Capítulo 7: Espacio compartido
Tom llegó a casa de Bill, que ahora era su casa
también, con todas sus cosas y Bambi.
Robbie quería ayudar con la mudanza, así que acomodó
el cepillo de dientes en su sitio y también acomodó la toalla de Tom en el
baño.
Bill ya había hecho espacio en su gran armario y en
sus cajones para recibir la ropa de Tom, desde bóxers hasta coletas con las que
amarraba su cabellera larga.
También tuvo que acomodar las cremas de Tom, que se
cuidaba más que él en cuestión de cara y cuerpo, tenía cremas para después del
baño, lociones, perfumes, colonias, bueno, él también tenía perfumes, de los
caros, que era los que más usaba, pero no tenía cremas para después del baño o
antes de dormir. O para las manos.
Aunque no se quejaba, le encantaba la suavidad de
las manos de Tom, aunque tampoco se quejaba de las manos callosas que tenía
antes cuando tocaba la guitarra, le encantaba todo de él, desde el roce de su
barba hasta la tersura de su rostro. Desde cómo sus cabellos le cosquilleaban
en la cara cuando dormían de cucharita.
Amaba a Tom, y se preguntaba cómo es que había
logrado sobrevivir sin su presencia como
una constante en su día a día.
Veía con ternura algunas camisetas que hasta huecos
tenían y que Tom seguía usando porque le tenía cariño a esas prendas. Vio
también en uno de los cuadernos que tenía para apuntes aún guardaba la nota de
Bill y el dibujo de Freddy. Le sorprendió, pero al mismo tiempo era algo tan de
Tom.
Tom, el que decía que nunca volvería con él, y que
aún así guardaba con ahínco los recuerdos físicos de Bill.
Tom, el chico que día con día acortaba la brecha que
había impuesto entre ambos.
Tom, el muchacho que en un principio se negaba a ser
Once, y que cuando por fin se liberó de ese apodo fue para quedarse con quien
siempre lo había llamado así.
Tom, quien había aprendido a la mala manera muchas
cosas por culpa de Bill, y que Bill planeaba recompensarlo por todo.
Tom, el amor de su vida, su casi todo. Robbie
también formaba parte de eso.
Tom, el que le robaba sueño de noche para brindarle
ensoñaciones despierto de día.
Lo adoraba, y pensar que Bill no quería volver a
enamorarse, y el pequeño niño de once años recién cumplidos le marcó para
siempre.
Tom ya no era un niño, pero de todas maneras Bill lo
tenía grabado en su piel, y no se refería al tatuaje.
…
Tom miraba orgulloso su pastel. Esperaba que le
gustara a Bill, pensó, mientras se chupaba un dedo de la mermelada de fresa que
había usado para el relleno, era un pastel de tres leches de fresa. Había usado
leche evaporada, crema de leche y leche condensada, aparte claro de para el
merengue había usado fresas y era rosa, quizá un tanto cursi, pero lo que
importaba era el sabor, le había quedado rica, y esperaba le gustara a Bill,
porque el pastel que le había regalado en su cumpleaños hace años había sido de
fresa también. Y con chocolate había escrito, usando una manga pastelera:
Felices seis meses, amor.
Robbie se había ido con Simone a un retiro del club
de donde ella estaba. Así que ayer, hoy y mañana, tendrían la casa para ellos
solos y Tom ya se hacía unas ideas muy precisas de lo que harían para
aprovechar el tiempo.
No era muy bueno cocinando comidas, más se le daba
la pastelería, pero ahí estaba, hablando con Anémona por Skype preguntándole
cómo se hacía una lasaña. Y el horno olía bien.
Terminando de cocinar, se fue a bañar y alistarse
para esperar a Bill.
…
Bill antes de ingresar a su casa, revisó su buzón y
encontró recibos que fue abriendo mientras entraba a su vivienda. Al ingresar
no se percató de que las luces estaban tenues y prendió la luz para ver mejor
sus papeles.
Tom arqueó una ceja y se dirigió hacia Bill.
—Amor, fe…
—Tom, ¿dónde está Robbie? —preguntó Bill
interrumpiéndolo y levantando la vista—. ¿Y qué hacías con la luz apagada?
Puedes caerte o algo.
—Robbie está con tu mamá, en su retiro —explicó Tom
algo confundido por la actitud de Bill.
—De verdad, no me había acordado. Pero aún no me
explicas por qué estás con la luz apagada.
—Es que hoy… —Bill lo interrumpió.
—Acá hay dos cartas para ti, una de la universidad y
otra de unas promociones, podemos aprovechar para ir al cine —ofreció Bill.
Tom se cruzó de brazos y lo miró con ojos
entrecerrados. —¿No lo recuerdas, verdad? —cuestionó dolido.
Bill se percató de que había velas en la mesa.
—¿Estamos celebrando algo?
—¿Es en serio, Bill? ¿No recuerdas que día es hoy?
Gracias por todo —soltó enojado Tom, mientras se daba la vuelta y se encerraba
en la habitación que compartían.
Bill se quedó confundido y vio que había un pastel
en la cocina. Se dirigió allí y leyó lo que decía. De pronto se quiso golpear
por idiota y fue corriendo a intentar abrir la puerta.
—Tom, ábreme por favor —pidió Bill, arrepentido de
ser tan olvidadizo y despistado.
—No jodas, Bill —soltó del otro lado, con la voz
algo gangosa por el llanto.
Sintió su pecho doler cuando escuchó a Tom así.
—Lo siento, Tom. Soy un idiota, pero tenía muchas
cosas en la cabeza —se justificó Bill, odiándose por no guardar una copia de la
llave del cuarto.
—Yo también tenía muchas cosas en la cabeza, la
universidad, la mudanza y aún así me di un tiempo para hacerlo todo —se quejó
Tom, limpiándose las lágrimas con fiereza.
Bill salió de la casa y la rodeó para entrar por la
ventana y tratar de hablar con Tom. Estaba con medio cuerpo dentro cuando Tom
se dio cuenta y lo fulminó con la mirada.
—Bill, en serio no tengo ganas de hablar contigo,
¿ok? Vete a otro cuarto —pidió Tom con expresión triste. Bill lo miró y
suspiró, saliendo de nuevo.
Entró a la casa e intentó entrar al cuarto de su
mamá, pero estaba con seguro. Bufó y se decidió a ir al cuarto de Robbie, en
una cama en la cual no cabía pero era mejor que dormir en el suelo o la sala
con tanto frío. Pumba lo miró curioso, como preguntándole qué hacía ahí.
—Me botaron de mi cuarto —respondió Bill—. Agradece
que te castraremos para que no tengas que lidiar con esto —bromeó.
El perro le olfateó las manos que sobresalían de la
cama y luego sus pies, y se fue a la sala con Bambi, como si oliera su aire de
derrotismo.
…
Bill se levantó temprano y adolorido, fue en
dirección a la cocina para hacerle el desayuno a Tom. Cogió harina y decidió
hacer waffles, con huevos revueltos.
Terminó de cocinar y vio alegre cómo había hecho con
poca precisión un corazón encima de los waffles. Debía mejorar su pulso. Se
alistó, quitándose el mandil, para ir a dejarle el desayuno a Tom.
Con una bandeja que dejó encima de la mesilla, tocó
la puerta de su cuarto. Tom salió medio adormilado aún y bostezó.
—Aún sigo enojado contigo —sentenció Tom.
—Mi amor, te hice el desayuno —dijo Bill, intentando
poner ojos de borrego.
—No tengo hambre —farfulló Tom. Bill frunció el
ceño.
—Tienes que comer…
—No quiero.
—Por favor, Tom, no quiero que estemos así —pidió
Bill, rascándose la nuca.
—Pero no tengo hambre. ¿Qué quieres que lo coma a la
fuerza? —preguntó Tom. A Bill se le ocurrió algo y entró a su habitación con la
bandeja, la puso en la cama, jaló a Tom para que se sentara e intentó alimentarlo.
Tom puso resistencia y acabaron botando la cuchara.
Tom iba a recoger el cubierto y disculparse por eso
a Bill, cuando en el momento en que Tom se agachó, Bill cogió un waffle y se lo
pegó en la cara.
—Te lo vas a comer porque te lo comes —dijo Bill
entre risas, viendo cómo Tom se había ensuciado la cara con la mermelada y miel
de maple.
—¿Es en serio, Bill?
Bill rió y terminaron empujándose en el suelo, al
punto de que Bill terminó encima de Tom sujetándolo por las manos.
Sus rostros estaban muy cerca, Bill no se contuvo y
acortó la distancia, besándolo, mientras saboreaba la miel y mermelada.
Tom le correspondía al gesto, e internamente lo
perdonó.
—Uhmn —saboreó Tom los restos de mermelada y jarabe de arce—. De hecho creo que mejor me como el desayuno primero —bromeó, con una
sonrisa en los labios. Bill le lamió la mejilla y luego le mordió la quijada
con barba.
—Lo único que te comerás será mi pene —susurró Bill
contra la piel de Tom, haciendo que este sonriera y se estirara mientras hacía
movimientos ondulantes con su cadera incitándolo a Bill.
Cada caricia era febril, dejaba un rastro de
cosquilleo y electricidad que juntos hacían que se estremecieran. Bill se sentó
sobre la entrepierna de Tom, acomodando sus piernas a cada lado.
Tom lo miraba desde abajo, maravillándose con la
visión de Bill despeinado y ojeroso.
Rubio pero no natural, era un rubio de
tinte, pero poco importaba, eso no le quitaba la vitalidad y rebeldía a su
cabello, y sus ojeras no disminuían su belleza, incluso podía decir que
acentuaba sus ojos color miel. Su barba le daba más firmeza a su quijada y sus
cejas frondosas hacían que su rostro se dibujara mejor. Lo amaba. Por más
errores que tuviera, así sea un idiota olvidadizo, así tuviera todos los
errores del mundo lo amaría, porque sabía resarcirlos cada uno, compensándole
todo el daño con detalles, pequeños o grandes.
Jugó con la correa de Bill, para luego abrirle los
pantalones con presteza. Bill se apoyó en el cuerpo de Tom para besarlo y
terminaron invirtiendo los papeles. Tom se sentó sobre Bill y le quitó su
camisa para besarle el cuello y dejarle mordiscos juguetones sobre el pecho.
Con rapidez y
ojos picarones, abrió el pantalón de Bill, bajando sus bóxers también,
mordiéndose el labio inferior al ver su miembro erguido.
Estaban excitados ambos y Tom planeaba solucionar el
asunto de Bill antes que el suyo.
Dejando besos fugaces sobre su vientre con vellos,
se decidió a meterse a la boca el pene de Bill, jugando con él, lamiendo desde
la punta hasta la base, jugando con sus testículos mientras su pene ladeado
daba un respingo y botaba preseminal.
Le encantaba la forma de excitarlo y hacerlo
desesperar de esa manera. Bill soltaba gruñidos y gemidos sonoros aprovechando
que nadie, aparte de ellos, estaba en casa.
Bill intentaba rasguñar el piso por
las sensaciones que lo embargaban. La lengua de Tom era demasiado habilidosa y
hacia tanto pero tanto tiempo que no la sentía así.
La cadencia con que pasaba sus dientes con
delicadeza sobre su hombría lo estaban enloqueciendo, cómo su cabeza bajaba y
subía, engulléndoselo. Incluso el cómo la barba de Tom le rozaba sus testículos
lo excitaba, iba a explotar, y Tom iba a tomarse toda su venida.
Bill acarició sus pómulos porque sus mejillas
estaban chupadas al estar succionando. Sus piernas se chocaron de forma brusca
contra el piso y se vino ruidosamente en la boca de Tom.
Sin decir mucho, y al mismo tiempo diciendo
bastante, Bill soltó un “te amo” con las piernas temblorosas dobladas con las
rodillas hacia arriba.
—Yo más, amor.
Tom dejó un largo camino con su lengua ya que lamió
desde su pene hasta su cuello sin detenerse más que un segundo en jugar con el
aro atravesado en la tetilla de Bill.
Bill quiso devolverle el favor pero Tom ya estaba
sonriéndole mientras se acomodaba entre sus piernas. Se remitió a mantenerse
quieto mientras Tom lo preparaba con el lubricante, y fue una preparación corta
porque desde que habían regresado Bill estaba de papel versátil con Tom.
Se mordió el labio inferior y acomodó sus pies sobre
la espalda de Tom mientras este ingresaba a su cuerpo. Se aferró a sus hombros
bien formados, y soltó una risa nerviosa al sentir su respiración en su largo
cuello. Luego quedaron sentados en el piso, y Bill se meció sobre Tom. Dando
botes sobre este hasta que Tom necesitara tomar a Bill por las caderas para
ayudarlo con el ritmo.
Realmente estaban haciéndolo sin necesidad de callar
sus gritos, debían aprovecharlo al máximo.
La imagen de Bill penetrándose a sí mismo con su
rictus de concentración lo excitaba más si cabía. Sus labios torcidos y ceño
fruncido mientras mantenía los ojos entrecerrados, comiéndose con la mirada a
Tom y al mismo tiempo apretando su interior para él.
—Bill, eres… perfecto para mí —soltó Tom en un
susurro, sintiendo que la frase aplicaba en todos los sentidos, como si fueran
hecho a medida.
Bill se relamió los labios y bizqueó por las
sensaciones para luego dejarle un beso profundo en los labios, respondiéndole
sin decir nada que también él era perfecto para Bill.
Se vino Tom durante el beso y mordió la unión del
hombro con cuello de Bill para que este se viniera ruidosamente por segunda
vez.
Y ya empezarían la tercera ronda.
…
Tom estaba en la cola del cine y Bill estaba casi
que se dormía como una gallina, es decir, de pie.
Ya que anoche básicamente no
durmieron por estar dándose amor mutuamente.
Y ahora Tom le había dicho que
quería ir a ver Deadpool, y Bill estuvo de acuerdo, algo extraño porque
usualmente nunca coincidían en ver una película que les gustara. Así que
estaban esperando para que pudieran entrar ya que habían comprado online las
entradas y no tenían hambre.
Vieron la película entre risas y determinaron que en
realidad no era “tan sangrienta” como habían catalogado los críticos. Es decir,
sí habían muertes, y sí, había sangre pero habían películas que exageraban.
—Como Saw y toda su saga —dijo Bill entre tosidos
poco disimulados.
Tom estuvo de acuerdo y rió.
…
Ahora estaban en los juegos mecánicos en una ruleta
llamada “Monstre”. Era inmensa, tenía colores llamativos y luces, y cuando se
subieron, Bill creía que iba a vomitar hasta lo que no había comido. No contó
con que Tom tendría formas de relajarlo.
Como darle besos y hacerle una paja cuando
estuvieran lejos de la visión del resto.
Sentía que podía tocar casi de forma literal
porque su novio estaba estimulándolo.
Tom se sentía fascinado más que por la adrenalina, y
la vista del cielo desde arriba, estaba así por su novio y su expresión
descompuesta. Bill estaba sumamente nervioso y él solo podía pensar en que se
veía hermoso así, sudando y relamiéndose los labios.
Terminaron besándose
cuando la ruleta volvió a moverse y Bill se había corrido con rapidez por los
precisos movimientos de Tom.
Así que casi cayéndose se bajaron de la ruleta, para
ir corriendo a los baños a terminar lo que empezaron ahí.
…
Llegaron agotados a casa y Tom tenía que revisar
unas cosas en su laptop para la universidad, y Bill notaba que lo hacía en una
posición incómoda debido a que no tenían un escritorio.
Las únicas mesas disponibles era la de la cocina y
el comedor, pero necesitaban un escritorio ahora que lo pensaba.
Mañana irían por uno, ahora aprovecharían el tiempo
que les quedaba en la cama, viendo unas caricaturas que no entendían, pero que
no importaba, porque la cosa era pasarla juntos.
…
La mañana los cogió en el sofá, acomodados de forma
un tanto incómoda porque casi no cabían los dos en el sofá. Pero estaban casi
uno sobre el otro. Simone sonrió y luego decidió molestarlos, aclarándose la
garganta sonoramente.
Tom que estaba sobre Bill se cayó aparatosamente del
sofá, provocando un ruido fuerte que despertó a Bill.
—¿Qué carajos? —preguntó Bill, mientras se tallaba
un ojo. Tom se sobó la mejilla que había chocado contra el piso—. Tom, ¿qué
haces en el suelo?
—Aquí dándome de besos con el piso, ¿qué crees que
hago aquí? Me he caído —dijo Tom, levantándose y percatándose de la presencia
de Simone con Robbie—. Oh, hola, lindura, y hola Simone.
—Cárgame, papá Tom —pidió Robbie, alzando sus
brazos, Tom le hizo caso y Robbie le dio un beso en la mejilla—. ¿Por qué
durmieron aquí si tienen cuarto?
—Digamos que nos ganó el sueño —respondió Bill,
levantándose también para dejarle un beso sobre la coronilla a su hija.
—Oh, a mí me dio mucho sueño durante el retiro, y
dormía mientras abu tomaba fotos y hablaba con sus amigas —explicó Robbie
sonriente.
Valla parecia que estaban de luna de mil solo follando como conejos.
ResponderEliminarSaludos.
Uu' Bill es un idiota olvidadizo... pero sabe recompensar a Tom y si que la pasaron muy bien eh ^^ ����
ResponderEliminarMori con eso de " —Aquí dándome de besos con el piso, ¿qué crees que hago aquí? Me he caído —dijo Tom, levantándose y … " ahahahahaha Xd
Saludos :-*