Capítulo 5: Bitter pill
“Hoy chicas
gratis” se leía en el cartel de la entrada. Ambos tragaron saliva, mirándose de
reojo y asintieron. Los guardaespaldas le cedieron el paso con un guiño y
recibieron unos cuantos abucheos por parte del resto.
Al ingresar
repararon en que la apariencia interna del lugar, junto con las personas y su
manera de comportarse, no distaba mucho de lo que se podía apreciar en otros
antros: gente sudorosa casi pegada entre sí mientras movían sus cuerpos a un
ritmo desenfrenado que iba acorde con la música, unos cuantos escondiéndose en
los rincones mientras daban rienda suelta a sus deseos y otros que se comían la
boca en plena pista de baile.
Había de todo, y
por las tenues luces intermitentes no se podía observar si eran mujeres u
hombres, por lo que optaron por dirigirse entre el tumulto de gente hasta la
barra. Todas las huellas dactilares quedaron en sus cuerpos, haciendo que
después de que casi murieran de asfixia al salir de entre las personas, se
sintieran avergonzados y casi corrieran a la barra.
—En definitiva
fue mala idea llevar falda… Mataré a Andreas —dijo el moreno entre dientes,
apoyando su frente sobra la barra y castañeando los dientes por la furia.
—Vamos, Bill. No
es tan malo… te ves lindo con eso, digo, linda —susurró el mayor al oído del
otro, haciendo que este le diera un manotazo en el hombro, lo que le provocó
carcajadas y que al final terminasen riendo ambos.
—Sabes, no tengo
un buen presentimiento sobre esto —expresó Bill, mordiéndose el labio inferior
y mirando de soslayo la barra. Su hermano suspiró y bajó la mirada.
—Hey —le palmeó
el hombro—, no podemos rendirnos tan fácilmente.
—Dime tú, ¿cómo
diablos es que conseguiremos a una chica de la cual enamorarnos? ¡Dios! ¡Eso ni
siquiera es posible! —Se quejó en voz baja pero dándole una entonación
preocupada.
El rubio lo miró
con aflicción y torció la boca tan expresivo con sus labios como siempre.
—¿Eso quiere
decir que toda mi jodida vida la voy a pasar como chica? ¿Que si deseo ser
heterosexual deberé considerarme lesbiana? ¿Que nunca más podré orinar parado?
¿Que tendré que ponerme estas cosas incómodas en mi… entrepierna cada tres o
cuatro días por mes? —Tom observó la barra y crispó la mano en un puño mientras
fruncía fuertemente el entrecejo. Volteó de nuevo hacia él—. Te necesito
fuerte, Bill, si tú caes yo también lo hago. No podemos rendirnos, simplemente
no podemos, esa es una opción descartada. Quiero volver a ser yo mismo, Bill,
tanto como tú y si para esto hay que hacer cosas que quizás nunca nos
propusimos hacer, hagámoslo. ¿Okay?
Bill asintió en
respuesta y le sujetó una mano por debajo.
—Nunca te dejaré
caer —susurró, apretando la mano de su hermano —. ¡Arrasemos con ellas!
—¡Sí!
…
Pasados diez
minutos seguían en la misma posición, notando cómo las chicas se alejaban de
ellos. Bill se dejó caer sobre la silla de nuevo, soltando un gemido lastimero
que denotaba su frustración y poniendo su mejilla contra la barra fría.
—No sabía que
las chicas eran tan exigentes. ¡Ni acercarnos nos dejan! —dijo el menor desde
su asiento.
—Si dejaran de
estar tan pegadas entre sí, las chicas dejarían de pensar que son pareja —respondió
el cantinero con voz suave haciendo que ambos volteasen en su dirección.
Tenía cabellos
castaños con unos mechones plateados brillantes tapándole parte del rostro,
pero incluso con eso se podía apreciar sus ojos negros con delineador del mismo
color como para darle más intensidad a su mirada; su piel era clara y recibía
las luces tintineantes del antro en ella, haciendo parecer como si fuera una
aparición y traía un septum y varias perforaciones en la parte superior de su
oreja izquierda. Sus ropas consistían en una camisa blanca y unos vaqueros que
no se podían ver con facilidad, y su contextura no era gruesa, sin embargo,
tampoco excesivamente delgada, notándose músculos trabajados bajo las telas.
Tendría unos años más que los gemelos que aún lo miraban atónito.
—¿Perdón? —Bill
alzó una ceja.
—Oh disculpen,
pero no he podido evitar oír lo que dijeron, y pues, ¿no son pareja, cierto? Pero
el resto no piensa lo mismo al verlas sujetas de la mano o estando muy juntas.
Tom y Bill de
inmediato se soltaron las manos y sonrojaron levemente. Ellos no pensaban que
se veían como pareja.
—Somos herma…
nas —aclaró el mayor de los gemelos.
—Gemelas
idénticas —agregó Bill. Su hermano le sonrió.
—Vean cómo se
van alejando y las tendrán en sus manos. Es que, si me permiten opinar, ustedes
son muy bellas.
Bill alzó la
ceja de nuevo e inconscientemente se acercó a Tom de nuevo.
—Hemnn,
¿gracias? —respondió Tom al halago—, pero aquí es muy difícil asegurarte de
quién es qué. Digo, hay chicas que parecen chicos y viceversa. ¿Y tú qué eres?
—Chico —le
ofreció el bartender con una sonrisa a Tom, la cual le hizo sentir a Bill que
eran como dagas atravesándole la garganta para quedarse en su estómago,
lacerándolo.
—Duh, me refería
a si eres hetero u homo —Tom rió frente a la confusión; obviamente, sí sabía de
antemano que el tipo era hombre.
—Bisexual
—corrigió mientras limpiaba un vaso. Bill captó ese poco disimulado guiño.
—Hemn… To —dijo
pero se corrigió de inmediato—: Gabrielle, tenemos que ir a… ya sabes. —
Sujetó
el brazo de su hermano.
—Por esta clase
de cosas no conseguimos chicas, Susanne —dijo, alejándose del roce de su
hermano—. Aparte él es un buen chico y podríamos conversar un rato más.
—Vamos —repitió
Bill, y sin importarle las quejas de su hermano lo jaló consigo hacia otro
lado.
—¡Demonios,
Bill! ¿Qué te pasa? —el de rastas lo miró extrañadísimo, mientras se soltaba
del agarre de su gemelo.
—¿Qué, qué me
pasa? ¡El tío ese! ¡Eso me pasa! ¡Tú… él… agh! —Tom lo observaba con una
notoria confusión en el rostro—. ¡Él flirteaba contigo! —exclamó al fin,
haciendo que Tom empezara a reírse.
—¿Cómo crees?
—siguió riéndose.
—¿Eres estúpido
o qué?
—Ya, ya, lo que
tú digas, solo déjalo ir.
Bill pensaba que
su hermano era idiota o tenía algún problema de retardo, puesto que era
incómodamente palpable el juego de coqueteo que ese hombre hacía con su
hermana.
—Empecemos con
esto ya, porque en todo el jodido día no he comido un bocado. —Tom asintió y se
separó de él—. ¿A dónde vas?
—A seguir el
consejo del cantinero. Si nos alejamos conseguimos chicas más rápido.
Sin decirle más,
le dio la espalda y se fue. Bill abrió la boca sin saber si era por
sorprenderse de las palabras de su hermano o por lo bien que le quedaban los vaqueros
en la parte de atrás. Se pateó mentalmente y decidió mirar entre la gente a
alguien que le hiciera palpitar el corazón con solo mirarla, aunque él seguía
dudando sobre eso.
El amor, tantas
veces escrito en miles de versos de millones de personas, inclusive él había
escrito unos cuantos sin verdaderamente conocerlo. Quería una persona para
siempre, que nunca se fuera, como lo hizo su padre; no quería que el amor se
acabase y muriera como si nunca antes hubiese estado haciendo su corazón latir
desenfrenado, como cuando haces una carrera, con esa adrenalina corriendo
dentro tuyo al ver a la persona.
No sabía, se
decía a sí mismo que no sabía de esas cosas. Quería un final feliz, donde no
hubiera familias destrozadas y promesas rotas. Pero, algo dentro de sí, le
decía que él no encontraría el amor de ensueño así de fácil; es más, por ahora
solo prefería estar con Tom, y sí, había tenido novia pero ninguna de
importancia grande, porque aún eran niños.
Bajó la mirada
cuando vio a su hermano acercándose a una chica. Su corazón palpitó fuerte y a
pesar del ruido el retumbar llegó hasta en su cabeza. Cerró las manos,
lastimándose con sus propias uñas sin notarlo. No sabía por qué se sentía tan
enojado ahora.
—Hola —escuchó
una voz entre sus pensamientos por lo que alzó el rostro y vio a la chica que
le hablaba con esa voz suave.
—Hola —respondió
un poco bajo.
Ella tenía el
cabello negro y largo hasta por debajo de los hombros, unos ojos castaños que
resaltaban en su rostro fino algo sonrosado en el que llevaba un maquillaje
tenue, casi inexistente. Sus ropas constaban de una blusa blanca holgada y unos
pantalones verde olivo cortos, hasta la rodilla, sueltos también, y sus
zapatillas de basquetbolista.
La chica era
atractiva y a Bill le gustaba la forma en que ella se sujetaba del borde de la
blusa, jugando con esta con sus uñas de colores. Pero notaba que en sí no tenía
ni idea de cómo entablar una conversación con una chica con intención de
seducirla, eso sin contar que debía utilizar todo eso como una mujer.
—Mi nombre es
Susanne —dijo en el oído de ella para que se escuchara por encima de la música.
—El mío es
Betsy. —Asintió—. ¿Quieres bailar?
Bill se lo
estaba planteando cuando la chica lo acercó a ella, sujetándole por la cintura
y meneándose al ritmo de la música.
En ese preciso
instante recordó que no sabía bailar, pero ella pareció no advertirlo ya que
estaba ensimismada en la música y en pasar las manos por la cintura, vientre y
cadera de Bill, mientras se pegaba más haciendo notar los movimientos que hacía.
Él se sonrojó al sentir el cuerpo de la chica tan cerca. Aparte de la forma en
la que ella se movía, sus cabellos oscuros le cosquilleaban el rostro y tenían
buen aroma, así que se atrevió a tocarlos. La chica le sonrió de forma pícara,
expresión que no supo cómo tomarse.
—Eres hermosa
—casi le gritó en el oído.
Bill se sentía
tan inexperto pero esa frase le hizo regresar a su posición inicial: él era
chico y debía mantener el control. La sujetó a ella por las caderas y trató de
seguirle el ritmo con ese roce seguro.
—Tú lo eres más
—le respondió en el oído también, pero dejándole un casi beso en la oreja
durante la acción. La chica se mordió el labio y sonrojó un poco, sin embargo,
no perdió esa picardía en su rostro.
Fue acortándose
la distancia entre ellos. Bill tragó saliva pero no descompuso su expresión y
cuando los labios de ella chocaron contra los suyos, subió una mano hacia la
nuca femenina para comenzar el movimiento. Y era extraño, porque no era su
primer beso, tampoco el segundo, pero tenía el mismo sabor insípido: no había
esa gracia que esperaba encontrar en la boca de su primer amor, solo estaban
esas ganas de probar y juguetear, algo demasiado físico. Siguió el beso,
entreabrió los labios de la chica para encontrar profundidad pero… su pecho
dolía, le ardía de una forma inexplicable, como si le estrujasen por dentro. Y
gimió de dolor durante el beso, haciendo que se interrumpieran los movimientos
de ambos.
—¿Te lastimé?
—interrogó la chica, haciendo alusión a la mordida que le había dado.
Bill negó con la
cabeza e instintivamente miró a los costados para buscar a su hermano, pero no
lo encontró. Lo que le dolía por dentro seguía haciéndolo pero con mayor
intensidad. Vislumbró la barra y vio a la chica que estaba con Tom, sin
embargo, ahora estaba del otro lado de la barra como cantinera. El color de su
rostro se desvaneció.
—Tom…
—¿Ah?
Bill se alejó de
la chica y corrió en dirección a la barra.
La cantinera le
mandó un beso cuando la miró.
—¿Qué te
ofrezco, guapa? —Bill mantuvo su expresión furibunda y se acercó más a ella.
—¿Dónde está?
—¿Quién?
—preguntó aún con sonrisa socarrona.
—Tú estabas
coqueteando con mi hermana, ¿dónde está? ¿Y dónde está el tipo que estaba aquí?
La sonrisa de la
mujer se desapareció.
—Aléjate, perra
—escupió las palabras. Bill se desesperó.
—Si no quieres
jodidos problemas, es mejor que me digas ¡dónde diablos está mi hermana! —gritó
y la sujetó por la camiseta, hincándose un poco por la barra. La mujer miró a
los lados para incrustarle las uñas en las manos, pero él no se alejó ni la
soltó por eso.
—¿Tenía rastas?
—dijo alguien detrás. Bill volteó a ver, era Betsy.
—Sí-í. —Su
corazón comenzó a latir rápido de nuevo, esa amarga sensación no se le pasaba.
—La vi con el
cantinero en dirección a los baños.
Bill sintió el
golpe de la otra chocar contra su rostro, haciendo que cayera al suelo por el
impacto, pero, sin importarle su boca sangrante, se levantó y corrió a la
dirección dicha, escuchando el sonido húmedo de besos y unas risas. Era el baño
de chicas. Al entrar vio a su hermano sonriendo con mirada ida, apoyado contra
la pared por el castaño que besaba con fruición su cuello. No necesitó pensar
en nada cuando se acercó y de una patada hizo que el cantinero cayera al suelo
y que su hermano se desacomodara de su posición, cayendo también pero de forma
menos violenta.
El de cabellos
plateados le miró incrédulo y se paró, haciendo notar que era mucho más grande
que él, y le atestó un golpe en el estómago. Bill se encorvó por el dolor, pero
aprovechó la posición y le plantó un puñete en la entrepierna haciéndole caer
al suelo retorciéndose de dolor. Se acercó a Tom y lo jaló para que se
levantara, luego pasó un brazo de él por sus hombros y se aferró a su cintura,
caminando a rastras con él.
Apenas salieron
de los servicios higiénicos, estaba Betsy, quien se ofreció a ayudar para lo
que salieran más rápidamente del lugar. Ya afuera, pidieron un taxi que los
llevara a casa de Andreas para recoger sus ropas. Betsy los acompañó.
—Cuánto lamento
lo que quisieron hacer con tu hermana —dijo la chica siendo testigo de la
escena de Bill abrazando fuertemente a Tom que todavía estaba como perdido, y
que se hallaba sobre sus las piernas. Le enternecía a sobremanera el cariño que
rebosaba de ellos.
—Ese maldito
enfermo, lo… lo drogaron y… —Bill soltaba frases incompletas con lágrimas
saliendo de sus ojos. Pasó una mano por las rastas de su hermano y le dejó un
beso en la mejilla—. Tomi, prometo no dejarte solo nunca más, lo juro, Tomi.
Betsy se sentía
confusa por la forma en la cual hablaba, refiriéndose a la chica entre sus
brazos como si fuera hombre, pero se lo atribuyó al estado de nerviosismo en el
cual se encontraba; aparte, era posible que el nombre de la hermana fuese ese
por lo que prefirió no preguntar ni interrumpir ese momento.
Llegaron a la
casa de Andreas y ella los ayudó a bajar y tocar el timbre.
—Ya puedes irte.
Gracias por todo —musitó Bill aferrado a la cintura de Tom.
—Ohh, ¿pero no
necesitas mi ayuda para llevarla a su habitación? Aparte, no te veo bien. —La
chica en verdad estaba preocupada por Bill.
—Esta no es mi
casa, es la de un amigo. Perdón, pero necesitamos estar solos. —Bill aún se
sentía tenso y algo desesperado cuando Andreas apareció tras la puerta.
—¿Qué pasó?
—preguntó preocupado.
—Bueno, entonces
me voy y… si pasa cualquier cosa, llámame —dijo, dejando un papel en el
bolsillo de su falda y se retiró.
—Vamos, Andi,
necesito cambiar a Tom y llevarlo a casa.
Andreas asintió
y lo ayudó al ver a su otro mejor amigo en ese estado.
…
Cuando
estuvieron listos Tom ya estaba más o menos consciente, por lo menos podía
caminar por sí solo. Andreas les dijo que su madre había llamado diciendo que
estaban castigados. A Bill no le importó mucho.
Cuando llegaron,
les cayeron encima el sermón de su madre y de su padrastro, pero él estaba
preocupado por Tom, quien sólo se reía de vez en cuando hasta que empezó a
tener arcadas, su organismo buscaba expulsar lo nocivo, así que Bill ayudó a su
hermano a levantarse y fueron directo al baño para que éste vomitara.
Como no habían
dicho adonde habían ido, y por la apariencia de Tom, sus padres supusieron que
estaban ebrios a hora tan temprana. Ninguno de los dos hablaba, no es que lo
hicieran de todas formas, su voz les delataría, ya era extraño que sus padres
no notaran los cambios físicos. Bill asintió al castigo de estar encerrados y
llevó a Tom a su cuarto; este se echó en su cama y cerró de inmediato los ojos.
Bill lo observó por varios minutos así y se limitó a eso, mirarlo.
Maldijo esa
situación, se maldijo a sí mismo por dejarlo solo. Lloró silenciosamente y
abrazó a su hermano como si temiese que se lo alejarían de él.
Después de un
momento, dejó un beso en su mejilla y salió por la ventana.
Hablaría con Mich.
Casi se violan a Tom!! Jajaja para que se fía de quien no debe, eso le pasa por dejado jajaja
ResponderEliminarBueno me pasare después para ver el nuevo capítulo, nos vemos...
Lily V