domingo, 17 de abril de 2016

Fanfic: L'amour vrai attend. Capítulo 5: Peleas y reconciliaciones



Capítulo 5: Peleas y reconciliaciones


Ya había pasado un mes, y las clases habían dado comienzo. Tom estaba bostezando durante toda la clase, porque había tenido la genial idea de aceptar que Bill le hiciera una despedida a sus vacaciones, y terminaron en la cama con mucha crema batida y fresas. Así que básicamente no había dormido.

Porque cuando tuvo sueño tuvo que entrar a hurtadillas a su posada.


Tenía moretones en el pecho y mordidas rojizas en su vientre. Al menos sabía lo mucho que le gustaba la crema batida a Bill, y qué tal manera de gustarle, tuvo un estremecimiento de solo rememorarlo.


Tenía ganas de sacar a Bill de su clase, y que lo empotrara en una de las paredes del baño. Sin embargo, eso no iría a pasar porque al menos dentro de su universidad, no debían enterarse que estaban saliendo, había una norma que le impedía a Bill meterse con los alumnos, así estos no fueran técnicamente sus alumnos.


A la salida, Tom esperó a Bill porque él iba a recoger a Robbie del nido. Luego los vio a ambos llegar con helados, con tres helados de hecho, y Bill le dio uno a Tom.


—Toma, de vainilla, para recordar viejos tiempos —dijo Bill sonriente, y claro que Tom se acordaba, recordaba la perfección la vez que cuando él tenía once años, Bill, de dieciséis, le dio su helado porque a él se le cayó. Luego lo lamió y mordió, pero eso era otra historia.

—¿Y a dónde vamos? —preguntó Tom, recibiendo el postre y lamiéndolo mientras tomaba la mano de Bill, que a su vez, estaba sujeto a la de Robbie.

—A recoger a Pumba —respondió Bill.

—¿Pumba?

Ese nombre decidió Robbie que era adecuado para el cachorro que iremos a recoger.

—Sí, como el puerquito de El rey león —mencionó Robbie emocionada.

Tom asintió y de pronto Bill sintió que su mano que sujetaba a Tom era soltada. Lo vio extrañado y notaba que su mirada estaba pendiente en otra dirección, siguió la mirada de Tom y vio a Anémona, con unos años más encima, un par de bebés y el que suponía era el padre de Tom.

—Ma-má —dijo Tom afectado.

Las bebés gritaban “Dom, Dom” queriendo correr hacia él, pero Anémona cargó a Alina, y Jörg a Arabelle.

—¿Esas niñas llaman a papá Tom, papi? —preguntó Robbie, frunciendo el ceño, algo celosa.

—Sí, amor —dijo Bill y vio cómo Tom se alejaba en dirección a sus padres sin despedirse, arrugó el entrecejo y decidió tomar el camino contrario.


Bill estaba resentido por el comportamiento de Tom, pero su hija no tenía la culpa, y mucho menos esa pequeña bola arrugada de pelos.

—Entonces tienen que llevarlo a una veterinaria para que empiece su etapa de vacunaciones. Y estaremos haciendo seguimiento una vez por mes —explicó la chica. 

Bill asintió sonriente, cargando al cachorro que lo olisqueaba con dificultad porque tenía la nariz chata.

—Sí, todo conforme —respondió Bill, acariciando la cabecita del perrito.


—¿Ese era Bill? —preguntó Anémona una vez que se hubieron acomodado en un hotel de Toulouse.

—Sí —dijo Tom, rascándose la nuca.

Jörg jugaba con sus gemelas, no quería meterse en el asunto porque ya le parecía que su mujer estaba exagerando, y que si bien lo de su hijo con ese muchacho había atravesado las barreras del tiempo, pues bien valía la pena que siguieran juntos. Aparte los veía felices juntos. Solo opinaría cuando viera a Anémona pasarse.

—A ver si entiendo, ese muchacho te rompió el corazón y se fue y tú lo aceptaste como si nada, como si no te hubiera dejado, ¿es eso cierto?

—De hecho, no conocemos la versión de Bill —acotó Jörg mientras Alina le metía el dedo en la nariz.

—Es que no me parece justo. Nuestro hijo cayó en depresión por culpa de… ese muchacho, y no solo eso, que también tiene una hija, que seguro la tuvo cuando aún estaba contigo, te engañó, Tom —sentenció Anémona, Tom se resistió a las ganas de rodar los ojos.

—Él embarazó a la madre de Robbie antes de estar conmigo, y no tuvo una relación con ella, por lo que luego se hizo cargo de su hija. No lo juzgues sin saber, mamá y como dijo papá, no conoces su versión.

—Entonces quiero que él me diga su versión —comentó Anémona. Tom llamó a Bill por celular pero de frente se iba a buzón.

—Creo que está ocupado.

—Tenemos una semana para hablar con Bill, espero se pueda dar la charla —exclamó Anémona.

—Se dará —aseguró Tom.


Tom intentó hablar con Bill durante la semana, pero por a o b motivo no podía, intentaba llamarlo, sin embargo, parecía que Bill lo evitaba, por lo que Tom decidió ir a su casa a buscarlo y lo encontró de salida.

—Tengo que ir a hacer sellar unos documentos —dijo Bill.

—Tengo que hablar contigo.

—Oh, qué raro, pensé que te había comido la lengua el ratón, y que por eso no tuviste ni la delicadeza de presentar a Robbie a tus padres —soltó Bill, con veneno en la voz.

—Por favor, Bill, no te pongas así, me tomó de sorpresa la llegada de mis padres. Y ahora mi mamá quiere hablar…

—No tengo tiempo. Adiós —se despidió Bill para hacerse a un lado y tomar un taxi.


La semana pasó y Anémona no habló con Bill.

—Hijo, yo sí confío en ti y apoyo tu relación, me gusta que sientes cabeza —comentó Jörg, una vez que estuvieron a solas.

—Mi madre no entiende que quiero casarme con Bill y tener hijos. Según ella, está mal, ahora no dice que es porque soy gay, sino por lo que me hizo. Y sí, se lo cedo, Bill me dejó, pero ya hablamos de eso y ahora queremos comprometernos, sin embargo, si mi madre me pone trabas va a ser difícil. Habla con ella, ¿está bien?

Jörg asintió.


A la semana siguiente en que sus padres volvieron a Alemania, Tom se enojó y fue decidido a la oficina de Bill, sin interesarle el perderse su clase. Tenía que aclarar las cosas y poner las tildes sobre las íes.

Entró sin tocar la puerta y la cerró con seguro tras de sí.

—Bill, necesitamos hablar —sentenció Tom, sin dejar de apoyarse en la puerta, como para evitar que saliera. Bill dejó de leer las pruebas y frunció la nariz.

—¿Y por eso entras sin tocar? ¿Te recuerdo que soy tu superior al ser un maestro y tú un alumno?

—Hey, ni siquiera me enseñas —se defendió Tom, con una media sonrisa en los labios.

—Pero eso no me impide castigarte si lo veo correcto —mencionó Bill, relamiéndose los labios y levantándose de su escritorio.

—Bill, vamos, tenemos que hablar, deja de hacer eso —se quejó Tom cuando lo sintió respirándole en los labios.

—¿Qué se supone que estoy haciendo? —preguntó haciéndose el inocente. Tom rodó los ojos, para luego tragar saliva con dificultad.

—Sabes muy bien lo que estás haciendo.

—Dímelo.

—Me estás seduciendo —farfulló Tom, sintiendo cómo sus labios eran cepillados por los contrarios. El interior de su vientre se estaba derritiendo—. Y vine aquí a hablar, no a esto.

—Está bien —cedió Bill, sentándose y mirándolo.

—Ehmn pues… quería disculparme contigo por haberme ido abruptamente ese día, sin presentar a Robbie y eso. Aparte… no nos hemos visto, solo aquella vez donde fuiste un idiota y me hablaste mal —comentó Tom, como si no le afectara.

—Ajám. ¿Y qué más? —Bill arqueó una ceja, instándolo a que siguiera hablando.

—Y… bueno, hablé con mi madre sobre los planes que teníamos y… ella no estuvo mucho de acuerdo, quería conversar contigo al respecto, escuchar qué tenías que decirle, pero jodido tú que no me contestabas las llamadas —mencionó Tom, algo resentido. Bill gruñó.

—Ok. Lo siento por haberte hablado así antes, Tom, pero tienes que entender que estaba enojado por tu actitud. Ahora, sobre lo otro, tendremos mucho tiempo para conversar con tu madre porque iré a Alemania —dictaminó Bill, Tom sonrió.

—Entonces te vienes conmigo, ¿verdad?

—Sí, aunque déjame decirte que me meterás en aprietos porque ya tenía trabajo seguro, pero estoy buscando empleo en Leipzig y de que hay, hay, solo está en saber buscar —comentó Bill sonriente.

—Joder, no puedo creerlo, entonces… se van a hacer realidad todos nuestros planes —musitó Tom, con los ojos brillosos. Bill asintió y se paró de nuevo, yendo en dirección a Tom, acorralándolo contra la puerta y dejándole un beso profundo en la boca.

Quería sentir sus labios después de muchos días, quería sentir su piel, lo que Bill quería, era morderlo y no dejarlo ir. Tom gimió durante el beso, le excitaba la idea de hacerlo en la oficina de Bill, y en una semana no lo había tocado, así que sus manos quemaban bajo su tacto, cada zona que era profanada por Bill, ardía.

Tom lo tomó por el rostro y giró el suyo, para profundizar el beso, paladeando el sabor de su novio, disfrutando cuando sus lenguas se entrelazaban en una danza dulce y discorde. Cuando Bill detenía el beso para respirar y mordisquearle el labio con saña, con esa expresión de enamorado perdido al verle.

Era perfecto.

Bill comenzó a recorrerle el cuello a besos y mordidas y Tom sentía que se iba a morir ahí mismo.

Los dedos hábiles de Bill estuvieron quitándole el pantalón a Tom y luego lo apoyó contra el escritorio, para que estuviera con el trasero al aire.

Besó con cariño la espalda baja de Tom y sacó un condón lubricado, poniéndoselo en su miembro, no pensaba hacerlo así pero la verdad es que no había traído lubricante, y era la única forma de que no lastimase a su novio.

Acarició el tatuaje en el vientre que tenía Tom y luego buscó su pene para estimularlo con un bamboleo y un movimiento ágil de muñeca.

Tom se movió contra la erección de Bill, mordiéndose el labio inferior por las ansías.
Bill ingresó en Tom con cuidado, haciendo un siseo por la estrechez en la que se metía. 

Y disfrutó la vista de ver a su miembro ingresar y salir de Tom con rapidez, el cómo Tom se espigaba, y pasaba sus escasas uñas por la madera del escritorio de Bill. No podían gruñir, ni soltar gemidos, así que estaban en una situación engorrosa, sin embargo, les encantaba.

Estaba tan dentro suyo cuando de pronto escucharon el aporreo de la puerta y casi rompen el escritorio por el movimiento brusco.

—Carajo —dijo Bill, saliéndose de Tom con delicadeza. Tom lo miró interrogante—. No sé quién coño será —se quejó, acomodándose la ropa y vocalizó un “vístete” a Tom, que hizo que se moviera como un resorte.

Tom se sentó con dificultad en la silla que estaba contra la pared y se cruzó de piernas para que su trasero no rozara mucho la silla y no se viera su erección. Es decir, joder, que estaba follando con su novio y luego se tuviera que sentar…

Bill se aclaró la garganta y abrió la puerta con el cuerpo para adentro para que no viera su pene erecto.

—Profesor Kaulitz, aquí está mi prueba —dijo el muchacho, extendiendo las hojas y viendo con algo de preocupación a Tom, como si se viera a sí mismo en Tom, como un alumno castigado por el duro profesor Kaulitz, que tenía un genio terrible más allá de su look moderno. Qué equivocado estaba.

—Aaron, está bien, pero la próxima vez no lo toleraré, y trata de terminar las pruebas en el salón de clase —advirtió Bill. Tom arqueó una ceja, queriendo reírse porque si bien era otro con sus alumnos, era totalmente diferente cuando estaba con Tom.

—Está bien, profesor —dijo Aaron—. ¿Y él qué hizo?

—¿Quién? ¿Trümper? No quisieras saberlo, y ya deja de andar de cotilla y vete —dijo Bill con dureza, Aaron asintió y se fue.

Tom rió. —Así que lo que hice fue tan horrible que no puedes ni decirlo —molestó.

—De hecho sí, enamoraste al profesor —bramó Bill con cejas insinuantes.

Tom se levantó de la silla y lo obligó a que se sentara en su silla rotatoria. Sentándose sobre él, empalándose a sí mismo y tomando como apoyo los hombros de Bill, el cual le acariciaba los costados con tortuosa cadencia. Tom se masturbaba mientras se penetraba a sí mismo y los ojos se le ponían en blanco por el placer que estaba sintiendo, Bill le besó el cuello y comenzó a morderle ahí, en esa zona erógena que tenía Tom ahí.

Continuaron el vaivén con movimientos frenéticos y arrítmicos hasta que se vinieron.


—Tomi malo, ya no me quieres —sentenció Robbie haciendo puchero y con ojos inmensos queriendo llorar.

—Sí te quiero —rebatió Tom.

—¿Y vas a seguir siendo la novia de mi papi y seguir siendo mi papá?

—No soy su novia, sino novio —explicó Tom.

—Bueno, ¿pero sí?

—Sí, mi amor.


Tom estaba viendo cómo Robbie jugaba a perseguir a Pumba y a Bambi, y estaba riéndose por ello.

—¿Te imaginas tener a dos o tres más tras Robbie? —preguntó Bill, ubicándose detrás de él en el sillón y Tom lo miró extrañado.

—Creo que con dos perros está bien.

—No, tonto, me refiero a niños.

—No creo que tantos, pero la idea de tener uno más pues me llama la atención —mencionó Tom, Bill se mordió el labio.

—Pronto, amor, de verdad que sí.

—Primero hay que casarnos…

—Sobre eso… —empezó Bill, arrodillándose frente a Tom y sacando una cajita pequeña de terciopelo rojo—. ¿Quisieras ser mi compañero para toda la vida?

Tom balbuceó y se enrojeció, para luego rascarse la nariz y voltear.

—¿Es en serio? ¡No preparaste nada!

—¿Qué querías, miles de globos o una frase en el aire?

—Joder, no, no soy una chica. Pero sí algo más romántico.

—¿Qué es más romántico que tenerme de rodillas para ti solito? —Tom le dio un golpe en la cabeza—. Ouch, ok, no debí decirte eso en frente de Robbie. —Robbie se acercó a ellos y cargó con dificultad a Pumba.

—Papi, ¿qué haces en el suelo?

—Esperando una respuesta de papá Tom.

—Sí —dijo Tom de brazos cruzados y enfurruñado. Bill se levantó y bufó.

—Wow, qué lindo de tu parte poner esa cara al decir que sí aceptas casarte conmigo —molestó Bill.

—Es que quería algo más romántico.

—Te prometo que te recompensaré —dijo Bill convencido y le dio un casto beso sobre los labios.


Tom miraba feliz su alianza en su mano, era de plata y tenía las iniciales de ambos. Era un bonito detalle. Bill también tenía una.

Y, a pesar de que ya tenían los anillos, Bill lo llevó a un lugar descampado con los ojos cerrados y cuando los abrió, vio a un señor inflando un globo aerostático. Tom lo miró y besó a Bill.

Estaban ya sobre el globo cuando pasó una avioneta con un letrero en la cola que decía: “Disculpa por ser idiota, ¿quieres casarte conmigo de nuevo?”. Y Bill no tuvo que hablar, Tom gritó mil veces sí y se aferró a Bill, sin importarle la mirada del señor que manejaba el globo.


Era una cena como cualquier otra, solo que Robbie estaba presente, también Simone y los comprometidos no paraban de mirarse con amor.


—Dejen de comer pan frente a los pobres —bromeó Simone, estando feliz por su hijo y su yerno.


Tom ya tenía la suficiente experiencia y no le había muy bien según le había contado, y Bill, Bill era como un zombi cuando perdió a Tom. Así que si su destino era estar juntos, ella no se interpondría.

1 comentario:

  1. Bueno, estoy algo contrariada, el Tom de ahora no es infantil, más bien actúa como si fuera una mujer. a caso es transgenero y no lo sabe, esta sería la primera historia que leería donde esta temática se aborda, sino es así entonces es que sólo parece que es el rey del drama...

    Bueno apenas he podido leer y comentar, espero sigas leyendo comentarios.

    Saludos.

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