Fanfic: Catorce. Capítulo 24: Vínculos.

Puta que me he demorado un montón, lo siento en verdad y el capi en sí parecerá innecesario, pero si me conocen o bueno, si conocen el fic, entenderán que es necesario este capítulo. Gracias por esperar :D

Capítulo 24: Vínculos

Tom había acomodado su cuarto especialmente para ver películas, y se encontraba satisfecho consigo mismo porque lo había hecho sin ayuda de nadie. Tenía que aprovechar sus vacaciones, y también tenía que arreglar ciertos asuntos, como que Andreas y Bill se siguiesen llevando mal. Amaba a ambos, y ambos eran importantes en su vida por lo que tenía que conseguir que se llevasen bien o por lo menos tolerasen.

Se quitó la pañoleta del cabello y amarró las rastas, luego se dirigió al baño para lavarse las manos cuando escuchó movimiento en su cuarto y supo que Bill había llegado subiendo por la ventana, seguía preguntándose por qué lo hacía si sabía que su madre no estaría en casa hasta la noche.

Bill entró al baño sin tocar y lo abrazó por detrás, sonriéndole. Tom le correspondió a la sonrisa, notando que ambos se veían muy felices en el espejo.

―Hello there ―susurró Bill contra el oído de Tom, el cual no reconocía su propio rostro en el reflejo, puesto que ahora estaba con los ojos oscurecidos y con expresión de... hambre, se sentía muy acalorado por la cercanía de Bill y recién podría apreciar el tipo de reacciones que provocaban su novio en él.

―Hi ―dijo con voz ronca.

―Vamos bien con the greetings, uh ―respondió Bill, y Tom sintió la garganta seca, y sus palmas sudarle. Quería besarlo.

—¿Entonces me merezco un premio por haber sido un good boy? —preguntó con una picardía que no sabía de dónde la sacaba al momento de estar siendo presionado por su novio.

—Oh, sí, claro que te mereces un premio —mordisqueó su oreja y luego la lamió, consiguiendo que Tom se derritiera al reconocer el objeto extraño en boca de Bill.

Su piercing. Se. Había. Perforado. La. Lengua. De. Nuevo.

Su corazón daba tumbos contra su pecho, incluso sentía que ahora las manos le temblaban, un estremecimiento le pasó por la espina dorsal frente al recuerdo de los besos que recibió con aquel piercing, y si en aquel pasado él era inexperto y aún así disfrutó, ahora que sabía cómo besar y ser besado sería mucho mejor.

Por no decir los otros usos que podría darle a esa lengua.

Se le hizo agua la boca de solo pensarlo.

—Tom —musitó contra su oído, con una voz aterciopelada que le erizaba los vellos y ponía la piel de gallina.

—¿Sí? —su reflejo era el vivo retrato de la necesidad. Los ojos brillantes, las mejillas sonrosadas, los labios entreabiertos e insinuantes. Se preguntaba en qué momento había pasado de ser un chiquillo con mentalidad algo infantil a ser un adolescente con las hormonas a flor de piel y un hambre voraz por la carne de su novio.

—El timbre.

—Oh, sí.

Se desligó del agarre, no sin antes recibir un abrazo y beso juguetón que le hizo sonreír como tonto. No solo eran las hormonas después de todo, también estaba el amor.

—Si son las exploradoras vendiendo galletas, cómprame una caja, tengo hambre.

—No seas llorón, yo te hago mejores galletas —replicó Tom, a sabiendas de que no serían precisamente las exploradoras quienes estarían tras la puerta.

Al abrirla se encontró con una cabellera rubia plateada conocida y le sonrió.

—Hola.

…

Bill comía de los snacks que eran para ver las películas, cuando su novio subió y casi escupe todo.

—¡¿Qué hace el rubio oxigenado aquí?! —cuestionó Bill escandalizado, mostrando todo lo que había masticado y frunciendo el ceño.

—Lo mismo iba a preguntar, y mastica y traga por favor, no todos queremos enterarnos de lo que estás comiendo… ¿son esos MIS cheetos? Tooom, sabes que yo amo comer cheetos, ¿por qué se los das a él? —se quejó Andreas, casi haciendo una rabieta infantil mirando en dirección a Tom.

—Si yo quiero me como los cheetos y papitas porque es casa de mi novio y hago lo que me sale de los huevos —exclamó Bill, y como para dar fuerza a su argumento, cogió una copiosa cantidad de cheetos para luego masticar con la boca abierta.

—¡Pero también es casa de mi mejor amigo! ¡El cual por cierto no me avisó que iban a haber visitas inesperadas! —Miró acusatoriamente a Tom, el cual se golpeó la frente con su palma.

—¿Visitas inesperadas? YO YA ESTABA AQUÍ, hasta que llegaste con tus quejidos y buenos modales, y ropita de hipster —soltó Bill, cayéndosele comida de la boca, y hablando en un tonito molesto.

—¿Ropa de hipster? ¡No es mi culpa que no tengas buen gusto para la ropa y andes como un zarrapastroso a diferencia mía!

—¿Yo andando como un zarrapastroso? ¿Acaso me ves que uso ropa con agujeros, eh? ¿O me ves andrajoso? ¡Búscate un diccionario, niño bonito!

—¡Ugh, eres insufrible!

—¡Y tú una niñita quejicosa!

—¡A ver ya! ¡CÁLLENSE LOS DOS! —gritó Tom, con el ceño fruncido y las mejillas enrojecidas por la cólera—. Yo por eso no les dije nada e invité a cada uno por separado a que viniera aquí, quiero que se lleven bien, o que se toleren, los amo a ambos y me haría muy feliz si eso sucediera.

Bill y Andreas lo miraron y luego se observaron entre sí. Andreas extendió su mano hacia Bill, el cual lo vio expectante.

—Una tregua, por Tom —explicó Andreas, en demostración del cariño que le profesaba a Tom. Bill hizo un mohín, Tom se cruzó de brazos, instándolo con la mirada a tomar la mano de Andreas.

Al ver que no funcionaba, se acercó a él y le susurró. —Si aceptas y eres un good boy, quien merecerá un premio serás tú. Quisiera que me enseñases a hacerte sexo oral, ¿qué dices?

Andreas no llegaba a escuchar lo que se decían, pero se sentía incómodo y tonto, sin embargo, lo hacía por Tom.

Bill no esperó que se lo repitieran y aceptó la tregua, tomando la mano de Andreas y dándole un apretón.

—¿Entonces, qué película veremos? —interrogó Bill.

—Una de terror —respondieron al unísono Tom y Andreas, para luego soltar la risa boba.

—Eso es algo muy vago, veremos qué películas buenas de terror tienen —expuso Bill. Tom negó con la cabeza y tragó una patata que tenía en la boca.

—Lo genial de las películas de terror es que son malas, entonces uno puede burlarse de ello —explicó Tom con naturalidad, Andreas asintió, secundándolo.

—Agh, estoy rodeado de idiotas —mencionó Bill con fingido fastidio, aunque ya estaba habituado a que la gente no compartiera su gusto por el cine.

—¿Esa no es una frase de El Rey León? —le preguntó Andreas a Tom.

—Elemental, mi querido Watson. Cité a Scar —respondió Bill aunque la pregunta no era para él, haciendo énfasis en ‘querido’ debido a que lo decía con sarcasmo, y consiguiendo que Andreas arrugase la nariz—. Un gran personaje de una gran película, de mis preferidas he de decir, sin contar que hay un cameo del pobre en Hércules, siendo usado como piel. En fin, no que les importe a ustedes que solo tienen en mente cosas más ínfimas del cine sobre qué tan falsa se ve la sangre o si las persecuciones de zombis podrían ser más lentas.

—No olvides las películas de Masacre en Texas que ha tenido como un millón de remakes —acotó Tom.

—Pero tiene un matiz de realidad, mis pequeños niños —comentó Bill, buscando en las opciones del televisor por alguna película de terror. Tom bufó por el ‘pequeños niños’ al ser algo absurdo siendo él su novio—. Los creadores estudiaron a varios asesinos para hacer el perfil de los personajes. Por tomar un ejemplo, estudiaron a Ed Gein. Y ustedes se preguntarán, ¿quién carajos es Ed Gein?

—No, la verdad no —respondió Andreas sin inmutarse. Bill le ofreció una sonrisa fingida y prosiguió.

—Ed Gein era un asesino en serie que conservaba cadáveres, y con ellos se hacía ropa y cosas, como collares, platos, pantallas de lámparas, entre otros. También estudiaron a Elmer Wayne, pero eso es otra historia. ¿Escalofriante, no? —comentó Bill emocionado. Andreas bostezó y Tom se rascó el cuello.

—No —respondieron ambos.

—Ugh, no tienen curiosidad ni buen gusto. Veremos ‘Drácula’, para que sus mentes se culturicen. De paso que apreciaremos al señor Bela Lugosi —sentenció Bill.

—Pero Biiiill, esa película es de hace siglos —se quejó Tom.

—En todo caso preferiría ver El exorcista, para que Tom se orine como la última vez. O si vamos con la onda de vampiros, mejor Crepúsculo —chanceó Andreas, recibiendo un codazo de Tom y un bufido de Bill.

—Si quieres ponerte purpurina es tu decisión, Andi Candi, no nos incluyas y no oses comparar un clásico con películas adolescentes actuales —reclamó Bill, pausando la reproducción de la película.

—¡Pero son basadas en libros! —refutó Andreas.

—Y Drácula también, así que ahora shh que ya comenzó.

Tom se situó en medio de los dos para evitar confrontaciones y también se apoderó de las bolsas con snacks, evitando que se repartieran por partes desiguales.

Sin embargo, a media película Tom estaba durmiéndose, por lo que no se percató que quedaba un cheeto en la bolsa, pero Bill y Andreas sí lo notaron y se miraron desafiantes. Tentando al contrario a agarrar el cheeto; advirtiéndose con los ojos.

—Te lo cedo —soltó Bill con fingida amabilidad. Andreas infló sus mofletes y negó con la cabeza.

—No, tú cómetelo.

—No, tú.

—Tú.

—Dije que tú.

—Y yo dije que tú. —Bill acercó la mano a la bolsa y Andreas se la arrebató, lo que provocó que una batalla en pos de la bolsa con el último cheeto se desatara, consiguiendo que Tom se despertase asustado, y no precisamente por la película, y que luego la bolsa se rompiese sobre él, manchándolo de pedazos diminutos.

Tom frunció el ceño y los fulminó con la mirada.

—Ustedes son los idiotas. Y ahora YO elegiré la película que veremos —sentenció Tom, levantándose y quitándose los restos, para luego dirigirse a la cocina, sacar más bolsas de snacks, repartirlas equitativamente en tres bol y luego subir a su habitación.

—Si me permites instruirte sobre qué película podríamos ver… —comenzó Bill.

Tom le dio con brusquedad su bol, luego hizo lo mismo con Andreas.

—No.

Se hizo espacio entre ambos, puso una comedia para no dormirse y para que se le quitase el mosqueo.

…

Las carcajadas de los tres llenaban el ambiente, casi parecía como si no hubieran existido nunca inconvenientes entre los tres, o momentos incómodos.

Bill había notado un par de cosas, que Tom realmente se sentía feliz de tener a su mejor amigo y a su novio juntos sin comportarse con hostilidad; y otro punto también, que cuando él miraba mucho a una chica con escasa ropa en la película, Tom le advertía con los ojos y Bill tenía que mirar para otro lado.

Andreas había descubierto que compartía demasiados gustos en común con Bill, y que quizá en un universo paralelo, pese a que le costase admitirlo, hubieran podido ser amigos.

Tom se dio cuenta que así no usase el tono autoritario seguido, en las ocasiones que lo hacía, conseguía lo que quería.

…

—Después de todo no eres un mal chico, Andi Candi —mencionó Bill al momento de despedirse.

—Ni tú un drogadicto mugriento, Billi —respondió Andreas, Bill sonrió y le palmeó el hombro.

—Es porque aún no me conoces bien —molestó.

—Bueno, antes de que estas bromas se tornen pesadas, lo mejor es que te vayas, Andi, en estos días iré a tu casa, o puede que vayamos a casa de mi papá el fin de semana que me toque —avisó Tom, sonriente para luego abrazar fuerte a su mejor amigo.

—Bonita forma de botarme para que vayan a hacer sus cochinadas. Y no me mires así, Tom. La próxima vez no tengas tan a la vista tu lubricante —soltó con naturalidad, dolía, pero debía habituarse a ello, ser lo que Tom necesitaba, aunque no podía evitar pensar que él pudo haber sido su primera vez—. En fin, me voy. Adiós, chicos.

Tom se quedó boqueando y perplejo mientras que Bill tenía una sonrisa socarrona reflejada en su rostro. Lo vieron alejarse en dirección a su casa.

—Entonces, ¿hacemos realidad las conjeturas de Andreas? —preguntó con descaro, insinuante, con una voz sibilante, en su evidente papel de novio seductor.

Tom cerró la puerta aún aturdido.

—Qué vergüenza que Andreas haya tenido que enterarse así.

—Somos novios, tarde o temprano íbamos a hacerlo.

—Pero igual… es parte de mi intimidad. —Bill se acercó a Tom y le dejó un beso dulce sobre los labios.

—No debes avergonzarte de nada. —Acarició su mejilla y luego mordisqueó con suavidad su labio inferior, consiguiendo que algo se fuese calentando en su vientre.

—Porque algo que se siente tan bien no puede estar mal, ¿cierto?

—Y porque nos queremos —susurró contra su boca, respirando el aliento del contrario, haciendo que sintiese calor en sus mejillas, cuello y hombros.

—Creo que tengo muchas ganas de cumplir las conjeturas de Andi, Bill —masculló Tom, con la respiración acezada. Bill sonrió y sus ojos ardieron en deseo.

Se fundieron en un beso desesperado. Tom se colgó de Bill, moviendo las caderas para hacer fricción contra su entrepierna, sintiéndose caliente y con ansías de que Bill se metiera bajo su piel para alterarle todas las terminaciones nerviosas.

—Tom —interrumpió el beso Bill, mientras apretaba las nalgas de su novio—. Podría follarte justo en el mueble, hacértelo hasta que sudemos como animales, pero vendría tu madre y arruinaría todo, aunque dudo que alguien me pudiera separar de ti al metértela —lo decía todo haciendo movimientos arrítmicos con las caderas, tentando a todo lo que podría pasar al quitarse las prendas—. Me incrustarías las uñas en la espaldas y yo te partería en dos, pero no creo que sea buena idea… —soltó lo último casi sin voz.

—Bill, no esperes que me mantenga tranquilo luego de todo lo que acabas de decirme. Párteme en dos, no pondré resistencia. —Tom besuqueaba necesitado el cuello de Bill, saboreándolo, sintiendo la sal que exudaba de su cuerpo, deseando probar más de él, tener su saliva, sus toques, sentir su cuerpo directamente.

—No puedo follarte en el mueble, tu madre nos vería al llegar.

—Hagámoslo arriba, en mi cuarto, en el baño, si llega no podrá escucharnos, es bastante cerrado y no hay cama ahí.

—Oh, qué chico más travieso tenemos aquí que ya no quiere hacerlo solo en la cama, uhmm, me gusta. —Bill masajeó más las nalgas de su novio, el cual lo miró con los ojos brillantes, tenía la lengua sobre su labio inferior y no dejaba de aferrarse a Bill cual mono.

—Voy a bajarme para ir a mi cuarto, pero debemos correr, mi mamá regresará pronto.

—Si lo importante, Once es que nos corramos —dijo Bill, soltando a Tom, el cual fue en dirección a las escaleras, jalando de la camiseta a Bill, subiendo a trompicones por los besos que se seguían dando.

Al llegar a la habitación, Tom desvistió a Bill como si su vida dependiera de ello, y tal como Bill lo hizo, al quitarle los bóxers, Tom le dio una lamida larga al miembro erguido de Bill.

—Me debes una mamada ya que fui un buen niño.

—Por hoy al menos no, te lo compensaré luego. —Los ojos llameantes de Tom avizoraban una tormenta, una vorágine de emociones que los atravesaría a ambos, porque Tom no era un niño, ya no.

Se metieron al baño mientras Tom tiraba sus zapatillas y hacía que Bill se sentara sobre la tapa bajada del retrete.

—Me comentaste que tuviste hace mucho un sueño, donde estábamos en el bosque, a punto de dejarme y yo, ¿qué es lo que hacía? —Bill maldijo el momento en el que le contó su sueño húmedo.

—Me montabas.

—Ajá. Pero para eso debes prepararme, finjamos que el lubricante es la saliva que usabas en ese sueño, y también que esta es la primera vez que lo hacemos y soy muy virginal —mencionó Tom, desconociéndose, hasta el tono de su voz. Bill cogió el lubricante y empezó su trabajo, Tom ya sabía cómo debía comportarse porque no era la primera ni la segunda vez que lo hacían. Tom se aferró al cuello de Bill y hundió su cabeza en su cuello, soltando gimoteos conforme lo seguían preparando. Bill sabía qué punto tocar.

¿Qué si su suegrita querida iba a venir temprano? Pues normal porque de solo sentir el interior de Once con los dedos ya pensaba en correrse. Ahora peor porque su pequeño novio sería quien tendría el control durante el sexo, él lo manejaría, lo montaría, daría el ritmo, y con lo que Bill amaba esa posición.

Le comenzaron a temblar las manos, que ya estaban sudando y una mordida de Tom en la unión del hombro con el cuello le hizo saber que ya era suficiente preparación.

—Siempre, siempre seré tu Once —exclamó para luego jugar con la lengua de Bill y coger su miembro, dirigiéndolo a su propia entrada, sentándose sobre él y poniendo expresión de satisfacción al sentirse lleno, agarró los hombros de Bill y se movió de adelante hacia atrás, consiguiendo que su miembro chocase contra el vientre de Bill, el cual entendió el mensaje y comenzó a masturbarlo ávidamente.

Mientras encajaban como piezas de rompecabezas y Tom se penetraba a sí mismo, Bill tenía por seguro que si ese chiquillo se lo permitía, nunca se alejaría de él.

…

Andreas revisó el correo de su casa y notó que había un paquete para él, un disco de Daft Punk con una nota que decía “pensé que te gustaría ya que eso es lo que escuchas siempre en los recreos”.

El rubio se quedó impresionado por aquello, y algo perturbado porque alguien lo estuviese mirando y fijándose lo que escucha o deja de escuchar, que incluso supiera su dirección. Sin embargo, era el último disco de Daft Punk y no podía desperdiciarlo botándolo simplemente porque un pervertido lo estuviese acosando.

Con ese pensamiento en mente ingresó a su casa.