martes, 1 de mayo de 2012

Fanfic Once. Capítulo 9: Besos equivocados y besos certeros.

Capítulo 9: Besos equivocados y besos certeros.


Era lunes. No se le antojaba ir a la escuela, no sabiendo que Bill no le hablaría, sin embargo, no era elección suya, no después de que su madre lo tuviese castigado por salir sin permiso de casa.

Se vistió desganado mientras miraba la hora en su celular, todavía era temprano pero debía apurarse si es que no quería llegar tarde. Tenía llamadas perdidas del número desconocido de nuevo, suspiró, quería hablar con alguien, caviló seriamente el contestar a esa persona para contarle lo que le sucedía no en búsqueda de consejo, sino para soltarlo. Al ser un absurdo, bufó, un pensamiento infantil, ahora entendía porque Bill se alejaba de él, era demasiado niño.

Iría a hablar con Andreas. A hacer las paces, responderle que sí a todo lo que le dijera solo para luego desahogarse. Quería mucho a Bill, lo necesitaba, se había habituado tanto y ahora tener que dejarle de ver, o escucharle, que le regalase algo, cualquier cosa estaría bien con tal de tenerle cerca.

Las clases le parecían igual de monótonas, la única diferencia fue en el recreo, en donde la psicóloga no fue a buscarle y sus compañeros estuvieron aglomerándose cerca de la verja. Se dispuso a dibujar en su salón y no salió ni a los servicios higiénicos cuando sonó el timbre del final de su receso. Los otros niños entraron presurosos al aula y uno de ellos se acercó a Tom.

—Ey, Trümper, tu amigo, el chico extraño ese. Uno de los auxiliares lo jaló por el brazo, la profe de Lengua estaba con ellos, al parecer lo han expulsado del colegio —informó. Tom se quedó boquiabierto al verle regresar a su sitio como si lo que le hubiera contado no llevara importancia. “¿Expulsaron a Bill?”, fue lo que pensó. “¿Por qué?”, fue lo segundo que pasó por su menteSe levantó de su asiento dirigiéndose a la puerta para salir a buscarlo y el maestro de turno le detuvo.

—¿A dónde cree que va, Trümper? —le cuestionó. Tom quiso responderle pero solo alcanzó a balbucear sinsentidos para cuando el profesor le silenció con la mirada—. Regrese a su asiento, jovencito. —Tom negó y pasó por un costado del maestro para salir del aula, dirigiéndose a la verja, no alcanzó a ver más que a algunos de compañeros de Bill, entre ellos el hermano de Andreas, cuchicheando entre sí.

—Mierda, está jodido.

—Iba a terminar así, es mejor, era muy problemático.

—Pero meterse con uno de primaria, estaba loco, pobre niño. —Tom oía lo que decían y sintió ansiedad, podía escuchar a su maestro llamarle y acercándosele. Intentó pasar la verja pero unas manos le sujetaron por la cintura, bajándole de ahí.

—Trümper, recibirás una nota por esto —masculló el mayor, dejándole en el suelo otra vez. Pero Tom no estaba allí, Tom estaba mirando a los chicos de grados superiores, inútilmente esperando verle, se sentía desesperado.

—¿Crees que irá a la fiesta de hoy?

—Sí, de hecho, no se la perdería, sabes que se emborracha hasta desconocerse después de un problema en la escuela y he oído que irá su ex —fue lo último que escuchó antes de que le sujetasen del brazo para llevarlo a su aula. Fiesta, lo vería allí y le preguntaría qué es lo que había pasado, lo miraría, tenía que hacerlo, si le expulsaban no podría y… se resistía a recordar lo sucedido el sábado. Tom sabía que era distinto que Bill no quisiera verle a que no pudiera.


—Hola, Tom, qué milagro verte por acá, pensé que te habías olvidado de mí, pequeño ingrato que…

—Hola para ti también, Andreas, ¿me dejas entrar? Quiero hablar con Georg —le cortó la perorata, haciendo que le observase con los ojos completamente abiertos en un gesto dramático, le empujó levemente para pasar y subir las escaleras después de darle un breve saludo a la mamá de Andreas.

—Ey tú, el pequeño Tom, no te veía tan seguido por aquí, ¿ya hiciste las paces con mi hermano? —preguntó el castaño al verle en su puerta.

—No vine por Andy, vine a hablar contigo —explicó Tom para después morderse el labio, no sabiendo cómo decírselo sin que sonase raro. Georg le observó expectante y escuchó a Andreas subir las escaleras—. ¿Me puedes decir dónde será la fiesta que harán tus compañeros hoy? —El mayor arqueó una ceja y torció la boca en una sonrisa burlona.

—¿Quieres ir a la fiesta de Nat? Pero si tú eres un crío, ¿qué harías allí? Ella es hermana de Gustav y por eso todos estamos invitados pero Nat está en la universidad, inclusive irán chicos mayores que yo —explicó Georg, observando la mirada decidida de Tom e intentando relacionarla con la situación en perspectiva. ¿Para qué iría? “Bingo”, pensó cuando el rostro de Bill apareció en sus pensamientos.

—Quiero… quiero… —intentó justificarse en vano, siendo interrumpido por Andreas.

—Quiere juntarse con chicos grandes, por eso hoy salió de su salón todo rebelde a ver cómo expulsaban a su amiguito —desdeñó Andreas—. Y no le digas, se meterá en más problemas, no creas que no vi cómo te daban una nota, Tom.

—¡No te metas! —gruñó Tom con el ceño fruncido—. No me importa que estés peleado conmigo pero no te metas en esto, no me conoces, somos amigos de tanto tiempo y aún así no sabes quién soy.

—¡No es cierto! Te desconozco, que es muy distinto. Te meterás en problemas porque se lo contaré a tu madre, le diré que planeas ir a esa fiesta solo para ver a ese tipejo —amenazó Andreas con las mejillas encendidas por la cólera. Tom bufó y le miró fijamente. Georg observaba divertido la escena.

—Si le dices algo a mi mamá no te volveré a hablar nunca más, así que cuando ella llame tú le dirás que estoy aquí contigo, ¿ok? —advirtió Tom. Andreas tragó saliva y asintió sumiso.

—¿Entonces vamos a ir a la fiesta, pequeño Tom? —interrogó Georg riéndose.

—Sí —afirmó y sujetó su celular—. Ahora tú vas a decirle a mi mamá que estoy bien y estoy en tu casa, que quizá me quede a dormir porque eso haré. Apenas haga lo que tenga que hacer vendré a tu casa y hablaremos porque me irrita que andes como vieja cotilla todo el tiempo fastidiándome y hablando mal de mí.

Encendió su móvil y una llamada entrante le alertó. Número privado otra vez.

—Me acabas de decir vieja cotilla —se quejó Andreas. Tom le chistó y contestó su teléfono.

—Aló, mire señor desconocido, hoy no podré apagar mi celular porque me llamará mi mamá así que le ruego sea más comprensivo y no me marque seguido, al menos hoy no, ¿ok? —pidió Tom. Andreas frunció el ceño, le parecía absurdo que siguiese con ese jueguito. El silencio en la línea hizo bufar a Tom—. Bueno, confío en usted, adiós —cortó la llamada.

—Hoy estás distinto, Tom —señaló Georg, todavía riéndose. Tom se sonrojó.

—No lo estoy solo que… uhmn, llamaré a mi mamá —señaló su móvil y tomó a Andreas de la mano yendo al cuarto del rubio.


Bill se sentía como un pedazo de mierda, uno de los mocosos que le habían visto junto a Once el sábado le había ido con el cuento a la maestra y esta le había informado al director. En un pueblo pequeño todos se enteraban de la vida del resto, y cuando vieron regresar a Once llorando del bosque se produjeron especulaciones de todo tipo, incluyendo en ellas que el culpable era Bill. Su madre se iría a enterar, no de su boca eso lo tenía por seguro, sino por la de la psicóloga. Se puso a fumar y comenzó a marcarle a Once, cuando le contestó le pidió que no lo llamase y sonrió.

Se preguntaba si su madre lo metería en la escuela militar. Se golpeó la frente por siquiera hesitar, era evidente que esa sería su próxima parada. Una despedida, tenía que perderse, drogarse, beber, salir con cualquier chico o chica, lo que sea, necesitaba algo que pudiera ayudarle a desfogarse. Tendría una semana o quizá unos días antes de que su madre arreglase todo para que se entrase a ese colegio donde perdería contacto con el mundo exterior, su progenitora le visitaría y tendría derecho a llamadas pero prácticamente era como una cárcel. Sintió nostalgia por su cabello, se lo cortarían de hecho, ni qué hablar de sus perforaciones. Sus porros, su alcohol, su ropa, su vida se disiparía allí.

Sentía ganas de llorar pero no lo haría. Con ese cúmulo de pensamientos tomó una ducha para despejarse, había oído que James iría, si lo vería quería estar presentable, demostrarle que nada de lo que le había dicho dejaba mella en él.


Tom sabía que no debía estar ahí, Georg se lo había advertido y cumplió con dejarle en la puerta mientras entraba por unas cervezas. Gracias a que la mayoría de los presentes estuviesen demasiado ebrios como para prestarle verdadera importancia cuando ingresó al lugar, y que el otro tanto de gente estuviese en pleno toqueteo descarado, pudo desplazarse con facilidad.

Lo que no pudo fue distinguir a Bill entre el tumulto. Se incomodó, se sentía fuera de lugar allí, con la muchedumbre apestando a alcohol, cigarro y sudor. No le hallaba la gracia, ¿cómo podían tocarse de esa forma? ¿Qué, no sentían vergüenza? Sintió un estremecimiento al ver cómo le metían la lengua en la boca de una chica y giró la vista con el calor posado sobre sus mejillas.

—¿Bill? —llamó temeroso con una voz que no sobresalía entre la música. Se estaba poniendo nervioso. No lo veía por ningún lado, faltaba que no fuese y él estuviese allí exponiéndose en vano. Su rictus se descomponía porque lo extrañaba y esa nostalgia le hacía querer sollozar de pronto.

Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños. Se iría de ese sitio de inmediato. Unas risas se abrieron paso entre el ruido estridente del lugar. Por inercia giró el rostro, encontrándose con unos muchachos, que lucían mayores que el resto y que se apoyaban contra una puerta, riéndose hasta el punto de sujetarse el vientre. Uno de los chicos era rubio y traía unas perforaciones que le recordaron a Bill, una en el labio y otra en la oreja; mientras que el pelinegro que estaba a su costado traía rastas, unas que se veían descuidadas. El rubio acercó al pelinegro por la cintura y comenzó a besarle. A Tom se le pusieron rojas hasta las raíces del pelo y cerró los orbes otra vez.

Al abrirlos las risas se escuchaban distantes, los chicos ya no estaban ahí, se sobó los ojos y vio el movimiento de la puerta. Como si la golpeasen por dentro, un sonido casi imperceptible acompañó a este. Miró a ambos lados. Nadie más se percataba de su presencia. Decidió acercarse más, abriéndose paso en medio del gentío y las latas de cerveza caídas. Le parecía estúpido tratar de investigar pudiendo ser una simple ilusión óptica, pero se apoyaba en el sonido, que difícilmente podría ser imaginado con tanta claridad; quizá era un animal encerrado, o una persona buscando huir por estar en cautiverio por un psicópata. Omitió lo último para darse el valor de llegar hacia la puerta.

Fue cuando llegó al otro extremo que notó quizá estaba arriesgándose al meterse en un asunto como ese. Sin embargo, abrió la puerta y unas manos se aferraron a sus piernas logrando que cayera de rodillas dentro del cuarto oscuro. Estuvo a punto de gritar, con el corazón sintiéndolo en la garganta y la aceleración recorriéndole el cuerpo, no obstante, escuchó una voz que le impidió hacerlo.

—Maldito, vienes con tu nuevo novio y me lo restriegas en la cara, ¡jódete! —Era Bill. Con un aliento a alcohol y la voz gangosa pero era él. Sintió sus puños golpearle con cierta fuerza en el pecho y de ahí sus dedos sujetarle por la playera, haciendo que se acercase a él.

Quiso decirle quién era. Sin embargo, todo fue tan rápido y confuso que acabó con los labios de Bill contra los suyos sin soltar palabra. Sus bocas conectadas, no un simple roce como cuando Bill le había mordido, sino un beso completo, de esos que veía que se daban los chicos y chicas mayores, con mucho movimiento por parte de Bill y una lengua que se coló entre sus labios con rapidez. Se sentía perdido, no sabía qué sentir, no le disgustaba la sensación a pesar de no saber qué hacer y fuese incómodo estar recibiendo tanta atención de esa forma tan urgida.

Su corazón daba tumbos, era algo diferente al nerviosismo que sentía antes, no era miedo, tampoco era el sentirse casi claustrofóbico ahí, era… algo que le remecía el vientre y que por lo mismo le hizo deshacerse del agarre con un empujón. Un casi gritado ‘no’ que le despertó del pasmo en el cual se encontraba antes y que consiguió que el otro le preguntase con voz tímida:

—¿Once?

Repentinamente deseó mantenerse en la oscuridad para no salir nunca más. Sería verle el rostro y ser visto. Se sentía abochornado, temblaba incluso. Se aovilló y mantuvo a una distancia prudente de Bill, aunque al parecer este quería acercarse a él y tanteaba el suelo en su búsqueda.

—Once ugh, perdón, pensé que eras alguien…

—Sé lo que pensaste —respondió con voz pequeña. Se sentía minúsculo en ese momento. No sabía lo que se había suscitado, pero tampoco quería saberlo todo ahora, le bastaba con saber que había sido confundido con alguien más, con un chico, y que había sido besado por ello.

Besado. Besado. Besado. No mordido sino besado.

Demasiada información que procesar en una sola noche, quería largarse de allí.

—Eh, crío, de verdad que lo siento, uhmn. —El ruido de Bill al levantarse del suelo le hizo alarmarse. La perilla fue girada y la luz de la casa descubrió sus rostros.

Bill traía el maquillaje corrido, la nariz rojiza y los ojos brillosos. Le ofreció su mano para que le imitase. Tom se paró sin ayuda y miró hacia el suelo.

—Ey, gracias por abrir la puerta, al parecer me habían dejado encerrado —dijo Bill.

Tom pensó en los chicos que habían estado sobre la puerta, en cómo se habían reído antes de besarse y desaparecer. Eran reales.

Bill sabía a la perfección que lo habían encerrado a propósito, porque conocían de lo que era capaz de hacer si se mantenía fuera de ese cuarto. Su exnovio lo sabía, por eso se alejó de su pareja y le habló a Bill como si quisiera recordar viejos tiempos para terminar encerrándolo allí. Lo consideraban un mocoso estúpido y problemático, por eso James había optado por burlarse un poco teniéndolo ahí.

James, el chico con rastas negras nunca tomó en serio a Bill. James tenía más de veinte años y estaba en la universidad. Había conocido a Bill en una fiesta como esa, saliendo abochornado de un cuarto donde yacía una chica, luego se enteró que era novia de Bill y que le había rechazado cuando este le propuso que tuvieran sexo al ser muy ‘niño’. James sin notar la gran diferencia de edad por su altura y su forma de vestir, intentó algo con él, no pensó en una relación sentimental en ningún momento, solo un poco de flirteo con caricias y besos en remuneración. El problema es que Bill era insistente. James cedió y le dio una oportunidad, sin esperarse que Bill fuera tan dependiente, rompió el contacto al saberlo, a las finales, solo era algo sin importancia.

Pero James, sabía que Bill actuaría de mala forma en presencia de Jack, su nuevo novio. No quería más problemas, ni berrinches de críos ebrios, así que actuó. Con ayuda de Jack, le dio una pequeña lección a Billy.

El alcohol recorriéndole el organismo contribuía a que se sintiera como el ser más patético del mundo. Pero tampoco podía simplemente rehuir por completo de su realidad y ensimismarse o tornarse violento con quien encontrase a su paso; aunque sí podía hacerlo, después de lo sucedido con Once, ya no. Se rascó el brazo y parpadeó un par de veces buscando despabilarse un poco.

—Tenemos que salir de aquí, enano, apesta a mierda —demandó con acidez en la voz, al vislumbrar a lo lejos las rastas de su ex.

—Si lo dices por el aroma a sudor y alcohol, tú hueles igual —dijo Tom aún con la mirada sobre el suelo. Bill le observó con una ceja alzada, no dejaba de sorprenderle sus respuestas directas cuando solía ser demasiado tímido.

No se arrepentía de haberlo besado, a pesar de que las circunstancias en las cuales se había dado no eran las correctas. Le gustaba Once, ahora ebrio podía soltarlo sin presionarse por cómo se viera. Claro, rompía con la lógica que seguía, debido a que creía que todos los chicos de su edad eran estúpidos y que los de más edad al poseer mayores experiencias serían distintos. Sin embargo, ya había comprobado que ese no era el caso, que cuando una persona es estúpida, lo sería tenga la edad que tenga. Y Once le demostraba actitudes que mucha gente perdía con el tiempo, o que simplemente desechaban.

No se atrevería a lastimarlo, a asustarle, Once era tan solo un niño y evidentemente la percepción que tenía podría alejarlo. Y no quería eso. Le gustaba Once, cómo se sentía junto a él.

—Pensé que me odiabas, por lo que me dijiste, me llamaste mentiroso y en parte me sentí mal, al menos ahora… ahora podremos vernos, si me dejas claro.

Alcohol, drogas, chicas, chicos, desfogarse… prefería pasarle con Once, en el nubarrón de su ebriedad pensaba que era mejor así, llevarle al bosque de nuevo, cerca del río, comprarle helados, dulces.

—Te expulsaron de la escuela, no sé por qué. Y eso no te hace menos mentiroso —soltó Tom, sintiendo todavía el cosquilleo en sus labios y buscando una razón para que Bill no huyese de su lado en ese instante.

—Me expulsaron por ser malo, quería evitar eso o que te metieras en problemas por mi culpa, ¿viste que sí soy capaz de causarlos? En fin, uhmn sí, mentiroso —concedió mientras se tendía sobre el pasto en el que estaban sentados, observando embelesado el cielo.

—¿La psicóloga tuvo que ver, cierto? Ella me daba mala espina, entonces… ¿quiere decir que no soy muy niño para ser tu amigo? —cuestionó Tom con un leve brillo en los ojos. Bill le vio desde su posición y le sonrió.

—Si tuvieras más edad otro sería el cantar, Once, créeme, pero sí, podemos ser amigos ahora sin que nos joda esa bruja de mierda —respondió Bill mientras buscaba la mano de Tom y la apretaba—. Quiero que me regales una semana, o quizá menos tiempo en el que estarás saliendo tooodas las tardes conmigo, ¿aceptas?

Tom se lo pensó. Podría decir que iría donde Andreas, y su rubio amigo no le fallaría en esta ocasión así que asintió enérgicamente, observando sonriente la mano sujeta a la suya. Bill se sentó y le dejó un beso en la mejilla para luego morderse el labio, se le antojaba besarlo de nuevo pero se resistía a hacerlo. “Maldición, no seas un jodido enfermo”, pensó.  

—¿Qué me miras? —preguntó Once, sintiéndose incómodo.

—Eres… lindo, bonito, serás guapo de grande, a mi edad tendrás muchas chicas derritiéndose por ti —le puso un dedo sobre la punta de su respingona nariz y le sonrió. Once la arrugó y se sonrojó.

—No seas mentiroso, lo estás siendo de nuevo, oich —se cruzó de brazos e hizo sobresaliente su labio inferior.

Quería que Bill lo mordiera, lo estaba tentando, quería sentirlo cerca. Bill le vio la boca y se acercó rápidamente para mordérsela, Once deslizó su labio del agarre y acortó la distancia entre ellos para darle un corto y casto beso.

Bill fue el que se alejó en esta ocasión y parpadeó un par de veces seguidas buscando entender lo sucedido. ¿Once le había besado? Quiso preguntarle pero solo alcanzó a balbucear palabras ininteligibles.

—¿Me acompañas? —masculló Tom con las mejillas teñidas de rojo y una sonrisilla traviesa. Lo más probable es que Bill no recordase lo que pasó, al menos no del todo, podría mentirle también.

—Eh sí, sí, te acompaño —dijo aún confundido.  

1 comentario: