Fic: Catorce. Capítulo 26: Declaraciones.

¡Mañana es el cumpleaños de mi abuelito! Bueno, del novio de mi abuelita, pero lo considero mi abuelito porque fue quien me crió, ya sé, ya sé, cosas random, pero es que me emociona. De premio, y disculpa por haber tardado tanto, les traigo otro capítulo de Catorce, espero les guste, en serio e.e

Capítulo 26: Declaraciones

Bill se aflojó la corbata al sentirse escrutado por la directora de la escuela de Artes. Ya se iba demorando bastante en decirle la respuesta, si era negativa era mejor hacerlo corto, pero tampoco podía mandarla a freír espárragos porque…. ¿por qué? Ah sí, porque era una falta de respeto.

Sentía que le picaba la camisa y estaba incómodo.

—Le sienta bien el nuevo corte, Kaulitz —halagó la mujer, y Bill sintió que se le crispaban los nervios si la fémina seguía dilatando el momento.

—Gracias.

—Bueno, hemos analizado a conciencia tus exámenes, cada dibujo, cada trazo, y tus técnicas han sido buenas, las proporciones también, el realismo plasmado ni qué decir. Pero la psicóloga ha insistido en que necesitas un tratamiento, nada de qué preocuparse, la mayoría lo ha recibido al ingresar aquí, ¿qué opinas de eso?

Bill iba a negar, porque tenía pésima experiencias con las psicólogas. Hasta que procesó lo dicho y una sonrisa genuina, y que pocos apreciaban, se ensanchó en su rostro.

—¿Ingresé?

—Oh, sí, querido. Lo siento por no haberlo mencionado primero, pensé que se sobreentendía. Tienes un talento nato. —“Vieja de mierda, pero si vine aquí todo enternado para que me dijeras eso y todavía lo debo adivinar”, Bill resistió las ganas de rodar los ojos, estaba demasiado feliz como para que algo así le arruinase el momento, recibió sus resultados por escrito y demás papelería que tendría que hacer.

Salió de la oficina de la directora y su madre fue abrazarlo al ver su rostro. Tom resistió un chillido de emoción y luego le saltó encima, Bill lo cogió por los muslos y lo besó con intensidad, sin importar que estuviesen siendo observados por Simone o por la secretaria.

—Vamos a celebrar en casa a gusto —susurró Tom contra su oído, para luego bajarse y toser avergonzado—. Fue la emoción, lo siento.

—No te preocupes, dulzura. Mi exmarido y yo cuando éramos jóvenes hacíamos peores cosas en público —rió Simone.

—Ew, madre, ew —se quejó Bill.

—Así naciste, mi amor, no estés de quejicoso —riñó Simone. Tom sonrió.

…

—Mamá, no puedes decir nada en contra. ¡Van a ir todos mis compañeros de clase! No puedo defraudar a Andreas así, es un concierto casero y sí, es una fiesta, pero no me pasará nada. Sabes que sé comportarme —reclamó Tom—. Sino, también sabes también que puedo llamar a papá.

—Está bien, irás a esa fiesta. Pero regresarás sobrio —avisó Anémona.

Tom rodó los ojos. —Sabes que ni bebo, ni fumo, mamá. Creo que la duda incluso me ofende.

—Bueno, bueno, entonces alístate, porque mientras más rápido vayas, más rápido regresarás.

—Esto… con referencia a ello, pensaba quedarme en casa de Andi, ¡puedes incluso comprobarlo! Lo llamas y hablarás conmigo, ¿qué dices? —preguntó Tom esperanzado.

—Lo que sea, hijo. Ya… ya estás grande y no estarás solo —dijo Anémona muy a su pesar.

Tom hizo un bailecito de la victoria mentalmente y sonrió mientras corría en dirección a su habitación, de que iría a la fiesta claro que lo haría, pero luego se daría un pequeño escape con Bill para darle su premio por haber ingresado a la universidad.

…

Oskar miraba enojado a Gustav, el cual no entendía el porqué de su actitud, pero tampoco intentaba desentrañarla, por más que le gustase, tenía que admitir que tanto él, como sus otros compañeros de banda eran raros. Así que se dedicaba a practicar con la batería, mientras iba entrando la gente a su casa y Oskar movía el pie con insistencia.

—Hola, Andi Candi, ¿mi novio ha llegado? —preguntó Bill apenas hubo llegado a casa de Gustav.

—Pareces un toro con ese arete en tu nariz —rió—, y no, no lo he visto.

—Se llama piercing, septum especificando, para tu información —se pasó la mano por su cabello y frunció la boca—. Ojalá que su madre lo haya dejado venir.

—Eso espero.

Una chica bajita de cabello negro, ojos con demasiado maquillaje y ropas que dejaban poco a la imaginación se acercó a Andreas.

—Heissel, hola —saludó Andreas, Bill sacó un cigarro de su bolsillo y lo encendió, tomando una bocanada.

—Hola, Andi. No sabes lo emocionada que estoy porque por fin podré ver a Tom. Pareciera que me evita pero —soltó una risilla—, ¿no tiene razone para evitar a su novia, cierto?

Bill soltó un sonido nasal y luego el humo se le salió por la nariz.

—¿Tú eres novia de Tom? —interrogó Bill, prestándole atención a la menor, la cual lo miró confusa.

—¿Quién eres? —“El tipo que se la mete a tu novio”.

—Oh, un amigo de Tom.

Andreas los miró preocupados, no sabiendo qué hacer.

—¿En serio? ¡Qué genial! Entonces, ¿lo has visto por aquí? ¡Y bonita playera de Red Hot Chili Peppers! Creo que compartimos gustos.

Andreas que estaba tomando un poco de soda casi se atora por lo dicho.

—Y que lo digas, preciosa —masculló Bill, antes de fumar un poco más.

—¿Dijiste algo? —preguntó la morena.

—No, nada, que Red Hot Chili Peppers son geniales. Y Tom aún no llega —respondió Bill sonriente.

—Oh, vamos, esta situación me está poniendo de los nervios, Bill —dijo Andreas, el aludido arqueó una ceja, haciéndose el desentendido.

—No sé a qué te refieres.

—Sí lo sabes.

Heissel miró a uno y luego al otro confundida. —¿Me perdí de algo?

Ambos dijeron al mismo tiempo.

—No.

—Sí.

—Ahora sí me tienen intrigada, ¿qué sucede? ¿Tiene que ver con Tom?

—No le hagas caso a Andreas, solo está un tanto nervioso por el concierto —mencionó Bill, restándole importancia al asunto con un ademán.

—Oh, pobrecito Andi, pero seguro lo harás genial. ¡Oh, miren, allá está Tom! Se ve tan guapo como siempre, grrr —gruñó Heissel mientras corría en dirección al de rastas, el cual cuando se fijó en ella se paralizó.

—Hola, soy gay.

La cara de la morena era todo un poema, rió nerviosamente y luego le dio un golpecito en el pecho.

—Ay, tontito. Tú y tus bromas. Ahora ven, dame un beso que compense todo el tiempo que me has tenido abandonada.

—No, en serio, soy gay. Mi novio está allá, junto a Andreas. ¡Bill! —gritó mientras se acercaba al mayor para luego besarlo, en frente de todos, incluyendo sus compañeros de clase.

Y esa había sido su salida formal del clóset. Recibió una cachetada por parte de Heissel, seguido de un “qué desperdicio de esperma”.

Bill se rió mucho, Andreas negó con la cabeza.

…

Los chicos ya habían cantado seis covers, ahora descansaban. Sabían que en parte era la despedida a los conciertos caseros, ya que les iba a tocar estar en giras y demás, cantar sus propias canciones y todo eso.

Así que ahora se tomaban un descanso, entre cervezas y cigarros, un chico universitario intentando ligar con Andreas, pero este solo sonriéndole, sin corresponderle al flirteo, tenía la esperanza de ver a su admiradora o admirador ahí.

Por otro lado estaba Georg besuqueándose con una chica que recién conocía.

También estaba Oskar arrinconando a Gustav… ¿Oskar arrinconando a Gustav?

—¿No lo notas? ¿No te das cuenta? ¡Eres un idiota, Schäfer! ¡Sé que eres tú el admirador de Andreas! —chillaba el peliazul, con la expresión enfurecida y el organismo lleno de alcohol.

Gustav lo tomó por los hombros y lo sentó en el mueble, no quería atraer miradas.

—¿Qué te sucede, Oskar?

—¡ESTOY CELOSO, POR UN DEMONIO! —gritó y Gustav sintió algo en su pecho instalarse.

—¿Celoso?

—Sí, imbécil, me gustas. He esperado todo este tiempo que te me declares porque pensé que era mutuo, para que ahora resulte que no, que te gusta Andreas y le envías regalos y hasta una gata —se quejó ya sin fuerzas, sintiéndose humillado pero al menos sacándolo de su organismo.

Gustav acarició su hombro. —Yo no soy su admirador secreto, Oskar.

—No me tomes por idiota, he visto cómo lo miras, y cómo lo defiendes. Si eso no es querer, ¿entonces qué es?

—Yo lo quiero, yo lo he visto desde que era un enano, y sé cómo es, y también sé cómo de pesados son ustedes por eso lo defiendo siempre que puedo. Pero no estaría con él, no me gustan los menores, Oskar. Puedes preguntárselo a Bill, por eso no apoyé en un principio la relación que él tenía con Tom, cuando vi que era sincera recién lo hice, pero en mi caso no es así —explicó Gustav con expresión calmada.

Las mejillas de Oskar se colorearon.

—Oh, vaya mierda. Entonces acabo de declararme sin querer, y sin saber si seré correspondido —soltó Bleu avergonzado—. Olvídalo, ¿ok?

—Pero tú también me gustas —dijo Gustav con firmeza, mirándole fijamente a los ojos.

—¿En serio? —se mordió el labio y casi quiso chillar de la emoción.

—Sí, en serio.

Oskar se sentó en el regazo de Gustav y comenzó a llenarle de besos el rostro, para luego besarle con dulzura y parsimonia los labios, los cuales había deseado por tanto tiempo.

Desde lejos observaba Andreas, sintiéndose estúpido por haber pensado que alguien tan bueno como Gustav habría podido ser para él. Primero Tom, luego Gustav. Ya solo le quedaba tener confianza en que su acosador fuera hombre y no mujer, que si bien sería halagador, no le funcionaría para nada.

Suspiró, tampoco estaba para atormentarse, era joven y no era una necesidad tener pareja.

Eso se lo dejaba para Tom, que era muy presuroso en todo, y que ahora estaba con el novio seguro, porque no los veía por ningún lado.

…

Corrieron tomados de la mano hasta llegar al claro, entre sonrisas y besuqueos juguetones. Podía oler el aroma a limpio del bosque, la noche los cubría bajo su manto, haciendo que sus ojos resplandeciesen mucho más en la oscuridad.

—¿Crees que haya sido buena idea venir hasta aquí para hacerlo? Porque también podíamos encerrarnos en una habitación, o en todo caso, cuarto donde guardan la ropa para recordar viejos tiempos —masculló Bill contra la boca de Tom, dejándole otro beso.

—Suficiente recordatorio tengo con que estés oliendo a cerveza y cigarrillos, Bill —respondió Tom sonriente, pero arrugando la nariz medio en broma medio en serio.

Bill se rió y se tendió sobre el pasto, mirando las estrellas. No estaba ebrio y podía recordar aquel día, Tom se sentó a su lado, observándole.

—Cuando estaba en la escuela militar casi no tenía tiempo para mirar las estrellas. Y luego cuando me escapé tuve mucho tiempo para verlas, al menos las veces que dormía en la calle, pero no lo hacía, no le veía el sentido. Recuerdo que lo único que me mantenía cuerdo era tu recuerdo. Lloraba como un crío pensando en ti, sintiendo vergüenza por lo que hacía, por no ser el chico que era cuando estaba junto a ti. Me haces querer hacer cosas buenas, ser mejor persona, ¿lo sabes, no? Te quiero tanto, Once —confesó Bill, viéndole desde abajo, mirándose tan frágil así. Tom bajó el rostro y lo besó con dulzura, de una forma protectora.

—Yo venía a todos los sitios que fui contigo cuando estaba mal. Y confiaba en que volverías, porque me lo habías prometido… hablando de promesas, quiero… quiero preguntarte algo —dijo Tom, observando a otro lado y mordiéndose el labio inferior.

Bill arqueó una ceja preguntándose qué podría ser.

—Dispara.

—Yo… yo quisiera estar para siempre contigo, y no lo digo para hacerlo ahora precisamente, sino más adelante, en otro sitio, bajo otras circunstancias, pero, ¿aceptarías casarte conmigo? —soltó de sopetón, casi sin entendérsele las palabras.

Bill parpadeó y se quedó perplejo bajo Tom.

…

Andreas se sentó sobre el sofá libre y luego sintió que se hundía un poco bajo el peso de alguien más.

—Hola.

—Hola —respondió al saludo Andreas, extrañado porque aquel chico le hiciera el habla. Lo único que sabía de él es que estudiaba en su salón y era conocido por autolesionarse, ya que un día lo encontraron en pleno ataque de pánico encerrado en el baño con un objeto punzocortante y las muñecas sangrantes.

—¿No sabes cómo me llamo, no?

—Lo siento, pero no lo sé —confesó Andreas un tanto avergonzado. El chico se rascó con nerviosismo las muñecas.

—No importa. ¿Cómo estás?

Andreas realmente se estaba sintiendo extrañado frente al comportamiento del, según su percepción, “fenómeno ese”. No es que no fuera atractivo. Lo era, pero era demasiado raro.

—¿Bien, y tú? —respondió por cortesía.

—Bien —dijo con voz un tanto temblorosa—. ¿Qué tal tus vacaciones?

—Ahí, aburridas, entre ensayos y cosas así. ¿Qué tal las tuyas?

—Estuve trabajando.

El rubio se sorprendió frente a ello, ¿para qué un chico con dinero querría trabajar? Veía la ropa que traía, era de marca.

—¿Ah sí? ¿Por qué, ah? Si se puede saber claro.

—Pa-pa-para comprar unas cosas —balbuceó.

—Ah.

No le prestó más atención y el chico siguió rascándose las muñecas con sus escasas uñas.

—Si sigues haciéndote eso te provocarás daño —avisó Andreas de forma ausente.

—Lo siento, es un mal hábito —musitó el chico.

—No lo sientas, el que se perjudica eres tú —respondió Andreas y alzó un hombro.

—¿A ti… a ti te gustan los chicos, no? —preguntó en un susurro.

—¿Algún problema con eso? —saltó Andreas a la defensiva. Estaba acostumbrado a que sus compañeros de clase le molestaran por su orientación sexual.

—¡No, no, para nada! ¡Al contrario! Yo… yo también soy gay. Y he leído y visto en vloggers que uno no debe avergonzarse de ello ni… nada parecido.

El de cabello platinado asintió no muy convencido.

—¿Tienes novio, Andreas?

Andreas recién fue comprendiendo el interés del muchacho extraño y se sintió halagado pero…

—Lo siento, no ando en búsqueda de uno ahora. Y tampoco estoy lo suficientemente ebrio como para tener un ligue —le advirtió.

El joven avergonzado y sonrojado miró al suelo.

—Lo siento.

—Deja de disculparte.

—Lo sien… —Se calló a tiempo para luego marcharse.

El show debía continuar.