domingo, 24 de abril de 2016

Fic: L'amour vrai attend. Capítulo 7: Espacio compartido


Capítulo 7: Espacio  compartido


Tom llegó a casa de Bill, que ahora era su casa también, con todas sus cosas y Bambi.
Robbie quería ayudar con la mudanza, así que acomodó el cepillo de dientes en su sitio y también acomodó la toalla de Tom en el baño.

Bill ya había hecho espacio en su gran armario y en sus cajones para recibir la ropa de Tom, desde bóxers hasta coletas con las que amarraba su cabellera larga.

También tuvo que acomodar las cremas de Tom, que se cuidaba más que él en cuestión de cara y cuerpo, tenía cremas para después del baño, lociones, perfumes, colonias, bueno, él también tenía perfumes, de los caros, que era los que más usaba, pero no tenía cremas para después del baño o antes de dormir. O para las manos.

Aunque no se quejaba, le encantaba la suavidad de las manos de Tom, aunque tampoco se quejaba de las manos callosas que tenía antes cuando tocaba la guitarra, le encantaba todo de él, desde el roce de su barba hasta la tersura de su rostro. Desde cómo sus cabellos le cosquilleaban en la cara cuando dormían de cucharita.

Amaba a Tom, y se preguntaba cómo es que había logrado sobrevivir sin su presencia  como una constante en su día a día.

Veía con ternura algunas camisetas que hasta huecos tenían y que Tom seguía usando porque le tenía cariño a esas prendas. Vio también en uno de los cuadernos que tenía para apuntes aún guardaba la nota de Bill y el dibujo de Freddy. Le sorprendió, pero al mismo tiempo era algo tan de Tom.

Tom, el que decía que nunca volvería con él, y que aún así guardaba con ahínco los recuerdos físicos de Bill.

Tom, el chico que día con día acortaba la brecha que había impuesto entre ambos.
Tom, el muchacho que en un principio se negaba a ser Once, y que cuando por fin se liberó de ese apodo fue para quedarse con quien siempre lo había llamado así.
Tom, quien había aprendido a la mala manera muchas cosas por culpa de Bill, y que Bill planeaba recompensarlo por todo.

Tom, el amor de su vida, su casi todo. Robbie también formaba parte de eso.

Tom, el que le robaba sueño de noche para brindarle ensoñaciones despierto de día.
Lo adoraba, y pensar que Bill no quería volver a enamorarse, y el pequeño niño de once años recién cumplidos le marcó para siempre.

Tom ya no era un niño, pero de todas maneras Bill lo tenía grabado en su piel, y no se refería al tatuaje.


Tom miraba orgulloso su pastel. Esperaba que le gustara a Bill, pensó, mientras se chupaba un dedo de la mermelada de fresa que había usado para el relleno, era un pastel de tres leches de fresa. Había usado leche evaporada, crema de leche y leche condensada, aparte claro de para el merengue había usado fresas y era rosa, quizá un tanto cursi, pero lo que importaba era el sabor, le había quedado rica, y esperaba le gustara a Bill, porque el pastel que le había regalado en su cumpleaños hace años había sido de fresa también. Y con chocolate había escrito, usando una manga pastelera: Felices seis meses, amor.

Robbie se había ido con Simone a un retiro del club de donde ella estaba. Así que ayer, hoy y mañana, tendrían la casa para ellos solos y Tom ya se hacía unas ideas muy precisas de lo que harían para aprovechar el tiempo.

No era muy bueno cocinando comidas, más se le daba la pastelería, pero ahí estaba, hablando con Anémona por Skype preguntándole cómo se hacía una lasaña. Y el horno olía bien.

Terminando de cocinar, se fue a bañar y alistarse para esperar a Bill.


Bill antes de ingresar a su casa, revisó su buzón y encontró recibos que fue abriendo mientras entraba a su vivienda. Al ingresar no se percató de que las luces estaban tenues y prendió la luz para ver mejor sus papeles.

Tom arqueó una ceja y se dirigió hacia Bill.

—Amor, fe…

—Tom, ¿dónde está Robbie? —preguntó Bill interrumpiéndolo y levantando la vista—. ¿Y qué hacías con la luz apagada? Puedes caerte o algo.

—Robbie está con tu mamá, en su retiro —explicó Tom algo confundido por la actitud de Bill.

—De verdad, no me había acordado. Pero aún no me explicas por qué estás con la luz apagada.

—Es que hoy… —Bill lo interrumpió.

—Acá hay dos cartas para ti, una de la universidad y otra de unas promociones, podemos aprovechar para ir al cine —ofreció Bill.

Tom se cruzó de brazos y lo miró con ojos entrecerrados. —¿No lo recuerdas, verdad? —cuestionó dolido.

Bill se percató de que había velas en la mesa. —¿Estamos celebrando algo?

—¿Es en serio, Bill? ¿No recuerdas que día es hoy? Gracias por todo —soltó enojado Tom, mientras se daba la vuelta y se encerraba en la habitación que compartían.

Bill se quedó confundido y vio que había un pastel en la cocina. Se dirigió allí y leyó lo que decía. De pronto se quiso golpear por idiota y fue corriendo a intentar abrir la puerta.

—Tom, ábreme por favor —pidió Bill, arrepentido de ser tan olvidadizo y despistado.

—No jodas, Bill —soltó del otro lado, con la voz algo gangosa por el llanto.
Sintió su pecho doler cuando escuchó a Tom así.

—Lo siento, Tom. Soy un idiota, pero tenía muchas cosas en la cabeza —se justificó Bill, odiándose por no guardar una copia de la llave del cuarto.

—Yo también tenía muchas cosas en la cabeza, la universidad, la mudanza y aún así me di un tiempo para hacerlo todo —se quejó Tom, limpiándose las lágrimas con fiereza.

Bill salió de la casa y la rodeó para entrar por la ventana y tratar de hablar con Tom. Estaba con medio cuerpo dentro cuando Tom se dio cuenta y lo fulminó con la mirada.

—Bill, en serio no tengo ganas de hablar contigo, ¿ok? Vete a otro cuarto —pidió Tom con expresión triste. Bill lo miró y suspiró, saliendo de nuevo.

Entró a la casa e intentó entrar al cuarto de su mamá, pero estaba con seguro. Bufó y se decidió a ir al cuarto de Robbie, en una cama en la cual no cabía pero era mejor que dormir en el suelo o la sala con tanto frío. Pumba lo miró curioso, como preguntándole qué hacía ahí.

—Me botaron de mi cuarto —respondió Bill—. Agradece que te castraremos para que no tengas que lidiar con esto —bromeó.

El perro le olfateó las manos que sobresalían de la cama y luego sus pies, y se fue a la sala con Bambi, como si oliera su aire de derrotismo.

Bill se levantó temprano y adolorido, fue en dirección a la cocina para hacerle el desayuno a Tom. Cogió harina y decidió hacer waffles, con huevos revueltos.

Terminó de cocinar y vio alegre cómo había hecho con poca precisión un corazón encima de los waffles. Debía mejorar su pulso. Se alistó, quitándose el mandil, para ir a dejarle el desayuno a Tom.

Con una bandeja que dejó encima de la mesilla, tocó la puerta de su cuarto. Tom salió medio adormilado aún y bostezó.

—Aún sigo enojado contigo —sentenció Tom.

—Mi amor, te hice el desayuno —dijo Bill, intentando poner ojos de borrego.

—No tengo hambre —farfulló Tom. Bill frunció el ceño.

—Tienes que comer…

—No quiero.

—Por favor, Tom, no quiero que estemos así —pidió Bill, rascándose la nuca.

—Pero no tengo hambre. ¿Qué quieres que lo coma a la fuerza? —preguntó Tom. A Bill se le ocurrió algo y entró a su habitación con la bandeja, la puso en la cama, jaló a Tom para que se sentara e intentó alimentarlo. Tom puso resistencia y acabaron botando la cuchara.

Tom iba a recoger el cubierto y disculparse por eso a Bill, cuando en el momento en que Tom se agachó, Bill cogió un waffle y se lo pegó en la cara.

—Te lo vas a comer porque te lo comes —dijo Bill entre risas, viendo cómo Tom se había ensuciado la cara con la mermelada y miel de maple.

—¿Es en serio, Bill?

Bill rió y terminaron empujándose en el suelo, al punto de que Bill terminó encima de Tom sujetándolo por las manos.

Sus rostros estaban muy cerca, Bill no se contuvo y acortó la distancia, besándolo, mientras saboreaba la miel y mermelada.

Tom le correspondía al gesto, e internamente lo perdonó.

—Uhmn —saboreó Tom los restos de mermelada y jarabe de arce—. De hecho creo que mejor me como el desayuno primero —bromeó, con una sonrisa en los labios. Bill le lamió la mejilla y luego le mordió la quijada con barba.

—Lo único que te comerás será mi pene —susurró Bill contra la piel de Tom, haciendo que este sonriera y se estirara mientras hacía movimientos ondulantes con su cadera incitándolo a Bill.

Cada caricia era febril, dejaba un rastro de cosquilleo y electricidad que juntos hacían que se estremecieran. Bill se sentó sobre la entrepierna de Tom, acomodando sus piernas a cada lado.

Tom lo miraba desde abajo, maravillándose con la visión de Bill despeinado y ojeroso. 

Rubio pero no natural, era un rubio de tinte, pero poco importaba, eso no le quitaba la vitalidad y rebeldía a su cabello, y sus ojeras no disminuían su belleza, incluso podía decir que acentuaba sus ojos color miel. Su barba le daba más firmeza a su quijada y sus cejas frondosas hacían que su rostro se dibujara mejor. Lo amaba. Por más errores que tuviera, así sea un idiota olvidadizo, así tuviera todos los errores del mundo lo amaría, porque sabía resarcirlos cada uno, compensándole todo el daño con detalles, pequeños o grandes.

Jugó con la correa de Bill, para luego abrirle los pantalones con presteza. Bill se apoyó en el cuerpo de Tom para besarlo y terminaron invirtiendo los papeles. Tom se sentó sobre Bill y le quitó su camisa para besarle el cuello y dejarle mordiscos juguetones sobre el pecho.


Con rapidez y ojos picarones, abrió el pantalón de Bill, bajando sus bóxers también, mordiéndose el labio inferior al ver su miembro erguido.

Estaban excitados ambos y Tom planeaba solucionar el asunto de Bill antes que el suyo.

Dejando besos fugaces sobre su vientre con vellos, se decidió a meterse a la boca el pene de Bill, jugando con él, lamiendo desde la punta hasta la base, jugando con sus testículos mientras su pene ladeado daba un respingo y botaba preseminal.

Le encantaba la forma de excitarlo y hacerlo desesperar de esa manera. Bill soltaba gruñidos y gemidos sonoros aprovechando que nadie, aparte de ellos, estaba en casa. 

Bill intentaba rasguñar el piso por las sensaciones que lo embargaban. La lengua de Tom era demasiado habilidosa y hacia tanto pero tanto tiempo que no la sentía así.

La cadencia con que pasaba sus dientes con delicadeza sobre su hombría lo estaban enloqueciendo, cómo su cabeza bajaba y subía, engulléndoselo. Incluso el cómo la barba de Tom le rozaba sus testículos lo excitaba, iba a explotar, y Tom iba a tomarse toda su venida.

Bill acarició sus pómulos porque sus mejillas estaban chupadas al estar succionando. Sus piernas se chocaron de forma brusca contra el piso y se vino ruidosamente en la boca de Tom.

Sin decir mucho, y al mismo tiempo diciendo bastante, Bill soltó un “te amo” con las piernas temblorosas dobladas con las rodillas hacia arriba.

—Yo más, amor.

Tom dejó un largo camino con su lengua ya que lamió desde su pene hasta su cuello sin detenerse más que un segundo en jugar con el aro atravesado en la tetilla de Bill.

Bill quiso devolverle el favor pero Tom ya estaba sonriéndole mientras se acomodaba entre sus piernas. Se remitió a mantenerse quieto mientras Tom lo preparaba con el lubricante, y fue una preparación corta porque desde que habían regresado Bill estaba de papel versátil con Tom.

Se mordió el labio inferior y acomodó sus pies sobre la espalda de Tom mientras este ingresaba a su cuerpo. Se aferró a sus hombros bien formados, y soltó una risa nerviosa al sentir su respiración en su largo cuello. Luego quedaron sentados en el piso, y Bill se meció sobre Tom. Dando botes sobre este hasta que Tom necesitara tomar a Bill por las caderas para ayudarlo con el ritmo.

Realmente estaban haciéndolo sin necesidad de callar sus gritos, debían aprovecharlo al máximo.

La imagen de Bill penetrándose a sí mismo con su rictus de concentración lo excitaba más si cabía. Sus labios torcidos y ceño fruncido mientras mantenía los ojos entrecerrados, comiéndose con la mirada a Tom y al mismo tiempo apretando su interior para él.

—Bill, eres… perfecto para mí —soltó Tom en un susurro, sintiendo que la frase aplicaba en todos los sentidos, como si fueran hecho a medida.

Bill se relamió los labios y bizqueó por las sensaciones para luego dejarle un beso profundo en los labios, respondiéndole sin decir nada que también él era perfecto para Bill.

Se vino Tom durante el beso y mordió la unión del hombro con cuello de Bill para que este se viniera ruidosamente por segunda vez.

Y ya empezarían la tercera ronda.

Tom estaba en la cola del cine y Bill estaba casi que se dormía como una gallina, es decir, de pie. 
Ya que anoche básicamente no durmieron por estar dándose amor mutuamente.

Y ahora Tom le había dicho que quería ir a ver Deadpool, y Bill estuvo de acuerdo, algo extraño porque usualmente nunca coincidían en ver una película que les gustara. Así que estaban esperando para que pudieran entrar ya que habían comprado online las entradas y no tenían hambre.

Vieron la película entre risas y determinaron que en realidad no era “tan sangrienta” como habían catalogado los críticos. Es decir, sí habían muertes, y sí, había sangre pero habían películas que exageraban.

—Como Saw y toda su saga —dijo Bill entre tosidos poco disimulados.
Tom estuvo de acuerdo y rió.


Ahora estaban en los juegos mecánicos en una ruleta llamada “Monstre”. Era inmensa, tenía colores llamativos y luces, y cuando se subieron, Bill creía que iba a vomitar hasta lo que no había comido. No contó con que Tom tendría formas de relajarlo.

Como darle besos y hacerle una paja cuando estuvieran lejos de la visión del resto. 

Sentía que podía tocar casi de forma literal porque su novio estaba estimulándolo.

Tom se sentía fascinado más que por la adrenalina, y la vista del cielo desde arriba, estaba así por su novio y su expresión descompuesta. Bill estaba sumamente nervioso y él solo podía pensar en que se veía hermoso así, sudando y relamiéndose los labios. 

Terminaron besándose cuando la ruleta volvió a moverse y Bill se había corrido con rapidez por los precisos movimientos de Tom.

Así que casi cayéndose se bajaron de la ruleta, para ir corriendo a los baños a terminar lo que empezaron ahí.


Llegaron agotados a casa y Tom tenía que revisar unas cosas en su laptop para la universidad, y Bill notaba que lo hacía en una posición incómoda debido a que no tenían un escritorio.

Las únicas mesas disponibles era la de la cocina y el comedor, pero necesitaban un escritorio ahora que lo pensaba.

Mañana irían por uno, ahora aprovecharían el tiempo que les quedaba en la cama, viendo unas caricaturas que no entendían, pero que no importaba, porque la cosa era pasarla juntos.


La mañana los cogió en el sofá, acomodados de forma un tanto incómoda porque casi no cabían los dos en el sofá. Pero estaban casi uno sobre el otro. Simone sonrió y luego decidió molestarlos, aclarándose la garganta sonoramente.

Tom que estaba sobre Bill se cayó aparatosamente del sofá, provocando un ruido fuerte que despertó a Bill.

—¿Qué carajos? —preguntó Bill, mientras se tallaba un ojo. Tom se sobó la mejilla que había chocado contra el piso—. Tom, ¿qué haces en el suelo?

—Aquí dándome de besos con el piso, ¿qué crees que hago aquí? Me he caído —dijo Tom, levantándose y percatándose de la presencia de Simone con Robbie—. Oh, hola, lindura, y hola Simone.

—Cárgame, papá Tom —pidió Robbie, alzando sus brazos, Tom le hizo caso y Robbie le dio un beso en la mejilla—. ¿Por qué durmieron aquí si tienen cuarto?

—Digamos que nos ganó el sueño —respondió Bill, levantándose también para dejarle un beso sobre la coronilla a su hija.

—Oh, a mí me dio mucho sueño durante el retiro, y dormía mientras abu tomaba fotos y hablaba con sus amigas —explicó Robbie sonriente.

2 comentarios:

  1. Valla parecia que estaban de luna de mil solo follando como conejos.

    Saludos.

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  2. Uu' Bill es un idiota olvidadizo... pero sabe recompensar a Tom y si que la pasaron muy bien eh ^^ ����
    Mori con eso de " —Aquí dándome de besos con el piso, ¿qué crees que hago aquí? Me he caído —dijo Tom, levantándose y … " ahahahahaha Xd
    Saludos :-*

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