Yaaa, para no dilatar más esto (qué guarro sonó xD) les dejo el capi, esperen Catorce que pronto dará su aparición.
Ah, ah, y colgaré también los Fuera de tiempo e.e y esto, a pesar del problema que hayamos tenido, se lo dedico a Narcisse, ya que esto se creó como un regalo para ella inicialmente, y nunca creí que iba a ser tan querido. Catorce es dedicado a... todas ustedes, por permitir darle vida a esta historia. Y mi página en facebook es esta, para las que no la tienen, y si quieren claro xD, la tengo para darles amorsh a las que me dieron tan lindos regalos. http://www.facebook.com/pages/Kasomicu/414223385278326
Capítulo
11: Adiós.
Todo
parecía perfecto. Omitiendo algunos detalles como las charlas molestas con la
psicóloga y las consecutivas peleas entre sus padres, todo parecía perfecto.
Mientras viera al moreno a la salida todo estaría bien. Andreas no se le
acercaba, se preguntaba si acaso iría de boca suelta con su madre para contarle
que no pasaba en realidad las tardes con él, cuando se lo cuestionó el rubio lo
miró con pena fingida y lo negó. Anémona no había dado indicios de lo
contrario, así que decidió seguir confiando en su mejor amigo.
Bill
le había advertido que llevase pantalones cortos en su mochila y una playera si
gustaba, Tom, sin entender muy bien el porqué, hizo caso y siguió a Bill a la
salida como acostumbraba. No se dirigían al acantilado, lo supo por el camino
que iban tomando y cómo este colindaba con el bosque. Su primera opción era que
se estuviesen dirigiendo al claro, sin embargo, disipó sus dudas al vislumbrar
el río que tenían frente a ellos.
—¿Un
río? —preguntó Tom extrañado. Bill arqueó una ceja y bufó.
—No,
Sherlock, una fuente de limonada gigante, ¿para qué pensabas que eran los
pantalones cortos? ¿Para hacer una maratón? —respondió sarcástico, Tom rodó los
ojos—. Oh, oh, oh, aún mejor, pensabas que quería ver tus piernecitas de
gallina que tienes, ¿cierto?
Tom
le dio un empujón que solo logró agitarlo un poco mientras se echaba a reír.
—Deja de ser un idiota y voltéate —pidió. Bill le observó fijamente, dejando de
reírse—. No me voy a cambiar frente a ti.
—Cierto,
los chicos no pueden ver las panties de las nenas, perdón —dijo Bill pero de
todas formas se giró, a sabiendas que así Once fuese o no una niña, no era
recomendable que le viese en interiores.
Tom
se cambió de ropa enrojecido por la cólera que de seguro se le pasaría en un
momento. Y se preguntó si Bill haría lo mismo, no percatándose que este se bajaba
los vaqueros para ponerse unos pantalones cortos de color negro y se quitaba la
playera, dejando al descubierto un tatuaje en la ingle.
Solo
alcanzó a verle la espalda blanquecina en movimiento al correr en dirección al
río. Tom no había traído otra playera, así que sin nada arriba, siguió a Bill con
el cuello encogido. La brisa le ponía la piel de gallina y ver a Bill como un
crío chapotear en el agua le hacía sonreír. —¿Qué esperas?, ¿invitación por
escrito? ¡Ven! —Tom asintió e ingresó al río.
—El
agua está fría —se quejó Tom.
—Sí,
pero solo es hasta que te habitúes a ella, déjate llevar —masculló Bill de
forma insinuante mientras se hundía en el agua perdiéndose de su visión.
—¿Bill?
—lo llamó confuso y miró hacia el agua turbia, siéndole imposible saber si
estaba cerca. Unos dedos se aferraron a sus tobillos y fue jalado con fuerza
dentro del río. Un grito se abrió paso en su garganta y se hallaba con los ojos
escociéndole.
Vio
el color verdoso y se sujetó el cuello, luego se impulsó para salir a flote. Su
corazón daba tumbos en su pecho, la sensación de vacío bajo sus pies le
perturbaba. Una carcajada le hizo girar y ver a Bill.
—¡Debes
mirarte la cara! Está como para una foto —chanceó Bill. Tom miró en los
alrededores y luego se acercó al moreno, le sujetó por los hombros hundiéndole
con su peso—. Hey, hey, heeey —se quejó para después sujetarle por el talle e
invertir los papeles, sin embargo, fue muy torpe y terminó hundiéndose junto a
Once.
Tom
se apretó contra Bill temiendo ahogarse. Bill nadó en silencio con el peso de
Once sobre sí hasta la orilla, el pequeño seguía junto a él como lapa.
—Once…
ya estamos en la orilla —pidió Bill con voz algo grave. Tom esnifó por la nariz
y abrió los ojos, que mantenía presionados con fuerza, se sonrojó y alejó
lentamente de Bill.
—Lo
siento, es que no sé nadar muy bien y tú me jalaste y… eso —se justificó con
las mejillas encendidas y sin corresponderle a la mirada.
—Creo
que fue algo estúpido, discúlpame. Olvidé que… eres un crío todavía y puedes
hacerte en los pantalones si es que te asustan demasiado —molestó Bill mientras
le picada el costado, Tom frunció el ceño y le observó de reojo algo
fastidiado—. Oh, no me mires así, no me digas que le entró tierra a tu vagina
—bromeó, recibiendo un manotazo en respuesta y se rió con ganas Tom lo imitó
por el contagioso sonido y porque, debía de admitir, algo de gracia le había
dado el chiste—. Entonces… ¿nos metemos de nuevo?
—Solo
si prometes no aterrorizarme otra vez —le advirtió Tom con una expresión que
buscaba ser seria pero que provocaba que Bill se aguantase las ganas de reír—.
Eres cruel, ¿te lo habían dicho antes?
Su
rictus decayó. —Sí, varias veces. —Tom se golpeó mentalmente, rememorando que
la imagen de Bill para el resto estaba distorsionada—. Uhmn, bueno, está bien,
lo prometo y si es que algo te da miedo puedes sujetarme. Sé nadar —accedió
Bill y le ofreció una sonrisa sincera. Tom asintió y bajó la vista.
—Tienes…
un tatuaje —dijo Tom y lo señaló.
—Tengo
dos en realidad —respondió y se giró para mostrar el símbolo que traía en la
nuca.
—Woah,
¿no te dolió cuando te los hicieron? —Bill le miró divertido.
—Sí,
un poco, pero cuando te centras en algo más… digo, estás ahí y te lo estás
haciendo por una razón —alzó los hombros—, entonces solo queda hacerte de
huevos y ya.
—Creo
que yo no podría hacerme uno —mencionó. Tom no era de quejarse mucho por alguna
dolencia física, pero le temía a las agujas. Bill arqueó una ceja.
—¿Y
para qué querrías tú hacerte un tatuaje? Eres un crío, y tienes bonita piel, no
te la arruines —masculló sin mirarle. Tom se sonrojó, no se había puesto a
pensar en si tenía una piel diferente a la del resto, aunque un par de veces le
habían hecho bromas de que tenía piel de niña, incluso Andreas se lo había
dicho.
—Ok
—respondió queriendo sonreír, de todas formas había sido un halago muy a la
manera de Bill.
—Ehmn…
así que… el último en mojarse en un huevo podrido —amenazó Bill para correr al
río dejando un Tom boquiabierto sentado en la tierra.
—¡Eso
no fue justo!
—¿Quién
eres tú para juzgar, señor huevo podrido? —fastidió Bill mientras le guiñaba un
ojo y arrugaba la nariz. Tom bufó y entró al río.
Parecían
un par de niños jugando, no había distinción de edad en aquel momento. Y la
tarde pasó cadenciosamente entre risas y ojos brillantes.
…
—Creo
que se está haciendo tarde —dijo Bill al observar el cielo. Tom, quien estaba a
su costado, echado como él en la tierra, giró el rostro para verle.
—No
quisiera irme de aquí nunca —confesó más para sus adentros que para Bill, pero
este alcanzó a oírle.
—¿Te
gustó el lugar? —preguntó Bill, su voz se oía distinta y Tom quiso golpearlo
por tonto. “No, el que me gusta eres tú”, respondió mentalmente.
—Sí,
también. —Bill sabía lo que implicaba esa respuesta, rememoró el beso que le
dio Once, que creyó era obra de su estado de ebriedad, y supuso que quizá
habría sido más real de lo que se imaginaba.
Silencio.
Bill tragó saliva y siguió mirando el firmamento. —Tengo algo que decirte —ahí
iba de nuevo ese tono que Tom detestaba, se apoyó en sus antebrazos y le obligó
a que lo mirase—. Hey, ni siquiera empiezo y ya me pones esa cara.
—¿Qué
vas a decirme? —instó Tom, haciendo acopio de toda su fuerza para no ponerse a
llorar al saber que fuera lo que fuese a decirle, no le gustaría.
Los
ojos de Bill le observaron con fijeza, abrió la boca y cerró de inmediato.
Tensó su mandíbula, tenía que decírselo. —Mis padres me pondrán en una escuela
militar, Once —soltó. Tom le miró, ahora confundido—. ¿No sabes lo que quiere
decir eso? Figúratelo como una cárcel, el peor lugar donde un chico-problemas
podría caer, mucho más terrible que un reformatorio. No tendré comunicación con
el mundo exterior, me quitarán mis cosas y llevaré uniforme todo el tiempo
—suspiró y, al hacerlo, cerró los ojos, al abrirlos se fijó en lo acuosos que
estaban los de Once—. ¿Qué te sucede?
Tom
esnifó y bajó la cabeza, alejándose un poco de Bill. El moreno se sentó y posó
una mano sobre el hombro del rubio, el cual intentó deshacerse de su agarre
pero desistió al sentir aquellos brazos cubriéndole en un abrazo que le hizo
sentir tan bien y mal a la vez. Sabía que en esta ocasión no era culpa de Bill,
o bueno, en parte lo era, sin embargo, eso no disminuía el dolor que se
implantaba en su pecho.
—¿No
podrás…? —sollozó y tomó aire—. ¿No
podrás volver a salir conmigo nunca más?
Bill
lo vio tan frágil entre sus brazos, con la expresión rota, las lágrimas sobre
sus mejillas y su nariz rojiza. Tan pequeño y dolido por no volver a verle
pero, ¿acaso podría ser así? Un ‘nunca más’ definitivo. Se había habituado a
Once, y viceversa, no podría sacarlo de su vida con tanta facilidad. Le sujetó
el rostro y le sonrió.
—No,
no creas que te librarás tan fácilmente de mí, eh —bromeó, no obstante, Once
seguía llorando. Quiso tragarse sus lágrimas y que sonriera de nuevo, que no
tuviese que pasar por esto, pero era estúpido intentar cambiar las cosas. Era
un hecho ineludible que él se iría y lo mejor era decírselo para no simplemente
dejarlo y que pensara que se aburrió de él o algo así.
Bill
acarició su nariz con la de Once y cerró los ojos, apoyando su frente contra la
del menor.
—Yo
te quiero, Bill —susurró Tom y le vio en esa posición, Bill correspondió al
gesto y abrió la boca sin pronunciar palabra alguna. Se mordió el labio, sabía
que Bill se iría y si antes de hacerlo le rechazaba de alguna forma le dejaría
más destrozado de lo que ya estaba.
El
mayor acarició las mejillas de Once y fue limpiando de a pocos los rastros de
llanto, hasta que posó sus dedos sobre sus labios llenos y centró su vista en
ellos.
Bill
no le decía te quiero a su madre, menos a su padre, temía querer a la gente, ya
que de esa manera podría lastimarle con mayor facilidad; y expresarlo con
palabras, si es que en verdad lo sentía, se le hacía muy poco. Era por eso, que
con torpeza, se acercó más a Once para besarlo, aprisionando sus labios como
cuando lo mordía pero ahora usando los suyos en vez de los dientes, siendo
delicado en un comienzo y efusivo en el siguiente, no besándolo con fiereza
como anoche al creer que era James, sino con una fuerza que le transmitía todo
lo que sentía por él.
Tom
no sabía besar de esa forma, así que simplemente se dejó guiar, de lo que
estaba seguro era que este beso era completamente distinto a cuando lo besó en
el armario. Bill se detuvo y respiró contra su rostro, tomando aire, ambos
haciéndolo.
Bill
se acercó de nuevo, perdiendo sus dedos entre los rubios cabellos y sintiendo
cómo unas manos pequeñas se aferraban a su espalda. No era lo mejor, no era lo
más correcto, Bill lo sabía, sin embargo dejó que los pensamientos se esfumaran
en cuanto compartió aliento con Once, jugó con su paladar y luego se alejó un
poco, sujetándole el labio inferior con los dientes y observándole. Se separó
de nuevo, y dejó un suave beso sobre sus labios antes de separarse del agarre y
levantarse en dirección a sus cosas. Tom frunció el ceño y le vio irse
presuroso.
—¿Bill?
¡Bill! —Lo llamó mientras se paraba a pasos torpes y cogía su ropa y mochila,
intentando seguirle. Sin embargo, no era tan rápido, aparte de que se le había
adelantado por un gran tramo ya.
…
Calor.
—¡Bill!
¡Baja ya que ha llegado tu padre, debemos irnos! —escuchó entre los rezagos de
su sueño. Se desperezó y miró con vergüenza sus vaqueros, estaba excitado.
Debía
lavarse el rostro inmediatamente, refrescarse y conseguir que su erección
bajase en segundos, sin necesidad de tocarse que iba a ser peor.
—¡Ya!
—Se levantó presuroso y algo cayó de sus bolsillos. Su móvil. Lo observó
dubitativo y lo sujetó para ir en dirección a su baño.
…
Simone
le sonrió a Gordon por cortesía, luego miró con aprehensión en dirección al
segundo piso. Bill no bajaba.
—¿No
se habrá escapado? —preguntó Gordon, con el ceño fruncido y los brazos
cruzados.
La
mujer quiso salir en defensa de su hijo, pero se ubicó en su situación actual y
cerró la boca. ¿Su niño sería capaz de hacer eso? Ya nada podía asegurar, era
como una extraña, Bill era como un extraño frente a sus ojos. Sintió la mirada
de Gordon sobre ella y bufó; sabía que él se moría por decirle qué tan
decepcionado estaba sobre lo que Simone representaba tanto como mujer y como
madre, tal y como le había dicho cuando hablaron.
—Si
tanto piensas que es así, mejor búscalo tú. Todavía queda tiempo y no quiero
darle más presiones de las que ya tiene —masculló. El moreno negó con la cabeza
y se dirigió hacia la escalera.
…
Tom
sentía la cabeza caliente. Había corrido hasta su casa, se había bañado y
todavía sentía el sabor de Bill quemándole la boca, el rostro, el pecho, todo el
cuerpo. Pero principalmente la cabeza. ¿Por qué Bill había hecho eso? Huir.
Huir de él, del beso, de sus sentimientos… no lo volvería a ver y la última
imagen que tendría sería de Bill yéndose de su lado después de dejarle los
labios hinchados, rojizos y con gusto a él.
Se
tiró sobre su cama y aguantó las ganas de llorar. Se sentía en cierta forma
rechazado. Pero. Se mordió el labio inferior y luego lo succionó. Bill. Bill.
Bill. No podía haberle rechazado, no de esa manera, el beso gritaba lo contrario.
Su
celular vibró en la mesilla y se le antojó tirarlo por la ventana. No tenía
ganas de hablar con nadie, no obstante, podría ser su madre y optaba por no
meterse en problemas por no contestar a tiempo. Sin mirar, lo agarró y apretó
por costumbre el botón verde.
—¿Aló?
—ninguna respuesta, solo el ruido de la respiración de alguien, se alejó el
móvil de la oreja y miró quién era. Número desconocido. Recordó las palabras de
Andreas, sobre que Bill era el que lo llamaba, sus latidos se aceleraron—.
¿Bill? ¿Eres tú? —el resuello en la línea se detuvo—. ¿Todo este tiempo habías
sido tú? —tal y como se lo esperaba, no recibió respuesta, el sonido volvió a
oírse—. Eres un cobarde —concluyó—, lo eres por no llamarme con tu verdadero
número en todo este tiempo, por no hablarme, por huir después que nos besamos.
¡Te dije que te quería y no me respondiste! ¿Esperas que me lo figure acaso?
¿No podías ni siquiera actuar distinto a pesar de saber que no nos íbamos a ver
dentro de mucho? ¡Eres un jodido cobarde, Bill! —comenzó a sollozar—. Lo peor
es que no puedo no quererte, soy tonto.
—¡Bill, abre la puerta! —escuchó al otro
lado del teléfono. Era la voz de un hombre.
—¿Hoy
te vas? —No hubo respuesta y tomó aire—. Te quiero, pedazo de bruto.
La
llamada se cortó. Tom observó a su móvil con los ojos llenos de lágrimas.
…
—¡Joder,
dije que ya! ¿No sabes oír ahora?
¿Tan rápido te ha llegado la senectud? —preguntó Bill al abrir su puerta, con
la maleta en mano. Su padre le miró desaprobatoriamente y alzó la mano, Bill se
la detuvo y lo observó desafiante—. A mi madre le habrás podido pegar en su
momento pero yo no soy tu mujer, así que esas mierdas conmigo no y ya déjame
pasar.
Gordon
deshizo el agarre y tensó sus músculos. Ya le harían aprender a ese muchacho en
la escuela militar, estaba a nada de ello así que podría soportarlo un rato
más.
Bill
bajó las escaleras furibundo y vio a Simone junto a la puerta con expresión
triste. Se negó a corresponderle la
mirada. Para Bill su madre y su padre estaban en el mismo saco.
—Hijo…
—intentó hablar Simone mientras le sujetaba el brazo, Bill se removió.
—No
me toques y mejor vámonos ya, no se vaya a hacer tarde para que te sientas
libre de toda responsabilidad conmigo —deshizo el agarre y abrió la puerta. Los
observó desafiante a ambos—. ¿Vienen o no? Porque no tengo ni puta idea de
dónde queda.
Gordon
y Simone se pusieron delante de él y salieron.
…
Le
quería, le quería tanto que hasta le dolía. Bill era un chico, eso lo sabía,
también que probablemente era gay o algo parecido aunque nunca antes le había
gustado otro niño, quizá era bisexual como Bill, luego se cuestionaría a fondo
sobre ello. Bill era mayor, por cinco años, también sabía eso y no le
molestaba, más bien se sentía inseguro sobre sí mismo cuando estaba a su lado,
ser demasiado ‘crío’ para él pero eso podría cambiarlo, podría lucir de más
edad de la que tenía.
Sí,
Tom cambiaría. Sería lo suficientemente bueno para Bill en cuanto este
regresara. Porque, debía regresar, ¿no? Bill había dicho que no se desharía tan
fácilmente de él. Se sonó la nariz y limpió las comisuras de sus ojos, lo
volvería a ver, y todo sería distinto. Solo tendría que esperar, tan solo eso.
Lloré, y mucho! waaaaaaa
ResponderEliminarMe encantó este fic, repito que es de mis favoritos. Muchas gracias, nena, por haber publicado esta historia tan genial!
Espero con ansias Catorce, sé que será igual o incluso mejor. No puedo esperar! (bueno, sí, es un decir e.e)
Saludos desde México!
Me encantó aunque fuera triste ;( pero solo de imaginarmelos jugando en el rio... :B Ojalá subas pronto el fuera de tiempo y la nueva temporada de Catorce :3 no te imaginas las ganas que tengo de leerlo :)
ResponderEliminarMmm... si no lloré pero se me hizo un nudo en la garganta ¿cuenta? *o*
ResponderEliminarjajaja a mi me paso lo mismo que a Lenayuri nudito en la garganta...puff que monisimos.
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