces, Tomi... ¡Y yo a ti! ¡No puedes dejarme, eh! No
permitiré que te rindas… Sé que todo se ve mal, lo sé, pero te prometo… ¡te
juro! Que todo cambiará, te daré otro hijo, ¡miles! Te cuidaré tanto, para que
nazcan y te amen tanto como tú los amarás a ellos… puedo embarazarme también,
¿sabes? Yo-o… —Se trabó con sus propias palabras y calló, viendo a Tom
fijamente y su hermano observándole como si fuese un niño pequeño que llora
sobre la leche derramada.
—Siempre estarás para
mí, lo sé —algo vibró dentro de Tom, que prácticamente lo obligó a acariciar la
corta cabellera de su hermano. Le observó las ojeras, el semblante
descompuesto, la angustia plagada en sus palabras, la desesperación que se refugiaba
en su pecho al punto de transmitírselo.
No podía dejarlo. Había prometido un ‘para siempre’ hacia ya
mucho tiempo atrás. Enredó los dedos que tenía sobre su vientre en el matojo de
cabellos azabaches de Bill. Nacieron juntos y morirían juntos. Se sentía
destrozado, en parte muerto, como se repetía a sí mismo, pero la realidad es
que estaba vivo, y que podría tener otra oportunidad de embarazarse. No
llenarían el espacio que su pequeño alien había dejado en su pecho, porque se
mantendría siempre consigo, bajo su piel, en su corazón; recordaría las
pataditas con añoranza, como el pequeño ángel que se había esfumado antes de si
quiera existir en concreto, pero sería omnipresente, Tom jamás se olvidaría de
él.
La muerte, ya no tenía más
aquel matiz atractivo que había logrado engatusarlo. No estaba bien. Aún no,
todavía se sentía roto, y quizá siempre se sentiría así; pero ahora no se
sumiría en la completa miseria.
Tendría que estar allí, por Bill, por su promesa
y por sí mismo. Siempre el uno para el otro.
Se sobrepondrían a
esto. Lo superarían. Tendrían hijos, las posibilidades aumentaban después de un
aborto.
Se mantendrían juntos como la familia que eran, y serían felices, así
lo demás pareciera derrumbarse.
Seguirían con Tokio Hotel y con los teatros que
les permitían tener tiempo para ellos al menos por unos meses, lo que tardaría
el volver a tener una oportunidad de quedar en estado. Sí, intentaría pensar de
esa forma, por Bill, por él.
Bill se aferró a la
cintura de Tom. Tom besó la coronilla de su cabeza y buscó reconfortarle al
pasarle la mano por la espalda en un movimiento pausado y tranquilizador.
Protegerían su burbuja.
Estarían el uno para el otro, desde y para siempre. Aquello no cambiaría bajo
ninguna circunstancia porque era absoluto, era incondicional.
aww llore maldita lloreee, eres bien pinche mala,pobre Tom y Bill perdierona su bebe que triste
ResponderEliminar"Porque era absoluto, era incondicional". Te juro que casi me sacas las lagrimas, la perdida de su alien, me imaginé a Tom, a Bill... Sé que las perdidas no son nada fácil, yo recientemente pasé por algo similar (mi tía se fue) y aún no logro superarlo del todo, y sé que jamás lo haré, mas sin embargo por ella y por mi familia tengo que salir adelante, usar ese mismo dolor para convertirlo en fuerza. Pero ya, me salí del fic, la esperanza es lo último que muere, para ellos su fuerza es el estar siempre juntos, así siempre ha sido y así siempre será. Ellos mismos (mutuamente) son sus pilares, si uno se derrumbara el otro lo soportaría por ambos.
ResponderEliminarPlaya, haces que me salga el lado filosófico y esas mierdas e.é Pero bueh, de nuevo te agradezco que nos compartas tus creaciones y nos permitas deleitarnos con las emociones que nos producen. Se aprecia mucho (demasiado). Un placer como siempre.
Saludos y besos~
Nos leemos. ¡Cuídate! ;D
Este capítulo me recordó a esa escena de Marie Antoinette donde la pintan en un cuadro con sus hijos, incluyendo al recién nacido, pero muere y lo borran...
ResponderEliminarMe haces llorar, me haces reír, eres genial. Te quiero, GAY <3