Fanfic: Catorce. Capítulo 10: Confesiones.

Bueno, confieso que me sentí algo triste porque de doce comentarios bajaron a seis xD. Así que no se pasen de verga y comenten (?). En fin, pasen de mi subnormalidad.

El capítulo de hoy está más largo, al parecer en el transcurso me comí una hoja al contar y al final terminó siendo más largo e_e pero está todo lo que debe estar.

¡Nuevo personaje! Sí, tenemos nuevo personaje porque debía estar. Y es algo así. Denle mucho amorsh (?)

¡Muchos me odiarán después de leer este capítulo! Recordarán mis palabras al final. Solo las tres primeras escenas están beteadas por C, el resto no porque ella se fue a dormir y yo escribí más. Así que perdonen por las faltas, sé que me paso a veces, pero al menos le di una releída para fijarme en lo más resaltante.

Sobre el libro que menciona Tom, también hay película, pero lo cambié a último minuto debido a que Tom es más de libros.

"No pienso ir a visitarla Clarice, el mundo es más interesante con usted dentro." Er, le cambié ciertos detalles porque sonaba mejor y va más acorde a la situación, ya que ellos se tutean y se ve estéticamente mejor, pero esta es la frase y la saqué de la película El silencio de los inocentes, tengo los libros y al parecer la misma escena se da pero en otro contexto. Las películas son hermosas menos Hannibal, y la otra llamada El origen del mal djsn así que se las recomiendo.

Atención: Son MIS personajes, NO MIS pensamientos. Yo no comparto lo que algunos de mis personajes piensan. Así que no se pongan de arenosas, yo soy lesbiana y no tengo nada en contra de la homosexualidad, ni en hombres ni en mujeres.

Capítulo 10: Confesiones.

Tom el sábado fue al departamento de Jörg. Sabía que su padre le había dado permiso para salir pero quería pasar un rato con su progenitor antes. Se imaginaba que si la situación fuese otra, en donde le tocase salir con Bill, su madre, en primera instancia, no le daría permiso, y si le decía que iba a otro lado, de alguna forma terminaría descubriendo la verdad, así que impidiéndole que saliese.   

Al menos Jörg se tragaba la excusa de ir a hacer un trabajo grupal con Andreas. En cierta parte no era mentira, sí iba a ir a casa de él, aunque no para hacer una tarea y tampoco para verlo; se mordió el labio, quizá podría hablar con su mejor amigo para arreglar su situación.

Suspiró y siguió viendo la televisión junto a su padre.

—Tom, también voy a salir hoy, así que si regresas antes que yo, no te sorprendas si no me encuentras —avisó Jörg con la expresión tensa, su hijo lo observó y frunció el ceño, ¿acaso Jörg estaba saliendo con una mujer?

—¿A dónde vas, papá? —preguntó Tom, el aludido lo miró y le sonrió, a Tom ese gesto no le parecía nada cercano a la felicidad.

—Pensé que lo sabrías, voy a hablar con tu madre —respondió Jörg.

—¿Pasó algo malo? —cuestionó Tom, con la voz algo aguda, ¿para qué su mamá quería hablar con su padre? Siempre sucedía algo cuando ellos se juntaban, y normalmente algo que le perjudicaba.

—Espero que no —había un tono ligeramente amenazante en la voz de Jörg que no pasó desapercibido para Tom—, pero si no tienes nada que ocultar no tienes por que preocuparte —le guiñó un ojo y Tom soltó risillas nerviosas.

—Sí.

Jörg le correspondió a las sonrisas y le desordenó las rastas cariñosamente. Tom solo esperaba que no fuera lo que él estaba pensando.

…

Bill estaba echado sobre su cama haciendo cuentas mentales. No le pagaban mal como niñero, pero quería tener más dinero, aún le quedaba algo de lo que había ahorrado y sabía que cuando aquello se acabase no estaría tan acomodado como ahora. Tendría que conseguir un trabajo para los fines de semana. Gimió y cerró los ojos, apretándose el puente de su nariz con los dedos. Los fines de semanas eran los únicos días en donde podría ver a Once sin la presencia de niños, lo que significaba que podían besarse sin temor a ser descubiertos o a tener que dar muchas explicaciones.

—Eres un jodido adulto, Bill. Debes tener responsabilidades y saber priorizar —se dijo a sí mismo y luego 

rodó los ojos. Podría tener cien años, no obstante, eso no significaba que se comportase como un adulto en toda regla, y él priorizaba, claro que lo hacía, lo número uno en su lista era Once.

Decidió no frustrarse y se levantó de su cama, miró la hora en su celular y se desperezó. Presionó marcado rápido y de inmediato le contestaron, sonrió.

—Ya es hora —masculló Bill.

…

—¡Papá, ya me voy! —bramó Tom en voz lo suficientemente alta como para que su padre lo escuchase por sobre el sonido de la ducha.

—¡Ok, hijo! —respondió Jörg.

Tom sujetó su mochila y se la puso sobre el hombro, no que la necesitase pero debía fingir que en serio iba a hacer un trabajo. Tras ello, Tom salió y buscó con la mirada a Bill, lo encontró sonriéndole y con una coleta que cogía su cabello, se le hizo raro verlo así. Parecía algo mayor.

—¿Nos vamos o vas a seguir gastándome de tanto verme? —preguntó Bill, Tom rodó los ojos.

—Vamos —respondió Tom.

…

Bill estuvo escuchando parlotear a Tom en todo el camino hasta que llegaron a la casa de Georg. Tom se sonrojó.

—He hablado demasiado, te debo aburrir —comentó el de rastas, Bill lo miró curioso y tocó el timbre.

—Nunca me aburrirías, el mundo es más interesante contigo en él —respondió Bill; Tom bufó y luego rió.

—Eso lo sacaste de un libro —acusó. La puerta se abrió y el castaño les ofreció una sonrisa para luego hacerse a un lado.

—Qué bueno que vinieron antes de que estuviésemos ensayando, la mayoría sufre de sordera cuando lo hacemos, es decir, nadie hubiera oído el timbre —dijo Georg y los guió hacia el salón que había en el sótano.

Gustav estaba jugando con las baquetas y al verlos los saludó con un gesto de cabeza.

—Hola, Gustav, para ti también —molestó Bill.

—Hola —farfulló Tom mirando curioso el lugar.

—Todavía no viene B, pero acomódense —el castaño se dirigió en dirección a su bajo y se entretuvo a afinándolo.

—Georg, ¿puedo ir a saludar a Andreas?  

—Claro, Tom. Está en su cuarto. —Tom asintió y con una mirada de disculpa dejó a Bill.

Bill se sentó sobre el sillón mullido y bostezó. —¿Quién putas es B? ¿Barnie?

Georg rió y Gustav negó con la cabeza.

—Tú también tienes una b en tu nombre, Bill, eres un genio. En fin, B es Bleu, se llama Oskar pero “su nombre artístico” es Bleu, como Georg no sabe pronunciarlo, le dice B —respondió Gustav y el timbre volvió a sonar. Georg abrió la boca—. Ya sé, es mi turno.

Gustav subió las escaleras y Bill se desparramó en el sillón, aún más.

—Hey, Bill —llamó Georg, Bill parpadeó y lo observó. Georg no era de charlar mucho.

—¿Qué pasa?

—Quería hablar contigo más tarde a solas —ordenó, porque Georg ordenaba, por más que sonase como una petición amable, no era así. Bill asintió algo confuso. ¿Acaso en serio Georg iba a golpearlo porque el rubito de su hermano se lo había pedido?

—Seh, seh —accedió Bill arrastrando las palabras por el bostezo que soltó. Bill no le tenía miedo a nadie, aunque no le agradaba la idea de perder una “cuasi amistad” con Georg por culpa del rubito.

Gustav bajó los escalones seguido de un chico de su tamaño, pero muchísimo más delgado, de cabello azul que le quedaba hasta los hombros y ojos maquillados, traía una camiseta ajustada con un logo de una banda, y unos vaqueros ajustados con una correa de púas. A Bill le recordaba algo a sí mismo cuando era menor, aunque este chico debía tener su edad. Como si Bill fuera parte del inmobiliario, Bleu pasó de él y se puso a hablar por teléfono.

—Oye, Bleu, tenemos que ensayar —regañó Gustav, el aludido rodó los ojos y le mostró el dedo medio. El rubio suspiró y se sentó junto a Bill.

—Menuda joyita. Aunque está bueno —acotó Bill. Georg se sentó junto a ellos con una sonrisa maliciosa.

—Ni le eches el ojo, Bill, Gustav ya lo hizo —soltó en tono conspirativo. Bill casi se tuerce el cuello al voltear a ver a su amigo. O sea que por eso había aguantado que el tipo le mostrase el dedo como si nada.

—Gustav, ¿eras gay? Qué mierda, nunca lo sospeché —masculló Bill aún sorprendido. Gustav los miró enojados a ambos y luego puso una expresión inescrutable.

—Soy bisexual —musitó por toda respuesta—. Y no les incumbe.

—Por eso mejor déjale el campo libre a Gustav, Bill —molestó Georg.

—Nah, yo tengo novio y estoy bien con él.

—Oh, entonces era verdad lo que me dijo Andy —comentó el castaño. Bill endureció la expresión, poniéndose a la defensiva desde ya.

—Depende de qué te haya dicho.

—Que estás saliendo con Tom —respondió Georg fingiendo no oír la molestia en la voz de Bill—. Justo quería hablarte de ello, aunque no es algo importante, solo que me pareció curioso.

Bill relajó la expresión y arqueó una ceja. —¿Curioso?

—Creo que es extraño, se llevan cinco años de diferencia —farfulló Gustav.

—No, no es por eso, sino que —rió—, cuido a Tom desde hace años y cuando tenía seis años…

El ataque de risa que le entró a Georg hizo que Bill rodara los ojos.

—Sigo sin entender.

—Cuando Tom tenía seis años, tú lo llamaste niño retrasado. —Bill lo miró como si le hubiese salido una segunda cabeza, Gustav entrecerró los ojos—. Estabas en el súper y... ¿en serio no lo recuerdas?

—No tengo idea de qué mierda hablas, Georg —susurró Bill.

—¡Ah! Sí, sí, Bill, claro, era el pequeño rubio con la nariz sucia. El que hablaba raro —agregó Gustav. Georg asintió, Bill seguía en otra realidad paralela, creyendo que sus amigos habían fumado algo muy verde—. El día que te tinturaste el cabello, me jalaste al súper, y vino Georg…

“Towi” “detasado”

La risa floja le entró a Bill.

—Me pareció irónico que fueses novio del niño agripado que tildaste de retrasado —dijo Georg.

Bleu los miró demasiados sonrientes así que se cruzó de brazos y movió su pie insistentemente contra el suelo, haciendo un ruido molesto.

—¿Vamos a ensayar o se van a quedar ahí sentados rascándose las bolas? —interrogó el vocalista. El baterista y el bajista tomaron sus puestos.

Bill notó que al parecer es grupo sí tenía un líder.

…

Tom apenas salió del sótano fue en dirección al cuarto de Andreas. Encontró a su mejor amigo con los audífonos puestos y echado en su cama. Se mordió el labio y se sentó a los pies del rubio platinado, haciendo que este notase cuando el colchón se hundía, consiguiendo que así se percatase de su presencia.

Andreas se quitó los audífonos y lo miró expectante. —¿Qué? ¿Ya te aburriste de tu noviecito y vienes a verme a mí porque no tienes nada mejor que hacer?

—¿Qué diablos te pasa, Andreas? No te entiendo, en serio que no lo hago, pero ahora no vine a pelear, sino a arreglar las cosas contigo, porque eres mi amigo, porque te quiero y odio que estemos así —arguyó Tom.

—Es que tú eres idiota, Tom. No entiendes que él no te conviene, es decir, ¿recuerdas cuando te llamaba como un jodido acosador? Pero no, para ti eso era hasta halagador una vez que se fue. Y su edad, es mayor de edad y tú no, es casi como pedofilia —contratacó Andreas—. Vamos, Tom. ¿Quién demonios era ese tipo en la escuela? El problemático, el que fumaba yerba, el que se peleaba con los otros, el que se metió con chicos de la universidad teniendo dieciséis años. Era un vago, faltaba a sus clases, Georg no lo dice así, pero Georg nunca ve las cosas como son.

Tom arrugó el entrecejo. —No lo estoy justificando, pero tú no lo conoces. Yo sí, y no ha tenido la mejor familia del mundo, aparte no es un jodido drogadicto, ya ni fuma. ¿Acaso soy yo un niñito de cinco años? No, Andreas. No es pedofilia. Yo consiento estar en esa relación. Él es dulce, y me protege, de una forma extraña pero lo hace —farfulló.

—Dime, ¿qué mierda le ves? ¿Qué-é tiene él? ¿Es su cabello? Mi hermano me dice que no es natural, que en realidad él es rubio. Y no pueden ser sus perforaciones, ya no las tiene. Aparte tiene dientes torcidos, ¡es horrible! Tú-ú deberías… deberías estar con alguien más, alguien… de tu edad —dijo Andreas moviendo sus manos y sin mantener contacto visual.

—Yo quiero a Bill. Pero también te quiero a ti, vamos Andreas, nos conocemos desde enanos.

—Exacto, ¿entonces por qué él? Solo lo conoces de hace unos años —mencionó Andreas, apretando el borde de su camiseta.

Tom frunció el ceño, no había comprendido la pregunta.

—¿Cómo que por qué él? No lo sé, solo… pasó. Antes no comprendía muy bien cómo eran las cosas, era un niño. Pero ahora sí —masculló Tom.

Andreas cerró los ojos fuertemente. “Tom es un idiota, un completo idiota” pensó.

…

Bill estaba divirtiéndose en serio, la música que hacían no era lo que escuchaba normalmente, y tal vez no era el tipo de música que haría que él se volviese un fanático acérrimo, sin embargo, era buena. Incluso Bleu, que seguía mirándole como si fuese un tapete, cantaba bien, muy bien.

Sin embargo… él quería compartir ese tiempo con Once. ¿Dónde estaba su Once? Se estaba tardando demasiado, se mordisqueó el labio y se dirigió a las escaleras.

Cuando estuvo en el primer piso trató de recordar dónde era el cuarto del rubito, y para eso tuvo que subir los escalones hacia el segundo. Caminó en dirección a la habitación que recordaba y se quedó paralizado en el umbral.

Once estaba de espaldas a él, pero podía discernir con exactitud lo que significaba esa cercanía entre Once y Andreas, ni qué decir del sonido. Se estaban besando.

Su  primer impulso fue golpear algo, alejarlos, cualquier cosa violenta, el segundo fue llorar, el tercero fue recordar que la vida no era como en los cuentos de príncipes y princesas. Optó por seguir el consejo de su parte racional que casi lo empujaba lejos. Irse de ahí lo más pronto posible.

…

Tom cuando fue consciente de lo que pasaba despertó del ensimismamiento y empujó a Andreas. Se había sorprendido cuando su mejor amigo le había confesado que se sentía atraído hacia él, y después pff lo besó, 

Tom por inercia correspondió al beso pero al notar que no era la boca de Bill…

Se sentía apenado, avergonzado y culpable. Y a la vez frustrado, Andreas era su mejor amigo, solo lo veía como eso, bueno, como casi un hermano y lo quería muchísimo, sin embargo, ¿verlo como algo más? No.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó con la voz estrangulada.

—No es que te hubieras opuesto muy rápido —respondió el rubio platinado—. Quizá eso es una señal, que en realidad te gusto yo y…

—Cállate.

—Ay por favor Tom, ¡me correspondiste al beso!

—¡Qué te calles! Mira Andreas, eres mi mejor amigo, pero eso no te da el derecho a venir y besarme como si fuéramos novios. No me gustas, y yo quiero a Bill, lo quiero mucho como para lastimarlo —musitó Tom mirándolo mortalmente serio.

Andreas se sonrojó y bajó la mirada.

—Tenía que hacerlo, si… si nunca me harás caso por lo menos sé que lo intenté y que te besé. Y no quiero verte, Tom. Sé que a ti te preocupa tu noviecito, con eso de que no quieres que salga lastimado, pero a mí me lastima verte y saber que nunca pensarás en mí como yo lo hago contigo —mencionó Andreas con la decepción retratada en el rostro.

—Andreas, lo siento, yo te quiero pero como amigo —dijo Tom.

—Solo déjame solo —pidió.

Tom decidió hacerle caso, y salió de la habitación.

Se sentía triste, quizá Bill podría decirle qué hacer, aunque era evidente que no le contaría la parte del beso. 

O mejor podría evitar pensar en ello y relajarse junto a su novio en lo que quedaba del día, ya en la soledad de su cuarto tendría tiempo para analizar su situación.

Cuando llegó al sótano vio a un chico que antes no estaba ahí pero no encontró a Bill.

—¿Y Bill? —interrogó. Ellos se detuvieron, el de pelo azul rodó los ojos, y los demás preguntaron qué había dicho—. ¿Dónde está Bill?

—¿En el baño? No sé, subió hace un rato, pensamos que iba a verte —respondió Georg.

Tom asintió y al estar en el primer piso buscó en los baños pero no encontró a nadie. Aún confuso, sacó su móvil y lo llamó, pero ni el celular sonaba cerca (mejor dicho, no sonaba), ni le contestaban.  ¿Qué había pasado? No era posible que Bill hubiese salido, ¿o sí?

Después de un rato de tanto pensar, pidió ayudar a Georg y Gustav, cuando buscaron por toda la casa se percataron que en efecto, Bill no estaba en ella.

¿Dónde estaba Bill?

…

Anémona fue casi una hora antes a la cafetería donde había quedado para encontrarse con Jörg.

—Puntual como siempre, Jörg —comentó la rubia al verlo llegar y ubicarse en la silla que estaba frente a ella.

El moreno se vio tentado a poner los ojos en blanco, sin embargo, eso sería demasiado infantil.

—Muy bien, Anémona estoy aquí como me pediste. Dijiste que íbamos a hablar de Tom, así que comencemos —instó Jörg, mirando a otro lado, fingiendo que no había visto lo muy bella que estaba 

Anémona, ella se había arreglado de seguro, ¿con qué intención? Jörg simplemente no quería averiguarlo.

—Directo, otro detalle que al parecer no ha cambiado —mencionó Anémona, notaba que el hombre estaba exasperándose. Aclaró su garganta—. Bueno, Jörg, te he pedido que vengas aquí para decirte que nuestro pequeño…

—¿Pequeño? Tiene catorce años, por Dios. Es prácticamente un adolescente —interrumpió Jörg. Anémona lo vio sulfurada.

—Pero sigue siendo nuestro hijo, en fin, pasaré aquello por alto y, si no me interrumpes, podré contarte el resto. —Jörg no dijo nada—. Bueno, Tom está saliendo con alguien.

Jörg observó a Anémona en búsqueda de que continúe, al notar que no iba a decir más, decidió hablar.

—¿Y? —cuestionó—. Es normal que salga con alguien, está en la edad de las hormonas revueltas, incluso me pidió hablar sobre ello, pero preferí comprarle una de esas revistas…

Anémona abrió sus ojos como platos. ¿Jörg le había comprado una revista pornográfica gay?

—¡¿Qué?! —exclamó alarmada.

—Oh, por favor, no actúes como si nunca hubieras visto un pene. ¿No recuerdas que a veces veíamos películas de ese tipo para ponernos a tono? Me refiero antes de que Tom naciera —mencionó Jörg como si se tratase del clima.

Una acalorada Anémona negó con fuerza. —Nunca hemos visto algo así.

Claro, había visto esas películas sucias con Jörg, pero nunca una homosexual, por más que él le insistía en que vieran una de lesbianas. No consideraba la homosexualidad algo malo, solo algo que no le pasaría a gente como ella, o como su familia.

Jörg ahora sí rodó los ojos. —¿Y entonces Tom vino por obra y gracia del Espíritu Santo? Por favor, Anémona.

Anémona estaba azorada y frunció el ceño, luciendo idéntica a Tom cuando se enfurecía y apenaba al mismo tiempo.

—Óyeme bien, Jörg, yo sé que hemos tenido sexo y lo hemos visto, no soy ninguna mocosa. Pero vídeos homosexuales nunca hemos visto, ¿está bien? —aclaró en voz baja mirando a ambos lados, por suerte nadie había escuchado.

Jörg parpadeó.

—¿Homosexuales? ¿Quién habló de homosexuales? Yo le compré revistas heterosexuales a Tom —musitó Jörg y observó extrañado a su exesposa.

Anémona se olvidó por completo del momento incómodo y sonrió.

—Entonces Tom no te lo ha dicho —aseguró. Jörg asintió a pesar de que no era una pregunta, se le veía confundido.

—¿Qué tendría que decirme?

—Pues que nuestro hijo es homosexual —soltó la bomba.

Jörg empalideció, boqueó y luego se mantuvo quieto. Una conclusión llegó a su cabeza y chasqueó la lengua.

—Lo sabía, ¡te lo mencioné una vez! Y justo me pidió permiso para hacer un trabajo con Andreas, cuanto apuesto que están haciendo otra cosa —dijo con cara de angustia. Anémona arqueó una ceja.

—¿En dónde está Tom?

—Me pidió permiso para ir a casa de Andreas a hacer un trabajo grupal.

—¡¿Y le creíste?! ¡Por Dios, Jörg! De seguro estará ahora con ese muchacho —se lamentó Anémona.

—Esto es tu culpa, lo consentías que esté así jugando con Andreas y mira ahora, son novios. ¡Y tanta sobreprotección, mujer! ¡Sin contar que a veces lo tratabas como una niñita! Tú lo volviste así.

—¡Tú no pasabas suficiente tiempo con él! Y Andreas no es su novio —masculló Anémona. “Si al menos fuera alguien decente y de bien como Andreas” caviló.

—¿Qué? ¿Entonces quién es?

—Un pendenciero de cabello largo, es mayor que Tom y me da mala espina, parece un maleante —confesó Anémona. Jörg estiró sus labios formando ahora una fina línea.

—Entonces, Tom ahora está con ese tipejo que me dices —confirmó Jörg y Anémona asintió—. Dios, ¿qué hice para merecerme esto? Tendré que hablar con Tom, esto no es posible. ¡Y si me preguntó por sexo es evidente que aquel pandillero está queriendo aprovecharse de él!

—Sí, yo le di la charla sobre el sexo de sodomitas pero al parecer eso no lo espantó, ni nada —farfulló Anémona.

—No es que los gays estén mal, digo, hay toda clase de gente, pero mi hijo, mi muchacho —soltó Jörg con aprensión.

 Anémona se sintió satisfecha consigo misma y siguió hablando con Jörg.