domingo, 17 de abril de 2016

Fic: See you in outer space. Capítulo 1: Día uno


Capítulo 1: Día uno


Tom se mareó apenas “llegó” al otro universo, y tuvo que sostenerse de un poste de luz que estaba allí. No reconocía el lugar donde estaba. Todo se veía… diferente. Parpadeó consecutivas veces y acostumbró sus ojos a la luz. Era de día, de mañana parecía ser.

Lucía como la zona de la casa donde vivían sus abuelos. Una zona residencial y tranquila de Leipzig. Entonces ahí estaba, frunció el ceño, ¿qué haría allí? Gustav no le había especificado en dónde caería en ese universo, se supone que lo haría lo más cerca de Bill. Pero tampoco se veía a sí mismo tocando el timbre de cada puerta en búsqueda de su gemelo, aunque… joder, lo haría, por él.

Se ponía a pensar qué tantas cosas era capaz de hacer por su gemelo. Si lo pensaba mucho se daba cuenta que daría hasta la vida. Era su gemelo, había nacido con él, no se imaginaba su vida sin Bill, por más que lo desesperase y lo enojara.

Bill al parecer lo había deseado con convicción, había deseado en serio no ser su gemelo, o vivir en un universo donde Tom no existiera, pero apostaba que no podría vivir sin él mucho tiempo, o de eso intentaba convencerse.

Tocó la primera puerta, y una señora mayor lo miró curiosa.

—Buenos días, señora. Disculpe, ¿aquí vive Bill Kaulitz? —preguntó Tom, y quiso morderse la lengua por no estar seguro si tenía el mismo apellido que antes, pero al parecer la señora lo conocía porque asintió.

—Oh, no, el señor Kaulitz vive a dos casas junto con su señora —respondió la mujer. Tom arqueó una ceja. ¿Se estaría confundiendo la señora?

—¿Señor? Pero si tiene quince años —refutó Tom confundido.

—¿Quién?

—Bill…

—No, joven, entonces busca a alguien más. El señor Kaulitz tiene treinta años, es un joven amable que me ayuda a cargar las compras del supermercado —comentó la señora. Tom parpadeó, ¿qué Bill qué? ¿Bill cargando peso? Lo de ayudar a una anciana sí se lo creía, pero, ¿treinta años? Eso no podía ser.

—Gracias de todas maneras —dijo Tom y la mujer le dio un asentimiento de cabeza y cerró la puerta.

Así no fuera el mismo Bill, puede que sea algún pariente cercano que supiera dónde está. Sacó su móvil de su bolsillo, estando consciente que no funcionaría la cobertura en ese universo, pero que al menos tendría fotos de Bill a mano.

Tocó el timbre de la casa que parecía familiar y una mujer de treinta años o quizá menos le abrió la puerta.

Era guapa, tenía ojos verdes y cabello negro que brillaba bajo la luz del sol. Tenía una coleta y un mandil por lo que suponía estaba cocinando. Y pudo visualizar un anillo de casada en su mano.

—Buenos días, eh, ¿señora Kaulitz? —preguntó Tom.

—Sí, buenos días —dijo la mujer, como instándole a hablar.

—Mi nombre es Tom, y busco a su esposo —explicó. La fémina arqueó una ceja, como preguntándose quién era.

—Ok, ¿cuál es tu apellido para decírselo a mi marido? —cuestionó. Tom iba a hablar y luego boqueó porque no podía decir su mismo apellido o sería confuso.

—Kauffman. —respondió Tom, recordando una película sobre un artista de la anticomedia.

—Bien, espere aquí un momento.

La mujer cerró la puerta y escuchó cómo subía escalones.

La puerta se abrió y Tom casi pierde el equilibrio. No era un familiar quien estaba frente a él, era Bill.

Bill, su gemelo, pero con quince años más, con el cabello color rubio y sin sus piercings o tatuajes. ¿Qué demonios sucedía allí? ¿Por qué Bill tenía esa edad? ¿Acaso…?

—Vamos a crear un portal. Bueno, lo crearé yo y tú entrarás en él. No soy muy bueno en esto. Así que espero no mandarte a un universo donde no esté Bill o… matarte.

Pero no lo había matado, y Bill sí estaba en el universo aunque… habían pasado quince años.

Bill arqueó su ceja y luego entrecerró sus ojos.

—Me llamó la atención su apellido, porque tengo un socio con el mismo. Pero dudo que seas el mismo —comentó Bill, y salió de su casa, cerrando la puerta tras de si—. ¿Vendes galletas para los boyscout o algo así?

Tom frunció el ceño, ofendido, ¿qué carajos se creía este Bill? Por más que tuviera quince años más según la información que había recaudado, seguía siendo su hermano menor.

—Bill, tenemos que hablar —sentenció Tom. Bill lo miró curioso y sonrió.

—¿Te conozco?

—Si supieras… —susurró Tom.

—¿Si supiera qué?

—Digamos que sí me conoces, pero vamos a otro lado para hablar a gusto —pidió Tom. Bill arrugó la nariz.

—No, mira niño, no te conozco, y no me arriesgaré a que me lleves a otro sitio donde estén tus cómplices para buscar robarme o algo —mencionó Bill, cruzándose de brazos. Tom rodó los ojos.

—¡No soy un maleante! —se quejó Tom.

—Tus ropas no dicen lo mismo —comentó Bill.

—Agh, hazme caso, Bill. Tú… tú eres alguien que conozco hace años, sé muchas cosas de ti. Como que odias el brócoli y tu color favorito de niño era el naranja —farfulló Tom, mientras  agarraba los anillos que tenía colgado del cuello con cierta ansiedad.

Bill parpadeó confundido. —Ok, te lo cedo, me has llamado la atención, aunque pudiste decir cualquier cosa al azar y atinarle porque bueno… lo que más me intriga, es que te me haces conocido —dijo y Tom se resistió la ganas de rodar los ojos y gritarle: ¡Es porque somos gemelos, imbécil!

—¿Y eso significa que podemos ir a hablar a otro sitio? —preguntó Tom esperanzado.

Bill rió. —Ok, pero será bajo mis términos —dijo Bill. Tom lo miró interrogante.


Bill se comía una hamburguesa mientras Tom cortaba sus hotcakes. Los términos de Bill habían sido que hablarían en un sitio con mucha gente y donde pudieran comer porque él no había desayunado, Tom solo tenía un helado en su estómago así que no le veía mal el desayuno.

—Entonces, ¿de dónde me conoces, Tom? —preguntó Bill, limpiándose con la servilleta el kétchup que se le había escurrido por los labios.

—Si te lo digo lo más probable es que no me creas, pero me gusta ser sincero así que aquí voy —comenzó Tom—. Eres mi hermano, gemelo de hecho. Por algún motivo extraño y mágico viajaste a otro universo donde yo no existo, pero con ayuda de Gustav, estoy aquí para que vengas conmigo y regresemos a nuestro universo, donde aún tienes quince años y tienes tatuajes, piercings y nos peleamos pero no mucho. ¿Qué dices?

—Que estás loco —sentenció Bill. Tom bufó.

—Mira esto —señaló los anillos que estaban colgando de su cuello—. Son mágicos si te lo pones podremos regresar. ¿De dónde explicas que los tenga?

—Pues los pudiste haber comprado —respondió Bill con facilidad mientras se apoyaba en sus manos.

—¡Pero no lo hice!

—¿Los robaste?

—Carajo, ¡qué no soy un maleante! —soltó enojado.

—Entonces… ¿te los regalaron? Es que suena muy de locos que vengas de otro universo y todo eso. Y está la diferencia de edad, por lo que no concuerda que seas mi “gemelo” —dijo Bill, haciendo comillas imaginarias con los dedos—. Otra cosa, estoy casado y tengo un trabajo, hoy es mi día libre, pero no estoy para lidiar con niñitos con problemas psiquiátricos.

—¿Quién mierda te crees? Si eres una versión mojigata de lo que eras antes. Antes tenías la libertad para tatuarte, no andabas con un trabajo que me imagino debe ser aburrido, vivías más, no te atabas a la primera mujer que encontrabas, ¿qué pasó contigo?

Bill masticó con rapidez y miró a otro lado, sintiéndose algo estúpido por permitir que un mocoso insolente lo desestabilice aunque fuese un poco.

—Por cortesía te pagaré el desayuno, pero no quiero que me vuelvas a buscar por más que sangre que nos conecte, ¿correcto? —soltó Bill con ojos oscurecidos por el enojo, Tom tragó saliva.

Conocía esa mirada, pero normalmente no iba dirigida a él. Tom dejó los cubiertos y se levantó poniendo sus palmas sobre la mesa de forma sonora.

—No me alejaré de ti por mucho que quieras, Billy —dictaminó Tom con seguridad. Bill se relamió los labios frente al apodo y dejó unos billetes sobre la mesa para después salir del establecimiento.

Tom se sintió frustrado, pero no se rendiría. Lo siguió.


—¡Bill! —gritó Tom, corriendo y acortando la distancia, cuando lo hizo, lo abrazó desde atrás—. Por favor, vuelve conmigo.

Bill sintió algo extraño cuando ese desconocido lo tomó así, como electricidad, un calor que lo hizo sentir lleno por dentro. Se pasmó por un instante y luego se soltó del agarre.

—¿Qué demonios quieres? Has dicho tonterías ahí dentro, incluso ofendiéndome y, ¿esperas que tenga algún tipo de consideración contigo? —cuestionó Bill, sin saber por qué se detenía, por qué no se iba de allí dejando a ese muchacho demente.

—Mira, te los doy, los anillos. Guárdalos contigo —tendió Tom, Bill miró los anillos de plata en una cadena simple y los tomó—. Póntelos en el cuello cuando me creas.

—O sea nunca.

—No seas terco, Bill. Por favor, mira sé que todo esto suena descabellado pero es verdad. Si todo en este universo en correcto pues tu madre se llama Simone y tu padre Jörg. Tuviste algún amigo, no sé si lo siga siendo, que se llama Andreas —soltó su verborrea Tom.

—Sí, es cierto, no sé si esta sea una broma de Andi, pero si es así juro que me la pagará.

—No lo es. Mira, Bill, sé que todo esto es raro, imagínate cómo me lo tomé, pero existe un universo donde somos gemelos y todo es diferente. —Tom le puso una mano en el pecho a Bill, y este iba a alejarse cuando Tom continuó—. Donde somos como una misma persona, compartimos todo. Quizá ahora no lo recuerdes, pero hubieron momentos bonitos que compartimos, como cuando vomité sobre ti en un viaje escolar, o cuando bailamos juntos porque no teníamos pareja de baile en el nido. Como cuando tu gato me arañó, ese Kasimir era todo un caso. Debes creerme. —Bill alejó su mano.

—Lo siento, quizá me estés confundiendo con alguien más…

—Tienes una cicatriz de cuando eras niño en tu cabeza, un carro abrió su puerta y te rompiste la cabeza, ¿verdad? —preguntó Tom, tentando, Bill parpadeó confuso.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque estuve allí.

—No, yo no tengo…

—Sí, tienes un gemelo y soy yo. Joder, Bill, te amo y necesito volver contigo.

Bill frunció el ceño. —¿No dijiste que era tu hermano?

—Sí.

—Hablas de mí y de ti como si fuéramos pareja —comentó Bill, Tom se sonrojó y miró a otro lado. Luego hizo sus manos puños y los lanzó sin mucha intención sobre Bill.

—¡No hagas esas bromas! ¡Somos hermanos no novios! —se quejó Tom. Bill lo miró extrañado y se alejó, provocando que Tom se desestabilice y casi se caiga pero Bill lo sostuvo.

—No estoy bromeando, estoy diciendo lo que tú me comentas —se defendió Bill, haciendo que Tom se enderece en el suelo.

—¿Y si te dijera que somos novios vendrías conmigo? —tentó Tom, moviendo el piercing insinuante. Bill lo miró confuso y luego rió.

—¿Estás seduciéndome? Espera, a ver si entiendo, hace unos minutos me dices que soy tu hermano, gemelo para aumentarle, y ahora me seduces. ¿Y quieres que no piense que estás demente? —preguntó Bill, convencido que ese muchacho había salido del psiquiátrico.

—Respóndeme primero.

—No, no soy gay, eso es uno. Dos, estoy casado. Tres, eres un niño —comentó Bill—. Ahora, respóndeme tú.

—No lo haré. —Tom chasqueó la lengua—. Y si no eres gay, por favor, Bill, usabas falda cuando éramos niños.

—No sé cómo sabes eso, pero… la indumentaria de uno no tiene nada que ver con su orientación sexual.

—Eres bisexual.

—No.

—¿Cómo sabes, acaso te has besado con un chico como para saberlo? —preguntó Tom, sintiéndose absurdo en ese instante, pero es que estaba frustrado por la situación.

—Lo sé porque sí. ¿Tú cómo supiste que eras gay?

—Soy bisexual.

—Entonces, ¿cómo supiste que lo eras?

—Pues porque me enamoré de un chico, duh —dijo Tom, restando importancia. Bill bufó.

—¿Y lo besaste como para que hables con tanta seguridad?

—No, aún no —farfulló Tom, mirando a los costados, Bill siguió la dirección de su mirada, y en ese instante de distracción, Tom se puso de puntillas para dejarle un beso en los labios, uno corto, quizá con mucha presión pero lo suficiente como para hacerlos a ambos alejarse del roce por la jodida electricidad que los invadía de nuevo.

—¿Qué mierda…? —soltó Bill, sintiéndose extraño porque un niño le había besado en los labios, y más aún porque le había dejado esa corriente eléctrica recorriéndole la columna, como… con chispas y todo lo que dicen que sucede cuando la persona especial te besa, ni con su esposa le había pasado y con este niño le acababa de suceder, ¿en serio?

Tom no podía creer lo que había hecho. Había admitido que le gustaba Bill, que lo amaba más allá de lo fraternal, y lo había besado como si nada. ¿Qué carajos? Y se había sentido maravilloso, la textura de la piel suave de sus labios, lo llenos que son, el escozor de la barba incipiente de Bill, quizá no era como imaginaba su primer beso con Bill. Joder, ¿ya hasta había imaginado su primer beso con su gemelo? La cosa es que estaba ahí y lo había sentido, y esa electricidad que los alejaba y unía al mismo tiempo, algo jodidamente delicioso.


1 comentario:

  1. Valla eso ha sido extraño, Bill no lo recuerda pero si su cuerpo jejeje voy al siguiente capítulo enseguida

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