miércoles, 13 de noviembre de 2013

Viñeta: Ladridos nocturnos

Participé en el reto de Tokio Hotel Ficción donde me pidieron que jugara con la leyenda urbana: Ladrones de riñones.

Título: Ladridos nocturnos.

Autor: kasomicu.

Categoría: Slash.

Rated: PG-13.

Género: Twincest.

Resumen: Ellos debían correr literalmente por sus vidas.

Disclaimer: Ninguno de las personas públicamente reconocibles me pertenecen. Lo demás sí. No lucro con esto.



Sentía entumecidos los dedos, una sonrisa ladeada adornaba su rostro que tenía barba de días. Podía discernir a través de la nebulosa que era su mente que su hermano le estaba diciendo algo, aunque no entendía qué era lo que le decía, solo que se veía hermoso él junto a sus dobles. Esperen, ¿por qué veía a tres Bill?

—Bill, ¿cómo te multiplicaste? —preguntó Tom, riendo y sintiendo calentarse su vientre frente a la idea de estar con tantos Bills al mismo tiempo.

—Tom, no seas idiota. Tenemos que huir —apuró Bill, cogiéndolo por el brazo y pasándolo por su hombro para correr.
Ladridos de perros se oían a lo lejos.

Tom no tenía idea de qué sucedía debido a su estado de embriaguez. Sin embargo, Bill sí sabía.

Se habían separado cuando estaban el antro porque Tom quería seguir pretendiendo ser un player, pero cuando Bill quiso interceptar a la chica en un ataque infantil de celos, el cual iba a camuflar intentando seducirla, alcanzó a escuchar la conversación que había tenido con uno de los bartender. Sobre cómo estaba teniendo efecto lo que le había puesto en la bebida al chico de rastas, y que pronto se lo podría llevar a otro sitio donde estaban los demás para...

Fue entonces cuando Bill sujetó a su hermano que estaba ebrio como si hubiese tomado todo lo que había en el antro, e intentó irse lo más disimuladamente que pudo, sin embargo, Tom era bastante bullicioso y terminó por ponerlos en evidencia con su rabieta por intentar quitarle su imagen de chico conquistador. La muchacha llamó por su móvil, y ellos salieron, lamentando haber aceptado en primer lugar ir a un antro que estaba tan alejado de la ciudad.
Iban en búsqueda de su auto, pero a Bill le temblaban demasiado las manos para poder usar las llaves.

Y allí estaban, huyendo de unos perros que habían soltado los hombres que aguardaban en una camioneta escondida en el bosque.

La ansiedad se acumulaba en su pecho, tragaba con dificultad, era cuestión de salvarse o morir. Esos bastardos que los habían invitado a aquel sitio no les deseaban especialmente lo mejor, y la gente de ahí no hizo nada al verlo desesperado y nervioso, bueno, no es que fueran a hacer algo estando abstraídos en sus propios asuntos, que incluían sobarse y beber.

No estaba en su puta cabeza, todo aquello era un maldito complot.

“—Es lindo, pero ingenuo, es una pena que pronto despertará sin un riñón y con altas probabilidades de morirse. —Había dicho la chica.”

“Maldita zorra”, pensó Bill mientras seguía cargando a un Tom que no comprendía por qué la luna estaba tan lejos.

***

Tenían que hallar a la maldita civilización.

Le pesaban los pies y parecía que Tom iba a dormirse en cualquier momento. Lamentaba no ser adepto a los ejercicios. Los ladridos se oían más cerca.

—Bill, me falta el aire —dijo Tom mareado, ya no resultándole divertidas las estrellas.

—Un poco más, Tom, por favor. —Bill veía a lo lejos una autopista.

—No recuerdo la última vez que me pediste eso, Bibi —bromeó Tom, a pesar de estar perdiendo la consciencia.

Pero los perros estaban ahí. Bill recordaba que había leído en un artículo de internet que se les podía ahuyentar con fuego, ¿o era a los osos? No le importaba.

Peleó con el bolsillo de su pantalón para sacar su zippo, intentó encenderlo, sin resultado alguno y cuando vio las fauces hambrientas de los perros decidió lanzar su encendedor, el cual cayó en la cabeza de uno.

Y él no sabía si era por la adrenalina o su desesperación atravesándole la piel, carcomiéndole la cabeza, removiéndole las entrañas hasta hacerle sentir arcadas, o los gimoteos de Tom sobre no sentir su cuerpo pero Bill pudo cargar a su hermano y correr, con todo temblándole, a toda velocidad, su corazón latiendo con fuerza.

Estaba tan concentrado en escapar, tan absorto en ello que no se fijó que ya había llegado a la trocha, ni que un auto pasaba, para su suerte solo se golpeó el tórax con el costado del carro, rompiendo el espejo retrovisor e incrustándosele en la piel los trozos de vidrio.

—Muchachos de mierda, pero, ¿en qué carajos pensaban al correr así en medio de la noche? —reclamó el conductor.

—Nos… nos persiguen —respondió acezado Bill, señalando en dirección al bosque. El conductor los miró, fijándose en el estado de Tom—. Por favor, mi hermano… necesita ir al médico.

—Vamos —accedió el hombre, ayudando a los chicos a que entraran, y luego tomando un trago de su licorera.

Poniendo seguro en todo el auto, para después llamar por móvil.

—Tengo al chico, y está acompañado, podríamos usar al otro también —mencionó por el celular.

Bill sintió su sangre helarse y su pecho cerrarse, estaba herido, ya sin fuerzas y su hermano inconsciente, y no habían logrado escapar.

Los perros ladraban necesitados de sangre y una sonrisa maquiavélica se anidó en los labios del conductor mientras los dirigía a su destino final.

1 comentario:

  1. Que horror!! Eso siempre me ha dado panico! Y mas con peliculas como Hostal, donde vas de fiesta por Europa y terminas siendo entretenimiento de psicopatas D:

    Me encanto la viñeta, en serio dio miedo!!

    Atte. Lily V.

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