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Resumen: Bill definitivamente no pensaba que la despedida iría a ser así... ¿o quizá sí lo pensó?
Advertencia: Contiene spoiler de Once
Categorias: Slash
Personajes: Bill, Tom
Advertencias: Incesto - No relacionado, Lemon, Shota
Género: Drama
Pareja Principal: Bill - Tom
Serie: De Once y demás números.
Completo: Sí
Palabras: 3156
—¿Bill?
¡Bill! —Escuchaba a lo lejos. Se tapó los oídos y se escondió detrás de uno de
los árboles. Había metido la pata, y bien hondo.
“¿Qué carajos he
hecho?”, pensó.
Se había dejado llevar por sus impulsos, había intentado decirle lo mucho que
lo quería con algún gesto y quizá eligió el peor. “No, me conozco, eso no era ni de lejos lo peor que hubiera hecho”, se
contradijo mientras se golpeaba contra el tronco del árbol.
Con
Ana sí había llegado ‘lejos’, hasta que ella le dijo que era muy pequeño aún.
Pequeño… suspiró, eran del mismo tamaño, solo que le repetía que se comportaba
como un niño y que ella jamás lo haría con uno.
“Las tías son
tan jodidamente complicadas”, se repitió mentalmente. Recordaba que
por eso se había metido con James, porque al parecer las chicas le repelían
como hombre. “Como si el tener dieciséis
años me diese un letrero en la frente que dijera ‘no tengo polla’ o algo así”,
se sorprendió de la velocidad de sus pensamientos y se sintió perdido. Frunció
el ceño y algo le extrañó. Ya no habían gritos. Once.
Se levantó del suelo e intentó mirar a lo lejos, no encontró a nadie corriendo. Se preocupó y sumió en sus pensamientos cuando de pronto sintió unos dedos contra su hombro. Giró el rostro y lo encontró allí, con los ojos rojos. Teniéndolo frente suyo no podía eludir sus pensamientos al nivel del aleteo de un mosquito.
—Once
—comprendió que no podía correr de nuevo. Menos fingir demencia.
—Quiero
que lo hagas de nuevo —pidió el rubio con las mejillas sonrosadas. Bill abrió y
cerró la boca como un pez para luego retroceder y golpearse contra el árbol—.
¿Sabes que también puedes negarte?
Lo
miró e intentó decirle con palabras que no se entendían que se moría por
besarlo de nuevo, pero que no era el punto. No era el maldito punto.
—¡No!
—alcanzó a decir. Once lo observó confuso—. No es eso, no es… ¡Joder! —se
mordió el labio inferior y deseó que se lo tragase la tierra. Odiaba hablar más
de lo necesario, y menos en esa clase de situaciones.
“Yo… me gusta
besarte. No, no, morderte, sí, besar, morder, lamer tus labios. Me encantas”. De algo Bill
estaba seguro, que si se le ocurría decir eso podría llegar a ser
malinterpretado o significaría dejar una invitación para hablar sobre sus
sentimientos, cosa que siempre le había parecido absurda, innecesaria. Los
sentimientos implicaban dolor, eso lo había aprendido de las peores formas. Con
su padre, con su madre, con Azura, la primera chica que le gustó y con la que
nunca pudo llegar a nada por ser tan ‘tonto’, con Ana y luego James. No quería
arruinar lo que tenía con Once con palabras que solo le harían sufrir mañana
más tarde.
Y
Bill estaba consciente de que besarlo de nuevo no solucionaba nada. Claro que
lo estaba…
Igual
de consciente estuvo al empotrar a Once contra el árbol y mordisquearle la
mandíbula. No hubo resistencia por parte del menor, solo gruñidos en
aprobación. Se iría a detener, lo debía hacer. Siempre había tenido problemas
con hacer lo que debía. Sintió las manos de Once en sus brazos y creyó que ya
era el momento.
—Perdón,
en serio, soy idiota —y aún más idiota era buscar excusarse. Sintió ganas de
hacerse daño, de patearse con fuerza cuando unas manos se aferraron a su
cabello y le hicieron bajar la cabeza levemente y unos labios se apoderaron de
los suyos.
Algo
en su cabeza latía, una idea, una advertencia, un llamado de atención. No
estaba bien, no lo estaba de diferentes maneras y, sin embargo, correspondía a
ese beso. Se separó de nuevo.
—Esto
no está bien —dijo. Finalmente lo dijo. Once lo observó con ojos brillantes y
susurró algo que no pudo oír, acercó su oído a su boca para poder escucharlo.
—Dije
que lo sé, y que no me importa. De todas formas quiero que me beses. —Once jaló
sus despeinados cabellos de nuevo y se sintió el peor de los seres en la tierra
por saberle a jodida gloria esos labios.
Se
aferró a su pequeño talle y sintió sus brazos entrelazarse en su cuello. Quería
besarlo, lamerlo, morderlo, se sentía tan ansioso en ese instante y, al
parecer, no era el único; Once le correspondía, lo buscaba y dejaba paso a que
jugase con su lengua de formas no propias para su edad. Podía permitirse perder
la cordura. Lo sentía tan distinto al Once habitual, con esa picardía
multiplicada por mil. Bill supo que cuando todo se tornó caliente debía
detenerse, no obstante, Once ajustó su agarre.
Bill
tartamudeó. No sabía cómo tomarse eso. Hubo un momento en el que se observaron
mutuamente y Bill reconoció ese brillo en sus ojos y rostro. Once… su pequeño
Once se encontraba excitado.
—No
—negó rotundamente con la voz grave. Eso
no. Podía permitirse llegar lejos, pero no tan
lejos. Once se mordió el labio y sus mejillas se enrojecieron, bajó la
cabeza. Once estaba avergonzado. Bill giró el rostro y se dejó caer contra el
árbol.
—¿Soy
muy niño para ti, no? —farfulló Once. Bill lo observó de reojo. Muy niño—. ¿Soy muy pequeño, cierto? —muy pequeño.
Ana se cubría el
rostro con su mano para no emitir ningún sonido que los dejase en evidencia.
Bill seguía tocándole por debajo de su corta falda, sabía en dónde prestar
especial atención, y también sabía cuando lo estaba haciendo bien al ella
estremecerse y humedecerse más.
Se tocó por
encima del pantalón mientras la besaba, Ana se alejó de él y observó lo que
hacía, le sonrió burlonamente.
—Ni pienses que
meterás eso dentro mío, eh lindo —masculló la rubia en un resuello. Bill
frunció el ceño y dejó de juguetear con sus dedos para sacarlos de su interior
sin delicadeza—. Ough, ten más cuidado.
—¿Qué? ¿Por qué
no quieres que lo hagamos? —preguntó Bill confundido.
La chica sonrió
de nuevo y rodó los ojos. —Porque eres un niño, yo nunca lo haría con uno. Eres
demasiado pequeño como para hacer cosas de grandes, duh —señaló como si fuese
lo más obvio del mundo.
—Pero si te
acabo de… Eres una perra —dijo Bill. Se levantó de la cama y salió del cuarto
con un portazo.
Muy
niño. Muy pequeño. ¿Quién era él para juzgar si Once lo era o no? Recordaba
todavía lo avergonzado que se sentía en aquel entonces y cómo James había
aparecido para consolarle sin ni siquiera conocerle. Negó con la cabeza para
alejar los pensamientos. Once no era demasiado pequeño, y él en parte tenía la
culpa de que se encontrase así, excitado. Reparó en la sensación que se anidaba
en su vientre, esa sensación placentera. ¿Podía acaso él…?
Tragó
saliva ante la idea de acariciar a Once. De tocarlo de esa forma. La idea… la idea no le era tan repulsiva, e incluso se
veía tentativa frente al hecho de observarle con las mejillas rojizas al igual
que los labios y el aliento siendo expulsado por estos en un resuello.
“¿Qué me
sucede?”,
pensó una vez más, como intentando en lo profundo de sí mismo rehusarse a la
idea, convencerse. Pero…
—Me
siento muy extraño —confesó Once, azorado. Bill asintió, ambos estaban
excitados, eso era lo que pasaba.
—Es…
normal. Sentirte caliente o muy acalorado, y eso. ¿Alguna vez te has tocado?
—preguntó a sabiendas de la respuesta. Once le observó confuso. Bill le restó
importancia con un gesto y soltó aire por la nariz.
No
sabía en qué se había metido pero al parecer no era el único. Once bajó las
manos hacia su pantalón y la pasó por sobre su ingle, una y otra vez, con
necesidad. Bill vio con una fascinación morbosa aquello y sintió deseos de
tocarse. Su mente reluctante se lo concedería al ambiente, a la ausencia de
personas, al saber que no volverían a verse el hecho que dejasen de lado toda
limitación ahora.
—A
eso me refería con tocarte, pero… sin ropa y con movimientos más precisos
—masculló Bill, sintiendo su garganta seca de repente. Once detuvo sus toques
inexpertos y se mordió el labio.
—Puedo…
quitarme la ropa si es que tú también lo haces —ofreció. Bill pestañeó,
cavilando seriamente si es que ese niño era el mismo que hace unos momentos
había llorado por su partida.
—¿Quieres
verme desnudo? —preguntó, sorprendido por la simple idea. Once asintió con los
ojos enfebrecidos.
—Y…
tocarte, quiero que… —se detuvo y miró sus pies como si fuesen lo más
importante en aquel instante—. Quiero que no me rechaces.
Once
había tocado la vena sensible de Bill con aquella frase.
Bill
asintió y con manos temblorosas sujetó a Once por los hombros para acercar su
rostro al suyo y darle un beso, lento esta vez, uno con miedo por parte del
mayor y con mucho entusiasmo por parte del menor.
Bill
mientras pasaba su lengua por el paladar de Once sintió su mano por debajo de
su playera, se alejó un poco para verle.
—Quiero…
—Dejó su oración al aire y subió más la mano. Bill se enrojeció aún más y
permitió que le quitasen la prenda—. Ahora yo… haz lo mismo conmigo —se mordió
el labio y Bill quiso tumbarlo y apoderarse de esa boca pero se abstuvo y
asintió.
Le
quitó la playera a Once con parsimonia, admirando el pequeño talle, viéndolo
con otros ojos a como cuando jugaban en el río y se arrodilló para comenzar a
besarle el cuello e ir bajando con las lamidas. Sentía cómo el pequeño se
derretía frente a sus caricias y eso le hacía estremecerse sin necesidad de
tocarse o ser tocado. Definitivamente no era la idea que tenía sobre la
despedida que tendría con Once.
Once
gemía, y a Bill ese sonido se le antojaba uno de los más excitantes. Once disfrutaba y eso lo hacía feliz de algún
modo, por más retorcida que fuese la situación, por más que él fuese inexperto
y que temiese lastimarlo de alguna forma. Se encomendaba a todo el porno que
había visto… se pateó mentalmente.
“No es como si
el sexo real fuera igual que el de las pelis porno”, pensó. Sus
conocimientos no iban más allá de lo básico, al menos en el sexo gay, debía
tener lubricante y evidentemente no había, condones que tampoco habían. Le
quitó la parte inferior de su ropa notando el bulto en sus calzoncillos. Usaría
saliva y estaban ambos limpios, determinó al alzar la mirada, Once le observaba
ansioso, pero recordaba su frase, el temor al rechazo; Bill no le rechazaría,
no sería capaz de hacerlo.
—¿Puedo…?
—preguntó sin preguntar Bill mientras apoyaba las yemas de sus dedos sobre la
cinturilla de los bóxers de Once. Bill no tenía ninguna experiencia en sexo
oral —ni de ninguna otra clase— pero quería hacérselo a Once, el cual asintió,
aceptando tácitamente.
Con
dedos trémulos, Bill bajó los calzoncillos de Once, sintiendo su corazón a
punto de salírsele del pecho al verlo tan expuesto, con el rostro distorsionado
por la vergüenza y excitación y su miembro alzado demostrando lo segundo. Bill
sin pensarlo dos veces, porque lo más probable es que si lo hiciera terminaría
por desertar, se metió el pene de Once en la boca y comenzó a succionar,
convenciéndose de que no era del todo malo si se concentraba en que era Once.
Los
gimoteos de placer empezaron a dejarse oír y Bill hizo un amago de sonrisa.
Bill
ya no sabía si esto estaba bien o mal, solo sabía que mientras ambos estuviesen
de acuerdo y disfrutasen, le era suficiente. Con ese pensamiento en mente
dirigió sus dedos hacia la boca entreabierta de Once, pidiéndole sin palabras
que los embadurnase. Once, perlado en sudor y un rictus de placer abrió más la
boca dándole la bienvenida a los dedos de Bill, el cual sintió cómo estos eran
chupados ávidamente.
Su
excitación estaba más creciente, mantuvo el ritmo al dejar que el pene de Once
lo penetrase, el menor moviendo sus caderas de forma instintiva, mordiendo los
dedos de Bill de vez en cuando. Bill sentía que iría a explotar, nunca imaginó
que encontraría tanto placer en hacerle una mamada a alguien, tampoco en que le
lamiesen, mordiesen y chupasen los dedos de esa manera.
Cuando
Bill sintió el líquido preseminal en su boca se detuvo abruptamente,
quitándoselo de ahí para luego sacar los dedos también. A Once le temblaban las
piernas, una sonrisa entre ladina y nerviosa se posó sobre la expresión de
Bill, el temor a lastimarlo, aunque fuera en una ínfima forma lo atormentaba.
Masajeó el miembro de Once con una mano mientras que posaba la otra entre sus
nalgas, tanteando en búsqueda de su entrada, al hallarla presionó sin mucha
fuerza haciendo que Once se abrazase a él y hundiese su rostro en su cuello.
Siguió
presionando, rodeando los arrugados pliegues de
la pequeña hendidura hasta que ingresó un dedo, consiguiendo que Once se
espigase y soltase una exclamación. No movió su dígito y giró un poco el rostro
para intentar verle.
—¿Te
lastimé? —cuestionó pensando que quizá sus uñas no estaban lo suficientemente
cortas. Observó cómo Once negaba contra su cuello.
—Solo
que es extraño —informó. Bill asintió, a pesar de que sabía que no podía
mirarle.
—Por
supuesto que es extraño el tener un dedo en el trasero —masculló Bill buscando
quitarle el nerviosismo, aunque no sabía si a sí mismo o a Once, el cual rió.
—Haz
algo para que no solo se sienta así —pidió. Bill volvió a asentir y comenzó a
moverlo dentro de su estrechez, lo movió de forma circular y luego ahondó más,
sabía que los hombres tenían un punto dentro que si se estimulaba lo suficiente
podrían alcanzar un orgasmo sin necesidad de tocarse el pene, pero, por Once
ser un niño aún prefería masturbarlo mientras lo penetraba con el dedo mojado.
—Me
avisas si te hago doler —dijo Bill, siendo sincero con esas palabras.
Después
de embestirlo un par de veces más y de aumentarle otro dedo, y tras él, otro
más, al torcer uno de ellos en repetidas ocasiones provocaba lloriqueos de Once
que a su parecer eran aprobatorios. Dejó de masturbarle y abrió sus dedos en
forma de tijeras, probando qué tan dilatado se encontraba, Once comenzó a
mecerse en ellos. Bill tragó saliva, su Once estaba listo.
Lo
haló de los cabellos levemente para verle el rostro, lo observó una vez más,
con las mejillas rojizas, los ojos enfebrecidos, los labios hinchados por la
previa sesión de besuqueos y mordisqueos, y las gotas de sudor recorriéndole el
rostro y pasando por su cuello. Once era hermoso.
—¿Sigues
seguro de esto? —interrogó Bill acezado. No quería forzarlo y el temor a
lastimarlo estaba por sobre su propia excitación.
—Cien
por ciento seguro —respondió Once mientras le lamía los labios juguetonamente.
Bill abrió los ojos por completo y una sonrisa a medias se anidó en su boca
para luego bajarse los pantalones junto con los bóxers dejarlos en el suelo
para después sentarse bajo el árbol con su miembro erguido.
Escupió
en su palma y se masajeó el pene. Once se veía frágil delante suyo, con las
manos temblándole de la ansiedad, Bill sabía que Once quería volver a sentir su
tacto. Le hizo una seña para que se acercase más a él, Once obedeció.
—Vas
a sentarte sobre mí —resolló contra su oído, observó a Once morderse los labios
y asentir mientras que abría las piernas y hacía caso.
Bill
no veía nada más que oscuridad porque apenas el calor que le ofrecían las
entrañas de Once envolvió su miembro no abrió los ojos. Ambos chillaron, por
diferentes razones. Bill después de acompasar los latidos de su corazón
acarició su talle y sus caderas, luego su rostro, dejándole besos por doquier
para cambiar su expresión de dolor, en su mente, Once era un frágil muñeco que
podría quebrarse si uno no se le trataba con delicadeza.
Lo
besó con ternura, con los labios temblorosos y caricias suaves que se fueron
tornando más apasionadas conforme avanzaban los segundos, enredó sus dedos
entre los cabellos rubios de Once y buscó entre sus vientres su miembro.
—Te
quiero —dijo Once con la voz chiquita y los ojos acuosos. Bill lo besó de nuevo
y comenzó a alzar las caderas para penetrarlo.
—Si
te elevas me lo harás más fácil, cuando te acostumbres del todo, claro. —Bill
le acarició los muslos y Once asintió para empalarse a sí mismo con toda su
fuerza y con la espalda completamente recta.
El
vaivén le aturdía y enloquecía. El pequeño cuerpo de Once agitándose al compás
de sus cabellos, sus labios entreabiertos, ojos cerrados y las aletas de su
nariz abriéndose por la necesidad urgente de aire. Le lamió el cuello,
saboreando su sudor y respirando fuertemente sobre esa zona mientras sentía
cómo su miembro se perdía en Once, en su Once. Adoraba esa sensación, se sentía
seguro, como nunca antes se había sentido.
La
fricción entre los confines donde se unían sus cuerpos provocaba un sonido del
cual Bill se mantuvo atento, a parte del sonido de las hojas mecerse junto con
ellos, el viento buscando secarlos, ciertos pájaros a los lejos opacando sus
gruñidos y gemidos.
Después
de que la esencia de Bill se perdiera dentro de Once, y la de este, a su vez,
se quedara sobre el vientre de Bill, Once se apoyó sobre Bill agotado.
El
moreno acarició la espalda del menor y mordisqueó la oreja de Once simplemente
por hacerlo cuando Once comenzó a desaparecer.
—¿Once?
—preguntó Bill asustado mientras el cuerpo de Once se desvanecía hasta volverse
una silueta amorfa que no tenía peso, ni aroma, ni nada—. ¡Once! —chilló Bill y
el ambiente en donde estaba se transmutó en las paredes oscuras y espacio
reducido de su habitación.
Se
sentó en su cama sudoroso.
Calor.
—¡Bill!
¡Baja ya que ha llegado tu padre, debemos irnos! —escuchó entre los rezagos de
su sueño. Se desperezó y miró con vergüenza sus vaqueros, estaba excitado.
Debía
lavarse el rostro inmediatamente, refrescarse y conseguir que su erección
bajase en segundos, sin necesidad de tocarse que iba a ser peor.
—¡Ya!
—Se levantó presuroso y algo cayó de sus bolsillos. Su móvil. Lo observó
dubitativo y lo sujetó para ir en dirección a su baño.
Había
sido un sueño, solo un jodido sueño.
No tengo idea de como llegué a tu blog, pero el Fanfic de 'Once' es la cosa más adorable que he podido leer! :'D!♥
ResponderEliminarDebo ser sincera al decir que Tokio Hotel no me gusta mucho, pero les daré una oportunidad después de haber leído lo que hiciste~ *--*!♥
De verdad espero que sigas escribiendo!♥
Pensé que no volvería a leer algo sobre Once,
ResponderEliminarya sabes que thf.es se murió y eso, en fin.
Eres de las pocas autoras que escribe historias
con bastante realismo.
Te extrañaremos en el fandom TH o almenos
yo si.
BESOS!
Hola n_n me gusta mucho tu fic "Once" y quería saber si vas a colgar Carotce por aquí también y cuando
ResponderEliminarUff recuerdo cuando lei esto en THf y crei que me moria al final, al principio no lo entendi muy bien porque ya habia leido el otro final, pero luego vi que era un sueño y dice aahhh jajaj espero que subas pronto y poder leer mas de ti en mis ratos libres :)
ResponderEliminarBitch, al fin puedo comentar :D tu blog me ama, ¿es raro que lea esto por 3era vez? xD Más de Catorce y Billoberto please.
ResponderEliminarKath
¡Me carga la-! ¡Pero qué carajos! Nadir... ¡haces sufrir a Bill! xD
ResponderEliminarNe, estùpido Tokio hotel ficcion & sus reglas de publicaciòn.
ResponderEliminarEsto merece està ahì.
Dios; ¡Que bonito! No puedo esperar a seguir leyendo toooooooooooooooooooooooooooooooooooooooodo lo que seguiràs escribiendo de esto,
No sè, te amo, te amo, te amo, te amo! :'D
Cómo amoooooo este jodido capítulo!! Me haces la noche, en serio! :DD Me encaaaaaanta, no tengo más palabras. Un abrazo Nadir <3 ¿por qué no puedes colgarlo en THficcion? :C
ResponderEliminarUfff! Sin palabras. Jajajaja...cofcofcof! Que placer leerte, literal! Empece a leer y me dije a mi misma: 'esto es un sueño'. Y aun así; que sueño! Bueno, me retiro, que estés bien. Y sigue escribiendo que lo haces de p#ta madre! ;)
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