martes, 23 de febrero de 2016

Fanfic: Once versus Tom de kasomicu

La serie De Once y demás números sigue. Dedicado a mi novio y a mis lectorxs sensuales :3

Catergoría: Slash.

Rated: NC-17.

Título: Once versus Tom

Autor: kasomicu

Género: Drama, angustia, Twc no relacionado.

Resumen: Tom y su continua lucha con Once.


Disclaimer: Las personas no me pertenecen. Lo demás sí

Capítulo 1: Un nuevo comienzo


Tom estaba nervioso. Iba a recibir los resultados de la universidad, iba a saber si ingresaba o no. Su madre estaba sonriente, ella estaba segura que él ingresaría. Tom había actualizado su laptop de nuevo, presionando f5 para que la página mostrara los ingresantes. Tom empalideció. No veía su nombre.

—­¿Y? ¿Qué salió, mi amor? —preguntó Anémona, con la garganta seca.

Tom se giró hacia ella y boqueó. —Má, ingresé —soltó en voz queda.

—¿Qué dijiste?

—Que ingresé, mamá. Ahí está mi nombre. Tom Trümper Würdig —explicó como si no pudiera creérselo, y quizá era así.

Había terminado la escuela arrastrándose, básicamente, y no creía que su preparación para la universidad había sido buena, estaba deprimido y en eso se resumía todo. 

Desde que Bill se marchó había hecho las cosas con desgano, y se enojaba con todos. Pero ahí estaba, había ingresado de todas maneras, y sonrió de forma genuina después de mucho tiempo. Quería llorar, no obstante, no lo haría, ya no era un niño bobo.

Su madre lo apretó contra sí, sollozando en silencio. Tom sintió que la situación iba a cambiar, era un nuevo comienzo.


El primer día se percató que si bien la universidad se trataba de estudiar, no era lo mismo que el colegio. Ya se lo habían mencionado, pero otra cosa era sentirlo en carne propia. Suspiró.

No podía perder el tiempo dibujando entre clases, tenía que tomar apuntes de todo, aunque eso lo hacía en el colegio.

Se tocó el puente de la nariz y se fijó que su salón que le tocaría la clase después del receso era en el quinto piso. Tenía que mejorar su físico sea como sea.

No quería ser frágil en ningún aspecto.

Se chocó contra alguien al momento en que iba a subir al segundo piso. Frunció el ceño y soltó un “ouch”, que se oyó al unísono con el “ay” que dijo la otra persona.

—Lo siento, lo siento —dijo el chico de cabellos negros que recogía sus libros y los de Tom, el que se agachó también para que el muchacho no hiciera todo solo.

En parte le hacía recordar a sí mismo en primaria.

—Fíjate la próxima vez —aconsejó Tom, sin ser agresivo en su semblante, el moreno asintió y extendió su mano.

—En verdad que lo siento, mi nombre es Luca —se presentó. Tom aceptó la mano de Luca, y le ofreció una sonrisa de cortesía.

—El mío es Tom.

—Un gusto, Tom —dijo Luca, mirando la hora en su reloj—. Mierda, ya se me hace tarde y sigo sin encontrar mi salón.

—Bueno, no te quito más tiempo.

—Más bien, ¿sabes dónde es el salón 506B? —Tom asintió.

—Como lo indica en su número, es en el quinto piso de este edificio, el edificio B.

—Soy un idiota —se culpó Luca, negando con la cabeza. Tom se percató luego de un instante que era la misma aula a donde se dirigía.

—Te puedo acompañar, voy a la misma clase.

Los ojos de Luca se iluminaron y asintió.


Tom llegó a su casa exhausto, y no supo cómo sentirse cuando encontró a su padre en casa.

—Papá, ¿qué haces aquí? —le pareció ver a su padre sonrojado. Una sonrisa se formó en el rostro de Jörg.

—Hijo.

Anémona salió de la cocina, y le sonrió a ambos, esa sonrisa que solía poner cuando aún estaba con su padre. ¿Acaso…?

—¿Han regresado? —Tom se había fijado que durante el funeral de Bell, sus padres habían estado muy juntos, pero no pensaba que hubiera sido algo más que el cariño que se tenían y el buscar consolarse. Sin embargo, ahora que su progenitor esté ahí, algo sonrojado y sonriente, solo había una explicación. Y se encontró a sí mismo riéndose, algo extrañado por todo esto.

Cuando ambos asintieron, Tom quiso rodar los ojos. Había sufrido mucho por la separación de sus padres. Y, que volviesen lo alegraba, no podría negarlo, no obstante, tampoco quería regresar a los días donde ellos se peleaban y se hacía algo insoportable el tolerarlos o estar cerca a ellos cuando estaban juntos.

—¿Y todo será como antes? —preguntó Tom, sus padres lo miraron confundidos.

—Sí, estaremos juntos como antes… ¿o a qué te refieres? —cuestionó Jörg, Tom tomó aire e intentó ver a otro lado.

—No quiero tener que acostumbrarme a que discutan todos los días, a las miradas esquivas, el que hablen mal a sus espaldas, el tener que fingir que nada pasa cuando sucede todo —soltó Tom todo lo que sentía en su pecho.

Anémona se sintió en parte avergonzada, Jörg asintió en conocimiento, asumiendo que tenía culpa en aquello.

—Estamos regresando bajo unas condiciones, hijo. Así que no volverá a suceder eso, o al menos lo intentaremos —explicó Jörg.

Tom se relamió los labios y los vio. Se notaba que estaban preocupados, pero al mismo tiempo, aún estaban enamorados, o al menos eso podría vislumbrar. Y se merecían una oportunidad, así que Tom asintió y se acercó a ellos, abrazándose los tres.

—Bueno, ya que estamos todos aquí presentes, tengo que pedirles permiso para algo.

—Dinos, amor —instó Anémona a que hablara. Tom le sonrió.

—Quiero inscribirme en natación, para aprender y luego practicar solo. He leído que el agua relaja, y creo que es cierto.

—Pero estamos en invierno, dudo mucho que estén dictando clases —acotó Jörg, Tom se mordisqueó el labio, procesando lo dicho.

—¿Pero aún abren las piscinas olímpicas verdad?

—Tengo entendido que sí, aunque casi no las usen —respondió Jörg.

—Entonces practicaré hasta aprender por mí mismo —sentenció Tom. Anémona lo vio aterrada.

—¿Y si te pasa algo, Tom? —preguntó su madre.

—No iré al lado hondo de la piscina, mamá. Tendré mucho cuidado —le tranquilizó con una palmada en su hombro.

La mujer asintió.

—¿Cuándo irás a averiguar eso? —cuestionó su progenitor.

—Mañana. ¿Puedo ir hoy a una fiesta que darán a los recién ingresados?

—Solo no regreses muy tarde.

Tom parpadeó repetidas veces, no pudiéndose creérselo. Sus padres estaban dándole permiso sin chistar. Se apresuró a subir a su recámara antes de que se arrepintieran.


Tom se sentía extraño ahí, en ese ambiente jodidamente familiar, el olor a tabaco inundaba sus fosas, el alcohol era repartido por doquier y chicos y chicas estaban sobándose entre sí. Parecía que quizá había llegado un tanto tarde porque el compartir ya había comenzado. Le recordaba a la fiesta donde Andreas se había presentado con la banda Alea, un amargor se instaló en la boca de su estómago, ese día había salido del clóset frente a sus compañeros, y le había pedido matrimonio a Bill, su costado quemaba con la palabra “Once” grabado en él.

Vio que una chica estaba pasando con una bandeja de vasos con cerveza y, a pesar de que no era algo típico en él, tomó uno de ellos, para ver qué tan cierto era lo de que uno olvidaba con el alcohol en la sangre, al menos momentáneamente.

No quería recordar cómo Bill lo había besado en un armario confundiéndolo con alguien más. No quería recordar sus besos, el cómo se sentía su piel contra la suya, su sabor… no, debía olvidarlo porque lo lastimaba.

No podía ni oír sus propios pensamientos debido al volumen de la música, pero sí pudo sentir con claridad cómo alguien le susurraba un “hola” a su oído. Tom arrugó la nariz y giró en dirección al hombre que le hablaba.

Era un chico quizá unos años mayor que Tom, pero tenía la misma altura que él, usaba unas rastas que le hicieron querer reír por recordarle a sí mismo hace unos meses. Solo que era moreno y le miraba con aire seductor. Tom quiso bufar y rodar los ojos, él no estaba interesado en coquetear, o tener pareja, y se lo iba a poner en claro al de rastas.

—Mi nombre es John. ¿Y el tuyo?

—Eh, Tom. Mira, no estoy en las condiciones exactas como para buscar una pareja, ¿me doy a entender?

—Claro, guapo, pero no es necesario que lo seamos para poder divertirnos.
Tom parpadeó confundido, hasta que comprendió lo que John trataba de decir.

—No, gracias —respondió con educación y se alejó.

¿Qué se creía que él era? Tom no era capaz de hacer algo, si cuando lo hizo fue porque estaba enamorado. No quería recordar de quién y todo lo demás.

Miró al suelo sintiendo una opresión en su pecho, luego fue en búsqueda de más alcohol.


Pasadas las doce Tom estaba sonriente, en la parte de atrás de un carro siendo besado con fruición en el cuello.

—No muy fuerte eh, que no me quede marca, una persona no es ganado como para que sea marcado —dijo Tom entre hipidos a su acompañante, John pensaba que era chistoso ya que se le había negado y ahora John estaba entre sus piernas luchando con sus pantalones para quitárselos.

A John, Tom le parecía un chico algo inexperto, demasiado recatado, hasta podía asegurar que era virgen, si no hubiese sido tan receptivo a los toques por encima de la ropa. Así que virgen no era, pero sí bastante inexperto.

Estaba bastante ebrio, pensaba John.

Se besaron, John se dio cuenta que Tom era bueno besando, aunque estuviese demasiado borracho como para explotar sus habilidades al máximo. Le gustaba la sensación de su lengua contra la otra y cómo Tom succionaba su lengua, y luego jugaba con su paladar, para después mordisquear y lamer, algo adormilado pero tan jodidamente sexy. Como si estuviera acostumbrado, Tom se hizo hacer cuando John le estaba masturbando, y Tom cerraba los ojos, mordiéndose los labios, sudando un poco.

John se quitó la ropa con rapidez, buscando en la parte de adelante del carro condones y lubricante en sobres. Se puso el profiláctico y echó una buena cantidad de lubricante en su miembro. Tom abrió sus piernas y las levantó en el asiento del coche, preparándose para lo que vendría. Ni recordaba el nombre del muchacho, y ni discernía bien sus rasgos, poco importaba, estaba caliente y Bill había desaparecido de su mente después de mucho. Se sentía en carne viva, y aunque dolía se sentía bien.

John comenzó a penetrarlo, y Tom arrugó la nariz, había ardor debido a que hacia mucho que nadie lo tocaba. Sin embargo, fuera de eso, estaba bien y se buscó masturbar a sí mismo para excitarse más mientras lo hacía con el chico sin nombre. 

Después de cambiar de posición y casi ponerlo en cuatro para que fuera más fácil la penetración, aunque había incomodidad debido a que estaban en la parte de atrás de un carro, se vino fuertemente y entre lágrimas, que no había notado cuando se le habían salido. Sintió cómo el chico lo penetraba unas veces más antes de salir de su interior, y quitarse sin delicadeza el condón. Tom comenzó a vestirse algo avergonzado, porque ya estaba recuperando la sobriedad.

—¿Te llevo a algún lado, lindo? —ofreció John mientras sacaba un cigarrillo y lo fumaba con parsimonia.

—Si pudieras llevarme a mi casa, te lo agradecería —dijo Tom, a sabiendas de que no tenía amigos en la universidad que pudieran llevarlo y era demasiado tarde para caminar. John le guiñó un ojo y asintió, saliendo del carro y ubicándose en el asiento del conductor.

Tom veía por la ventana sin fijar su vista en nada cuando el coche comenzó su viaje. Le indicó a dónde tenían que ir y Tom se sintió vacío.


—Mi amor, no podía dormir de la preocupación. Te dijimos que vinieras temprano y no obedeciste, ¿por qué, bebé? —preguntó Anémona para luego abrazar su hijo sin importarle su respuesta.

—Yo… solo necesitaba salir y relajarme. La próxima vez vendré temprano, lo prometo —dijo Tom. Su madre no dijo nada respecto al olor que traía, porque pensaba que era mejor no preguntar. Solo esperaba que no viniera con otro noviecito que le rompiera su corazón como Bill lo hizo.

Tom fue como zombi a su habitación, a entonar su guitarra después de tiempo.

Se sentía como una mierda. Se sentía roto, pero era de otra forma. Como si fuera algo que pudiera volver a hacer, a pesar de la sensación que le venía luego, porque la adrenalina que sentía durante el acto le hacía olvidar a Bill, como si pudiera fundirse en otro cuerpo y borrar momentáneamente todas sus heridas.

Le dolía, sí, pero no más que cuando pensaba en Bill.

Lo volvería a hacer, una y otra vez hasta que las cicatrices que había dejado Bill desaparecieran. Hasta que sus besos se esfumaran. Hasta que su amor por él muriera, tal y como el amor de Bill por Tom murió.

Se miró en el espejo de su baño, no reconociéndose. Con ojos tristes, cabello negro y por los hombros, con un piercing que quería quitarse. Y quizá lo haría, o tal vez no, tal vez… se lo dejaría y se haría otro más en el mismo lado, para que le quedase esa lección, el no volverse a enamorar.

Tenía que hacer algo para cambiar su aspecto. A la tarde del día siguiente vería si iba donde un estilista para cortarse el cabello o hacer algo al respecto.

Ahora debía dormir.

Se fijó en su celular, tenía mensajes de texto de un número desconocido. Y por lo que decían, parecía ser Andreas, seguro estaría en otro país y trataba de comunicarse con él. Dejaría un momento de pensar en descansar y hablaría con su mejor amigo.

Prendió su computadora y abrió el Skype.

Andreas estaba conectado, con una foto sonriente sacando la lengua en su imagen de perfil.

La suya solo tenía una lechuza, no quería saber de fotos de su rostro. En su Facebook era lo mismo, una imagen impersonal y que tenía que ver con sus gustos en la lectura. Dejó de divagar y presionó en vídeollamada.

El rostro de Andreas, ahora teñido de rojo el cabello lo sorprendió. No sabía que su amigo había cambiado de look.

—Wow, Andi, hola. No sabía que eras pelirrojo ahora —saludó Tom. Andreas rodó los ojos.

—Se supone que era rosado, y salió rojo. Bleh, la cosa es que no soy rubio —dijo Andreas para luego encogerse de hombros.

—Y según he leído la banda hace unas semanas, la banda sigue en auge. Aparte dicen rumores sobre que Gustav ha terminado con Oskar, ¿es verdad? —Andreas asintió.

—Sep, ha habido problemas entre ellos, y pues decidieron cortarlo por lo sano. Y, ¿cómo estás, Tomi? —preguntó Andreas, apoyando su mandíbula sobre sus manos.

—Bien, ya sabes que ingresé y hoy hubo una fiesta para los recién ingresados y, aunque no lo creas, asistí —soltó Tom, Andreas arqueó una ceja, extrañadísimo.

—¿Y ese milagro?

—No sé, quería cambiar de aires, y bueh, me divertí sí, para qué negarlo.

—¿Tú divirtiéndote en una fiesta? ¿Es que acaso este es el fin del mundo? —Tom rió.

—No, creo más bien que es el comienzo.

—¿Ah?

—Nada, tonterías mías.


4 comentarios:

  1. pobre Tom, Bill lo dejó muy herido y de una u otra forma trata de olvidarlo ... :'( espero con ansias el proximo capitulo, no alargues la espera please :)

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    1. @Unknown, cada semana actualizaré. Gracias por comentar ^^

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  2. Como entiendo a Tom, querer olvidar y no poder, no importa como...

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  3. Más vale tarde que nunca! Por fin lo leí, estoy super feliz de que estés volviendo a escribir amo esta serié y me encanta como escribes.
    Me dio un poco de pena el capítulo pero supongo que más adelante Tom no estará tan triste, gracias por escribir eres realmente maravillosa!

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