Título: Corazón de algodón.
Autor: kasomicu.
Categoría: Slash (?)
Rated: +16
Género: Tragedia, Romance, Angst.
Advertencia: AU, twincest no relacionado, Muerte de un personaje.
Resumen: Para cada roto hay un descosido, y para cada muerto hay un corazón cosido.
Disclaimer: Las personas reales se pertenecen, lo que hagan, la trama y demás es de mi propiedad. No se busca lucrar con esto, ni ofender a nadie.
«—Entonces ¿qué quieres que haga?
—Quiero que... destroces mi corazón.
—¿Qué dices? ¿Cómo?
—Como quieras.»
Déjame entrar, John Ajvide.
Capítulo único.
Lo sujetaba por su
deshilado cuerpo, lo alzaba y le hacía sentir que podría tocar el halo de luz
que se encontraba en el techo. Le daba vida, le hacía formar palabras que nunca
salían de su boca hecha a base de botones pero que eran escuchadas a través de
los labios carnosos y rosáceos del pequeño. Se preguntaba a quién interpretaría
en esta ocasión, o si solo se mantendría inmóvil en su estante, viendo
embelesado al niño jugar con otros juguetes, o solo hacer los deberes. No le
importaba, todo estaría bien mientras estuviese a su lado, ya que se sentía
útil de nuevo en manos del infante, un muñeco de trapo destruido como él no
encontraría otro hogar, ni otra persona que le quiera como el rubio. ¿Cómo
siquiera jugaba con él? Le faltaba relleno, algunos botones se hallaban salidos
y sus hilos le colgaban…
—Bill, Bill, deja de
mirar al chico, lo asustarás y se deshará de ti, ya sabes cómo se ponen algunos
al sentir la mirada fija de un muñeco —aconsejó el peluche de payaso que se
hallaba junto a Bill.
—Es que no lo
comprendo, Bufón, Tom podría regalarme o botarme a la basura y, ¿por qué no lo
hace? A veces siento que no hay niño más hermoso que él, esa bondad que alberga
dentro de sí, esa inocencia, no es cruel —sus hilos se tensaron al recordar a
su antiguo dueño—. Es… perfecto.
—Ningún niño es
perfecto, Bill, no lo ensalces demasiado, si lo tienes por los cielos al
decepcionarte se caerá desde muy alto y te romperá ese corazón que tienes
cosido al pecho —regañó Bufón. Bill hizo caso omiso a lo oído, siguió admirándole.
«Es perfecto y siempre lo será», pensó antes de ser tomado entre las cálidas
manos de Tom.
…
—¡Mamá!
—¿Sí, hijo?
—Es Bill, se le salió un botón, cóseselo, por favor.
El aludido yacía en la
mesa donde lo habían dejado. Se alegraba de que su dueño Tom se preocupase, «un
botón más, uno menos, lo que vale es que le importo», le había dicho a Bufón
cuando le avisó que le faltaba uno. Ahora la madre de Tom se lo zurcía. No
habría en el mundo alguien como Tom, lo repetía como mantra, timorato de lo que
pudiese pasarle si es no lo hubiese tenido en su vida de muñeco.
…
Tom iba creciendo,
conforme lo hacía iba teniendo diferentes horarios, en los que pasar tiempo con
sus amigos primaba en la lista, y jugar con sus juguetes al parecer había perdido
el puesto. Bill sentía que el polvo se adhería a sus hilos, de vez en cuando
era limpiado en el lavadero, pero la mayoría de veces simplemente se quedaba
así. Recordaba cuando lo habían cosido por primera vez, la primera vez que lo
habían puesto en una tienda, y cómo eran los días al observar al resto irse
porque los compraban. No distaba mucho de su situación actual, la diferencia
radicaba en que los juguetes que se iban ahora era para siempre porque los
regalaban o botaban, Bufón estaba entre uno de los pocos que se habían ido
recientemente. En ese instante una pregunta se le formó en la mente, ¿estaría
en su designio el quedar de por vida en un estante? ¿Lo soportaría? No ser
usado nunca más por otro niño, Tom ya no lo era más. Añoraba sentir sus cálidas
manos, sus mimos, ser usado para ser algún personaje más de su imaginación.
Un punto se le descosió
en uno de los botones que le servía como ojo, dejando un hilo sobre su mejilla
de tela, Bill lloraba, no con el dolor de los humanos, sino con el de los
juguetes, de aquellos que le brindan un nuevo significado al verbo amar, porque
son capaces de hacerlo para siempre y su entrega es total e impoluta. Quizá no
había sido lo más sensato, tal vez era absurdo, incluso para sus cánones, el
sufrir por un humano, el solo hecho de creer que uno pudiese ser eterno y
corresponderle por siempre. Bill, dentro de sí, sabía que eso nunca podría
darse; sin embargo, dañándose a sí mismo, mantenía esa llama de esperanza en su
corazón relleno de algodón.
…
Tom estaba en la flor
de su juventud. Encantar a bellas jovencitas encabezaba su lista de prioridades.
Bill observaba en silencio lo que hacía Tom con esas damas en ausencia de su
madre, e hilo a hilo iban descosiéndose de sus botones de ojos hasta que se
cayeron por completo de su rostro. Sin visión, solo pudiendo oír los gemidos
roncos que le provocaban un punzón en su pecho falso.
De las cuencas tejidas
de Bill se salía el algodón al ya no tener botones, cada trozo de nube
blancuzca remplazaba sus lágrimas. Tom no se percataba de ello, ya no era el
niño preocupado que se desvivía por él.
No obstante, dentro de Bill permanecía
ese sentimiento, el mismo que se había posado sobre su cuerpo cosido a mano la
primera vez que Tom lo tomó entre sus brazos.
…
Solo había silencio,
desde hacia muchos días que solo el silencio reinaba en la habitación. Bill no
podía ver y se frustraba al no poder oír su voz.
Oyó unos pasos cerca,
la puerta se abrió, Bill había aprendido con el tiempo a distinguir los sonidos
que emitían los objetos al chocar uno con otro, o por sí solos. Pero no era
Tom, también sabía diferenciar su caminar del resto. Sonaba a la madre, se
preguntaba qué hacía allí. Agudizó el oído cosido para escuchar algo que
pudiera sacarle del estado de incertidumbre; no hizo falta, puesto que la
señora, entre sollozos, lo tomó entre sus manos y lo acercó a su mejilla,
susurrándole sinsentidos. Bill se angustió, aquello no podría significar algo
bueno.
—Siempre fuiste su
juguete preferido, siempre. Y mírate cómo estás, te zurciré y te haré ver como
antes, como cuando Tom solía jugar contigo, así podrá volver aquí y hacerlo una
y otra vez —masculló la mujer.
Después Bill, todavía confundido, escuchó otros
pasos, eran los del padre de Tom.
—Querida, sabes que no
deberías estar aquí. Sabes que te lastima, Tom no volverá, Simone —musitó el
varón con voz grave. Con un tono que se oía cansino, como si no fuese la
primera vez que lo dijese.
—No, no, Jörg. Sé que
Tom volverá, él lo hará, yo lo sé —contradijo Simone mientras apretada casi de
forma inconsciente el cuerpo de Bill. ¿A
dónde habría ido Tom?, se preguntaba Bill. ¿Por qué no volverá?, se cuestionó después, espantándose ante la
idea de no volver a oírle, o quizá verle ahora que la madre de Tom decía que lo
cosería.
—Simone, Tom está
muerto, falleció en un accidente de tránsito. —El tiempo se detuvo para Bill
tras aquella afirmación.
…
Simone zurcía a Bill
junto a la chimenea, ya tenía sus ojos-botones en su rostro, ahora le
arreglaban los de su traje. Bill sabía que la madre de Tom ahora estaba
tranquila, había tomado algunos de esos ‘botones blancos’ de forma rara que le
daba el padre de Tom, con eso paraba de llorar y llamar entre gritos a Tom.
Las
manos de Simone eran frías y su textura tampoco era como las de Tom. Bill nunca
podría amar a otro dueño, lo sabía, así lo arreglasen y dejasen como nuevo, se
sentiría destrozado por dentro para siempre.
El hilo se rompió entre
los dedos de la pelirroja y se levantó en búsqueda de otro, puesto que el
carrete se había acabado. Bill vio la llama flamear en la chimenea, recordó la
esperanza de volver a ver Tom, una que no se extinguía en su corazón cosido al
pecho, a pesar de saber que estaba muerto.
Se hallaba en el borde
del brazo de la mecedora, donde Simone lo había dejado.
…
Simone se regañó a sí
misma por ser tan desordenada y regresó a la sala con el carrete en mano.
Detuvo sus pasos y observó confusa a la mecedora, no encontrando al muñeco. Un
olor extraño inundó sus fosas y giró el rostro en dirección a la chimenea,
encontrando un corazón relleno de algodón allí; apagó el fuego de inmediato y
lo sujetó. Nada más había quedado del muñeco, solo un corazón que
sorprendentemente se había salvado de las llamas.
La mujer situó el
residuo a un costado de la foto de su difunto hijo, sin saber que cumplía el
sueño del muñeco, estar por siempre junto a su dueño.
Sin palabras,amo este oneshot,desde que lo leí por primera vez,lloré.
ResponderEliminarJuro que fui directo hacia mis muñecos que se encuentran en el estante y los abracé TwT
lo amo,enserio,siempre me saca las lágrimas,es mi preferido♥
Saludos y besos.~
Cada vez que leo este Oneshot me lo imagino con tu voz sexy porque una vez me mandaste una grabación tuya leyéndolo :3 Y también me da pena :'( me recuerda a Toy Story y cómo lloré con esa película, especialmente el final u.u
ResponderEliminarTe odio por matar a Tom, eso... chao XD
Melissa
Ahhh y no te conté; yo tengo un peluche que es un dragón verde que se llama Gusi, él dormía en las noches conmigo y me protegía de la oscuridad :C hasta que un día soñé con él y me estaba apuntando con un cuchillo desde mi tele... lo desterré y ahora no duerme en mi pieza ni siquiera puede entrar a ella, estoy enojada con él por traicionarme (y ahora recién me doy cuenta que está de nuevo en mi cama, quizás mi mamá lo trajo) u.u pero no sé si perdonarlo o no... aún me da miedo volver a dormir con él :(
EliminarCada vez que leo este Oneshot me lo imagino con tu voz sexy porque una vez me mandaste una grabación tuya leyéndolo :3 Y también me da pena :'( me recuerda a Toy Story y cómo lloré con esa película, especialmente el final u.u
ResponderEliminarTe odio por matar a Tom, eso... chao XD
Melissa
Cry! Ya te había escrito mi comentario y se perdió cuando le di "publicar". ¡Scheisse!
ResponderEliminarEn resumen. Puse que me encantó porque es tierno y algo triste/crudo por el abandono y fallecimiento de Tom. Que me encanta que demuestra que para el amor no existen limites ni fronteras. Forma parte de mi top de shots ^w^
Ya sabes que admiro tu forma de narrar/escribir.
Saludos y besos. Espero estés bien. See you! Nos leemos pronto :*
Decirte que casí se me salen las de cocodrilo es poco. El tema de la muerte, siempre es díficil te digerir y en este caso más porque fue doble.
ResponderEliminarBill, el pobre y fiel muñeco esperando por su niño, esperando por jugar una vez más con él, con sus cuencas vacias y su corazoncito de algodón(sí, yo también lloré con Toy story 3). Hay que atesorar recuerdos y momentos, hay que hacer eso...
Señorita, Usted es genial, me hace pasar de leer momenos alegres, chuscos, hasta caer en lagrimas. Hermosa historia. La guardaré en mi "biblioteca" de fics.
Saludos, Adriana.