domingo, 21 de febrero de 2016

Oneshot: Fuera de tiempo: Grabado en la piel por kasomicu

Hola, lectorxs sensualones. En esta ocasión les notifico que borré Veinte y medio, para dar paso a otra continuación que se llama Once versus Tom, y hoy les traigo un oneshot de la vida de Bill d. O o sea, después de Once xd. Y es algo cortito, pero lo demás no lo será (oie zy).

Título: Fuera de tiempo: Grabado en la piel

Autor: kasomicu

Rated: +16.

Categoría: Slash

Género: Drama, romance, Twc no relacionado, Universo alterno.

Resumen: Bill se fue a Francia con Robbie, dejando un Tom destrozado, el cual aún Bill tenía grabado en su piel, y no solo por su tatuaje.

Disclaimer: Las personas reales no me pertenecen, lo demás, sí. No se busca ofender alguien con esto.


                                                                         Capítulo único

—A la larga, estás haciendo lo correcto, Bill. No siempre puedes quedarte con quien te folló el corazón. Recuerda, hijo, los príncipes y princesas no existen, mucho menos los finales felices. La realidad es dura, y tu presente y futuro es tu hija  —mencionó Simone. Hubo silencio al otro lado de la línea y ella creyó que él colgó.

—Me gustaría pensar que podré ser feliz de nuevo, pero no lo creo. —La voz de Bill se oía apagada.

—Tienes a Robbie.

—Es verdad, y por ella tengo que salir adelante. —Miró a su pequeña hija sonriéndole con sus dientes de leche.

—¿Ves? No todo está perdido.

—Sí, lo sé. —Robbie le mostró su dibujo a Bill, y él lo miró con detenimiento—. Tengo que cortar.

—Cuídate.

—¿Quiénes son, mi amor?

—Papi, Dom y yo. —Su corazón se estrujó en su pecho.

—¿Cómo? ¿Aún te acuerdas de él?

—Shi. Dom, Dom.


Bill estaba cambiándole el pañal a Robbie, quien sonreía y no quería que le cambiasen el pañal, jugando con sus dedos de sus pies. Bill negó con la cabeza y prendió la televisión, para poner el canal para niños que salía con un constructor que tenía amiguitos que le ayudaban siempre.

La pequeña se distraía metiéndose una llave de juguete a la boca y mirando la televisión, mientras Bill aprovechaba para cambiarla.

Pronto se dio cuenta de que había sido engañada para ser cambiada y no estar más con las nalguitas al aire y refunfuñó, para luego esparcir el talco por doquier, debido a que era lo que más tenía a la mano.

—Papi, papiiii —chillaba Robbie.

—¿Qué, mi amor?

—¡PAPIIIIII! —gritaba sin parar, en realidad no le dolía nada, ni tenía tampoco nada que decir, solo le gustaba gritar, y Bill se unió a los gritos con una sonrisa.


Bill no botaría su móvil nunca, a pesar de que en ese país no le funcionase, tenía las fotos de Tom, y su sonrisa, una que dudaba volver a ver.

Robbie dormía, y Bill aprovechó ese momento para llorar en soledad. Arrepintiéndose de todo menos de su pequeña. Sabiendo que la había cagado, que quizá todo sería distinto si estuviese con Tom, si se lo hubiera llevado, si…

El problema es que no existía el “si…”, simplemente lo había perdido por idiota.
El mañana existía, el pasado también, pero ahora no podría irse y dejar sus estudios y demás.

Pero lo amaba, joder, lo amaba. Y le quemaba el tatuaje que tenía con “Catorce”. Sin contar los otros tatuajes que tenía bajo su piel, la sensación de su cuerpo, sus besos, el fuego de su amor le ardía y no le interesaba quemarse bajo esa sensación.

Y, entre hipidos y llanto desesperado, Bill susurraba “el amor de verdad espera…”*.
Tom estaba grabado en su piel como si esta fuera piedra, imposible de borrar por más que lloviera, tronara o relampagueara.

Llamó a su madre en un intento vano por rehuir de su prisión mental. Sin embargo, ella no contestó a tiempo y Bill se perdió en sus pensamientos al punto de no hablar y estar físicamente casi ausente.


Era un nuevo día, y tenía que ir a sus clases, así que dejó la bebé en una guardería. Con mucho pesar, ya que ella era su vida y la extrañaba demasiado.

Al llegar a su universidad, era temprano, así que sacó una hoja y comenzó a armar el menú de la semana para ir comprando los ingredientes en el supermercado el día de mañana. Estaba tan abstraído que no se percató que alguien veía sus apuntes desde atrás.

—¿Estás practicando alemán? —preguntaron en un perfecto francés. Bill se giró extrañado y negó con la cabeza.

—Soy alemán. Lo que trato de perfeccionar es mi francés —dijo Bill. El chico asintió.
—Con razón, tus rasgos no son de aquí, aunque tampoco he visto alemanes como tú —comentó—. Mi nombre es Marcel.

—Hola, Marcel. Mi nombre es Bill. —Estaba siendo amable, varias cosas habían cambiado desde que estaba en Francia, por Robbie, y en parte por él mismo.

—Puedo ayudarte con tu francés, si es que tú me ayudas con mi alemán, ¿qué dices?

—Notaba la insinuación en el ofrecimiento. Se vio tentado a aceptar, y de paso desfogar, sin embargo, no quería. Ya no veía las cosas de igual manera, no desde que estuvo con Once, nadie podía igualársele.

Lo que había sentido era amor. No se trataba solo de correrse, se trataba de disfrutar el cómo lo hacía. Cada instante, cada centímetro de su piel. Cada gemido, gruñido o suspiro, cada exhalación.

Sinceramente, tenía mejores cosas que hacer, ver a su hija crecer y jugar con ella. Le ofreció una sonrisa amable y negó.

Siguió haciendo la lista de compras en lo que entraban sus demás compañeros de clase.


*Alusión a la canción True love waits de Radiohead.

2 comentarios:

  1. Bueno Bill, aun no entiendo porque lo dejaste, eso de adquirir experiencia es una estupidez, aunque lo de hacerse cargo de una niña pues es otro asunto...

    Quien sabe si en realidad si existe una forma correcta de actuar cuando se trata de amor.

    Saludos!

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  2. @Lily Valdez, Nadie lo sabe, Lily, pero Bill tomó esa decisión por miedo, y por quitarle el cargo que supone una criatura a alguien tan joven. Gracias por leer y comentar. Saludos.

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