jueves, 9 de julio de 2015

Fic: Stereosexual. Capítulo 5: Bitter pill


Capítulo 5: Bitter pill


“Hoy chicas gratis” se leía en el cartel de la entrada. Ambos tragaron saliva, mirándose de reojo y asintieron. Los guardaespaldas le cedieron el paso con un guiño y recibieron unos cuantos abucheos por parte del resto.

Al ingresar repararon en que la apariencia interna del lugar, junto con las personas y su manera de comportarse, no distaba mucho de lo que se podía apreciar en otros antros: gente sudorosa casi pegada entre sí mientras movían sus cuerpos a un ritmo desenfrenado que iba acorde con la música, unos cuantos escondiéndose en los rincones mientras daban rienda suelta a sus deseos y otros que se comían la boca en plena pista de baile.

Había de todo, y por las tenues luces intermitentes no se podía observar si eran mujeres u hombres, por lo que optaron por dirigirse entre el tumulto de gente hasta la barra. Todas las huellas dactilares quedaron en sus cuerpos, haciendo que después de que casi murieran de asfixia al salir de entre las personas, se sintieran avergonzados y casi corrieran a la barra.

—En definitiva fue mala idea llevar falda… Mataré a Andreas —dijo el moreno entre dientes, apoyando su frente sobra la barra y castañeando los dientes por la furia.

—Vamos, Bill. No es tan malo… te ves lindo con eso, digo, linda —susurró el mayor al oído del otro, haciendo que este le diera un manotazo en el hombro, lo que le provocó carcajadas y que al final terminasen riendo ambos.

—Sabes, no tengo un buen presentimiento sobre esto —expresó Bill, mordiéndose el labio inferior y mirando de soslayo la barra. Su hermano suspiró y bajó la mirada.

—Hey —le palmeó el hombro—, no podemos rendirnos tan fácilmente.

—Dime tú, ¿cómo diablos es que conseguiremos a una chica de la cual enamorarnos? ¡Dios! ¡Eso ni siquiera es posible! —Se quejó en voz baja pero dándole una entonación preocupada.

El rubio lo miró con aflicción y torció la boca tan expresivo con sus labios como siempre.

—¿Eso quiere decir que toda mi jodida vida la voy a pasar como chica? ¿Que si deseo ser heterosexual deberé considerarme lesbiana? ¿Que nunca más podré orinar parado? ¿Que tendré que ponerme estas cosas incómodas en mi… entrepierna cada tres o cuatro días por mes? —Tom observó la barra y crispó la mano en un puño mientras fruncía fuertemente el entrecejo. Volteó de nuevo hacia él—. Te necesito fuerte, Bill, si tú caes yo también lo hago. No podemos rendirnos, simplemente no podemos, esa es una opción descartada. Quiero volver a ser yo mismo, Bill, tanto como tú y si para esto hay que hacer cosas que quizás nunca nos propusimos hacer, hagámoslo. ¿Okay?

Bill asintió en respuesta y le sujetó una mano por debajo.

—Nunca te dejaré caer —susurró, apretando la mano de su hermano —. ¡Arrasemos con ellas!

—¡Sí!


Pasados diez minutos seguían en la misma posición, notando cómo las chicas se alejaban de ellos. Bill se dejó caer sobre la silla de nuevo, soltando un gemido lastimero que denotaba su frustración y poniendo su mejilla contra la barra fría.

—No sabía que las chicas eran tan exigentes. ¡Ni acercarnos nos dejan! —dijo el menor desde su asiento.

—Si dejaran de estar tan pegadas entre sí, las chicas dejarían de pensar que son pareja —respondió el cantinero con voz suave haciendo que ambos volteasen en su dirección.

Tenía cabellos castaños con unos mechones plateados brillantes tapándole parte del rostro, pero incluso con eso se podía apreciar sus ojos negros con delineador del mismo color como para darle más intensidad a su mirada; su piel era clara y recibía las luces tintineantes del antro en ella, haciendo parecer como si fuera una aparición y traía un septum y varias perforaciones en la parte superior de su oreja izquierda. Sus ropas consistían en una camisa blanca y unos vaqueros que no se podían ver con facilidad, y su contextura no era gruesa, sin embargo, tampoco excesivamente delgada, notándose músculos trabajados bajo las telas. Tendría unos años más que los gemelos que aún lo miraban atónito.

—¿Perdón? —Bill alzó una ceja.

—Oh disculpen, pero no he podido evitar oír lo que dijeron, y pues, ¿no son pareja, cierto? Pero el resto no piensa lo mismo al verlas sujetas de la mano o estando muy juntas.

Tom y Bill de inmediato se soltaron las manos y sonrojaron levemente. Ellos no pensaban que se veían como pareja.

—Somos herma… nas —aclaró el mayor de los gemelos.

—Gemelas idénticas —agregó Bill. Su hermano le sonrió.

—Vean cómo se van alejando y las tendrán en sus manos. Es que, si me permiten opinar, ustedes son muy bellas.

Bill alzó la ceja de nuevo e inconscientemente se acercó a Tom de nuevo.

—Hemnn, ¿gracias? —respondió Tom al halago—, pero aquí es muy difícil asegurarte de quién es qué. Digo, hay chicas que parecen chicos y viceversa. ¿Y tú qué eres?

—Chico —le ofreció el bartender con una sonrisa a Tom, la cual le hizo sentir a Bill que eran como dagas atravesándole la garganta para quedarse en su estómago, lacerándolo.

—Duh, me refería a si eres hetero u homo —Tom rió frente a la confusión; obviamente, sí sabía de antemano que el tipo era hombre.

—Bisexual —corrigió mientras limpiaba un vaso. Bill captó ese poco disimulado guiño.

—Hemn… To —dijo pero se corrigió de inmediato—: Gabrielle, tenemos que ir a… ya sabes. —

Sujetó el brazo de su hermano.

—Por esta clase de cosas no conseguimos chicas, Susanne —dijo, alejándose del roce de su hermano—. Aparte él es un buen chico y podríamos conversar un rato más.

—Vamos —repitió Bill, y sin importarle las quejas de su hermano lo jaló consigo hacia otro lado.

—¡Demonios, Bill! ¿Qué te pasa? —el de rastas lo miró extrañadísimo, mientras se soltaba del agarre de su gemelo.

—¿Qué, qué me pasa? ¡El tío ese! ¡Eso me pasa! ¡Tú… él… agh! —Tom lo observaba con una notoria confusión en el rostro—. ¡Él flirteaba contigo! —exclamó al fin, haciendo que Tom empezara a reírse.

—¿Cómo crees? —siguió riéndose.

—¿Eres estúpido o qué?

—Ya, ya, lo que tú digas, solo déjalo ir.

Bill pensaba que su hermano era idiota o tenía algún problema de retardo, puesto que era incómodamente palpable el juego de coqueteo que ese hombre hacía con su hermana.

—Empecemos con esto ya, porque en todo el jodido día no he comido un bocado. —Tom asintió y se separó de él—. ¿A dónde vas?

—A seguir el consejo del cantinero. Si nos alejamos conseguimos chicas más rápido.

Sin decirle más, le dio la espalda y se fue. Bill abrió la boca sin saber si era por sorprenderse de las palabras de su hermano o por lo bien que le quedaban los vaqueros en la parte de atrás. Se pateó mentalmente y decidió mirar entre la gente a alguien que le hiciera palpitar el corazón con solo mirarla, aunque él seguía dudando sobre eso.

El amor, tantas veces escrito en miles de versos de millones de personas, inclusive él había escrito unos cuantos sin verdaderamente conocerlo. Quería una persona para siempre, que nunca se fuera, como lo hizo su padre; no quería que el amor se acabase y muriera como si nunca antes hubiese estado haciendo su corazón latir desenfrenado, como cuando haces una carrera, con esa adrenalina corriendo dentro tuyo al ver a la persona.

No sabía, se decía a sí mismo que no sabía de esas cosas. Quería un final feliz, donde no hubiera familias destrozadas y promesas rotas. Pero, algo dentro de sí, le decía que él no encontraría el amor de ensueño así de fácil; es más, por ahora solo prefería estar con Tom, y sí, había tenido novia pero ninguna de importancia grande, porque aún eran niños.

Bajó la mirada cuando vio a su hermano acercándose a una chica. Su corazón palpitó fuerte y a pesar del ruido el retumbar llegó hasta en su cabeza. Cerró las manos, lastimándose con sus propias uñas sin notarlo. No sabía por qué se sentía tan enojado ahora.

—Hola —escuchó una voz entre sus pensamientos por lo que alzó el rostro y vio a la chica que le hablaba con esa voz suave.

—Hola —respondió un poco bajo.

Ella tenía el cabello negro y largo hasta por debajo de los hombros, unos ojos castaños que resaltaban en su rostro fino algo sonrosado en el que llevaba un maquillaje tenue, casi inexistente. Sus ropas constaban de una blusa blanca holgada y unos pantalones verde olivo cortos, hasta la rodilla, sueltos también, y sus zapatillas de basquetbolista.

La chica era atractiva y a Bill le gustaba la forma en que ella se sujetaba del borde de la blusa, jugando con esta con sus uñas de colores. Pero notaba que en sí no tenía ni idea de cómo entablar una conversación con una chica con intención de seducirla, eso sin contar que debía utilizar todo eso como una mujer.

—Mi nombre es Susanne —dijo en el oído de ella para que se escuchara por encima de la música.

—El mío es Betsy. —Asintió—. ¿Quieres bailar?

Bill se lo estaba planteando cuando la chica lo acercó a ella, sujetándole por la cintura y meneándose al ritmo de la música.

En ese preciso instante recordó que no sabía bailar, pero ella pareció no advertirlo ya que estaba ensimismada en la música y en pasar las manos por la cintura, vientre y cadera de Bill, mientras se pegaba más haciendo notar los movimientos que hacía. Él se sonrojó al sentir el cuerpo de la chica tan cerca. Aparte de la forma en la que ella se movía, sus cabellos oscuros le cosquilleaban el rostro y tenían buen aroma, así que se atrevió a tocarlos. La chica le sonrió de forma pícara, expresión que no supo cómo tomarse.

—Eres hermosa —casi le gritó en el oído.

Bill se sentía tan inexperto pero esa frase le hizo regresar a su posición inicial: él era chico y debía mantener el control. La sujetó a ella por las caderas y trató de seguirle el ritmo con ese roce seguro.

—Tú lo eres más —le respondió en el oído también, pero dejándole un casi beso en la oreja durante la acción. La chica se mordió el labio y sonrojó un poco, sin embargo, no perdió esa picardía en su rostro.

Fue acortándose la distancia entre ellos. Bill tragó saliva pero no descompuso su expresión y cuando los labios de ella chocaron contra los suyos, subió una mano hacia la nuca femenina para comenzar el movimiento. Y era extraño, porque no era su primer beso, tampoco el segundo, pero tenía el mismo sabor insípido: no había esa gracia que esperaba encontrar en la boca de su primer amor, solo estaban esas ganas de probar y juguetear, algo demasiado físico. Siguió el beso, entreabrió los labios de la chica para encontrar profundidad pero… su pecho dolía, le ardía de una forma inexplicable, como si le estrujasen por dentro. Y gimió de dolor durante el beso, haciendo que se interrumpieran los movimientos de ambos.

—¿Te lastimé? —interrogó la chica, haciendo alusión a la mordida que le había dado.

Bill negó con la cabeza e instintivamente miró a los costados para buscar a su hermano, pero no lo encontró. Lo que le dolía por dentro seguía haciéndolo pero con mayor intensidad. Vislumbró la barra y vio a la chica que estaba con Tom, sin embargo, ahora estaba del otro lado de la barra como cantinera. El color de su rostro se desvaneció.

—Tom…

—¿Ah?

Bill se alejó de la chica y corrió en dirección a la barra.

La cantinera le mandó un beso cuando la miró.

—¿Qué te ofrezco, guapa? —Bill mantuvo su expresión furibunda y se acercó más a ella.

—¿Dónde está?

—¿Quién? —preguntó aún con sonrisa socarrona.

—Tú estabas coqueteando con mi hermana, ¿dónde está? ¿Y dónde está el tipo que estaba aquí?

La sonrisa de la mujer se desapareció.
—Aléjate, perra —escupió las palabras. Bill se desesperó.

—Si no quieres jodidos problemas, es mejor que me digas ¡dónde diablos está mi hermana! —gritó y la sujetó por la camiseta, hincándose un poco por la barra. La mujer miró a los lados para incrustarle las uñas en las manos, pero él no se alejó ni la soltó por eso.

—¿Tenía rastas? —dijo alguien detrás. Bill volteó a ver, era Betsy.

—Sí-í. —Su corazón comenzó a latir rápido de nuevo, esa amarga sensación no se le pasaba.

—La vi con el cantinero en dirección a los baños.

Bill sintió el golpe de la otra chocar contra su rostro, haciendo que cayera al suelo por el impacto, pero, sin importarle su boca sangrante, se levantó y corrió a la dirección dicha, escuchando el sonido húmedo de besos y unas risas. Era el baño de chicas. Al entrar vio a su hermano sonriendo con mirada ida, apoyado contra la pared por el castaño que besaba con fruición su cuello. No necesitó pensar en nada cuando se acercó y de una patada hizo que el cantinero cayera al suelo y que su hermano se desacomodara de su posición, cayendo también pero de forma menos violenta.

El de cabellos plateados le miró incrédulo y se paró, haciendo notar que era mucho más grande que él, y le atestó un golpe en el estómago. Bill se encorvó por el dolor, pero aprovechó la posición y le plantó un puñete en la entrepierna haciéndole caer al suelo retorciéndose de dolor. Se acercó a Tom y lo jaló para que se levantara, luego pasó un brazo de él por sus hombros y se aferró a su cintura, caminando a rastras con él.

Apenas salieron de los servicios higiénicos, estaba Betsy, quien se ofreció a ayudar para lo que salieran más rápidamente del lugar. Ya afuera, pidieron un taxi que los llevara a casa de Andreas para recoger sus ropas. Betsy los acompañó.

—Cuánto lamento lo que quisieron hacer con tu hermana —dijo la chica siendo testigo de la escena de Bill abrazando fuertemente a Tom que todavía estaba como perdido, y que se hallaba sobre sus las piernas. Le enternecía a sobremanera el cariño que rebosaba de ellos.

—Ese maldito enfermo, lo… lo drogaron y… —Bill soltaba frases incompletas con lágrimas saliendo de sus ojos. Pasó una mano por las rastas de su hermano y le dejó un beso en la mejilla—. Tomi, prometo no dejarte solo nunca más, lo juro, Tomi.

Betsy se sentía confusa por la forma en la cual hablaba, refiriéndose a la chica entre sus brazos como si fuera hombre, pero se lo atribuyó al estado de nerviosismo en el cual se encontraba; aparte, era posible que el nombre de la hermana fuese ese por lo que prefirió no preguntar ni interrumpir ese momento.

Llegaron a la casa de Andreas y ella los ayudó a bajar y tocar el timbre.

—Ya puedes irte. Gracias por todo —musitó Bill aferrado a la cintura de Tom.

—Ohh, ¿pero no necesitas mi ayuda para llevarla a su habitación? Aparte, no te veo bien. —La chica en verdad estaba preocupada por Bill.

—Esta no es mi casa, es la de un amigo. Perdón, pero necesitamos estar solos. —Bill aún se sentía tenso y algo desesperado cuando Andreas apareció tras la puerta.

—¿Qué pasó? —preguntó preocupado.

—Bueno, entonces me voy y… si pasa cualquier cosa, llámame —dijo, dejando un papel en el bolsillo de su falda y se retiró.

—Vamos, Andi, necesito cambiar a Tom y llevarlo a casa.

Andreas asintió y lo ayudó al ver a su otro mejor amigo en ese estado.


Cuando estuvieron listos Tom ya estaba más o menos consciente, por lo menos podía caminar por sí solo. Andreas les dijo que su madre había llamado diciendo que estaban castigados. A Bill no le importó mucho.

Cuando llegaron, les cayeron encima el sermón de su madre y de su padrastro, pero él estaba preocupado por Tom, quien sólo se reía de vez en cuando hasta que empezó a tener arcadas, su organismo buscaba expulsar lo nocivo, así que Bill ayudó a su hermano a levantarse y fueron directo al baño para que éste vomitara.

Como no habían dicho adonde habían ido, y por la apariencia de Tom, sus padres supusieron que estaban ebrios a hora tan temprana. Ninguno de los dos hablaba, no es que lo hicieran de todas formas, su voz les delataría, ya era extraño que sus padres no notaran los cambios físicos. Bill asintió al castigo de estar encerrados y llevó a Tom a su cuarto; este se echó en su cama y cerró de inmediato los ojos. Bill lo observó por varios minutos así y se limitó a eso, mirarlo.

Maldijo esa situación, se maldijo a sí mismo por dejarlo solo. Lloró silenciosamente y abrazó a su hermano como si temiese que se lo alejarían de él.

Después de un momento, dejó un beso en su mejilla y salió por la ventana.


Hablaría con Mich.

1 comentario:

  1. Casi se violan a Tom!! Jajaja para que se fía de quien no debe, eso le pasa por dejado jajaja

    Bueno me pasare después para ver el nuevo capítulo, nos vemos...

    Lily V

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