Capítulo 13: Calor de hogar
Bill abrazó fuertemente a su hija al regresar de su
viaje, ella sonreía gustosa recibiendo atenciones de su papi, Tom recibió
muchos afectos de parte de sus hermanas, y luego cargó a Robbie para saludarla
como era debido.
Ambos compartieron una mirada de complicidad, la
propia que nace de una relación que se vuelve estrecha y en la cual puedes
llegar a entender lo que el otro piense sin necesidad de vocalizarlo, y luego
se vieron con amor, Bill completamente enamorado de Tom en todas sus facetas,
incluyendo la de un buen padre para Robbie, y, por otro lado, Tom sentía que
todo estaba como debió darse, y que la vida que tenía ahora era simplemente
maravillosa.
...
—¿Cómo es que antes tenía una idea errada sobre ti?
—preguntaba Anémona riéndose, mientras estaban en el comedor por un almuerzo
familiar—. La verdad es que eres un gran muchacho, y Simone, te felicito por el
hijo que tienes. Tom, vida mía, disculpa mi tozudez previa —mencionó mirando a
su hijo con una expresión sincera.
Las vacaciones habían ayudado bastante a vencer las
rencillas en la relación de Bill con su suegra y que Simone se volviera su
amiga ayudaba aún más porque le explicaba con detalles todo, e incluso
cotilleaban sobre Gordon, ya que ambas habían estado con él.
Tom no se quejaba, estaba muy feliz de que su mamá por
fin entendiera por completo que Bill era maravilloso si uno le daba la
oportunidad.
—No te preocupes, mamá.
—Siento que estoy en una dimensión paralela pero
aprovecho el error de la matrix, y gracias, suegrita por ya no odiarme —dijo
Bill, muy extrañado pero sin quitarse la sonrisa del rostro porque se sentía
aceptado y, si bien le importaba muy poco la aceptación del resto, Anémona era
madre del amor de su vida, y realmente era grato que por fin le dijera algo
bueno.
Todos rieron, Jorg simplemente negaba con la cabeza
con una sonrisa al masticar porque por más que Anémona les diera venia a ambos
para casarse, recién admitía sus ideas equivocadas y se disponía a poner de su
parte, la amaba pero también la veía con sus errores, y si bien era algo tardío
su comprensión, al menos lo hacía.
...
—De verdad, Tom, pellízcame porque siento que de
pronto me voy a despertar en Francia, no viviendo de forma miserable porque
tenía ya a Robbie, pero sí sin el amor de mi vida ni una Anémona que no intenta
boicotear mi relación —dijo Bill, pestañeando frente a lo que hablaba, sin aún
terminar de creérselo, Tom sonrió y negó con la cabeza para luego golpearle con
suavidad el rostro, con expresión enternecida.
—Pues no, porque si así fuera no estaríamos ahora
haciendo la lista de compras para la casa, amor, así que te repito. ¿Un sixpack
de leche en tarro estaría bien o mejor dos para que quede para las gemelas?
—cuestionó Tom, mientras veía las ofertas de los supermercados en su móvil.
—Tienes un talento único para sacarme de mi ensoñación
sin necesidad de pellizcarme con la cruda cotidianidad, pero igual te amo
—barbotó Bill riéndose.
El moreno se levantó para dejarle un pico en la
corona, luego buscó sus labios para besarlo también, Tom de forma automática
hizo sobresaliente los suyos para recibir el ósculo, aún abstraído en la lista
de compras en su móvil.
Bill amaba que Tom fuese así de calculador y ordenado,
ya que él era de las personas que compraba compulsivamente distrayéndose por
completo del objetivo inicial, y teniendo que volver por las cosas que quería
en primer lugar y con mucho menos presupuesto disponible. Tom era su
complemento porque sopesaba la situación si ameritaba gastar esa cantidad o
había el mismo producto y de buena calidad a menos precio, aparte de tener una
lista que debía hacerse al pie de la letra con algunos antojos que podía
permitirse si es que cumplía con sus obligaciones de casa. Sonreía porque
disfrutaba mucho esa forma de ser tan distinta a la suya, porque Tom se
preocupaba por la familia que tenían y hacía que pudieran ahorrar más para
beneficio de ambos.
...
A Tom le encantaba ver a su madre feliz, era
consciente de que en su infancia y siendo ella primeriza lo sobreprotegió y
tuvo muchos problemas por ello, pero ahora ya con más edad y menos terquedad
veía que le brindaba mucho amor a sus hermanas sin llegar a limitarlas por una
sobreprotección tóxica.
Alina pintaba con esmero, y luego al caerse un lápiz
se golpeó la frente con la mesa al intentar recogerlo, y quiso llorar. Su madre
la vio y en lugar de abrazarla haciéndolo más grande, le sonrió y alentó a
seguir coloreando, que ya pasó el golpe, y la pequeña dejaba de querer llorar
para enfocarse en su dibujo nuevamente.
Se acercó a la cocina y ayudó a terminar de desgranar
las arvejas verdes a su madre, la cual le sonrió, agradeciendo con una mirada
silenciosa por agilizarle el trabajo.
—Te he extrañado mucho, mamá —mencionó Tom, contento
por esos momentos.
—Yo también, mi amor. Una madre siempre echa de menos
a un hijo así sea grande, pero ya tienes tu propia familia y respeto eso,
corazón. De todas formas me hace feliz que estés ahora aquí en vacaciones, la
pequeña es una niña muy adorable e inteligente y Bill es totalmente diferente a
como lo recordaba —comentó Anémona.
—Aún suena raro que digas eso, pero supongo que puedo
habituarme a ello —bromeó Tom, y Anémona rió.
—Cometí muchos errores, y el prejuzgar fue uno de
ellos, me ha costado trabajo superarlo, sin embargo, está en mí el poder
hacerlo y por eso es que ahora tomo otra actitud. Estuve conversando con una
amiga psicóloga, mamá de una de las compañeras de tus hermanas, y me ha abierto
los ojos en más de un sentido—confesó Anémona.
—Me alegra oír eso, ma. Me gustaría ir a terapia
también, porque a veces la inseguridad me da ansiedad y me conlleva en ataques
de pánico —farfulló Tom, Anémona asintió.
—Lo mío no es ir a terapia en toda regla porque más
bien es una charla con una amiga, quizá más adelante considere ir a consulta.
Pero si ves conveniente acudir a un psicólogo puedes pedir ayuda en tu
universidad, creo que brindan el servicio de psicoterapia estudiantil, hijo y
procura tomarte las cosas con más calma, es todo gradual pero posible —dijo
Anémona.
Tom se dio cuenta que desgranando ambos habían
terminado más rápido con todo y su mamá sujetó el tazón con chicharos para
lavarlos, él por su parte midió las tazas de arroz para ir avanzando más del
almuerzo, con un calorcillo en el pecho por compartir momentos con su madre y
hablar tranquilos.
...
Bill miraba su mano de cartas, sintiéndose ganador
desde ya, porque Robbie había soltado dos de sus cartas y las gemelas las
sujetaban al revés, la vena absurda e infantil competitiva le latía furiosa,
pero el lado racional de adulto padre le decía que era en vano que se
emocionara porque igual las iba a dejar ganar a las tres porque ni siquiera
sabían la importancia de tener una escalera y repetidos.
—¿Ya podemos jugar con la pelota? —preguntó Robbie con
fastidio, Alina y Arabelle asintiendo en aprobación.
Bill chasqueó la lengua. —Entonces de las apuestas ni
hablar, ¿verdad? —dijo para luego recibir un zape de mano de su mamá.
—¿Por qué en vez de hablar sandeces y ser adulto mala
influencia no juegas a con ellas a la pelota? —preguntó Simone.
—Ehmn, ¿por qué soy inútil para deportes? ¿Por qué
tengo la coordinación de un ratón ciego? Hay varios motivos en realidad
—explicó Bill. Simone rodó los ojos.
—Papi yo te enseño, no te preocupes. Winni también era
mala pero le ayudé y ahora jugamos juntas —comentó Robbie.
Bill hizo una morisqueta al oír el nombre de la mejor
amiga de su hija, pero se reprendió internamente por lo absurdo de dejarse
sobrepasar por situaciones imaginarias de perder a su hija, y asintió con una
media sonrisa, dejándose guiar por las niñas, en especial de la suya que lo
jalaba de la mano. Un pequeño retorcijón le invadió en el pecho al notar que
ella tenía más fuerza para tomarle de la mano, cada día creciendo más frente a
sus ojos, y Bill sólo deseaba que parase por un instante y seguir disfrutándola
pequeña, necesitada de él, pero por otro lado tenía la certeza de que si bien
Robbie era su nena y eso nunca cambiaría, no existía para sí, ella era de la
vida, y debería prepararla para afrontar el mundo y disfrutar el tiempo a su
lado en el transcurso.
...
Agotados por un arduo día, Bill y Tom se hallaban el
uno echado al costado del otro, drenados de energía por diferentes motivos, Tom
estuvo dedicándose a apoyar a su madre, e ir a unos encargos y Bill de niñero
todo el día.
—Técnicamente es algo con lo que ya contabas con
experiencia previa, aunque no quita de lado el mérito ya que lidiar con una no
es lo mismo que con tres —comentó Tom, entre risas, Bill chasqueó la lengua y
le hizo cosquillas débilmente a un costado—. Wow, sí que eres un anciano, no
siquiera tienes fuerza para hacerme reír con tus cosquillas.
—Realmente son los cinco años más sobrevalorados para
ti, ¿verdad? Pero llega a mi edad y soporta a tres engendros del averno, una de
ellas es mi hija, por lo mismo lo digo, y no dejan chance a dormir un rato.
Raziel es de gran ayuda dentro de todo, y empiezo a pensar que no le pago lo
suficiente —dijo Bill, y Tom rió más.
—Fuera de lo gracioso, también estoy cansado, mi idea
de vacaciones era un poco distinta, no me quejo, sin embargo, habría querido
verte un poco más hoy, creo que me estoy volviendo insoportablemente
dependiente de ti —confesó Tom, Bill se giró para verle y acarició su mejilla.
—Mi Tom, mi querido Once, me obsesioné contigo mi vida
entera desde mis dieciséis años, por más de no tenerte cerca, siempre estabas a
mi lado, así que insoportable no es el calificativo que denominaría al que seas
dependiente de mí, quizá deberíamos ser un poco menos intensos el uno con el
otro, pero me vale realmente muy poco lo que debería o no hacer, no comparo lo
nuestro con lo del resto, ya que sólo nosotros tenemos el conocimiento y
sufrimiento en la piel de todo lo que pasamos para estar juntos ahora mismo.
Así que te llegue a la punta de la verga el que seas dependiente porque, joder,
también lo soy, y que se vayan al carajo a quienes les moleste —sentenció Bill,
besando a Tom, y suspirando en aquel gesto, no había profundidad, ni tampoco
fuego o pasión, en aquel instante compartían un beso como gesto de amor, de
comprensión, de consciencia y comodidad de saberse correspondidos y que no
podrían sentir la misma vibración en todo su sistema por un roce de labios con
alguien más.
—Te amo, Bill —susurró Tom, viéndose en necesidad de
hablar en murmullos por la intimidad del momento.
—Te amo más, Once, y también hubiera deseado estar más
juntos hoy, así suena mariconamente cursi te extrañé mucho hoy —dijo Bill, con
una risa de medio lado, ojos brillosos que sólo reflejaban su rostro. Tom se
sintió completo, sin ser juzgado, sin percibir inseguridad, acarició la nuca de
Bill y mantuvo su rostro cerca, respirando el mismo aliento sin besarse,
encontrando placer en la cercanía y posar la frente contra la otra.
Así no fuera su casa, sin desmerecer a su familia, Tom
sabía que su hogar era Bill, sin necesidad de casa, en cualquier sitio, él le
brindaba el calor de sentirse protegido y en paz.
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