domingo, 9 de marzo de 2014

Fic: Stereosexual. Capítulo 3: This is usually the part where people scream.

El título viene de la canción de Alesana (http://www.youtube.com/watch?v=KbtOLetVbAI&feature=kp&hd=1)



Aunque no habían caminado mucho ya se podía apreciar los puestos de tiendas, restoranes y centros de ocio puesto que aquel pueblo ‘de mierda’ (como solían llamarle) era pequeño pero, paralelamente, reconocido por la elegancia y sofisticación de la música clásica, por eso había ya variedad de tiendas con esa temática adornando cada recoveco del lugar.

De vez en vez uno de ellos viraba en derredores en búsqueda de nada en concreto, como si de entre carteles apareciera uno con letras de neón citando a detalle la situación por la que estaban pasando, elucubraciones infantiles, pero ellos no pasaban de los catorce años.

El moreno estaba tan absorto en sus pensamientos, trataba de leer más allá de su simple visión, buscando entender cómo podría verse su extraña situación en una diferente perspectiva, que no se dio cuenta cuando su hermano se detuvo abruptamente.

—¡Bill! —exclamó el rubio, haciendo que el otro voltee viendo la expresión de pánico en su tez, juntamente con sus piernas juntas, chocando sus rodillas fuertemente entre sí. Él no podía leerlo por lo que se acercó para pedirle respuesta—. Creo que me hago la pis —musitó azorado, su hermano alzó la ceja en respuesta.

—Pues aguanta, no sé, estrújatela…—negó con la cabeza ante sus propias palabras—. No… no la sueltes.

—Creo que no me obedece porque ya me siento mojado. —Bill abrió los ojos en toda su extensión y sujetó la mano de su hermano jalándolo en dirección a un restorán.

—Disculpe señorita… ¿nos permite usar el baño? Es que es una emergencia —pidió Bill con el rostro contraído.

La mujer los miró a ambos y frunció la nariz en señal petulante al verles las fachas. —Solo clientes.

—Ugh… deme algo… ¿lo que esté en el menú? —dijo Bill pero le falló la voz, aún no controlaba lo agudo.

—Solo atendemos con reservación. —Les dio la espalda. Tom aún con las piernas juntas y Bill con una reciente cólera.

—Lo que hacen las tías cuando en la noche no le dan —refunfuñó halando de nuevo a su hermano hacia la salida frente a la mirada indignada de la mujer.

—Bill… creo que tengo incontinencia como la abuelita de Andreas. —Se quejó Tom tratando con todas sus fuerzas de no ‘orinar’.

—Cállate tonto… solo… solo debemos encontrar otro lugar —propuso Bill y entraron a otro restorán; del cual salieron de inmediato alzando los brazos al aire—. ¡¿Cómo es posible de que no vendan un jodido plato por menos de treinta euros?! Y solo servicios higiénicos para los clientes bah —chasqueó la lengua y miró de soslayo a su hermano, cómo fruncía el ceño y estaba colorado.

Lo jaló de nuevo metiéndose a una tienda poco luminosa y con una anciana tras el mostrador.

—Señora mi her… mi hermana necesita utilizar el baño, ¿puede? —la mujer mayor le sonrió y señaló un pasadizo con una puerta en el lado izquierdo, Tom corrió como si su vida dependiese de ello—. Gracias, señora, en verdad, es usted la única que nos ha ayudado.

—Me alegro haber sido útil. —Le respondió la señora aún con esa sonrisa retratada en su tez.

Bill asintió algo extrañado al reparar en la indumentaria tan peculiar que llevaba, ropas coloridas pero en matices rojizas, con un collar que tenía la apariencia de un rosario pero no podría serlo en su totalidad, y la pañoleta que cubría sus cabellos cenizos. Trató de desviar la vista en otro lado pero lamentó el hacerlo al notar lo que había en los estantes: cabezas en miniatura, figurillas con forma de animales raros con expresiones sórdidas y muñecos con pequeñas agujas penetrando sus cuerpos rellenos de algodón, tragó saliva.

—¡Ahh! —vociferó su hermano desde el cuarto del fondo haciendo que corra en su búsqueda temiéndose lo peor tras notar que estaban en un lugar de ‘esos’ donde la gente hacía… se detuvo al asimilar la información, quizás esa señora les resolvería el problema—. ¡Ahhhhh…! —Su hermano gritando le despertó de nuevo y reanudó la carrera hacia el baño, abriendo la puerta y encontrándose con su hermano sentado en el váter con las rodillas juntas, el pantalón y bóxer caídos y la cabeza baja.

—¿Tom? —cuestionó algo dudoso de lo que le sucediese a su hermano, si orinar como chica dolía tanto, no tomaría líquido a partir de ese momento.

—Bill… me desangro —soltó tan bajo que su hermano tuvo que acercarse más, recibiendo un sonrojo en respuesta, luego cómo su hermano abría sus piernas, Bill casi trastabilla al ver ‘aquella zona’ en esa ‘determinada situación’.

—Mierda, mierda, mierda… ¿te duele? —preguntó mientras fruncía el ceño y se mordía el labio, desesperándose por no saber si ir al hospital para que viesen a su hermano, o bueno, hermana.

—No ahí, me duele aquí —señaló su vientre y… el foco de pensamiento se le prendió a Bill, agradeciendo por primera vez las clases de biología de su escuela.

—No te estás desangrando, sólo te ha venido el periodo —dijo algo más tranquilo. Las mejillas de su hermano se sonrojaron más y su mandíbula se tensó.

—Ohhh claro, como eso lo hace menos mierda —cerró las piernas, poniendo sus codos en sus rodillas y apoyando su maxilar en sus palmas, fulminando con la mirada a su hermano—. Vete a buscar algo que… ponerme ahí, demonios, ¿Qué es lo que se pone mamá?

—Tampones.

—Pues compra unos, ugh… ¡Para hoy! —Su hermano asintió y salió del baño, cerrando la puerta con seguro tras de sí. Le sonrió a la señora y salió de allí buscando con la mirada una farmacia o market cerca.


—¡¿QUÉ ME TENGO QUE PONER QUÉ DÓNDE?!

—Es que aquí dice…—trató de volver a leer las instrucciones un azorado Bill.

—¡¡YA ENTENDÍ!! —bramó Tom complemente rojo. No miró a Bill y señaló la puerta—. Dámelos y vete.
—Pero y si necesitas ayuda…

—¿Tengo cara de querer tu ayuda para ‘esto’? —Bill negó y le lanzó la bolsa, cerrando la puerta con una risita en los labios.

—¿Todo bien? —interrogó la señora casi salida de la nada, él tragó saliva, había olvidado que estaban en su tienda. Recompuso su expresión y asintió, ella le volvió a sonreír.

—Señora, ¿me permite hacerle unas preguntas?

—Claro, chico, dilas. —Casi se atraganta con su propia saliva al notar la palabra ‘chico’. Ella le señaló la puerta de la derecha, ingresaron en ella y arrugó la nariz por el olor potente del incienso.

—¿Y bien?

—Es que… humn… ¿usted me dijo chico? —Quiso empezar con algo evidente y que no sonara descabellado por si hubiese sido una simple confusión.

—Sí, te dije chico. ¿Acaso no lo eres? No deberías perder tu identidad por un simple cambio de género. —Hizo un ademán de restarle importancia al asunto y él casi se cae de la silla.

—¿Cómo lo supo? —abrió los ojos y mostró semblante serio, endureciendo su expresión de dulce ancianita.

—Eso no puedo decírtelo, pero lo que sí es que tu hermano tiene un aura contaminada por una maldición… de magia negra —acotó con voz áspera, él parpadeó rápidamente tratando de procesar la información.

—¿Y yo? —Había mencionado a su hermano, pero no a él cuando también había pasado por la transformación.

—Lo que a ti te ha pasado es por tus propios méritos, ya que hay cosas más fuerte que la magia. —El moreno la miro extrañado, con los pensamientos atacando su pobre mente. ¿Él se lo había buscado? ¿En qué momento? ¿Al empezar a utilizar maquillaje quizás?

—No entiendo…—susurró acongojado. La mujer le dio una dulce mirada.

—Es que no lo recuerdas… ¿tú quieres mucho a tu hermano, no? —Se sonrojó.

—¡Bill! —Se removió en su silla al escuchar que su gemelo lo llamaba.

—¡Aquí estoy! —La puerta se abrió mostrando un Tom que caminaba con las piernas abiertas—. ¿No crees que estés siendo exagerado? —le susurró en su oído cuando se sentó a su costado.

—A ver, que te metan ‘eso’ en lo tuyo, si te pasa, ahí hablamos —le respondió en su oído, Bill rodó los ojos.

—Bueno Tom, la señora hemnn… dice que te han puesto una maldición. —Ni él lo creería pero las pruebas contundentes las sufría su cuerpo. Su hermano lo miró un momento, luego bufó.

—Eso es pura mierda… ¿Quién me odia? —Se señaló a sí mismo con una risa de autosuficiencia.

—Alguien a quien hayas dañado, quizás —respondió la señora con una sonrisa—, pero definitivamente es una maldición.

—Y, ¿por qué Bill la tiene? —entrecerró los ojos buscando pasarse de listo, no creía en esas cosas, pensaba que esa mujer les trataba de ver la cara.

—Por algo más poderoso que la magia…

—¿Más poderoso que la magia? Puff. —Se burló Tom frente a la mirada penetrante de la mujer.

—¿Alguna vez han hecho algún ritual? —Ambos se miraron con ciertas imágenes mentales de aquella vez cuando eran pequeños…

Ambos estaban encerrados en su habitación abrazándose fuertemente; escondiéndose en ese mundo donde nadie pudiese separarlos, donde los gritos se disipaban al traspasar la puerta, se desconectaban de la realidad cuando esta era demasiado dura como para ser tolerada…

Sus respiraciones estaban algo aceleradas por haber llorado, porque por mucho que lo intenten, no podrían borrar los gritos de sus padres al pelear, ni esa frase dicha en una exclamación “¡ME VOY!” y es que antes ellos desconocían el significado de eso, ellos no creían que los “para siempre” no existían, ellos nunca pensaron que su padre le gritaría a su madre de esa forma, ni que jurara no volver. Ellos no concebían la idea de que el amor se acabara, tenían apenas siete años, y tenían que lidiar con despedidas no dichas y promesas rotas… Ellos no querían abandonarse mutuamente, porque ellos no eran como su mamá o su papá, ellos siempre estarían juntos.

—Juntos por y para siempre —dijo un Bill con la nariz chorreante.

—Porque tú eres lo que soy, y eso no cambiará —aseveró un lloroso Tom.

—Sí —escupió en su palma y se la extendió a su hermano, lo miró e imitó. Se estrecharon las manos fuertemente y luego apoyaron su frente sobre la contraria.

—Tú eres yo.

—Yo soy tú.

—Yo soy tú.

—Tú eres yo.

—Para siempre.

—Para siempre.

La noche los cogió dormidos en ese abrazo compacto del cual así se separaron físicamente al despertar, por dentro, estaban unidos por siempre.

—¡Sabía que asquerosidades como esas nos darían repercusiones, Bill! —Se quejó Tom mientras se sujetaba la cabeza y la meneaba desesperado.

—¿Repercusiones para quién, eh? ¡Al que le ha rebotado la jodida maldición es a mí! —refutó Bill algo herido por la manera en la cual su hermano ensuciaba ese recuerdo tierno de su infancia.

—¡Y yo no sé a qué carajos se refieren con esa jodida maldición!

—Busca dentro de ti, niño. ¡Ojo de loca no se equivoca! —dijo la mujer sonriendo, pero a Tom eso más bien le sabía a algo macabro.

Frunció el ceño haciendo un repaso mental de lo que había hecho, o qué le habían dicho… nada especial, nada diferente, todo tan jodidamente aburrido y monótono hasta su cambio de sexo obviamente. Se levantó tarde, no fue a la salida familiar por Navidad, y de ahí se volvió a dormir… no, él no encontraba nada.

—No hice nada —gruñó. La mujer le tomó las manos haciendo que se estremezca frente al roce y soltase un chillido al sentir varias voces en su mente.

—¿Qué le hace…? —No recibió respuesta y trató de separar el agarre pero una corriente eléctrica le azotó la columna vertebral.

—Michelle —musitó el rubio al soltar las manos de la mujer, con un deje de incomodidad.

—¿Ah…? —cuestionó Bill con la mirada recordando a la groupie de su hermano.

—Ella… ella me dijo cosas cuando la rechacé…

—¡Sufrirás, Kaulitz! ¡Lo harás como una chica y sólo se te irá al enamorarte! —repitió la anciana con un extraño tono de voz para luego reírse—. Entonces ya poseen la respuesta a su interrogante.

—¿Ah…? —La miraron desconcertados, ella les volvió a sonreír, tragaron saliva.

—Deben enamorarse para quitarse la maldición—masculló la mujer lo evidente.

—¿Enamorarnos? —Se señalaron a ambos.

—No he dicho en ningún momento que entre ustedes pero yo no poseo todas las respuestas —les dio un guiño—; deben sentirlo chicos, deben enamorarse y sufrir por amor.

—Hehehe, qué estúpido. —Tom rió en señal de nerviosismo, su hermano le dio un codazo en las costillas.

—Gracias señora, por… todo. —Ella se limitó a asentir.

—Suerte, niños. —Los escoltó a la salida y ellos se fueron algo turbados.

Se miraron directamente a los ojos y detuvieron su paso.

—Nos volveremos lesbianas, Bill —le dijo Tom, este sonrió.

—Sí, pues…—Bill bajó la cabeza.

—Entonces… ugh… vamos ya a la casa que quiero darme una ducha —señaló Tom su entrepierna con expresión asqueada.

—¿Y de ahí a buscar chicas? —dijo Bill lo evidente.

—Sí, nunca pensé que esa frase no me iba a hacer tanta gracia. —Siguieron caminando.

—Lo raro es que no tenemos ropa de tía —mencionó Bill rascándose la barbilla.

—Buscaremos a Andreas y le quitaremos la ropa de su hermana—planeó Tom.

—Buaj, se viste como perra —chasqueó la lengua Bill.

—Es eso o romper tu ropa. —Apenas Tom mencionó eso, consiguió un asentimiento.

—Vamos donde Andreas.

—Y sabrá que nos convertimos en tías… —dijo Tom después de un momento.

—No es necesario, le decimos que queremos ingresar al mundo del travestismo. —Su hermano arqueó una ceja.
—Claro como eso suena más normal…

—O si no se enterará de que a “machoman” AKA Tomi le vino su período —dijo Bill, Tom rodó los ojos.

—Suena mejor el decir que es para una broma
—Lo que sea. —Restó importancia Bill.

Cambiaron el rumbo, irían donde Andreas.

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